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Jueves 16 de Marzo de 2000
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LOS EXTRAÑOS CASOS DE SERGIO PANGARO Y MR. CARCA

Increíbles
Ciudadanos Vivientes

He aquí la historia de dos artistas que (a voluntad o no) construyeron dos de los personajes públicos más singulares del rock argentino. Unicos en su especie, casi opuestos entre sí, Carca y Pángaro son figuras de esa rara dimensión que es el underground porteño de elite. El primero graba sus salvajadas químicas y sexuales en formato de rock and roll primario. El otro musicaliza sus fantasías venecianas en canciones románticas. ¿Ilusiones del mundo del espectáculo o auténticas excentricidades personales? Aquí abajo, la respuesta en boca de los responsables.

Fotos: Tamara Pinco

dandy

MARIANA ENRIQUEZ

Sergio Pángaro no se inventa un personaje. Está seguro de eso. En honor a la verdad hay que señalar que, de entrecasa, sigue teniendo el pelo engominado y lleva un traje con tiradores muy años 30. Que en las paredes tiene las pinturas marinas y los grabados chinos que dice adorar. Vive, dice, de la misma manera abajo y arriba del escenario. “El escenario es una parte en mi vida cotidiana, no es algo separado que me hace construir un personaje. Yo hago lo mismo y trato de hablar de la misma manera siempre. Lo que voy cantando y escribiendo tiene que ver con inclinaciones estéticas, pero se va infiltrando en mi vida privada”. Baccarat por el Mundo es un disco que mezcla estilos que van desde el bolero a la canción romántica italiana, y suena a cruceros, tragos largos, boites. Tan cerca de un bon vivant como de Isidoro Cañones, pero cool. Además, Sergio Pángaro escribe: su libro Señores chinos copia la estructura sintáctica del Tao. Es obvio que sus gustos son sofisticados, y que hace un culto de la excentricidad, pero no es un excéntrico confrontacional: gusta de la conversación chispeante, a la Wilde, y de la amabilidad elegante. El anfitrión perfecto.
Una comparación habitual que reciben los shows de Baccarat es que son como el “Crucero del amor” o “La isla de la fantasía”. Ese ambiente kitsch, de serie televisiva de los 70 y algo de ingenuidad. A Pángaro le encanta. “Sí, tengo algo de anfitrión a la Ricardo Montalbán. También me gusta ‘La novicia rebelde’, eso está muy metido en lo que hacemos nosotros, con esas canciones ingenuas que intentan ser docentes. Nuestro acercamiento es emocional primero, y luego mental e intuitivo. Emocional en cuanto a los gustos. A mí a veces me resulta más atractivo cantar melodías que me parecen repugnantes. A veces una melodía espantosa te sirve para decir más exactamente las cosas”.
–¿Pero tu acercamiento es sincero? ¿No está cargado de ironía?
–No. La ironía crea cierta distancia que para algunos productos es una distancia fundamental, para que se lea que es un chiste. No es lo que a mí me interesa. Si hay chiste en Baccarat, tiene que ver con que hay cosas chistosas en la vida, que no por eso son irónicas. Pero no hacemos algo que se sustenta sólo porque nos estamos riendo de eso. Si da risa es porque hay humor. No es recuperar ciertas cosas para reírse de ellas, con sarcasmo. A veces eso es muy interesante e inteligente, pero no es nuestro producto. Creo que la ironía está presente en los consumidores porque están desencantados; todo el mundo está desencantado y me parece más jugado no ser irónico en estos momentos. La única manera de poder sobrevivir es tener una mirada ácida sobre las cosas. Yo tengo mirada ácida, pero trato de no trasladarlo a lo que hago.
–¿Creés que el proyecto de Baccarat es jugado? ¿No tiene muchos elementos de evasión?
–Sí, claro que tiene un elemento de escapismo, de hedonismo, pero es una evasión para volver. Este disco es un pronunciamiento, es político. Todo el tiempo vivimos con la incomodidad que es Baccarat. Es jugarse: nadie hace esto para llenarse de oro.
–¿Sos un dandy argentino?
–Bueno, el Payo Roqué o Jorge Newbery eran niños bien que tenían qué gastar. A mí eso no me sucede. No tengo una fortuna familiar para dilapidar, a lo sumo puedo dilapidar lo de la compañía, que tampoco es una fortuna. Me gusta esa imagen aunque no me siento para nada así. Pero es una buena imagen. Es simpática.
–En canciones como “Arrivederci Roma” hablás del Festival de San Remo, de Italia... ¿alguna vez viajaste a Europa?
–No, pero tengo postales, souvenirs. Libros. Las historias de Patrica Highsmith. Me da miedo ir a Europa por la imagen que me hice. Una imagenmuy cool. Tomar cócteles y hablar de lo guarangos que son los norteamericanos. Creo que va a significar algo muy importante en mi vida cuando vea algo de Miguel Angel o alguna callecita medieval, acá no hay manera de ver el Medioevo. Pero de lo que estamos hablando en el disco no es de los objetos o la arquitectura, sino de la posibilidad de viajar con la imaginación. San Remo es un vehículo muy bueno para hablar de una persona que se toma un Campari y, entre que lo mira y se lo toma, algo le hace sentir que está yendo por ahí.
–Vos naciste en Comodoro Rivadavia, pero a los 5 años te mudaste a La Plata. En el disco hay una canción, “Lluvia dorada”, que habla de la ciudad...
–Sí. Es que en los ochenta platenses había una vanguardia que no tenía que ver con nada que pasara en otro lugar del país, una cosa de autoabastecimiento. Duhalde consiguió minar el encanto y las ganas de celebrar que había en La Plata, y eso se dispersó. Era como una ciudad en miniatura donde nos conocíamos todos. Me imagino que así pasa a veces cuando hay movida.
–En el tema nombrás a Federico Moura. ¿Lo conociste?
–No. Pero me parece que él representaba algo que hacía falta: la figura del caballero sensible. Ya no hay más de eso, ahora está el looser, más Cohen, más Waits. El era como Wilde, más punzante, menos crooner. Y de todas maneras tampoco hay tanto crooner, hay mucho rock del aguante y poco crooner.
–Es obvio que no te interesa el rock del aguante.
–No puedo ni hablar mucho de eso porque apenas lo escucho. Y eso que escucho cosas muy diferentes de lo que yo hago, y aun así puedo entrar. Pero con esto... yo viví cosas, viví en la calle, no puedo hacer un culto a eso, lo viví con mucha incomodidad. Algunas veces disfruté de un show así, por ejemplo con Iggy Pop, pero porque yo estaba predispuesto a verlo, y me banqué los empujones. Yo no tengo un físico que se pueda aguantar el pogo y no me gusta tampoco esa cosa mancomunada y de sudor. De identificación con la masa. Es una cultura del fútbol: yo tampoco voy a la cancha. En lugar de ver jugadores ven cantantes. Y el arte no es un deporte.

me gustas mucho 1

La música. “Ahora estoy escuchando Andrew Sisters, Cassius, Javier Solís, Juan Gabriel. De todo. Pero estoy muy en silencio: tuve mucha música este año.”
Los ejemplos. “Oscar Wilde, Adolfo Bioy Casares, Sergio de Loof.”
El cine. “Me gustan las películas de Dogma, el cine negro norteamericano, todo Scorsese, Woody Allen, Rainer María Fassbinder.”
El trago. “Depende de la situación. Cognac en invierno. Antes de un show, tequila en toc toc. Daikiris. El otro día inventamos uno con Jorge Jacobi: ciruela, vodka y champagne.”
El mundo. “Estaría muy a gusto en Venecia, en una de las islas chiquitas. Lo pienso como algo posible: creo que sería un golpe de suerte, de fortuna. Si pude grabar un disco como éste, no veo por qué no puedo encontrarme un maletín con mucha plata y mudarme a un palazzo. Lo veo muy probable para mi vejez.”
La literatura. “Mis libros favoritos son Ripley en peligro, de Patricia Highsmith, Lolita, de Vladimir Nabokov, y el Tao Te King.”
La ciudad. “De Buenos Aires elijo la confitería Ideal, el pasaje Barolo y el ex hotel Majestic, que ahora son oficinas. Pero el edificio es tan genial que todavía podés imaginarte a Nijinsky, que se alojó ahí, paseando por los pasillos.”

Villano

PABLO PLOTKIN

Una adolescente con curvas de playmate encadenada al motor de un auto, tomando cocaína, con un rock and roll de Chuck Berry aullando desde la vieja radio a perilla. Puede reemplazarse a Chuck por Velvet Underground, por ejemplo, o por cualquier artista que prefiera caminar por el lado salvaje. Tiene que ser de noche. Y al volante va Carca, operando la radio, conduciendo por las calles saturadas de humo y neón. El que pueda imaginar la viñeta sabrá de qué se trata Nena, el último disco de uno de los solistas argentinos más singulares aparecidos en el último tiempo. El compositor-performer de Ezeiza salió del mal trago que significó afrontar (y ganar) el litigio judicial con su antigua compañía discográfica (Reina de Corazones, subsidiaria de Universal), se retiró en una quinta en Tortuguitas con sus amigos babasónicos Diego Tuñón y Adrián Dargelos, y compuso los boogies y rocanroles del disco. Tradicionales, salvajes y efervescentes piezas de género, decoradas con una lírica de trasnoche pornográfica y anfetamínica. ¿Quién es Carca? ¿El personaje oscuro del álbum anterior, que le rendía culto al rock nacional de los setenta y se veía acosado por insondables nubes negras? ¿El freak que posaba para la tapa de Miss Universo vestido de improbable travesti? ¿O el degenerado fanático de los autos, las drogas y las mujeres que dio vida a Nena? En un tiempo en que la diplomacia reprueba la división de aguas, y siendo él un guitarrista que toca tanto con Pappo como con Babasónicos, Carca dice no estar del lado “de los gatitos falderos” del rock. “En mis discos me gusta ser el malo de la película”, declara. “Es una manera de decir Ok, acá está el otro lado”.
–¿Ese lado corresponde a tu verdadera vida privada o a una fantasía?
–Nunca me pondría en el lugar de otra persona para componer. Admiro a la gente que puede hacerlo, porque es ahí donde se demuestra ser un gran compositor. A su vez, esa irrelevancia pone el disco en una situación de vértigo y sexualidad bastante acorde con los ritmos. Pero no tenía ninguna necesidad de exorcizar mi vida privada, sino con la no necesidad de transmitir nada. En realidad estoy bastante apático con todo. Obviamente hay cosas mucho más importantes de las que uno tendría que hablar, pero a la vez son cosas irreformables. Estoy muy en contra del canto a la revolución: no hay revolución, ni cambio, ni independencia en el mundo del rock. El rock es una fantasía: prefiero blanquear esa fantasía y no pertenecer a una demagogia. No quiero ser A.N.I.M.A.L. Hay muy poca gente que puede retratar la realidad con calidad. Letristas como Iván Noble, o Los Piojos: son muy pocos los que pueden con su barrio elucubrar letras interesantes. Por eso les va bien.
–¿Entonces sos un fanático desenfrenado de los fierros, las mujeres y las sustancias?
–Es uno de los lados ínfimos de la vida, al que no me puedo rehusar, y me encanta. Me parece buenísimo, así como jugarse un partido de fútbol con los amigos. La droga dejó de ser un tema interesante. Ya no es transgresor. Me parece que asusta más esta clase de degeneramiento, retratar el otro lado. Fue por eso que se enojó Charly, cuando yo dije que Sui Generis era una porquería: porque había otro lado. En el ‘75 a Sui Generis lo iban a ver las abuelas, las tías, la familia unida. La familia unida no iba a ver a Billy Bond, ni a Pappo. Yo estoy en ese lado. Entonces, ¿de qué se puede hablar? De lo degenerados que somos, sin tapujos. ¿Quién se asusta de todo esto? ¿Los padres ejecutivos de las chicas que nos vienen a ver, que se van a coger travestis a la zona roja? Yo estoy autoimpuesto dentro del rock para cumplir ese rol: no seamos hipócritas. Soy hiperconsciente del lugar que tiene el rock, y de todo el lío que podemos armar dentro del mínimo lugar que ocupamos. Me parece que el que no lo usa de esa manera lo está malgastando. También las letras de Los Piojos son un lío. “Tan solo” habla de cocaína, lleno de retóricas poéticas y buenísimas. Pero yo quiero ser más hijo de puta que ellos.
–¿Es una postura de artista maldito?
–No. Yo podría estar tocando con Cerati, si lo hubiese planeado. Pero no lo quise. No me emociona relacionarme con su música: si bien somos amigos, no me siento seducido por la situación de tocar con él. Jamás me muevo con diplomacia, porque no la conozco, lamentablemente. Así me va, también. Si fuera menos temperamental, tal vez me iría mejor. Pero me encanta irme a dormir con la cabeza alta, y poder mirar a la gente desde acá. El éxito es eso, también. No es ser un prostituido que va donde va el que tiene más fama. Trabajar con Calamaro, por ejemplo, que es un número uno igual que Cerati, fue una situación que me sedujo mucho más. Hay mucho más vértigo, mucho más rock. Ahora somos como amigotes. Yo veo los músicos que tocan con Cerati y entiendo por qué no quise estar ahí. Está Flavio (Etcheto) que es un capo, pero... A la vez me doy cuenta de que soy el único de mi generación que puede conciliar el hecho de tocar con los dos bandos. Mañana tengo que ir a grabar con Pappo para el disco nuevo. Y Pappo le vomitaría en la cabeza a Leo García.
–¿Por qué creés que tenés credencial para tocar en “los dos bandos”?
–Soy una persona de la cual no se puede poner en duda su credibilidad. Cuando se rotuló un movimiento que no tenía nombre como rock alternativo, me bajé. Mientras los periodistas mismos se subían para conducir programas del estilo, fue ahí donde yo hice Un millón de años blues. Para decir “Ok, yo no soy de ustedes”. Ni tampoco del otro lado, porque sino estaría llevando un público de rock chabón. Sin embargo llevo un público al que le interesa lo que hago más allá de rótulos. Por eso tengo problemas por tener un lugar, porque no se sabe dónde está ese lugar. Toco en el último disco de Ian Brown y toco en el último de Pappo.
–¿Son buscados los cambios que mostrás entre disco y disco?
–Acá se confunde mucho la mutación con la búsqueda por conveniencia. No son lo mismo las mutaciones de Erica García que las mías. Las mías no son por conveniencia o porque me doy cuenta de que lo que hacía antes no sirve. Escucho mis discos todos los días y me enorgullezco cada vez más. Me doy cuenta de que Leo García hace un disco como Miss Universo seis años después. O que ahora los Turf descubrieron el rock nacional por venir a verme a mí. Cuando les dije que escucharan Pappo’s Blues Volumen 1 y 2 fueron bastante reticentes, me miraron como diciendo “éste es un negro que escucha a Pappo”. Y no, date cuenta de que no es así. Charly García no inventó el rock nacional.

Carca presenta Nena el viernes 14 de abril, a las 22 (puntual) en La Ideal (Suipacha 385).

me gustas mucho 2

La música. “Estoy escuchando un disco de Roy Harper, Storm Cock. También Tom Jones Style, y un disco de Roberto Carlos del ‘73. Y mucho rocanrol de verdad, y rockabilly.”
Los ejemplos. Me pasa algo bastante excitante con Peggyn (Dj de Babasónicos). Hay una admiración mutua. Es un Jimi Hendrix de la bandeja, un arreglador orquestal, más que un disc jockey. A Hendrix lo admiro mucho como compositor: me parece lo más moderno que existió. A Marc Bolan también, me seduce la belleza de sus armonías.”
El cine. “No me gusta nada de lo que pasa. Voy a ver todo, es un buen pretexto de cita. Pero creo que tanto en el tecno como en el cine, no pasa nada hace diez años. Prefiero ver las Martes 13 haciendo zapping.”
El trago. “Fernet con cola, o agua mineral. No mezclo porque tomo mucho, y aprendí a tener ese cuidado conmigo.”
El mundo. “Seguro que Londres es un lugar para quedarse un par de meses. Francia, Italia u Holanda, también. Europa tiene un background de rocanrol, y eso se debe vibrar. Pero Buenos Aires es igual de seductora.”
La literatura. “Estoy leyendo Los Libros de Alicia, de Lewis Carrol, con dibujos de Hermenegildo Sábat y prólogo de Borges, escrito especialmente para la edición inglesa.”
La ciudad. “Ciudad Evita, donde vivo, está plagada de lugares que remiten a mi adolescencia. Mucho bosque. Pero disfruto más de la compañía de las personas con las que estoy: lo más importante es el entorno.”