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Jueves 27 de Abril de 2000
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LA INDUSTRIA DISCOGRAFICA TIEMBLA ANTE EL AVANCE DEL MP3

Metallica demandó por 10 mi-llones de dólares al programa insignia del movimiento emepetresista, los ejecutivos de los sellos se sacan chispas para no perder el tren, los consumidores de música por Internet reclaman sus derechos y todo se volvió un quilombo virtual del que poco se sabe en el mundo real. Aquí, una pequeña guía para entender qué pasa y un intento por desentrañar el futuro. ¿La muerte del cd?

TEXTO:PABLO PLOTKIN

Alguna vez la música venía envasada en círculos de plástico espejado, o en cintas marrones incrustadas en pequeños y simpáticos casetes. Existían negocios en los que sólo se vendían estas cosas (que, por cierto, eran bastante caras), y los amantes de la música tenían en sus casas grandes muebles atiborrados con productos de esta clase, que coleccionaban con devoción y fetichismo. ¿Se acuerdan? Ocurría antes de que la Internet explotara en el corazón de la sociedad de consumo y las esquirlas alcanzaran con fuerza brutal a los sellos discográficos, las ganancias de los artistas y las viejas tiendas de discos. Mientras tanto, los consumidores de sonidos del mundo, rápidos para adaptarse a las nuevas tecnologías, vivían sus días felices devorando gratuitamente canciones comprimidas en formato MP3, intercambiando rarezas, descubriendo un universo musical inagotable, y riéndose de las compañías y del fetichismo disquero de la vieja ola. Todo empezó a finales del siglo XX, y la batalla (que no paró las rotativas, tampoco) se desencadenó en el 2000. Un buen año para hacer saltar algunos tapones.
El choque de gigantes es real: los ejecutivos de los sellos están friéndose los sesos y tragando lexotanil como pochoclo para conciliar el sueño; algunos artistas –con Metallica a la cabeza– le gritan al mundo “¡piratería!”, reclaman ganancias por derechos de autor y piden la cabeza de los responsables. Desde que existe Internet y la posibilidad de bajarse música gratis en formato MP3 (el sistema que permite condensar, por ejemplo, toda la discografía beatle en un solo cd), desarrollado por el grupo de expertos de Motion Picture, las compañías editoras supieron que el asunto se volvería una pesadilla. Los sitios dedicados a explotar la voracidad musical de los navegantes proliferaron como conejos, y el método se popularizó entre la colectividad internética casi tanto como la pornografía. Ahora los sellos se ven caer de su pedestal de monarcas fofos en el reino de la distribución discográfica, y el bajar los precios de los cd’s (la primera y urgente medida que todo el mundo suponía se iba a tomar) parece ser una solución de bajo vuelo. Universal, Sony, BMG y Warner, casi todas las empresas más poderosas del rubro, anunciaron, en lo que va del año, sus planes de distribución y venta a través de Internet. Desde junio, más o menos, si querés bajarte el nuevo single de Rage Against The Machine podrás hacerlo, pero antes ingresá el código de tu tarjeta de crédito, amiguito.
“Creemos que el mercado de la música digital está preparado. Vamos a meternos ahora antes de que sea demasiado tarde”, dijo el vicepresidente del departamento de nuevas tecnologías de BMG, Karl Slatoff. “El mercado digital hará que un negocio de 40 mil millones de dólares se expanda a 100 mil millones.” Dan O’Brien, experto en estas cuestiones, considera que el proyecto de distribución digital de los sellos “todavía está en una etapa de experimentación”. Michael Robertson, cerebro de la pionera mp3.com, le advirtió a wired.com sobre el peligro de “canibalizar” la industria del cd al digitalizar la distribución de la música. “La razón por la que te comprás un cd a 16 pesos es porque te gustan dos o tres temas. Si empezás a vender digitalmente los singles, el efecto que le vas a provocar al mercado del cd no va a ser muy revitalizador.”
Existe en esta disputa un protagonista llamado Napster. Napster Community Music es el portal y el programa más populares entre los devoradores de música vía computadora. Se trata de una comunidad virtual y global (los dos adjetivos favoritos de las publicidades del 2000) en la que cada “habitante” aporta su almacén (guardado en su disco rígido) al fondo común de canciones. Al bajarse el programa y ser parte de la comunidad, el usuario está en condiciones de acceder y aportar a la causa. Por eso basta tipear “Radiohead” o lo que sea en el casillero indicado para que aparezca una tremenda lista con canciones, covers inéditos y rarezas varias del artista en cuestión. Un campo de intercambio libre de archivos Mp3.
Metallica y organismos de la industria discográfica demandaron a la empresa (ver aparte), y ahora el revuelo sacude a algunas universidades, fans y artistas. El Ascap (la asociación norteamericana de autores, compositores y editores) se alió con la empresa AudioSoft para controlar el consumo musical por Internet y reportar las ganancias a quien corresponda. Son los primeros pasos hacia la regulación de una súper feria virtual que hasta el momento se mantuvo felizmente anárquica. Decir el sueño terminó suena demasiado melodramático. Mejor aprovechen ahora: bájense todas las canciones que puedan, completen la colección de sus artistas favoritos y atesórenlas en esos rudimentarios círculos de plástico espejado. Antes de que sea demasiado tarde.

Un pesito
para el coiffeur, vieja

Metallica fue la primera megabanda en entrar en acción (legal) contra Napster, la compañía que habilita el intercambio libre de archivos Mp3. Los ex hombres de negro les iniciaron un juicio por 10 millones de dólares a la empresa responsable y a tres universidades que usan profusamente el servicio. El detalle es que Napster sólo brinda las condiciones técnicas, pero cada usuario se responsabiliza en caso de infringir la ley de derecho de autor o incurrir en otro delito. El rapper Dr. Dre amenazó con seguir los pasos de Lars Ulrich y compañía, y los Goo Goo Dolls y Offspring prometieron informarse y ver qué se puede hacer. Tras la demanda, las universidades involucradas suspendieron el servicio de Napster en las redes internas. A los estudiantes, desde luego, no les gustó nada. “Los directivos no tienen derecho a censurar ningún material cuando nosotros somos los únicos que pagamos la tecnología y mantenemos la facultad”, dijo Chad Paulson, fundador del grupo Estudiantes Contra la Censura Universitaria de la universidad de Indiana, donde el 60 por ciento de las conexiones conducían a Napster. Ellos se mantienen activos en contra de la medida, y habilitaron la página de protestas savenapster.com. Mientras tanto, fans de Metallica que son habituales usuarios del servicio improvisaron un método de retribución al cuarteto por las canciones “pirateadas”. Así que fundaron la página paylars.com, donde se puede donar dinero para los pobres muchachos. Ja. No hace falta señalar lo ridículo de la medida “caritativa” de los enceguecidos fieles, pero basta fijarse en las palabras de un seguidor indignado por todo el circo, y molesto con la “codicia ilimitada” de los norteamericanos. El fan en cuestión puso todo su merchandising de Metallica de remate y prometió donar la recaudación a sus (ex) ídolos. “Pueden quedarse con su música y mi dinero”, escribió. “Porque no quiero saber más nada con estas cosas.” Tomá.