MARTA DILLON
Es
una mujer valiente, aunque a ella le cueste reconocerlo. Y aunque ahora
mismo tiemble como una hoja y mire el teléfono como si se tratara
de un oráculo, o como si la insistencia de su mirada lo fuera
a obligar a sonar y a traer por los cables la voz de quien espera. Desde
que supo que vivía con vih hizo una opción por el silencio.
No quiere compasión, dice. No quiere que nadie la entienda porque
le pasa lo que le pasa, no quiere que interpreten sus pinturas a partir
de un diagnóstico. Entonces no lo cuenta. Ni siquiera a los amigos.
Ni a esas aventuras pasajeras con las que compartió unos instantes
de sexo. Es su forma de protegerse, esto de no poder mostrarse con su
conflicto. Pero a él se lo tuvo que decir. Y en un momento en
el que las palabras suelen sobrar a no ser que se reduzcan a un par
de onomatopeyas. Se conocían desde hacía un tiempo, algo
más de un año. Pero recién hace unos meses empezaron
a mirarse con otros ojos. Y finalmente llegó la gran noche. Cena
en la casa de ella, charla amable y el momento de los besos. Y fue entonces
cuando ella le soltó ese temible tengo que hablar con vos,
precedido de unos cuantos ¡pará, pará! porque él
ya había empezado a deslizar por la pendiente de la calentura
(los dos, bah). Y le contó lo que suele callar. Y él siguió
adelante con los besos. Hicieron el amor y siguieron hablando. ¡Se
quedó ahí!, me cuenta con sorpresa, no se
fue, como hubiera sido lo más lógico. Pero no, no
es lógico. Podemos decir frecuente, si querés. Pero no
lógico. Estamos tan acostumbradas (y acostumbrados) a la ignorancia
y el maltrato que cuando aparece alguien que tiene las cosas puestas
en su lugar, parece que hubiera bajado de otro planeta. Igual, la historia
tiene final abierto. El quedó en llamar y en el momento en que
charlamos ya habían pasado unos días. Seguramente él
necesitará su tiempo para digerir la noticia. Seguramente lo
atacarán los demonios de la paranoia por la noche y a lo mejor
está discando, antes que el teléfono de ella, alguno de
esos números que dan información sobre sida. Nada hay
más difícil que esperar, pero ella ya hizo su parte, las
palabras precisas salieron de su boca tanto tiempo sellada. Y a lo mejor
por eso, ahora piensa en reunirse con otra gente para festejar que estamos
vivos a pesar de todo, que hay buenas noticias y que hay gente que enfrentada
al miedo, está dispuesta a presentar batalla.