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Clara de noche

Convivir con virus
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Jueves 27 de Abril de 2000
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convivir con virus

MARTA DILLON

Es una mujer valiente, aunque a ella le cueste reconocerlo. Y aunque ahora mismo tiemble como una hoja y mire el teléfono como si se tratara de un oráculo, o como si la insistencia de su mirada lo fuera a obligar a sonar y a traer por los cables la voz de quien espera. Desde que supo que vivía con vih hizo una opción por el silencio. No quiere compasión, dice. No quiere que nadie la entienda porque le pasa lo que le pasa, no quiere que interpreten sus pinturas a partir de un diagnóstico. Entonces no lo cuenta. Ni siquiera a los amigos. Ni a esas aventuras pasajeras con las que compartió unos instantes de sexo. Es su forma de protegerse, esto de no poder mostrarse con su conflicto. Pero a él se lo tuvo que decir. Y en un momento en el que las palabras suelen sobrar a no ser que se reduzcan a un par de onomatopeyas. Se conocían desde hacía un tiempo, algo más de un año. Pero recién hace unos meses empezaron a mirarse con otros ojos. Y finalmente llegó la gran noche. Cena en la casa de ella, charla amable y el momento de los besos. Y fue entonces cuando ella le soltó ese temible “tengo que hablar con vos”, precedido de unos cuantos ¡pará, pará! porque él ya había empezado a deslizar por la pendiente de la calentura (los dos, bah). Y le contó lo que suele callar. Y él siguió adelante con los besos. Hicieron el amor y siguieron hablando. “¡Se quedó ahí!”, me cuenta con sorpresa, “no se fue, como hubiera sido lo más lógico”. Pero no, no es lógico. Podemos decir frecuente, si querés. Pero no lógico. Estamos tan acostumbradas (y acostumbrados) a la ignorancia y el maltrato que cuando aparece alguien que tiene las cosas puestas en su lugar, parece que hubiera bajado de otro planeta. Igual, la historia tiene final abierto. El quedó en llamar y en el momento en que charlamos ya habían pasado unos días. Seguramente él necesitará su tiempo para digerir la noticia. Seguramente lo atacarán los demonios de la paranoia por la noche y a lo mejor está discando, antes que el teléfono de ella, alguno de esos números que dan información sobre sida. Nada hay más difícil que esperar, pero ella ya hizo su parte, las palabras precisas salieron de su boca tanto tiempo sellada. Y a lo mejor por eso, ahora piensa en reunirse con otra gente para festejar que estamos vivos a pesar de todo, que hay buenas noticias y que hay gente que enfrentada al miedo, está dispuesta a presentar batalla.