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�Estamos volviendo a los tiempos represivos de la Unión Soviética�

Ayer el magnate mediático opositor ruso Vladimir Gusinsky fue puesto en libertad. Pero su segundo en el emporio �Media Most�, Igor Malashenko, sostiene que su detención es sólo el principio.


t.gif (862 bytes)  Por Berna G. Harbour
Desde Madrid

El martes, el vicepresidente del conglomerado mediático ruso Media Most, Igor Malashenko, recién había comenzado sus vacaciones en Málaga cuando lo sorprendió la noticia: su jefe, el presidente de Media Most, Vladimir Gusinsky, había sido detenido en Moscú. La casualidad quiso que sus vacaciones en España coincidieran no sólo con ese golpe al único grupo informativo que ha mantenido una línea crítica con el Kremlin, sino, además, con otra visita: la del presidente ruso, Vladimir Putin, a Madrid. Malashenko aprovechó la oportunidad: “El gobierno de Putin amenaza con instaurar un régimen autoritario”, exclamó en una entrevista con El País.
–¿Es la detención de Gusinsky un acto político?
–Es un acto con motivación cien por ciento política. Es parte de una ofensiva contra un grupo de noticias independiente que todavía no se ha doblegado al Kremlin. Ya nos habían asaltado el 11 de mayo los agentes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, ex KGB): vinieron enmascarados, intimidando, a la sede central del grupo Media Most, y se llevaron material. Aquello fue un castigo al coraje que hemos demostrado durante la guerra en Chechenia y con las denuncias sobre la corrupción en altas esferas del Estado y en el FSB. Fue un acto de intimidación. Pero aquel asalto no funcionó. Nuestros medios de información continuaron trabajando sin estar intimidados. Es por ello que han decidido subir su intimidación al siguiente grado y detuvieron a Gusinsky. Significa que el nuevo gobierno ruso amenaza con convertirse en un régimen autoritario. El Kremlin quiere controlar toda la vida en este país, y utilizará toda táctica a su alcance para poder lograrlo. Lo que hay detrás de esto es la peor tradición del sistema soviético que tan bien hemos conocido.
–¿Cree que el presidente Putin conocía de antemano la orden de detención de Gusinsky?
–Yo no sé si Putin sabía que la detención se iba a producir. Si lo sabía, fue desde luego una estupidez de su parte, porque enturbia la atmósfera justo cuando empezaban sus visitas a España y Alemania. Yo estoy seguro de que él dio la luz verde a esta operación de represión, aunque no eligieron el mejor momento para realizarla. No tengo ninguna duda de que su objetivo es poner a nuestro grupo bajo su control. Para Putin es sólo una cuestión de tiempo. No tengo ninguna duda de ello. Nadie que conozca la burocracia rusa puede concebir que esta decisión fuera tomada sin la orden de Putin.
–¿En qué condiciones fue detenido Gusinsky?
–Estuvo con los peores criminales del país, en la cárcel de Butyrska, sin poder hablar con un abogado hasta el día siguiente porque lo detuvieron al final de la jornada de trabajo.
–¿Interpreta la visita reciente de Bill Clinton a la emisora “Eco de Moscú”, de Media Most, como un apoyo a la libertad de expresión en Rusia?
–Sí. Pero las autoridades rusas no captan ese tipo de mensajes. Son demasiado sutiles para ellos.
–Ahora que usted y Putin están en Europa Occidental, y que a usted lo escucharán por la detención de Gusinski, ¿qué pide de Occidente?
–Ya no hay una cortina de hierro. Ya no hay Guerra Fría y Rusia no es un país aislado. Por eso, si Putin busca inversiones en Occidente, debe quedarle claro que Rusia no será considerado un lugar seguro para los inversores si ocurren cosas como el arresto de Gusinsky. Espero que los líderes occidentales también se lo dejen en claro.
–¿Están asustados los periodistas de Media Most?
–No, no están asustados. Esta gente pasó gran parte de sus vidas luchando por la libertad de prensa, y ahora no están ahora dispuestos a perder lo que han ganado. En estos mismos momentos hay decenas de periodistas en nuestra televisión discutiendo y condenando lo ocurrido.

 

Liberar e inculpar

La presión pareció ser intolerable. El magnate mediático ruso Vladimir Gusinsky fue liberado ayer de la superpoblada cárcel de Butyrska. El día anterior, el mismísimo presidente Vladimir Putin había reconocido que su arresto el martes había sido una medida “excesiva”. Pero la excarcelación de ayer no fue gratis. Antes de ordenar su liberación, la fiscalía inculpó formalmente a Gusinsky de “estafar” al Estado por diez millones de dólares. Para salir de prisión, el magnate mediático tuvo que firmar un documento donde se comprometía a no abandonar Moscú antes de que se concluya la investigación. El caso en el que está implicado es la privatización en 1997 de Russkoye Video, una compañía estatal situada en San Petersburgo. Fuentes de la fiscalía afirmaron que la empresa fue vendida a Gusinsky y cuatro de sus asociados a precios mucho más bajos que su valor real. Pero la red de la Justicia rusa está llegando a otros opositores. Nadie menos que el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, fue interrogado ayer en relación al caso Gusinsky. Y el presidente no da señales de que moderará el embate. A fin de cuentas, argumentó ayer durante su visita oficial a Berlín (ver recuadro aparte), él no está facultado constitucionalmente para interferir con la Justicia. “El caso Gusinsky, por lo tanto, no es de mi competencia”, concluyó inocentemente.

 

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