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Jueves 27 de Abril de 2000
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EN MEDIO DE LA GIRA CON BECK, EL CHAPULIN DEL ROCK LATINO EXPLICA A CAFE TACUBA

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SOLUCION DE TAPA:
1. TALENTO 2. PARA 3. MUTAR
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Desde hace una semana, la banda latina más importante del momento abre los conciertos de la superestrella del folk-rock-soul espacial por la costa oeste de los Estados Unidos. Por varias razones, el hecho representa un paso histórico para el cuarteto de Satélite y también, por qué no, para la música identificada como rock hecho al sur del río Bravo (la frontera, ¿viste?). Por tanto, es el momento justo para que el pequeño gran Nrü hable sobre la explosión de su banda en todo el continente, la fama, su condición de músico (“no lo soy”, desafía) y del estereotipo mexicano.

Textos: MONICA MARISTAIN
Fotos: SANDRA CARTASSO

Llega tarde y sonriente. Antes de sentarse a la mesa y pedir un jugo de naranjas, debe sortear el revuelo que su presencia causa entre las camareras. Regla 1: cada vez que aparece el cantante de Café Tacuba, debe preguntársele cómo se llama ahora. Porque este chico nacido hace 33 años en Santa María de la Rivera (en plena capital mexicana), primero fue Anónimo, luego Cosme y actualmente Nrü.
Desde que Café Tacuba comenzó su carrera, hace una década, fue cobrando forma un concepto musical sumamente original. Miki, uno de los integrantes de una banda amiga –Molotov–, dice que lo que hace “Cafeta” es “autoctonismo vanguardista”. Lo cierto es que no es muy fácil definir el género tacubo, enraizado en el rock y desde ahí disparado en todas las direcciones posibles. Siempre condimentado, además, por una particular lectura de varios y diferentes estilos de la música tradicional mexicana. Semejante cóctel llegó a extremos conceptuales-musicales con la edición del doble-pero-no-doble Revés/Yo soy, un cd de canciones y otro de música instrumental, los dos notables. Pero, ¿es rock o qué? Nrü se encoge de hombros. Dice no importarle demasiado esa cuestión y prefiere referirse a la manera de transmitir una manera de entender la música que define a su cuarteto. “Ahora nos entienden más, pero nosotros no hemos cambiado sino que hemos estado siguiendo un proceso natural de evolución, y el juego con el que iniciamos lo hemos ido desarrollando, tal vez por eso ahora se entienda mejor lo nuestro. Conforme vamos haciendo un nuevo disco, el público dice: ‘Ah, por eso hicieron lo anterior’. De alguna forma, van quedando menos espacios abiertos de interpretación. ‘Ah, de esto se trataba’, va diciendo la gente.”
Más voces. El periodista y locutor Jorge Rugeiro, conductor del programa “Grita”, que se transmite dos veces por día en la frecuencia rocker Orbita, afirma al No que “Café Tacuba pasó a otro lado, está en otra dimensión. Para el rock mexicano, su primer disco es como el Album blanco de los Beatles. Y todos los cuestionamientos que se le hacen a la banda para mí tienen que ver con la cultura musical que caracteriza a nuestro país, que duele decirlo, pero la verdad que es bastante pobre. A Café Tacuba no todos logran entenderlo, pero su último trabajo, Revés/Yo soy, es enorme. Es la única banda que dentro de diez años se va a seguir escuchando. No se van a acordar de Molotov ni de La Gusana Ciega; se van a acordar de Café Tacuba”, afirma.
Lejos de esos análisis, el cantante ha aprendido a relativizar los elogios, a tomarse todo con calma, y riéndose cuando escucha decir que Café Tacuba es la banda de rock en español más importante del momento. “No somos la banda más importante”, dice. “Creo que cada grupo tiene su importancia. Lo que sí creo es que cada grupo puede jugar un papel dentro de un entorno y tal vez nuestro papel sea el irnos por una nueva vereda en cada disco que sacamos. Buscamos nuevas formas, no sé si es pretencioso decir esto, pero es posible que nosotros seamos la banda que se dedique a abrir puertitas”. En lo que va del año, Café Tacuba ya ha estado dos veces en el Zócalo, la plaza central del DF, todo un carnet de popularidad. Y esta banda de rock sin batería (Joselo y Quique Rangel, Emmanuel del Real, Nrü) que suena más mexicana que el tequila, vive sus días de éxito y masividad gracias al propio talento y también a los oficios de los productores argentinos Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel. Del gurú del rock latino, todos elogios: “Para nosotros fue importante pensar en Gustavo como en alguien muy cercano, muy conocedor de nuestra realidad, hay mucho más acercamiento, definitivamente. Nos iniciamos en el mundo discográfico con él y seguimos con él porque disfrutamos mucho trabajando juntos, disfrutamos de aprender cosas”. Y hablando de argentinos, el cantante se refiere a Soda Stereo, una fuerte referencia para entender de qué fue la más reciente historia del rock mexicano. “La influencia de Soda fue gruesísima. Había una época en que todos los grupos mexicanos tocaban como Soda... Era horrible, realmente horrible...”, comenta divertido.
–¿Y se pueden encontrar algunos elementos así en Café Tacuba?
–No en forma consciente. Soda está dentro del grupo como tantos otros del rock argentino y también español. De entrada, todos esos grupos abrieron unas puertas muy importantes para lo que luego sucedió en la música joven aquí en México. Y no solamente para los músicos sino también para los que dirigían las compañías discográficas, que empezaron a darse cuenta de que podían hacer negocio con el rock mexicano. Fue increíble, de pronto las compañías comenzaron a querer tener un catálogo con rock local.
No se puede entender la historia de Café Tacuba sin remitirse a un legendario trío denominado Botellita de Jerez, que a principios de los ochenta combinaba el humor, la ironía y la rebelión, produciendo efectos hipnotizadores sobre sus miles de fans. De esta agrupación, los tacubos se consideran herederos. “Es que todo el concepto de Botellita fue muy fuerte, y nosotros decimos casi lo mismo que ellos, pero en otro tiempo. Siempre pensamos que Botellita fue tan gracioso, tan lúdico, que luego la gente que los seguía se perdió en eso; no ellos, pero sí su público, que quería siempre que Botellita los hiciera reír, y supongo que ahí empezó a darse la separación del grupo. Para nosotros el humor también ha sido siempre muy importante, sobre todo por el método de trabajo que utilizábamos. No era un método estrictamente dicho sino que era llegar a los ensayos, matarnos de risa por cualquier cosa y trasladar ese espíritu luego a las canciones”.
Un sello de distinción de Café Tacuba es la distancia con la que observan el run run que genera cada uno de sus pasos en la industria musical. Con un Grammy en su haber y otro recién “perdido” frente al tal Chris Pérez, Nrü apela a un despreocupado encogimiento de hombros para decir: “Ese asunto de los premios Grammy no es para creérselo. Aquél fue por el video y la verdad es que el video está chido (bueno), pero también es cierto que no es la gran cosa. Seguramente hubo videos bastante interesantes, mejores, que ni siquiera han concursado. Además, siempre pensando en la compañía a la que pertenecemos (Warner), hay que tener sus reservas. Siempre hay movimientos en ese sentido. Siendo nosotros mexicanos, nos cuesta pensar en que algo se produzca sin que haya estado el dedazo en el medio. Y ahora que no lo ganamos, sentimos lo mismo que entonces: con Grammy o sin Grammy, seguimos siendo Café Tacuba”. En todo caso, salir de gira con Beck debe equivaler a varias de esas estatuillas.

Videostory
Es fácil toparse con Nrü en el DF. Por las calles de la ciudad y con una cámara de video en la mano, el cantante graba sus propios paisajes. De vez en cuando, claro, le gusta desensillar y dejar la cámara a un lado para mezclarse con sus compatriotas. Es turista en su propia ciudad. “Siento que he sido siempre un poco provinciano. Nací y viví unos cuantos meses en Santa María de la Rivera, donde vivían mis papás, y antes de que yo cumpliera un año nos trasladamos a Nuevo León, donde viví los primeros cinco años de mi vida. Luego toda la familia se mudó a Satélite, un barrio que está en las afueras de la ciudad. Antes me traumaba mucho el hecho de que todo estuviera acá y para comprar algo hubiera que trasladarse. Pues, de joven, era problemático. Digo, no porque ahora no sea joven, la verdad es que todavía no estoy viejito, pero ahora es mucho más disfrutable vivir allá. De todos modos, estás adentro, pegado al DF, y es casi lo mismo. Aunque hay algunas diferencias: allá hace más frío y hay menos smog y menos gente”, explica.
Su afición a la cámara convenció al resto de la banda para que pudiera dirigir el videoclip de “Locomotora”, el segundo single de Revés/Yo soy. “Como había estado involucrado en casi todos los videos que habíamos hecho, tenía la curiosidad de hacer uno. Afortunadamente hubo flexibilidad en el grupo y se pudo crear una pequeña productora que me acompañara en la realización. No esperé mucho, es el primer intento y fue un ejercicio donde aprendí muchas cosas. Más que nada, que no sé nada o lo suficiente para ser director. Pero también que con esfuerzo y ganas te las arreglas para que salga algo bueno.”

La fama y la humildad
Humilde y tímido, Nrü no se acostumbra a la fama. No tiene la pinta ni la actitud del típico frontman de una banda exitosa. Cuando Quique, el contrabajista, explica el proceso creativo de Revés/Yo soy, algo de esa singularidad aparece en el discurso. “Cada cual tocaba alternativamente uno y otro instrumento”, cuenta. “Revés se fue conformando a partir de la negación para llegar a algo: negar que somos necesariamente un grupo, que tenemos cantante, que somos compositores, porque a la metodología que usamos no sabemos si se le puede llamar composición, ni si a lo que llegamos son canciones”. Así que este cantante atípico de una agrupación no menos original acepta “no haber digerido del todo esto de la fama y los autógrafos”, aunque gente de todas las edades se le acerque para decirle “te adoro” o para pedirle una fotografía junto a él. Cuando comenzó su carrera de músico, todos hacían hincapié en lo mal que cantaba. “Por suerte, no hice caso porque siempre he tenido ganas de cantar, y aparte no tocaba ningún instrumento. A través de los años he ido perdiendo la vergüenza...”, admite. Y prosigue: “Hace ocho años Joselo y yo decíamos que no éramos músicos sino comunicadores. Teníamos muy cerca nuestros días de universidad, de estudiar Comunicación Gráfica. Yo dibujo, también. Y la evolución musical de Joselo, de Quique, de Memo, ha sido impresionante, y tal vez no recuerden eso. Pero yo sí lo quiero recordar, porque sigo siendo muy torpe, y a veces me siento mal por eso. Entonces, uno de esos días en los que andaba mal, me acordé: ‘¡Claro!, yo no soy músico, soy sólo un comunicador’, y eso me alivió, me quitó mucho peso. Todo lo torpe que soy con la guitarra ahora no me importa. No toco para ser un virtuoso sino para divertirme y para integrarme más a mis amigos”.
Como oyente de música, Nrü se inclina a “escuchar todo” lo que le llega. “Ahora me quiero comprar el disco de Cerati, Bocanada, porque me encantó. La primera vez que fuimos a la Argentina abrimos un concierto de Fito Páez y fue rarísimo, ¿no? Eran los tiempos de El amor después del amor, y ese disco me trae muchos recuerdos. A Spinetta lo conocí gracias a un amigo guatemalteco; me regaló un casete de recopilación, y me encanta. Me gustantambién los Babasónicos, León Gieco, Divididos, al que conocimos a través de Gustavo (Santaolalla). Me fascina Leda Valladares, Julio Sosa...”.

Ser mexicano
En el país de los tamales y del chile, de las salsas picantes y del tequila, Nrü se ha convertido en un vegetariano militante. No lleva sombrero de alas anchas y descree de todos los mitos folklóricos que los medios de comunicación, los gringos y cierta propaganda turística han establecido sobre el ser mexicano. “Soy vegetariano y estoy en un proceso de cuestionar muchas cosas de la alimentación. Y en cierto modo es cuestionar también ese sentimiento de nacionalidad, de mexicanidad, que está tan prendido aquí. Porque nuestro discurso era fuerte en ese sentido, buscábamos la identidad, el ser mexicanos, preguntarnos quiénes somos, y ahora me pregunto si todo eso también no es una trampa. Porque la realidad es que México, hace 500 años, no existía. En el momento en que llegaron los españoles se conforma México, y ahora estoy viendo que México es un negocio, que seguimos viviendo la colonia, la esclavitud, sólo que las cadenas no son tan visibles”, expresa. “¿Cómo nos pintan afuera? Como mariachis, como charros, pero en realidad ésas son representaciones de los dueños de la hacienda: el indio no está ahí. El habitante original de estas tierras no tiene nada que ver con el mariachi. Y cuando los dueños de México pintaban al indio, lo mostraban durmiendo abajo de un nopal, nos decían: ‘Es el huevón’. Para mí son todas trampas que nos ponen y que encima creemos. Dicen: ‘El mexicano es impuntual’, y me lo creo y llego tarde. O te dicen que eres macho, y te lo crees.” ¿Será por eso que está convencido de que su país “es muy adolescente”? “Nos hicieron madurar de golpe”, dice, y teniendo en cuenta esa condición, no se permite ser demasiado optimista. “A mí me parece que para renacer hay que morir, y van a tener que morir muchas cosas en México antes de que todo se resuelva. Va a ser doloroso.”

LOS TACUBA, ENTRE GRINGOS Y MARY jANE
Locomotora

“El cuarteto de Satélite (el barrio mexicano de Café Tacuba), invitado por Beck para que le abriera 12 fechas en su gira por la costa oriente de Estados Unidos, arribó exudando una energía fresquísima, nerviosa, como la del que se enfrenta por primera vez a un público (y es que en realidad así era), lo que de igual modo los rejuveneció notablemente. Cerca de 3 mil chamacos del poblado nice de La Jolla escucharon respetuosos, aplaudieron entusiastas, sonrieron emprimaverados (hasta unos hippies muy bien maquillados, con pelos y ropas multicolores y mirada perdida, departieron gustosos). 'Nunca había oído de ellos. No entiendo lo que dicen, pero tienen mucha energía. Me gustaron mucho', dijo Tracy, de 20 años. Tampoco faltaron los méxico-estadunidenses furtivos, aunque no eran los más. Y por supuesto, como en todo buen concierto que se precie de serlo, roló mucha mary-jane (...)
“Los gringuitos habían llenando el gimnasio-tipo-película-colegiala; para cuando salieron los tacubos con su `No controles’, habría unos 3 mil especímenes, quienes ¡de veras! hablan como en un guión de Sony Entertainment: exagerado y ridículo. Aun así, mostraron su nivel cultural aceptando desde el principio al Tacuba, comprobando que el set electo fue el ideal: se siguieron con `Locomotora’, `Dos niños’, la 2 y la 11 del disco Revés/Yo soy para, tras tanta tecnoloquera, dar un giro con `Ojalá que llueva café’ –altamente ovacionada–, `Flores’, `Ingrata’, `Muerte Chiquita’, `Chilanga Banda’ y `Chica Banda’. El cantante sólo habló en español al público, por supuesto, pa’ que vean lo que se siente...
“Para cuando el teacherazo (léase maestrazo) de Beck salió a escena, ya había como 5 mil güeros, que se desgañitaron de lo lindo a su salida. El concierto estelar estuvo de ensueño...”

Fragmento de la crónica de Patricia Peñaloza, del diario mexicano (se nota, ¿no?) La Jornada, sobre el primer show de la gira, en San Diego. En otra nota de la misma cobertura, Nrü confiesa no ser fan de Beck.


El show que ¿vendrá? a Buenos Aires

Viendo a Beck

El circo consta de tubos y demás artefactos de plástico que cuelgan de un techo que no existe. Los payasos visten como se les vino en gana. El dueño del circo luce pantalones de cuero negro y una remera. Tiene el pelo casi tan largo como cuando cantaba “Loser”, sólo que con otro peinado. No hay monos, pero podrían estar, colgando por ahí. Así es el show de Beck, su banda y una ingeniosa escenografía, presentando las canciones de Midnite vultures y otras perlas de su carrera. El concepto general es de caos controlado, de libre albedrío escénico y salto abrupto entre géneros: Beck a los saltos, haciendo su propia versión del breakdance que debe haber aprendido de adolescente; Beck tocando la guitarra acústica y cantando “Nobody fault but my own”; Beck montando un número de destreza, sólo con su armónica y su voz; Beck y sus amigos destrozándolo todo al final-final, cuando todo se vuelve más y más extraño, un muestrario (bestiario) de ciertas obsesiones visuales de la gente que vive y consume en los Estados Unidos. Detrás de la estrellita, el extraordinario bajista Justine Meldal–Johnsen (JMJ) todo lo controla desde la base y a él debe sumarse el extraño guitarrista–tecladista “Smokey” Hermel, cuya capa y pelo largo remiten a un superhéroe de entrecasa. Un poco detrás, Dj Swamp juguetea con las bandejas y tiene su momento de gloria cuando le toca abrir la tanda de los bises. Este chico parece poseído cuando hace su propia versión en scratch de “Humo sobre el agua” y “Rompecorazones”, nada menos. En vivo, además, las canciones de Midnite... cobran un real significado, con sus letras absurdas y la pose de funk soul brother: Beck juega a que canta así, a la Prince circa 1999, pero además de jugar, canta bien. Este chico tiene talento. Iniciando el set acústico, él mismo cuenta qué pasó cuando se presentó frente al entonces manager de Bruce Springsteen, buscando una oportunidad. Beck rasguea su guitarra mientras lo cuenta en tono monocorde. Sabe que parece un nerd más, pero también que no lo es, ni a palos. Entonces relata que el tipo le preguntó de qué iban sus canciones. El contestó que de autos, drugstores 24 horas de estaciones de servicio, autopistas y televisión. El hombre de la industria discográfica inició entonces, según cuenta el artista frente a un auditorio cómplice, un largo monólogo sobre los verdaderos temas de la música popular norteamericana: sentimientos, recuerdos, historias de amor. En resumen, le dijo “esto no va, pibe...” Por cierto, le erró como a las bochas. Ya van a ver.

E.P.