La cuestión existencial-mediática de Erica García, rocker en ascenso
Se
supone que este año debería ser su año. Después de dos discos desparejos
pero interesantes y de sucesivas apariciones televisivas off rock, la
García apunta todo a lo que grabará con Gustavo Santaolalla en los próximos
meses. Mientras tanto, rueda con una nueva formación y promete ser una
“ovejita” con su próximo jefe.
TEXTO:ESTEBAN
PINTOS
Desde Pinamar
FOTOS:NORA LEZANO
El
televisor que le regalaron cuando formó parte del cartel de “La Biblia
y el calefón”, el año pasado, nunca fue encendido todavía. En principio,
ése es el dato concreto que ejemplifica cómo Erica García se toma este
momento, que bien podría ser de quince minutos (de fama) o el comienzo
de algo grande. La tele (Nico, Guinzburg, María Laura Santillán) y las
revistas (Gente, XXII, la de los domingos de La Nación) la hicieron ALGUIEN
(como escribe Gillespi aquí al lado). Es la chica rockera que sonríe,
está buena, canta buenas canciones, que creció encerrada en su habitación
tocando la guitarra y que un día dejó todo para irse a vivir con un famoso
guitarrista. Eso les gusta, en principio, para contar una historia. Ella
no sabe qué es ni por qué. “Empecé a ser un personaje interesante para
cierta gente. Supongo que les debo representar algo distinto, no sé en
qué sentido...”, duda mientras toma un café con leche nocturno, un par
de horas después de su show en el parador Terra de Pinamar. Entre las
olas y el viento, la promesa del rock argentino femenino para esta década
–falta saber si será realidad– mostró las canciones de sus dos discos,
adelantó alguna otra y protagonizó un pequeño paso de comedia del tipo
“debo quedarme o debo irme”. Se entiende: el público playero no es de
los más fervorosos, está ahí para ser visto antes que para ver algo (un
show de rock, por ejemplo) y por eso no exteriorizó su intención de bises.
La artista salió del escenario y se acostó en el pasto mientras un grupo
de personas se acercaba en plan “veamos al famoso de cerca”. Los músicos
–entre los que revistaba por primera vez el simpático baterista Aitor
Graña– tampoco sabían que hacer. Finalmente, hubo decisión. Ella volvió,
cantó “Vete destino” y después se fue. Lejos del escenario, anónimo entre
la gente, Ricardo Mollo observaba sentado en una reposera. Después se
fue, también. “¿Seré un bicho raro simpático? Eso sentí”, esboza como
nueva explicación. En realidad, para Erica evidentemente las cosas han
cambiado bastante desde que fue tapa del No hace un par de años, después
de la aparición de –para este suplemento– su mejor disco, El cerebro.
Había recorrido un largo camino, por supuesto, pero recién la gracia de
los medios masivos cayó sobre ella en 1999, con invitaciones, El almanaque
de Sábado Bus y todo eso. No hay conflicto, pero hay conflicto. Ya se
sabe qué ha pasado con esos músicos de rock que aparecen en algunos plataformas
de exposición semejantes: en principio, deben salir, siempre, a dar explicaciones
o justificaciones. Hay como una cosa en el rock autóctono con la televisión
de masas, ¿o no? Ella se defiende atacando. “Tengo todo lo peor. Era mujer
de un músico famoso y me largué a tocar, en mi banda son todos hombres,
tengo amigos y amigas actores y actrices, me gustan las fiestas. ¿Qué
voy a hacer? Me invitaron y fui a la televisión”.
–Pero hace unos años, ¿hubieras ido?
–Seguro que no. Me fui habituando. En verdad yo nunca estuve exactamente
en contra de la tele... Pero un día me di cuenta de que era un lugar donde
por lo menos probar sobre qué podía pasar si iba. La gente me empezó a
saludar por la calle, ahora me conocen.
–¿Esto te ayuda, entonces?
–Hasta ahora, nada indica que me haya hecho mal. Debe haber cosas que
no me llegan, pero no las sé ni me entero.
–Bueno, ahora –pequeño detalle– tenés que hacer un buen disco para
poder aprovechar esto...
–¡Pero si yo siempre tengo que hacer un buen disco! Que me haya salido
o no, queda a criterio de la gente. Ahora me siento más segura, claro.
Estoy bien. Apuesto a todo, me preparo para eso... El plan 2000 de Erica
García consta, fundamentalmente, de la grabación de un tercer disco producido
por Gustavo Santaolalla, que será editado por Surco en toda Latinoamérica.
Mr. Poder Latino, en efecto, ha ido recibiendo casetes con nuevas canciones
desde hace varios meses y todavía pide más. El dirá cuándo será suficiente.
Cosas del destino y las decisiones sobre una carrera artística. La rocker
con fama de caprichosa ydifícil en el estudio, a punto de ponerse bajo
las órdenes de un productor con fama de disciplinado y duro en el estudio.
¿Cómo será eso? “Soy muy caprichosa, es cierto. Pero me encanta tener
productor, así me gustó trabajar con Ricardo... Tengo la fama, pero te
juro que no es así. El asistente de escenario controla la lista de temas
que hago. No es que no acepto lo que me dicen. Si a mí me garpan y me
gusta, y la persona que me lo dice me merece confianza, puedo ser una
ovejita.”
–Pero, ¿y esa “fama”?
–Es que me gusta hacer lo que quiero. A mi manager la llamaron antes
de empezar a trabajar conmigo y le dijeron: ¡Te vas a volver loca con
ésa!
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