MARTA DILLON
Estoy
en el diario, meto la mano en la cartera, saco el estuche de los anteojos
y se produce el milagro: arena. Un puñado de arena que traje
del paraíso y que aquí, lejos de las lejanas playas, es
un tesoro refulgente. Esta arena me trae un horizonte limpio, me trae
la caricia del mar, un tiempo sin urgencias, un tiempo que fluye y me
deja hamacarme sobre las olas, sobre los hechos, sobre la vida. Me detengo
otra vez frente a su presencia, en este lugar extraño, con su
miseria cotidiana, con su zanahoria frente a mi nariz, haciéndome
correr como un burro con anteojeras. ¿A dónde voy? No
hay respuesta para las preguntas obvias, tengo que caminar porque estoy
de pie y porque no puedo quedarme en el camino. Hay que comer, hay que
proveer, hay que brillar con ese brillito de fantasía que se
apaga mucho más rápido que las estrellas fugaces que vi
en mis lejanas playas, en mi tiempo sin tiempo. ¿De qué
se trata esta vida? Avanzo por la semana en busca de su fin, bebo el
ocio con desesperación y me culpo todo el tiempo por no hacer
lo que debo hacer por no escribir las grandes obras que fantaseo que
podría, por no ver todas las películas, las obras de teatro,
las muestras que se supone que alimentan el alma, pero que me obligan
a correr, otra vez, de un lado al otro, para no perder información,
estímulo, intercambio, qué sé yo. El placer es
esquivo cuando vamos detrás de él. ¿Qué
será hacer lo correcto? A veces sueño con quedarme en
casa, esperar que mi hija vuelva de la escuela, revisar sus carpetas,
hacer juntas los deberes. ¿Y de qué viviríamos
entonces? ¿Y de qué se trata la realización? No
sé buscar entre tanto ruido. ¿Cómo pensar en la
salud cuando apenas puedo pensar en lo que voy a comer esta noche? Y
en qué momento voy a prepararlo y cuándo voy a leer hasta
cansarme y cuándo me voy a tomar el tiempo para escribir sin
urgencias, sin cierres, sin pensar en la guita. Ya sé, ya sé
que son quejas vanas, que en el medio de tanta miseria soy una privilegiada,
que ahora mismo me tomo el tiempo para pensar que el tiempo se me escapa
y que ahora mismo tengo en mis manos un tesoro de arena que me lleva
otra vez a la playa, al horizonte infinito, a un tiempo sin urgencias
que me acaricia como las olas, que me da fuerza, que me consuela.