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CAYO UNA BANDA DE NARCOS COMANDADA POR EX SERVICIOS DEL EJERCITO
Una mano de obra siempre ocupada

Los dos jefes de una superbanda apresada ayer pertenecieron al temible ex Batallón de Inteligencia 601. Uno de ellos fue lugarteniente de Gordon y participó del secuestro de Kelly. Otro miembro del grupo debía estar preso en Devoto: la Justicia sospecha que lo dejaban salir para �cocinar� cocaína.
En una quinta de General Rodríguez fue encontrado un arsenal y la �cocina� de pasta base de cocaína.
Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Veinte años después, la mano de obra de la última dictadura ha cambiado de negocio: ya no son los crímenes contra la dignidad humana, el secuestro o el robo llano los que les dan gloria y dinero, sino la expansión del narcotráfico. El último fin de semana, después de un año de seguimientos, escuchas telefónicas e intervenciones de mails, fue desbaratada una banda de narcotraficantes manejada por ex servicios de inteligencia del Batallón 601. Uno de ellos, el jefe operativo del grupo, es el ex chofer y secretario de Aníbal Gordon, y uno de los secuestradores de Guillermo Patricio Kelly (ver aparte). Pero el reciclaje de esos hombres no es la única sorpresa: el sábado, en la quinta en la que se �cocinaba� la cocaína traída cada mes de Bolivia, cayó preso Luis Mercado Solís, quien hasta el viernes a las seis de la tarde purgaba el comienzo de una condena de ocho años por narcotráfico en la cárcel de Devoto. La Justicia sospecha que Solís, un experto �cocinero� boliviano, salía los fines de semana a cumplir con sus tareas para los muchachos de antes que ahora venden cocaína.
La investigación de lo que Policía Federal bautizó como Operativo Golf �por la burguesa pasión por ese deporte que profesaba el capo y ex service, Alberto Sanguinetti� comenzó hace más de un año en el último eslabón de la cadena de venta de la droga. Un consumidor y su dealer fueron seguidos, silenciosamente identificados e intervenidos telefónicamente. Desde entonces, la policía ha escuchado las conversaciones de unos 200 teléfonos celulares, y de allí fueron cayendo mezquinamente las pruebas para avanzar hacia arriba en la jerarquía del grupo. �Detectamos cuatro eslabones en esta organización y una capacidad operativa impresionante, sobre todo en lo expertos que eran en sus medidas de seguridad�, le dijo ayer a Página/12 el juez federal Roberto Marquevich, a cargo de la investigación. 
De la sucesión en la línea de mando, la policía detuvo en cinco allanamientos a ocho personas. A la cabeza, el mandamás Sanguinetti, instalado como respetable vecino de Rosario, integrante hasta de la masónica Logia 17 de Rosario. Tras él, como gerente de la organización en la Capital, Ernesto Lorenzo, Willy, o mayor Guzmán; y hacia abajo Aníbal Petrozzino y Andrea Bonica, y Leonardo Ghiglione y Gabriela Ganguglia, dos parejas presuntamente dedicadas a la distribución a los vendedores o punteros. Hasta ahí, lo encontrado en el operativo estaba en los cálculos de la investigación. La novedad fue el cocinero boliviano José Orlando Mercado Solís, alias �El Químico�, detenido el sábado en el allanamiento a la quinta de la calle Caporale, en General Rodríguez. Solís no estaba en los planes, por la sencilla razón de que estaba preso en Devoto. Así fue hasta el viernes cuando, según su desopilante testimonio ante el juez Marquevich, se fue de la cárcel caminando entre la visita. 
La quinta de la banda era el supuesto lugar de fin de semana de Lorenzo. En realidad era una fortaleza en la que habían invertido ingenio y recursos. Tenía un doble alambrado perimetral olímpico con púas, separados por un pasillo de dos metros por el que montaban guardia siete pastores alemanes que serán entrenados seguramente para delatar a futuros narcos. 
Estaba rodeada de ligustrina y una malla de media sombra que tapaba toda la visión hacia adentro. El portón de ingreso también era doble; tras uno de madera, había otro de alambre tejido. De esa forma, cualquiera que quisiera entrar quedaba encerrado apenas cruzaba el primero. Después de los portones estaba permanentemente estacionado un auto. �La única manera de entrar fue con una tanqueta del Grupo Especial de Operaciones�, confirmó ayer a este diario el comisario José Massaferri, de la Departamental San Isidro.
El nivel de seguridad, además de recordar viejos escenarios, muestra la importancia de lo que en la finca se hacía: se secuestraron allí toneles de éter, acetona, ácido sulfúrico y clorhídrico, suficientes para procesarhasta cien kilos de pasta base en cocaína. Allí y en las casas de las parejitas aparecieron las armas: dos escopetas, una ametralladora que dispara 600 tiros por minuto, seis pistolas, además de celulares, handys, municiones, fax, sofisticados equipos de computación y explosivos. No faltó la documentación falsificada que demostraría la otra vertiente de la banda: aplicar el antiguo ladrón que roba a ladrón, mediante las continuas mejicaneadas y allanamientos ilegales a otros grupos de delincuentes a los que �les acostaban� la droga o los botines en metálico. �En esta causa no es tan importante la cantidad de droga secuestrada �alrededor de 2 kilos de pasta base� sino la perfecta organización y la diversificación de los negocios del grupo�, interpretó el juez Marquevich.
Aun así, a esos dos kilos se les suman los diez secuestrados en abril a Miguel Angel Greco, alias �La gorda� o �Naty� cuando como una especie de �free lance� del transporte regresaba de traer lo suyo de Bolivia en un auto. Ese fue un punto crítico de la investigación, confesó ayer el juez. A �La Gorda� lo detuvo en la Ruta 9 la policía rosarina. Esa intervención casi derrumba la investigación de los federales y Marquevich, que en Buenos Aires esperaban secándose las comisuras para �reventar� a los narcos que seguían hacía meses. Sin embargo, los hombres de Lorenzo y Sanguinetti sólo pararon por cinco días hasta retomar con ahínco las actividades. Quizás era la necesidad de seguir capitalizándose en la economía oficial. En Rosario y Santa Fe, el prestigioso golfista, con la chapa de masón, bon vivant culto y refinado, con credencial falsa de la Secretaría de Seguridad Interior, continuaba comprando propiedades, vehículos y planeando con otros inversores, hacerse de un campo para instalar sus propios links de golf.

 

EL JEFE DE LA BANDA, VECINO �RESPETABLE� DE ROSARIO
Buscando un lugar entre los masones

Por C. A.
Cuando los investigadores dieron con el cerebro de la banda de narcos en el centro de Rosario, enseguida supieron que era un tipo entrenado. No les fue fácil superar las �extremas medidas de seguridad� que acostumbraba a aplicar obsesivamente. Asentado en la ciudad con nombre nuevo, auto nuevo y un departamento lujoso al que le cambió la puerta por una blindada, Julio Alberto Sanguinetti, cuarenta años y antropólogo �según lo que él mismo declaró en el juzgado� no descuidaba detalles. Hasta aprovechó para afiliarse en la Logia 17 de la Masonería Argentina, la misma que celebró el último viernes su 140º aniversario desde los próceres a esta parte. Esa noche, la gran fiesta masona estuvo a punto de romperse al grito de �¡Arriba las manos!� de un grupo de policías que esperaban el momento para apresar al narco que festejaba con ellos. 
Eduardo Rivero Schaerer es uno de los alias de Sanguinetti, ex servicio de inteligencia del Batallón 601. Marcelo Settu es otro. Y �Dr. Adolfo�, el que más usaba últimamente. Con esas señas, y una pareja que por el momento no está vinculada a sus delitos, el capo se manejaba con soltura entre los personajes del riquerío rosarino. Esa era su misión, no sólo para despistar cualquier sospecha de ejercer un oficio indigno para un señor, sino también para buscar entre sus relaciones inversores y formas de ubicar el dinero que levantaba con palas en su última época. 
Sobreseído en una causa por drogas en 1980, Sanguinetti escapaba de una orden de captura nacional e internacional por una causa de narcotráfico reciente. Había estado preso en 1985 por tenencia de armas de guerra y aparece vinculado a un robo con armas el �84. Eran épocas en que aún funcionaba el Servicio de Inteligencia del Batallón 601. Pero es sabido que no había incompatibilidad de tareas para los hombres de entonces. En su declaración ante la Justicia, Sanguinetti volvió a sacar su personalidad fuerte después de su facha intelectual en el selecto Rosario masónico. Tuvieron que callarlo para que dejara de gritarles a los funcionarios que le preguntaban por su nueva vida como narco.

El juez Roberto Marquevich.
Comandó la investigación.

EL NARCO QUE DEBIA ESTAR DETENIDO EN DEVOTO
Otro caso de una salida inexplicable

Por C.A.

La fama de José Orlando Mercado Solís, o Carlos Horacio Puggioni (una de sus falsas identidades), fue creciendo al ritmo de la producción de clorhidrato de cocaína lejos de su Bolivia natal. Condenado a ocho años de cárcel por haber trabajado como mula trayendo pasta base de coca a la Argentina para luego procesarla él mismo en el Gran Buenos Aires, Mercado es un conocido �cocinero� de esa sustancia que tras un proceso químico se convierte en clorhidrato de cocaína. Esa fama no es ajena a los presos de Devoto y a sus guardias. Mucho menos tratándose de un detenido que hacía varios meses trabajaba en uno de los lugares de privilegio del penal, el sector de salidas de liberados, la antesala de la calle. Por eso fuentes judiciales consultadas por Página/12 acordaron en que la versión del SPF, según la cual Mercado se escapó justo el viernes de Devoto, no es creíble. �Tendremos que analizar las comunicaciones que se hicieron desde los teléfonos de una de las tres salas de ese sector para ver con quién hablaba el cocinero, más cuando estaba a doce metros de la oficina del director del penal�, dijo una fuente de la investigación. 
Ayer fue imposible para este diario lograr una respuesta del SPF. Hasta última hora, el vocero de la fuerza estuvo reunido con el director general. Ante la Justicia, el SPF aseguró que el preso se le había escapado. La preocupación de los carceleros es lógica. No sólo porque esto se sumaría a la causa en la que el juez Alberto Baños investiga la salida de presos a robar desde la cárcel de Devoto, sino porque si el cocinero hacía lo propio no era para dedicarse al robo de restaurantes, sino a poner en práctica su especialidad, en la que no hay tanta mano de obra. Si eso es así, los penitenciarios estarían ante las puertas de una acusación por complicidad con el narcotráfico. Y la cuestionada existencia del sistema penitenciario argentino llegaría a un límite peligroso si allí se suma, a algunos delitos clásicos, la mafia narco. Quizás por eso es que el SPF denunció, aunque según fuentes judiciales un poco tarde, la evasión de Solís.
�Yo sólo me puse en la fila de la visita�, atinó a decirle al juez en su declaración indagatoria �El químico�. Ambiguo y endeble, Mercado también sostuvo que no se escapó: que sencillamente aprovechó la situación y sin que ninguno de los cuatro guardias del sector se diera cuenta salió caminando de la cárcel entre los familiares de otros detenidos. Cosa difícil lo que dijo para esos hombres que pronto deberán explicarle la situación al juez. ¿Cómo hicieron para no verlo en una zona de tres por cuatro metros cuando conocen su cara a la perfección de compartir con él la vida cotidiana hace meses? ¿Cómo fue que Mercado Solís fue a parar a la quinta de General Rodríguez con más seguridad del conurbano y llena de sus productos preferidos?

 

Un ex agente de inteligencia que
se mantuvo al servicio del delito

 

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