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PANORAMA ECONOMICO

 

Gracias, brasileños, por devaluar el real

Por Julio Nudler

Algunos lo acusan de “probrasileño”, pero Arturo O’Connell (director del Banco Central en los 80 y del Centro de Economía Internacional de la Cancillería hasta hace unos meses) no se amilana. Dice que la Argentina posa de pura, pero metió la mula cada vez que pudo. Asegura que la Brasildependencia es un invento, aprovechado por algunos monopolios. Considera inútil plantear la “coordinación macroeconómica”, cuando el que se encarga de eso es el FMI. Y afirma que a la Argentina le viene bien tener como socio a un país que no se abrazó totalmente a la ortodoxia. Más en detalle, éstos son sus argumentos:
Las exportaciones intraMercosur se quintuplicaron entre 1990 y 1998, mientras que las exportaciones de los cuatro países al resto del mundo aumentaban sólo un 50% (60 en el caso argentino).
Las importaciones del Mercosur desde el resto del mundo pasaron de 25 mil a 75 mil millones, lo que desmiente que este bloque se haya convertido en una fortaleza proteccionista.
Con el Mercosur, la Argentina pasa de ser un mercado de menos de 300 mil millones de dólares a otro de un billón, o algo más. De este modo, el mercado se ha triplicado, detrás de una barrera respetable (el arancel externo común) de entre 10 y 15%. El negocio es clarísimo.
La Argentina tiene un déficit comercial fenomenal con todas las áreas importantes del mundo. En el período 95/99 sufrió un déficit global de 10 mil millones de dólares, resultado de un déficit de 18 mil millones con el Nafta (básicamente Estados Unidos), 15 mil con la Unión Europea, 2000 con Japón y 1000 millones con China, compensados por un superávit de 8000 millones con el Mercosur (el grueso es Brasil), además de Chile, el norte de Africa y algunas otras zonas.
Tras la devaluación del real (enero de 1999) se presagió una avalancha de productos brasileños. Pero lo cierto es que la Argentina volvió a tener superávit con Brasil en 1999, y en cambio siguió teniendo déficit con los demás. No por eso se escuchó a nadie advertir contra la avalancha de productos norteamericanos ni europeos.
En 1999, las importaciones argentinas desde el Mercosur cayeron más que las traídas del resto del mundo. No hubo invasión de productos brasileños.
La devaluación del real les rindió poco a corto plazo en términos de desempeño exportador. Recién ahora están creciendo las exportaciones brasileñas, con lo que se muestran más influidas por el nivel de actividad económica mundial que por la paridad cambiaria. Eso también pasó con las exportaciones argentinas: según demuestra un trabajo de la Fundación Mediterránea, aumentan mucho cuando crece el PBI brasileño, y caen muy poco se devalúa la moneda brasileña.
Por eso, la devaluación del real fue buena para la Argentina, al permitir que Brasil no sufriera casi recesión y empezara rápidamente a recuperarse.
Pregunta: Se sostiene que es imposible devaluar porque, a la larga, el tipo de cambio busca su nivel de equilibrio. Respuesta: Sí, pero eso no significa que la actual paridad del peso sea la de equilibrio. Por otra parte, la experiencia de Brasil y de muchos otros países es que se pueden hacer devaluaciones reales, contrariamente a lo que sostiene el mito argentino. Todos hablan aquí de México, pero un país que mantiene el 80% de su comercio exterior con Estados Unidos obviamente tiene dificultades serias para devaluar respecto del dólar.
Aunque la devaluación inicial se reabsorba en parte por la suba de precios y por una revaluación posterior, esto no elimina su efecto. Es el caso del peso mexicano, cuya devaluación real quedó anulada en unos tres años, pero mientras tanto les sirvió para dar vuelta el balance comercial con Estados Unidos y devolver los créditos que recibieron.
Brasil está volviendo a crecer y las exportaciones argentinas con ese destino aumentan fuertemente. Evidentemente, el Mercosur sigue siendo un buen negocio. Pero no decide las cosas. Basta hacer las cuentas. Las exportaciones argentinas a Brasil equivalen a sólo 2,4% del Producto, e incluyen algunos productos, como trigo y petróleo, que podrían exportarse a otra parte. Las exportaciones que realmente dependen del mercado brasileño no pasan del 1,5% del PBI argentino.
Una de las maneras tramposas de exagerar el impacto brasileño consistió el año pasado en comparar, para ciertos sectores, las exportaciones a Brasil con el total sectorial. Así, se subrayaba que el 80% de las exportaciones de la industria láctea iba a Brasil, pero sin aclarar que las exportaciones totales de ese sector eran sólo el 6% de sus ventas. Por tanto, no podía ser cierto que la industria láctea cayera en una grave crisis por los problemas que tenía para exportar a Brasil, que sólo significaba el 4,8% de sus ventas. En realidad, el tema les sirvió a los monopolios lácteos para bajarles el precio a los tamberos de 23 centavos a 18, después a 14 y por último a 12. ¿Qué pasó finalmente con las exportaciones lácteas a Brasil el año pasado? ¡Que aumentaron!
La única industria que depende de Brasil es la automotriz, porque vende a ese mercado casi la mitad de su producción. Pero sería ridículo ponerse a llorar por la Ford o la Renault. Ellos sabrán cómo arreglan sus negocios y cómo los reparten entre Brasil y la Argentina.
Otro mito es que la devaluación del real provocó una caída del Producto Industrial argentino. El EMI (Estimador Mensual Industrial, que elabora el Indec) llegó a su punto más alto en junio de 1998. La recesión argentina se notaba claramente en el segundo semestre de ese año, antes de que Brasil devaluara. Luego, con el real devaluado, el EMI subió de junio a diciembre de 1999, hasta casi recuperar el nivel de junio de 1998. Lo que es verdad es que armamos tanto escándalo diciendo que con la devaluación del real nos íbamos al tacho que la gente se asustó y retrajo su demanda. Algo parecido a lo que está sucediendo ahora con el lío que armó este gobierno con el déficit fiscal.
Se exagera mucho con la famosa Brasildependencia argentina, porque las exportaciones en su conjunto siguen siendo poco importantes.
Endilgarle todos los problemas a Brasil es una manera cómoda de no asumir los males propios. Los brasileños no devaluaron a propósito: lo hicieron cuando ya no podían sostener más el real. Otro reproche cómico es que “no nos avisaron”. ¿Y si nos hubiesen avisado, qué? ¿Hubiéramos devaluado?
Molesta la pose de pureza que adopta la Argentina, como si nunca hubiéramos hecho trampa. ¡Hicimos trampa como locos! No sólo Brasil tiene subsidios. La Argentina también los tiene. Que nadie quiera instalar una planta automotriz en La Rioja es otra cuestión.
Como para la Argentina el Mercosur es un gran negocio, debería ser la más interesada en limar asperezas, entre otras cosas porque le costaría mucho atraer inversiones sin tener el anzuelo del Mercosur, problema mucho menor para los brasileños, que se las arreglarían bastante bien solitos. A ellos les interesó formar el Mercosur por razones políticas, para acolchonarse en sus conflictos con Estados Unidos.
El Mercosur es también bueno para la Argentina porque la obliga a negociar con un país que no se abrazó totalmente a la ortodoxia.
No hay que hablar tanto de coordinación macroeconómica con Brasil porque no es tan importante. Al fin de cuentas, ésa la hace el FMI, puesto que ellos y nosotros tenemos metas acordadas con el Fondo. Sí es necesaria la coordinación microeconómica. Es decir, tomarse en serio los problemas de adaptación de una decena de producciones vulnerables, de los ajos a los cerdos, y negociar abiertamente esas situaciones con Brasil. También tomar dos o tres sectores avanzados, de punta, y darles manija entre los dos países. De lo contrario, seguiremos con el discurso de la coordinaciónmacro y la moneda única, mientras nos peleamos por los pollos.

 

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