Por Cristian Alarcón Veinte años después, la mano de obra de la última dictadura ha cambiado de negocio: ya no son los crímenes contra la dignidad humana, el secuestro o el robo llano los que les dan gloria y dinero, sino la expansión del narcotráfico. El último fin de semana, después de un año de seguimientos, escuchas telefónicas e intervenciones de mails, fue desbaratada una banda de narcotraficantes manejada por ex servicios de inteligencia del Batallón 601. Uno de ellos, el jefe operativo del grupo, es el ex chofer y secretario de Aníbal Gordon, y uno de los secuestradores de Guillermo Patricio Kelly (ver aparte). Pero el reciclaje de esos hombres no es la única sorpresa: el sábado, en la quinta en la que se �cocinaba� la cocaína traída cada mes de Bolivia, cayó preso Luis Mercado Solís, quien hasta el viernes a las seis de la tarde purgaba el comienzo de una condena de ocho años por narcotráfico en la cárcel de Devoto. La Justicia sospecha que Solís, un experto �cocinero� boliviano, salía los fines de semana a cumplir con sus tareas para los muchachos de antes que ahora venden cocaína. La investigación de lo que Policía Federal bautizó como Operativo Golf �por la burguesa pasión por ese deporte que profesaba el capo y ex service, Alberto Sanguinetti� comenzó hace más de un año en el último eslabón de la cadena de venta de la droga. Un consumidor y su dealer fueron seguidos, silenciosamente identificados e intervenidos telefónicamente. Desde entonces, la policía ha escuchado las conversaciones de unos 200 teléfonos celulares, y de allí fueron cayendo mezquinamente las pruebas para avanzar hacia arriba en la jerarquía del grupo. �Detectamos cuatro eslabones en esta organización y una capacidad operativa impresionante, sobre todo en lo expertos que eran en sus medidas de seguridad�, le dijo ayer a Página/12 el juez federal Roberto Marquevich, a cargo de la investigación. De la sucesión en la línea de mando, la policía detuvo en cinco allanamientos a ocho personas. A la cabeza, el mandamás Sanguinetti, instalado como respetable vecino de Rosario, integrante hasta de la masónica Logia 17 de Rosario. Tras él, como gerente de la organización en la Capital, Ernesto Lorenzo, Willy, o mayor Guzmán; y hacia abajo Aníbal Petrozzino y Andrea Bonica, y Leonardo Ghiglione y Gabriela Ganguglia, dos parejas presuntamente dedicadas a la distribución a los vendedores o punteros. Hasta ahí, lo encontrado en el operativo estaba en los cálculos de la investigación. La novedad fue el cocinero boliviano José Orlando Mercado Solís, alias �El Químico�, detenido el sábado en el allanamiento a la quinta de la calle Caporale, en General Rodríguez. Solís no estaba en los planes, por la sencilla razón de que estaba preso en Devoto. Así fue hasta el viernes cuando, según su desopilante testimonio ante el juez Marquevich, se fue de la cárcel caminando entre la visita. La quinta de la banda era el supuesto lugar de fin de semana de Lorenzo. En realidad era una fortaleza en la que habían invertido ingenio y recursos. Tenía un doble alambrado perimetral olímpico con púas, separados por un pasillo de dos metros por el que montaban guardia siete pastores alemanes que serán entrenados seguramente para delatar a futuros narcos. Estaba rodeada de ligustrina y una malla de media sombra que tapaba toda la visión hacia adentro. El portón de ingreso también era doble; tras uno de madera, había otro de alambre tejido. De esa forma, cualquiera que quisiera entrar quedaba encerrado apenas cruzaba el primero. Después de los portones estaba permanentemente estacionado un auto. �La única manera de entrar fue con una tanqueta del Grupo Especial de Operaciones�, confirmó ayer a este diario el comisario José Massaferri, de la Departamental San Isidro. El nivel de seguridad, además de recordar viejos escenarios, muestra la importancia de lo que en la finca se hacía: se secuestraron allí toneles de éter, acetona, ácido sulfúrico y clorhídrico, suficientes para procesarhasta cien kilos de pasta base en cocaína. Allí y en las casas de las parejitas aparecieron las armas: dos escopetas, una ametralladora que dispara 600 tiros por minuto, seis pistolas, además de celulares, handys, municiones, fax, sofisticados equipos de computación y explosivos. No faltó la documentación falsificada que demostraría la otra vertiente de la banda: aplicar el antiguo ladrón que roba a ladrón, mediante las continuas mejicaneadas y allanamientos ilegales a otros grupos de delincuentes a los que �les acostaban� la droga o los botines en metálico. �En esta causa no es tan importante la cantidad de droga secuestrada �alrededor de 2 kilos de pasta base� sino la perfecta organización y la diversificación de los negocios del grupo�, interpretó el juez Marquevich. Aun así, a esos dos kilos se les suman los diez secuestrados en abril a Miguel Angel Greco, alias �La gorda� o �Naty� cuando como una especie de �free lance� del transporte regresaba de traer lo suyo de Bolivia en un auto. Ese fue un punto crítico de la investigación, confesó ayer el juez. A �La Gorda� lo detuvo en la Ruta 9 la policía rosarina. Esa intervención casi derrumba la investigación de los federales y Marquevich, que en Buenos Aires esperaban secándose las comisuras para �reventar� a los narcos que seguían hacía meses. Sin embargo, los hombres de Lorenzo y Sanguinetti sólo pararon por cinco días hasta retomar con ahínco las actividades. Quizás era la necesidad de seguir capitalizándose en la economía oficial. En Rosario y Santa Fe, el prestigioso golfista, con la chapa de masón, bon vivant culto y refinado, con credencial falsa de la Secretaría de Seguridad Interior, continuaba comprando propiedades, vehículos y planeando con otros inversores, hacerse de un campo para instalar sus propios links de golf.
EL NARCO QUE DEBIA ESTAR DETENIDO EN DEVOTO Por C.A.
Un ex
agente de inteligencia que
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