LOS EXTRAÑOS CASOS DE SERGIO PANGARO Y MR. CARCA
Increíbles
Ciudadanos Vivientes
He
aquí la historia de dos artistas que (a voluntad o no) construyeron
dos de los personajes públicos más singulares del rock argentino.
Unicos en su especie, casi opuestos entre sí, Carca y Pángaro
son figuras de esa rara dimensión que es el underground porteño
de elite. El primero graba sus salvajadas químicas y sexuales en
formato de rock and roll primario. El otro musicaliza sus fantasías
venecianas en canciones románticas. ¿Ilusiones del mundo
del espectáculo o auténticas excentricidades personales?
Aquí abajo, la respuesta en boca de los responsables.
Fotos:
Tamara Pinco
dandy
MARIANA
ENRIQUEZ
Sergio
Pángaro no se inventa un personaje. Está seguro de eso.
En honor a la verdad hay que señalar que, de entrecasa, sigue teniendo
el pelo engominado y lleva un traje con tiradores muy años 30.
Que en las paredes tiene las pinturas marinas y los grabados chinos que
dice adorar. Vive, dice, de la misma manera abajo y arriba del escenario.
El escenario es una parte en mi vida cotidiana, no es algo separado
que me hace construir un personaje. Yo hago lo mismo y trato de hablar
de la misma manera siempre. Lo que voy cantando y escribiendo tiene que
ver con inclinaciones estéticas, pero se va infiltrando en mi vida
privada. Baccarat por el Mundo es un disco que mezcla estilos
que van desde el bolero a la canción romántica italiana,
y suena a cruceros, tragos largos, boites. Tan cerca de un bon vivant
como de Isidoro Cañones, pero cool. Además, Sergio Pángaro
escribe: su libro Señores chinos copia la estructura sintáctica
del Tao. Es obvio que sus gustos son sofisticados, y que hace un culto
de la excentricidad, pero no es un excéntrico confrontacional:
gusta de la conversación chispeante, a la Wilde, y de la amabilidad
elegante. El anfitrión perfecto.
Una comparación habitual que reciben los shows de Baccarat es que
son como el Crucero del amor o La isla de la fantasía.
Ese ambiente kitsch, de serie televisiva de los 70 y algo de ingenuidad.
A Pángaro le encanta. Sí, tengo algo de anfitrión
a la Ricardo Montalbán. También me gusta La novicia
rebelde, eso está muy metido en lo que hacemos nosotros,
con esas canciones ingenuas que intentan ser docentes. Nuestro acercamiento
es emocional primero, y luego mental e intuitivo. Emocional en cuanto
a los gustos. A mí a veces me resulta más atractivo cantar
melodías que me parecen repugnantes. A veces una melodía
espantosa te sirve para decir más exactamente las cosas.
¿Pero tu acercamiento es sincero? ¿No está
cargado de ironía?
No. La ironía crea cierta distancia que para algunos productos
es una distancia fundamental, para que se lea que es un chiste. No es
lo que a mí me interesa. Si hay chiste en Baccarat, tiene que ver
con que hay cosas chistosas en la vida, que no por eso son irónicas.
Pero no hacemos algo que se sustenta sólo porque nos estamos riendo
de eso. Si da risa es porque hay humor. No es recuperar ciertas cosas
para reírse de ellas, con sarcasmo. A veces eso es muy interesante
e inteligente, pero no es nuestro producto. Creo que la ironía
está presente en los consumidores porque están desencantados;
todo el mundo está desencantado y me parece más jugado no
ser irónico en estos momentos. La única manera de poder
sobrevivir es tener una mirada ácida sobre las cosas. Yo tengo
mirada ácida, pero trato de no trasladarlo a lo que hago.
¿Creés que el proyecto de Baccarat es jugado? ¿No
tiene muchos elementos de evasión?
Sí, claro que tiene un elemento de escapismo, de hedonismo,
pero es una evasión para volver. Este disco es un pronunciamiento,
es político. Todo el tiempo vivimos con la incomodidad que es Baccarat.
Es jugarse: nadie hace esto para llenarse de oro.
¿Sos un dandy argentino?
Bueno, el Payo Roqué o Jorge Newbery eran niños bien
que tenían qué gastar. A mí eso no me sucede. No
tengo una fortuna familiar para dilapidar, a lo sumo puedo dilapidar lo
de la compañía, que tampoco es una fortuna. Me gusta esa
imagen aunque no me siento para nada así. Pero es una buena imagen.
Es simpática.
En canciones como Arrivederci Roma hablás
del Festival de San Remo, de Italia... ¿alguna vez viajaste a Europa?
No, pero tengo postales, souvenirs. Libros. Las historias de Patrica
Highsmith. Me da miedo ir a Europa por la imagen que me hice. Una imagenmuy
cool. Tomar cócteles y hablar de lo guarangos que son los norteamericanos.
Creo que va a significar algo muy importante en mi vida cuando vea algo
de Miguel Angel o alguna callecita medieval, acá no hay manera
de ver el Medioevo. Pero de lo que estamos hablando en el disco no es
de los objetos o la arquitectura, sino de la posibilidad de viajar con
la imaginación. San Remo es un vehículo muy bueno para hablar
de una persona que se toma un Campari y, entre que lo mira y se lo toma,
algo le hace sentir que está yendo por ahí.
Vos naciste en Comodoro Rivadavia, pero a los 5 años te
mudaste a La Plata. En el disco hay una canción, Lluvia dorada,
que habla de la ciudad...
Sí. Es que en los ochenta platenses había una vanguardia
que no tenía que ver con nada que pasara en otro lugar del país,
una cosa de autoabastecimiento. Duhalde consiguió minar el encanto
y las ganas de celebrar que había en La Plata, y eso se dispersó.
Era como una ciudad en miniatura donde nos conocíamos todos. Me
imagino que así pasa a veces cuando hay movida.
En el tema nombrás a Federico Moura. ¿Lo conociste?
No. Pero me parece que él representaba algo que hacía
falta: la figura del caballero sensible. Ya no hay más de eso,
ahora está el looser, más Cohen, más Waits. El era
como Wilde, más punzante, menos crooner. Y de todas maneras tampoco
hay tanto crooner, hay mucho rock del aguante y poco crooner.
Es obvio que no te interesa el rock del aguante.
No puedo ni hablar mucho de eso porque apenas lo escucho. Y eso
que escucho cosas muy diferentes de lo que yo hago, y aun así puedo
entrar. Pero con esto... yo viví cosas, viví en la calle,
no puedo hacer un culto a eso, lo viví con mucha incomodidad. Algunas
veces disfruté de un show así, por ejemplo con Iggy Pop,
pero porque yo estaba predispuesto a verlo, y me banqué los empujones.
Yo no tengo un físico que se pueda aguantar el pogo y no me gusta
tampoco esa cosa mancomunada y de sudor. De identificación con
la masa. Es una cultura del fútbol: yo tampoco voy a la cancha.
En lugar de ver jugadores ven cantantes. Y el arte no es un deporte.
me
gustas mucho 1
La música.
Ahora estoy escuchando Andrew Sisters, Cassius, Javier
Solís, Juan Gabriel. De todo. Pero estoy muy en silencio:
tuve mucha música este año.
Los ejemplos. Oscar Wilde, Adolfo Bioy Casares,
Sergio de Loof.
El cine. Me gustan las películas de Dogma,
el cine negro norteamericano, todo Scorsese, Woody Allen, Rainer
María Fassbinder.
El trago. Depende de la situación. Cognac
en invierno. Antes de un show, tequila en toc toc. Daikiris.
El otro día inventamos uno con Jorge Jacobi: ciruela,
vodka y champagne.
El mundo. Estaría muy a gusto en Venecia,
en una de las islas chiquitas. Lo pienso como algo posible:
creo que sería un golpe de suerte, de fortuna. Si pude
grabar un disco como éste, no veo por qué no puedo
encontrarme un maletín con mucha plata y mudarme a un
palazzo. Lo veo muy probable para mi vejez.
La literatura. Mis libros favoritos son Ripley
en peligro, de Patricia Highsmith, Lolita, de Vladimir Nabokov,
y el Tao Te King.
La ciudad. De Buenos Aires elijo la confitería
Ideal, el pasaje Barolo y el ex hotel Majestic, que ahora son
oficinas. Pero el edificio es tan genial que todavía
podés imaginarte a Nijinsky, que se alojó ahí,
paseando por los pasillos.
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Villano
PABLO
PLOTKIN
Una
adolescente con curvas de playmate encadenada al motor de un auto, tomando
cocaína, con un rock and roll de Chuck Berry aullando desde la
vieja radio a perilla. Puede reemplazarse a Chuck por Velvet Underground,
por ejemplo, o por cualquier artista que prefiera caminar por el lado
salvaje. Tiene que ser de noche. Y al volante va Carca, operando la
radio, conduciendo por las calles saturadas de humo y neón. El
que pueda imaginar la viñeta sabrá de qué se trata
Nena, el último disco de uno de los solistas argentinos más
singulares aparecidos en el último tiempo. El compositor-performer
de Ezeiza salió del mal trago que significó afrontar (y
ganar) el litigio judicial con su antigua compañía discográfica
(Reina de Corazones, subsidiaria de Universal), se retiró en
una quinta en Tortuguitas con sus amigos babasónicos Diego Tuñón
y Adrián Dargelos, y compuso los boogies y rocanroles del disco.
Tradicionales, salvajes y efervescentes piezas de género, decoradas
con una lírica de trasnoche pornográfica y anfetamínica.
¿Quién es Carca? ¿El personaje oscuro del álbum
anterior, que le rendía culto al rock nacional de los setenta
y se veía acosado por insondables nubes negras? ¿El freak
que posaba para la tapa de Miss Universo vestido de improbable travesti?
¿O el degenerado fanático de los autos, las drogas y las
mujeres que dio vida a Nena? En un tiempo en que la diplomacia reprueba
la división de aguas, y siendo él un guitarrista que toca
tanto con Pappo como con Babasónicos, Carca dice no estar del
lado de los gatitos falderos del rock. En mis discos
me gusta ser el malo de la película, declara. Es
una manera de decir Ok, acá está el otro lado.
¿Ese lado corresponde a tu verdadera vida privada o
a una fantasía?
Nunca me pondría en el lugar de otra persona para componer.
Admiro a la gente que puede hacerlo, porque es ahí donde se demuestra
ser un gran compositor. A su vez, esa irrelevancia pone el disco en
una situación de vértigo y sexualidad bastante acorde
con los ritmos. Pero no tenía ninguna necesidad de exorcizar
mi vida privada, sino con la no necesidad de transmitir nada. En realidad
estoy bastante apático con todo. Obviamente hay cosas mucho más
importantes de las que uno tendría que hablar, pero a la vez
son cosas irreformables. Estoy muy en contra del canto a la revolución:
no hay revolución, ni cambio, ni independencia en el mundo del
rock. El rock es una fantasía: prefiero blanquear esa fantasía
y no pertenecer a una demagogia. No quiero ser A.N.I.M.A.L. Hay muy
poca gente que puede retratar la realidad con calidad. Letristas como
Iván Noble, o Los Piojos: son muy pocos los que pueden con su
barrio elucubrar letras interesantes. Por eso les va bien.
¿Entonces sos un fanático desenfrenado de los
fierros, las mujeres y las sustancias?
Es uno de los lados ínfimos de la vida, al que no me puedo
rehusar, y me encanta. Me parece buenísimo, así como jugarse
un partido de fútbol con los amigos. La droga dejó de
ser un tema interesante. Ya no es transgresor. Me parece que asusta
más esta clase de degeneramiento, retratar el otro lado. Fue
por eso que se enojó Charly, cuando yo dije que Sui Generis era
una porquería: porque había otro lado. En el 75
a Sui Generis lo iban a ver las abuelas, las tías, la familia
unida. La familia unida no iba a ver a Billy Bond, ni a Pappo. Yo estoy
en ese lado. Entonces, ¿de qué se puede hablar? De lo
degenerados que somos, sin tapujos. ¿Quién se asusta de
todo esto? ¿Los padres ejecutivos de las chicas que nos vienen
a ver, que se van a coger travestis a la zona roja? Yo estoy autoimpuesto
dentro del rock para cumplir ese rol: no seamos hipócritas. Soy
hiperconsciente del lugar que tiene el rock, y de todo el lío
que podemos armar dentro del mínimo lugar que ocupamos. Me parece
que el que no lo usa de esa manera lo está malgastando. También
las letras de Los Piojos son un lío. Tan solo habla
de cocaína, lleno de retóricas poéticas y buenísimas.
Pero yo quiero ser más hijo de puta que ellos.
¿Es una postura de artista maldito?
No. Yo podría estar tocando con Cerati, si lo hubiese planeado.
Pero no lo quise. No me emociona relacionarme con su música:
si bien somos amigos, no me siento seducido por la situación
de tocar con él. Jamás me muevo con diplomacia, porque
no la conozco, lamentablemente. Así me va, también. Si
fuera menos temperamental, tal vez me iría mejor. Pero me encanta
irme a dormir con la cabeza alta, y poder mirar a la gente desde acá.
El éxito es eso, también. No es ser un prostituido que
va donde va el que tiene más fama. Trabajar con Calamaro, por
ejemplo, que es un número uno igual que Cerati, fue una situación
que me sedujo mucho más. Hay mucho más vértigo,
mucho más rock. Ahora somos como amigotes. Yo veo los músicos
que tocan con Cerati y entiendo por qué no quise estar ahí.
Está Flavio (Etcheto) que es un capo, pero... A la vez me doy
cuenta de que soy el único de mi generación que puede
conciliar el hecho de tocar con los dos bandos. Mañana tengo
que ir a grabar con Pappo para el disco nuevo. Y Pappo le vomitaría
en la cabeza a Leo García.
¿Por qué creés que tenés credencial
para tocar en los dos bandos?
Soy una persona de la cual no se puede poner en duda su credibilidad.
Cuando se rotuló un movimiento que no tenía nombre como
rock alternativo, me bajé. Mientras los periodistas mismos se
subían para conducir programas del estilo, fue ahí donde
yo hice Un millón de años blues. Para decir Ok,
yo no soy de ustedes. Ni tampoco del otro lado, porque sino estaría
llevando un público de rock chabón. Sin embargo llevo
un público al que le interesa lo que hago más allá
de rótulos. Por eso tengo problemas por tener un lugar, porque
no se sabe dónde está ese lugar. Toco en el último
disco de Ian Brown y toco en el último de Pappo.
¿Son buscados los cambios que mostrás entre disco
y disco?
Acá se confunde mucho la mutación con la búsqueda
por conveniencia. No son lo mismo las mutaciones de Erica García
que las mías. Las mías no son por conveniencia o porque
me doy cuenta de que lo que hacía antes no sirve. Escucho mis
discos todos los días y me enorgullezco cada vez más.
Me doy cuenta de que Leo García hace un disco como Miss Universo
seis años después. O que ahora los Turf descubrieron el
rock nacional por venir a verme a mí. Cuando les dije que escucharan
Pappos Blues Volumen 1 y 2 fueron bastante reticentes,
me miraron como diciendo éste es un negro que escucha a
Pappo. Y no, date cuenta de que no es así. Charly García
no inventó el rock nacional.
Carca
presenta Nena el viernes 14 de abril, a las 22 (puntual) en La Ideal
(Suipacha 385).
me
gustas mucho 2
La música.
Estoy escuchando un disco de Roy Harper, Storm Cock. También
Tom Jones Style, y un disco de Roberto Carlos del 73.
Y mucho rocanrol de verdad, y rockabilly.
Los ejemplos. Me pasa algo bastante excitante con Peggyn
(Dj de Babasónicos). Hay una admiración mutua.
Es un Jimi Hendrix de la bandeja, un arreglador orquestal, más
que un disc jockey. A Hendrix lo admiro mucho como compositor:
me parece lo más moderno que existió. A Marc Bolan
también, me seduce la belleza de sus armonías.
El cine. No me gusta nada de lo que pasa. Voy a
ver todo, es un buen pretexto de cita. Pero creo que tanto en
el tecno como en el cine, no pasa nada hace diez años.
Prefiero ver las Martes 13 haciendo zapping.
El trago. Fernet con cola, o agua mineral. No mezclo
porque tomo mucho, y aprendí a tener ese cuidado conmigo.
El mundo. Seguro que Londres es un lugar para quedarse
un par de meses. Francia, Italia u Holanda, también.
Europa tiene un background de rocanrol, y eso se debe vibrar.
Pero Buenos Aires es igual de seductora.
La literatura. Estoy leyendo Los Libros de Alicia,
de Lewis Carrol, con dibujos de Hermenegildo Sábat y
prólogo de Borges, escrito especialmente para la edición
inglesa.
La ciudad. Ciudad Evita, donde vivo, está
plagada de lugares que remiten a mi adolescencia. Mucho bosque.
Pero disfruto más de la compañía de las
personas con las que estoy: lo más importante es el entorno.
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