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"La
Cancillería ratifica que la posición del Gobierno argentino ante Austria
es muy clara: el tema del respeto a los derechos humanos es universal y
estamos en contra de toda defensa y aún de toda duda sobre el racismo, el
nazismo o la xenofobia", comienza el comunicado oficial que, con la
frase sobre las "dudas" respecto del racismo y el nazismo,
desmiente expresamente el informe redactado por Krekcler y revelado por
este diario.
"La Argentina tiene una
postura clarísima en la Ley Antidiscriminatoria que condena el odio
racial o religioso. No lo aceptamos en ningún modo y lo condenamos enérgicamente",
aseguró ayer el gobierno, endureciendo las declaraciones formuladas por
Adalberto Rodríguez Giavarini y por el propio Fernando de la Rúa.
Luego de recordar que "en
la misma forma se pronunciaron Estados Unidos y Europa, así como los países
del Mercosur por nuestra iniciativa", la Cancillería expresó su
coincidencia "con la posición europea de seguimiento y alerta, y en
el mantenimiento de los contactos diplomáticos bilaterales a nivel
estrictamente técnico".
En el último párrafo se
informó sobre el llamado a Kreckler. Es una doble advertencia del
gobierno argentino, que deberá evaluar si profundiza su reacción en base
a dos ejes diferentes.
* El primero, si le impone algún
tipo de sanción a Kreckler y, en caso de hacerlo, el tenor de la
amonestación: una sanción formal, un cambio de destino o su vuelta a
Buenos Aires. Esta última, la más dura de todas las posibilidades, no
quedó descartada: el comunicado no aclara si el llamado es sólo en
consulta (lo que significa que podría volverá a Viena) o si implica su
trasladado definitivo a Buenos Aires.
* El segundo eje de acción es
la posición argentina en relación a la llegada de los neonazis de Haider
al gobierno de Austria. El Ministerio de Relaciones Exteriores dio una
primera señal diplomática, similar a la que adoptó Estados Unidos, con
el llamado al embajador. Pero si quisiera podría profundizar la
advertencia con un abanico de opciones: el retiro del embajador (como hizo
Israel), la suspensión de las relaciones y, la más extrema de todas, la
ruptura total de los vínculos con Viena.
La definición oficial se
produjo anoche, luego de la conmoción que provocó la primicia publicada
por Página/12, convertida en la comidilla del día entre los
diplomáticos del Palacio San Martín y en las comunicaciones telefónicas
de los embajadores en el exterior que habían leído la nota en Internet.
Los diplomáticos estaban
sorprendidos por la filtración de uno de los cables reservados, que
suelen permanecer en secreto. Otros estaban impactados por el análisis
liviano del cable. "En parte, eso pasa cuando el ascenso de alguien
es tan vertiginoso", comentó malicioso un embajador que pidió
reserva de su nombre.
Kreckler proviene de una
familia de diplomáticos. Su padre trabajó en el servicio exterior al
igual que su hermano, Luis María Kreckler, que supo hacerle algunos
favores extraprofesionales al menemismo, como la presentación entre el líder
anticastrista Jorge Mas Canosa y el ex jefe de la SIDE Juan Bautista
Yofre. Juan Carlos Kreckler es diplomático de carrera y, como su hermano,
vivió sus mejores épocas durante la última década. Entre 1991 y 1993
fue director de Ceremonial de la Cancillería. Luego de desempeñarse como
cónsul en Miami, llegó a su destino actual en el antiguo Imperio
Habsburgo.
Aunque las relaciones
austro-argentinas no figuran entre las prioridades de la Cancillería, lo
cierto es que Kreckler conduce una embajada clave en cuanto a las
relaciones multilaterales. En Viena tienen su sede dos importantes
organismos internacionales: la UNDCP (Programa de las Naciones Unidas para
el Control de Drogas) y la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica).
A pesar de que los diplomáticos
comentaron desde la mañana el cable que durante todo el día reprodujeron
las agencias internacionales de noticias, el gobierno adoptó una decisión
recién por la noche.
A las 11 de la mañana,
Fernando de la Rúa había eludido una definición sobre Kreckler.
"Yo entendí que era un informe de la cancillería austríaca",
señaló el Presidente sobre el cable antes de ingresar a la Casa de
Gobierno.
Rodríguez Giavarini aterrizó
al mediodía en Ezeiza procedente de Washington. Lucía distendido, seguro
en su rol de ministro de Relaciones Exteriores luego de una serie de
reuniones de primer nivel, sobre todo con la secretaria de Estado
norteamericana Madeleine Albright. Cuando fue abordado por un grupo de
cronistas que le pedían su opinión sobre el futuro de Kreckler, el
funcionario dejó abierta cualquier opción. "El gobierno tiene un
compromiso contra todo vestigio de ataque a los derechos humanos,
antisemitismo e intolerancia. La Cancillería analiza todas las
posibilidades", aseguró.
Luego del breve diálogo con
los cronistas, Rodríguez Giavarini se trasladó a la Casa de Gobierno, en
donde lo aguardaba De la Rúa. Los dos mantuvieron un largo encuentro en
el que, además de conversar sobre el viaje del canciller a Estados
Unidos, evaluaron el futuro de Kreckler.
La decisión de convocar al
embajador fue la reacción más notoria del gobierno tras la revelación
de Página/12 sobre el cable "reservado" que la embajada
argentina en Viena giró a la Cancillería el 6 de octubre pasado, cuando
el notable crecimiento electoral de Haider produjo las primeras reacciones
internacionales. El informe, firmado en persona por Kreckler y redactado
por él mismo, obviaba las declaraciones del líder neonazi sobre los
"campos de disciplinamiento" nacionalsocialistas, los reiterados
ataques a los inmigrantes y sus elogios a las SS.
Kreckler sostuvo que
"Haider un demócrata que jamás dijo buscar un cambio de sistema en
Austria". Aseguró que "en la campaña electoral el FPO (el
partido de Haider) no propuso cuestión extremista alguna". Y agregó
que Haider "no es un neonazi ni un extremista". Pero el embajador no sólo redefinió el perfil de Haider. También minimizó su impacto a nivel mundial sólo tres meses antes de que la llegada de los neonazis al poder en alianza con los conservadores produjera el repudio unánime de la comunidad internacional. "La opinión de esta Embajada es que la prensa exagera enormemente el 'fenómeno Haider", atribuyéndole un extremismo que no tiene", concluyó Kreckler.
OPINION
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