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FUE UN DÍA DE CASI TOTAL INACTIVIDAD Y NO HUBO VIOLENCIA
Calles vacías para abrir la huelga

No se concretaron los augurios de caravanas de autos detenidos, piqueteros violentos o represión feroz. La aralización de actividades fue casi total. Los argumentos del gobierno y de los sindicalistas para explicar lo sucedido, bien diferentes. Todo indica que hoy el parate será total.
Los cortes de rutas y piquetes proliferaron por todas partes pero también se fueron apagando. Sea por miedo, por convicción y por los cambios de clima, a la tarde calles y rutas se vaciaron.

Por Diego Schurman

No fue el apocalipsis. La interminable caravana de autos varados por los cortes y los gendarmes reprimiendo a los piqueteros quedó en el imaginario popular. La huelga se hizo notar por lo contrario: las calles se fueron descongestionando con el correr de las horas y al crepúsculo prácticamente quedaron vacías. Por convicción, por miedo, y hasta por la tormenta que a media tarde azotó la Capital, la gente garantizó en la primer jornada de protesta de 36 horas dispuesta por la CGT rebelde y la CTA la “sensación de paro”, algo que probablemente se profundice hoy por la ausencia del transporte. No obstante, el Gobierno consideró lo contrario. “El país no paró y no podemos decir que hubo paro”, dijo, sin más, la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich.
El plan de lucha se inició al mediodía. Hubo cacerolazos, ollas populares y cortes de calles y rutas. La mayor tensión, sin embargo, estuvo en el contrapunto que a primera hora de la mañana mantuvieron el Gobierno y los sindicalistas por eventuales disturbios que nunca ocurrieron.
“La dirigencia gremial es la responsable de lo que suceda”, lanzó Bullrich. “Que se ocupe de crear trabajo porque la desocupación está por las nubes”, le respondieron Hugo Moyano y Víctor De Gennaro. Después el ministro del Interior, Federico Storani, contaría como un triunfo propio el hecho de que no haya habido violencia.
El titular de la CGT rebelde estuvo en Plaza Congreso apelando a su vieja arenga contra el modelo. Su par de la CTA hizo lo propio desde su bunker de Independencia y Piedras (ver aparte).
Los dos máximos convocantes de la protesta fueron informados a cada minuto sobre la evolución del conflicto. En la Capital, prácticamente hubo un antes y un después de la lluvia. Las primeras gotas lograron hacer desaparecer los 33 grados de sensación térmica. Pero también apuraron el cierre de comercios, la huida de transeúntes y hasta de taxistas. Los colegios y muchos establecimientos públicos directamente no abrieron sus puertas. Las plazas, donde se habían convocado algunas ollas populares, fueron abandonadas.
Aquellos que a último momento buscaron remises para retornar a sus hogares se encontraron con un panorama desalentador: muchos choferes optaron por no sacar los autos a la calle y los que se animaron tenían completas las reservas. El incierto desarrollo de la huelga hizo que algunas empresas den por finalizada la jornada laboral al mediodía.
Si el medio paro de ayer logró ese polaroid de ciudad fantasma, todo hace prever una foto similar para hoy gracias a la adhesión masiva del sector del transporte y la cercanía del fin de semana, que influirá en la decisión de la gente de quedarse o salir de sus casas.
Ayer los colectivos, subtes y trenes prestaron servicios en forma asistemática, y lo mismo sucedió con el cronograma de vuelos nacionales e internacionales, donde hubo demoras y cancelaciones. Hoy se repetirán los inconvenientes.
También habrá un nuevo y nada desdeñable ingrediente para prever una profundización del conflicto, como la adhesión de la CGT oficial de Rodolfo Daer, que reúne a numerosos gremios industriales y que ayer prefirieron estar ajenos a la protesta.
A lo largo de la tarde no faltaron los clásicos duelos sobre el nivel de acatamiento al paro. La CTA y la CGT rebelde hablaron, probablemente exagerando, de “apoyo total” y “parazo”. Pero el Gobierno compensó los términos subvaluándolo. Ni 5, ni 10, ni 20 por ciento. Para Bullrich directamente “no existió”.
El discurso no fue el mismo en la Casa Rosada, donde reconocieron off the record que hubo una buena respuesta, aunque se preocuparon por difundir que la gente rechaza tanto el modelo económico como a los sindicalistas que convocaron al plan de lucha. Las encuestas preparadas ad hoc que circulan en Gobierno son terminantes: el 60 por ciento de los consultados se manifestaron contra el paro y cerca del 70 aseguró que el rumbo económico está equivocado. Pero también los papeles acercaron una abrupta caída de imagen del presidente Fernando De la Rúa, que a 11 meses de haber asumido apenas alcanza los 14 puntos.
Esa encuesta seguramente no llegó a las manos del ministro de Economía, José Luis Machinea, quien al evaluar el paro dijo que era “político” y, por lo tanto, ratificó con firmeza el rumbo económico.
Como si no tuviera ninguna cuota de responsabilidad en la situación del país, Carlos Menem se animó a chicanearlo. “A mí no me pasaba esto. No sufría estos paros porque yo conducía el país”, atizó el ex presidente.
El gobernador justicialista Carlos Ruckauf, en cambio, mantuvo un prudente bajo perfil y apenas se limitó a detallar que en su territorio, el bonaerense, no se registraron episodios de violencia (ver asimismo página 8).
Unos y otros, de todos modos, desplazaron el eje de la discusión. No hablaron ni del nuevo paquete de medidas, ni del proyecto de reforma previsional, y mucho menos del asesinato del trabajador salteño Aníbal Verón, todas ellas razones que motivaron la convocatoria de la medida de fuerza.

 


 

CENTENARES DE CORTES Y PIQUETES POR TODO EL PAIS
El agua templó los ánimos

Las bombas de estruendo que los manifestantes arrojaron a las 12 en punto en cada uno de sus lugares de concentración marcaron el comienzo del paro por 36 horas. A esa hora comenzaron a proliferar los cortes de calles y rutas en varios sitios del país y el calor, que al menos hacía en la Capital Federal, aportaba lo suyo a un ambiente ya caldeado por la posibilidad de que la huelga se tornara violenta. La lluvia y el correr de las horas fueron diluyendo los piquetes, que en muchos casos surgieron en forma espontánea.
Poco después de las 12, la rama femenina de la CGT disidente comenzó un “cacerolazo” no muy ruidoso frente al Congreso, donde después esa central sindical realizó un acto en el que habló su titular, Hugo Moyano. El tránsito fue cortado por la policía varias cuadras a la redonda. A esa hora empezó la preparación de una “olla popular” en la Plaza de Mayo.
Los judiciales cortaron Talcahuano frente al Palacio de Tribunales. Después de un acto, se unieron a la manifestación frente al Congreso.
Los aeronáuticos montaron un piquete en la avenida Costanera, a la altura del Aeroparque Jorge Newbery, y también el acceso a Ezeiza. Los taxistas cortaron el tránsito en avenida 9 de Julio y San Juan. También hubo cortes en General Paz y Rivadavia, Diagonal Sur y Perú, Diagonal Sur y Belgrano, Entre Ríos y Belgrano, las colectoras de General Paz y Ricardo Balbín, en Pueyrredón, entre Bartolomé Mitre y Sarmiento, Azcuénaga y Lavalle y frente a la Facultad de Ciencias Sociales, Marcelo T. de Alvear y Uriburu. Muchos fueron organizados por los estatales de ATE.
Unas 150 personas cortaron poco antes de la una de la tarde la avenida Calchaquí en el cruce de Varela y la Ruta 36 fue interrumpida en la Rotonda de Alpargatas, en Berazategui. En el conurbano hubo también cortes de rutas y calles en Isidro Casanova, San Francisco Solano, Pablo Nogués, General Pacheco, Tigre, Pilar, Morón, San Martín y Lomas de Zamora.
En la provincia de Buenos Aires el corte del acceso al Puente Zárate Brazo-Largo resultó uno de los más importantes.
Representantes de distintos gremios cortaron después de las 12 el Camino Centenario, en Gonnet. Trabajadores de la Anses, la AFIP y Rentas se movilizaron hasta la sede platense del PAMI, en 7 y 35. Un centenar de estudiantes universitarios se concentraron en Plaza Italia, ubicada en 7 y 44, y marcharon hacia el Rectorado. A eso se sumó el corte en la rotonda de 60 y 128, que realizaron camioneros y afiliados de la UOM frente a los portones de ingreso de la destilería Repsol YPF. También hubo distintos piquetes en 7 y 48, 12 y 50, 7 y 50, 7 y 35, 44 y 153 y 4 y 48.
En Mar del Plata, los piquetes incluyeron gran cantidad de quema de cubiertas y se hicieron en la avenida Luro e Hipólito Yrigoyen, Luro y la costa, Edison y Juan B. Justo y Edison y 12 de Octubre, Independencia y Alvarado, y Berutti y Acceso Zabala. Las rutas que se cortaron fueron la 2 y la 88.
Alrededor de 200 desocupados de Resistencia cortaron al mediodía el puente interprovincial que comunica esa ciudad con Corrientes.
En Córdoba capital, los municipales se concentraron temprano en la explanada de la Intendencia, donde se produjeron incidentes menores. Los gremios alineados con la CGT disidente se concentraron al mediodía en la céntrica esquina de General Paz y Colón.
En la capital jujeña fue cortada una de las principales calles, frente a la terminal de ómnibus, por los municipales de Carlos “Perro” Santillán.
En Neuquén se instaló un piquete en el puente que une esa ciudad con Cipolletti.
En Tucumán hubo cortes en varias calles y sobre la Ruta Nacional 38.
En Santa Fe, la Ruta Nacional 11 fue cortada a la altura de San Lorenzo.

 

OTRAS VOCES

Vilma Ripoll
(legisladora porteña- Izquierda Unida)

“A pesar de la campaña intimidatoria, el Gobierno no pudo evitar que este paro de 36 horas se haya transformado en un verdadero plebiscito, donde millones estamos condenando al terrible ajuste que quieren imponer la Alianza y los gobernadores del PJ, por orden del FMI. Es necesario imponer otro modelo económico que empiece por dejar de pagar esa deuda ilegítima y fraudulenta.”

Rosendo Fraga
(Director del Centro de Estudios Unión para una Nueva Mayoría)

“El sindicalismo realizó el primer paro general en la administración Alfonsín en el noveno mes de gobierno, a Menem se lo hizo al mes número cuarenta y a De la Rúa en el tercero. Alfonsín promedió un paro general cada cinco meses, Menem uno cada quince, y De la Rúa ya va uno cada tres. Ello muestra que el sindicalismo mantiene una actitud más hostil hacia De la Rúa, no sólo en comparación con Menem, sino también comparando con Alfonsín. Pero no se trata sólo de una decisión política de la corporación sindical. Este paro general tiene lugar cuando la Argentina vive la recesión más larga de las últimas décadas. En ese contexto, el acatamiento de la gente a la medida de fuerza es una combinación de protesta social con temor a actos de alteración del orden público.”

Lía Méndez
(legisladora porteña, Partido Humanista)

“El conjunto de la población puede y debe manifestar su descontento con un gobierno que no cumple con las promesas hechas durante la campaña electoral. Por otro lado, y esto es algo que los humanistas siempre solicitamos, pido que se sancione una Ley de Responsabilidad Política, que exija a los funcionarios cumplir con sus promesas.”

Mariano
Grondona (periodista)

“Me impresiona mucho que en el Televoto hay un amplio rechazo al paro, pero a su vez cae mucho la imagen del gobierno. Yo digo que es el “no” de los argentinos. Yo quiero tomar esto como para empezar a pensar, este doble mensaje de los argentinos. Evidentemente hay un descreimiento de las instituciones, porque el rechazo se da tanto al sindicalismo como al Gobierno.”

Pedro Olmedo
(obispo de Humahuaca)

“La medida de fuerza es buena, es un modo de resistirse, de no entregarse. Es una muestra más para doblegar a esta política económica y a este sistema. Y el Pacto Federal es más de lo mismo, es seguir haciendo todos los esfuerzos y apretándose cada vez más el cinturón, para poder cumplir con los organismos internacionales y con los requisitos que nos piden. Pero no se mira ni un poquito esta deuda social tan grande que tenemos.”

Alfredo Leuco
(periodista)

“Desde el punto de vista político, con este paro se demuestra que el Gobierno tiene una ausencia absoluta de criterios estratégicos para vincularse con el sindicalismo argentino. En la radio critiqué a Rodolfo Daer, el secretario general de la CGT; me pregunté si no tenía un hermano mellizo que apoyó al gobierno de Menem. Pero además es el mismo Daer (y no su hermano) quien estuvo en el Salón Blanco de la Casa Rosada, de la mano de Alberto Flamarique y abrazado al presidente De la Rúa. Yo creo que el Gobierno debería elegir un modelo sindical, un interlocutor válido, y buscar acuerdos con ese sector.”

Servicio Paz y Justicia
(SERPAJ)

“Observamos con preocupación una fuerte ‘evasión’ de las autoridades políticas del conflicto generado con la aplicación sistemática de normas que favorecen al poder económico. El ex partido gobernante parece haber sufrido un ataque de amnesia y se ha olvidado de la transferencia de recursos públicos al sector privado mediante las privatizaciones. Por su parte, el actual partido gobernante no sólo no asumió el desafío histórico para revertir la situación, sino que se sumó obediente a este diseño, culminando con una exacción ilegal e ilegítima del sueldo de trabajadores para cumplir con las imposiciones de los dirigentes mediatos de la política argentina: el Banco Mundial, el FMI y el sector privado que no produce.”

Luis Majul
(periodista)

“Nunca hubo tantas razones para hacer un paro; por un lado, un tercio de los argentinos tiene problemas de trabajo; por el otro, hay quince millones de pobres, y además hay más pobres que cuando Menem dejó el gobierno. Lo que sí es verdad es que nunca se metió tanto miedo para que la gente no fuera a trabajar. Parecía que si la gente iba a trabajar la iban a matar. Se creó un clima especial, y no sé si solamente desde el Gobierno. De todos modos, para la construcción de una sociedad que busca crecer, este paro no le sirve ni a los sindicalistas, ni al gobierno ni a la gente.”

Marcelo Melani
(obispo de Viedma)

“La situación es muy difícil y por eso los trabajadores tienen derecho a poder manifestar su opinión. El deseo es que se desarrolle en plena tranquilidad, respetando también a quienes creen que no es la forma de manifestarse, dejándolos trabajar. Los paros son justos y legítimos siempre y cuando se hayan agotado todas las otras posibilidades, pero yo no sabría decir si se han agotado en este caso, porque creo que siempre hay algo más por hacer, por intentar.”

 

La versión del Gobierno es que �el país no paró�

El oficialismo dejó de agitar el fantasma del miedo. Trató de valerse del desprestigio de los líderes sindicales y de minimizar los alcances de la medida.

Patricia Bullrich junto a Federico Storani, los dos funcionarios que más hablaron.

Por Fernando Cibeira

El Gobierno buscó minimizar de todas las formas posibles el alcance que ayer tuvo el paro, a sabiendas de que hoy les espera lo peor. “El país no paró”, resumió la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, la lectura unificada que buscó instalar la Rosada. En lo que no pudieron hacer mucho hincapié fue en la anunciada violencia que caracterizaría a la protesta porque no pasó nada. Entonces, explicaron que si hubo paz fue gracias “a la actitud firme de prevención del Gobierno”. El consejo que recibió el presidente Fernando de la Rúa de parte de sus asesores fue el de asociar la medida de protesta con los caciques sindicales, que de acuerdo con las encuestas aún conservan intacta su mala imagen entre la gente. Por la noche, el ministro del Interior, Federico Storani, los calificó como “dirigentes que ya no dirigen”.
La sensación de vacío que se vivió ayer en varios puntos de la ciudad y del interior fue olímpicamente ignorada por el Gobierno. “No podemos decir que hubo paro”, aseguró sin ruborizarse Bullrich en la rueda de prensa nocturna en el Salón de Bustos. En la evaluación oficial, lo que ayer hubo fueron “más movilizaciones que gente haciendo paro”. Y que funcionaron el 60 por ciento de los medios de transporte, mientras que empresas, bancos y servicios trabajaron con normalidad. Para Storani, eso quiere decir que “la inmensa mayoría de la gente está en contra del paro y de las medidas violentas”.
Las encuestas le indicaban al Gobierno dos cosas: que la gente rechaza la política económica de la gestión delarruista, pero que también conservan una mala impresión de los principales hombres del sindicalismo. Por eso, los funcionarios que salieron a hablar coincidieron antes que nada en aceptar el progresivo vaciamiento de los bolsillos de la gente. “Nadie puede negar la situación social del país”, sostuvo el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo. “Hemos heredado un gran déficit social, quizá más importante que el déficit económico, pero lo que criticamos es la metodología de la huelga”, agregó.
“Entendemos la situación difícil en lo económico y social que nadie niega, pero está clarísimo que el pueblo dice que no se va a solucionar por vía de un paro de actividades”, sostuvo el ministro del Interior en la misma dirección.
También Storani fue quien cargó las tintas sobre los sindicalistas. “No dirigen, así que cometen un acto de irresponsabilidad cuando llaman a este tipo de medidas que no controlan”, dijo, en referencia a algunos disturbios sucedidos en el interior.
Por la noche, el Ministerio del Interior fue de nuevo el punto de encuentro de los funcionarios a cargo del operativo del seguimiento de la medida de fuerza. Storani, Bullrich, el jefe y dos de la SIDE, Carlos Becerra y Darío Richarte, los secretarios Anselmo Riva, Horacio Viqueira y Jorge Kogan y el subsecretario César Martucci se reunieron para hacer una evaluación de la jornada. Lo que primero les quedó en claro fue que el argumento de emparentar a la protesta con la violencia se les había caído, debido al tono pacífico que dominó la protesta, al menos ayer.
Una de las líneas de respuesta que manejaban en la Rosada era explicar que el alto grado de aceptación que podría tener la huelga hoy sería por el clima intimidatorio que los gremios tratarían de instalar en la calle. Por lo que la gente prefería no salir de sus casas, debido al temor de sufrir una agresión y no porque tuvieran la intención de protestar contra el gobierno aliancista.
“Se ha cumplido una etapa del paro convocado, no ha habido incidentes graves; la jornada ha transcurrido en paz”, admitió anoche el Presidente. Pero advirtió que habían existido “algunas actitudes de amedrentamiento que el Gobierno no está dispuesto a tolerar”. La preocupación de la Rosada está centrada en lo que suceda hoy, cuando se espera que la medida de fuerza sea mucho más notoria, con la unificación de la convocatoria de lastres centrales sindicales. Ayer, la ministra Bullrich aclaró que se garantizaría la libre circulación por rutas y calles del país y el acceso de todos los que quisieran concurrir a sus trabajos.
Fue curiosa la postura del Gobierno con respecto a la violencia y el paro. A la mañana, Bullrich adelantó que responsabilizaría directamente a los caciques sindicales convocantes –Hugo Moyano, Rodolfo Daer y Víctor De Gennaro– de cualquier acto violento que se produjera. Pero, luego, al no haber incidentes, se adjudicó el mérito y obvió cualquier referencia a la buena conducta de los sindicatos. “Si no hubo incidentes fue gracias a la muy elogiable tarea de prevención de las fuerzas de seguridad y del gobierno nacional”, resumió Storani.

 

 

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