Una forma (posible) de entender
a El Otro Yo
Supernatural
Este
fin de semana, el verdadero emergente valorable de lo que alguna vez
fue la Nación Alternativa Argentina (tradúzcase como Nuevo
Rock Argentino) grabará un disco en vivo que resume una
buena parte de su obra. Celebrando el acontecimiento, el No te propone
un viaje directo al sur del Gran Buenos Aires para descifrar el sonido
y la furia del cuarteto de los Aldana Brothers.
Textos:
PABLO
PLOTKIN
Fotos:TAMARA PINCO
1.
Hijos nuestros
Era el retrato sepia de tres nenitos vestidos de invierno, rodeados
de equipaje, montado con dibujos de alas, cuernos, coronas y tridentes:
dos ángeles y un demonio. ¿Quién era el demonio?
No había muchas pistas para saber de qué se trataba todo
eso. Era la ilustración de tapa de las cien copias en casete que
Humberto Cristian Aldana cargaba en su mochila, repartía por cinco
disquerías (algunas del centro, otras del sur del conurbano bonaerense)
y que se vendían con asombrosa regularidad. El primer registro
de El Otro Yo se titulaba Los Hijos de Alien, estaba grabado en dos canales
y lo primero que se escuchaba era una melodía punk y un adolescente
que cantaba: No quiero una muñeca inflable, quiero una mujer.
La canción se llamaba Sexo en el elevador y contaba
una historia sencilla: el chico estaba solo, conocía a una mujer
en el ascensor y se enamoraba tanto que prometía presentársela
a su mamá. Era 1992. Nirvana había editado Incesticide y
Sonic Youth Dirty, pero a los hermanos Cristian (guitarra y voz) y María
Fernanda Aldana (bajo y voz) les interesaba más lo que sucedía
y había sucedido al otro lado del Atlántico. En efecto,
Los Hijos de Alien era noise: ahí estaba el sonido de los Pixies,
SY, los gritos y el olor a espíritu adolescente (el promedio de
edad del trío que completaba el baterista Omar Kischinovsky
era de 18 años), pero el camino que los condujo al indie norteamericano
empezaba en Londres 1977. Todo el punk y lo que vino después: Joy
Division, New Order, The Cure y también Cocteau Twins (basta escuchar
Caminando para descubrir la identificación
de María Fernanda por Liz Fraser, cantante de Cocteau).
El Otro Yo se había formado en 1989, en Temperley. Hacían
música dark, tocaban en sótanos y frecuentaban una sala
de ensayo/estudio de grabación que habían bautizado Besótico.
No sabíamos muy bien qué dirección tenía
todo eso, dice la bajista, como diría cualquiera sobre los
comienzos de una banda de rock. Afortunadamente, esa ausencia de rumbo
está retratada en Los Hijos de Alien, uno de los pocos manifiestos
teenager del rock argentino de principios de los 90. En este
lugar de mierda hay tan pocas cosas para hacer/ yo me quiero divertir
y no me dejan, aullaba Cristian en Hola papá.
A los chicos les faltaba ordenar algunas ideas, pero tenían talento
y buenas intenciones.
2.
Kurt y Courtney
El pequeño éxito underground de Los Hijos... hizo que
Random, el sello que editaba a Los Brujos y a Daniel Melero, se interesara
por El Otro Yo. Así fue que el primer CD del trío se grabó
en el estudio Moebio con la producción de Guillermo Piccolini.
Los Aldana eligieron a Piccolini (hoy en Venus) porque sabían de
su trabajo en España con algunas bandas punk, y además porque
les gustaba Pachuco Cadáver. Nosotros aprendimos mucho en
ese disco, dice Cristian. Eso de tratar de equilibrar lo que
quiere el productor con lo que quiere el músico. Yo quería
ruido, y todo el tiempo estábamos en un tira y afloje con el tema
de los acoples, la distorsión, los gritos. El disco se llamó
Traka-Traka, y era mucho más equilibrado que la producción
independiente. Lo que no es precisamente una bendición para una
banda que persigue el desequilibrio. Pero de todas formas no habían
perdido la frescura. Piccolini les despertó un sentido pop, hasta
ese momento ¿dormido?, y los convenció de que la distorsión
no era un juguete. De no haber existido aquello, El Otro Yo tal vez nunca
habría grabado Abrecaminos. Mientras tanto, Cristian seguía
en plena explosión hormonal. En Duraznos le reprochaba
a los gritos a alguien: No te alcanza con mi pene/ quieres otros
hombres, también.
Seguros de querer reflejar los asuntos generacionales, grabaron un tema
titulado Sida. Compusieron un par muy buenos (Corta
el pasto, Vaselina), regrabaron algunos (La Tetona,
Traka-Traka, Caminando)e incluyeron un track-monólogo
demasiado largo, a cargo de Tangalanga. A todo esto, empezaba 1994: Nirvana
ya había venido a la Argentina y Cobain estaba a punto de pegarse
un tiro. Nosotros los habíamos conocido casualmente antes
de que vinieran, porque nuestro baterista había viajado a Estados
Unidos y había traído Nevermind en casete, relata
Cristian. De entrada me pareció raro, porque era muy americana
su manera de cantar, y yo escuchaba más música inglesa.
Pero lo que más me gustó es que era un grupo punk con sonido
heavy metal. Y además sacaron del primer puesto a Michael Jackson.
No se aguantaba más... Cuando el trío ya famoso vino
a Buenos Aires, los Aldana se acercaron al hotel donde se alojaban (el
Sheraton) y conversaron con Chris Novoselic y Dave Grohl. Dijimos
que éramos periodistas de un fanzine y nos dejaron entrar,
cuenta María. Golpeamos la puerta de Kurt Cobain. Nos abrió
Courtney Love, re-dormida, en camisón. Re-sacada,
corrige Cristian. Salió con mala onda. Le preguntamos si
estaba Kurt, y nos dijo que estaba durmiendo. Le dimos un casete y se
re-copó. Breve relato del encuentro entre dos músicos
adolescentes en ascenso del sur del Gran Buenos Aires, y la (entonces
futura) viuda de su máximo héroe generacional, actual estrella
de Hollywood.
3.
Dibujitos animados
y pegamento
El Otro Yo ya tenía su primer disco-disco en la calle y también
un contrato con un sello en vías de extinción (el contrato
y el sello). Estaban listos los temas del álbum sucesor, pero no
había manera de editarlo. Las canciones del grupo siempre
tuvieron mucha honestidad, apunta Cristian. Es el reflejo
de las cosas que nos pasan y sentimos. Y cuando hicimos Mundo teníamos
mucha bronca, porque sentíamos que teníamos muchos problemas
para grabar un disco. Habíamos firmado un contrato que era una
mierda, sentíamos que nos ponían un montón de trabas,
que éramos jóvenes y queríamos hacer las cosas ya.
Y teníamos ganas de romper todo, y eso se nota. Pero también
nos divertimos mucho. Por eso en el disco hay bronca, pero también
alegría, porque a pesar de grabar con una portaestudio, estábamos
haciendo lo que nos gustaba. Y eso, ahora, viéndolo para atrás,
está bueno. Una fecha mágica en Cemento
les sirvió para olvidarse del contrato con Random, refundar Besótico
y empezar de nuevo. Raimundo Fajardo, integrante de varias bandas punk
y trash de la zona sur, se había convertido en el nuevo baterista
del grupo. Cristian fue a visitarlo a su departamento del barrio de monoblocks
Luz y Fuerza para conversar sobre el asunto. Ahí estaba Ray y unos
amigos, viendo Tommy (una película con los Who) en una habitación
llena de humo, a oscuras y a las tres de la tarde. Era re-aburrido,
recuerda Cristian. Yo había ido con intenciones de hablar
sobre la banda, no a ver Tommy. Pero sabía que él era la
persona que necesitábamos.
Finalmente, Mundo fue grabado en 1995 en la cabina de un Dodge Polara
que se oxidaba en la cuadra de la sala de ensayo (necesitábamos
un lugar donde armar la consola, explican). Co-producido por Diego
Vainer, es el álbum más salvaje de El Otro Yo. Tiene lo
mejor y lo peor del grupo. Tiene Alegría (tal vez su
canción más lograda hasta Abrecaminos), Olvidar
(me siento vacío y muy miserable), pero también
ciertas insípidas y tardías actitudes infantiles (frases
como soy un dibujito animado, yo quiero regalarte un mundo de colores).
Mucha distorsión, declaraciones de ignorancia (entre desesperadas
y orgullosas) como la de A.D. 90 (Analfabeto de los 90) y
alguna que otra página de no future porteño como Moquiento
(necesito pegamento en mi nariz para olvidarme de la mierda que
hay alrededor). A la distancia, Cristian analiza esos días.
Creo que ésa fue la época en que se rompieron todas
las tribus. Eso de yo soy heavy, vos sos punk, él es alternativo.
Había una generación de jóvenes -que es la que hay
ahora que escuchaba de todo. En Mundo está reflejadoese momento:
hay temas muy fuertes, canciones simples. Yo sabía que podía
escuchar Mano Negra, Sepultura y The Cure... y que estaba todo bien.
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Los
cachorros Aldana a principios de los 90,
en plena explosión hormonal...
Eramos tan grunge.
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4.
Fantoche
Cualquiera tenía derecho a creer que el álbum triple
era el principio del fin. Mundo era un buen disco, así que: ¿cuál
era el propósito de editar por separado las tres visiones del planeta
de los integrantes del grupo? Comercialmente era un suicidio, y artísticamente
podía entenderse como la extinción del talento del trío
para escribir y tocar buenas canciones. De hecho, si no hubiera existido
después Abrecaminos, Esencia habría tenido mucho menos sentido.
Pero resultó ser la manera en que El Otro Yo se presentaba como
un grupo experimental, sin límites estéticos
y mucho más allá del punk rock. Cristian asegura que fue
algo súper natural. Todo empezó con la idea de María
Fernanda de editar algo por su cuenta. El hermano mayor le dijo que sería
mucho mejor si cada uno de los tres grababa un disco solista y los editaban
juntos bajo la firma de El Otro Yo del Otro Yo. Todos de acuerdo. La chica
grabó un álbum de abstracción, susurros, silencios
y canciones de cuna pasadas por ácido subtitulado Triángulo
María. Ray demostró exceder el plano técnico del
baterista: su buen disco remite tanto a la psicodelia del
rock nacional de los 70 como a la canción más sinvergüenza
de los Ramones. El de Cristian es el capítulo más El Otro
Yo del triple. La primera canción se llama Yo soy anarquista,
Duhalde me mandó a dormir y es una madeja de distorsión
que musicaliza el documento de un joven bonaerense de los 90. El
del Aldana mayor es un disco bien punk, como a él le gusta, con
algunas baladas y ciertos guiños al viejo y querido rock pesado:
así hay una foto suya leyendo el sobre del vinilo de Dinasty, de
Kiss, y una canción bautizada Ozzy Osbourne. Así
que Cristian era el diablito de la portada de Los Hijos de Alien, ¿no?
Ese disco nos enriqueció mucho a nivel compositivo,
explica Ray. Cada uno tuvo que meterse con instrumentos que habitualmente
no maneja. El asunto es que esa excursión experimental en
busca de nuevos caminos terminó dándole nombre al siguiente
(y mejor) disco de El Otro Yo.
5.
Abrete Sésamo
Ahora eran cuatro, sin contar al productor Diego Fantasías
Animadas Vainer (a esta altura, algo así como el quinto otro
yo). Ezequiel Araujo se había hecho amigo de Miss Aldana mientras
tocaba en Avant Press (compartían al sonidista Pablo Márquez),
así que cuando la promesa de Leo García se evaporó,
el tecladista fue incorporándose naturalmente a la banda y a las
sesiones de grabación de Abrecaminos. Necesitábamos
a alguien que estuviera al tanto de las nuevas tecnologías,
cuenta Ray. Y Ezequiel tenía todas las cualidades que necesitábamos
para incorporar a un cuarto integrante. Aparte, en el primer show rompió
todos los teclados, salió vestido de pollera y con una careta de
Papá Noel. Era el tecladista que necesitábamos. Entonces
ellos se vestían con mamelucos naranjas, gustaban de usar antiparras
de soldador y cantaban cosas como: Cuando no haya aire para respirar/
te estaré asfixiando/ encadenada con mi foto/ condenada a pensar
en mí. Abrecaminos es su disco más completo. Musicalmente,
adaptaron la distorsión, la música rebelde de
la que habla Cristian y los sonidos de última generación
a canciones de cuatro minutos que podés cantar con una guitarra
acústica. Puede traducirse en una sílaba: pop. Y,
líricamente, mezclaron con astucia, indiferencia y fe, nihilismo
y energía positiva. Puras y saludables contradicciones.
Cristian ya no habla de tetonas en baños de espuma: ahora canta
sobre auras rosas, criaturas multicolores y un millón de duraznos.
Pero también grita no me importa morir y la música
que escuchan todos yo no la escucho, dos estribillos-insignia que
cualquier fan de El Otro Yo puedeampliar, enmarcar y colgar en la pared
de su habitación, al lado del póster de Kurt Cobain.
No
me importan los pochoclos
Desde
la mini-explosión de Abrecaminos, El Otro Yo está
en la cima de convocatoria de la escena independiente porteña
(comparte ese lugar con Fun People), condición que le permite
hacer una doble fecha en Cemento. Mañana y el sábado,
como parte de la gira barrial que llevan adelante desde hace más
de un año, concretarán la grabación de su primer
disco en vivo. Mañana tocarán canciones de Los Hijos
de Alien, Traka-Traka y Abrecaminos; el sábado serán
las de Mundo, Esencia y otra vez Abrecaminos. Para los shows prometen
sorpresas, y seguramente harán algún cover
cuya identidad prefieren no develar (debe tratarse de alguna banda
muy, muy importante de los 90). Siempre se hablaba de
que en nuestros discos no podíamos reflejar la fuerza del
grupo en vivo, comenta Cristian Aldana. Tal vez porque
siempre tuvimos que recurrir a la forma de grabación más
económica. Ahora vamos a intentar reflejar esa fuerza, y
sobre todo el clima que crea la gente... es como una caldera. Es
difícil grabar una caldera, pero vamos a intentarlo.
La grabación del disco en vivo coincide con la vuelta del
viaje de Cristian a Los Angeles, donde se reunió con Gustavo
Santaolalla (admirador declarado de El Otro Yo) para acordar la
edición de Abrecaminos en Estados Unidos y México
(en agosto) a través de Surco, el sello de Mr. Poder Latino.
¿Será Santaolalla el productor del próximo
disco de los de Temperley? A ellos les gusta ir de a poco. Para
nosotros ya es muy importante el hecho de que Abrecaminos se edite
en Norteamérica, dice Cristian. Además,
está decidido que en septiembre vamos a tocar allá.
Mientras tanto seguiremos componiendo, experimentando diversas formas
de trabajo, entendiendo a las máquinas como parte del rock.
Estamos tratando de volver a lograr esa honestidad que siempre tuvimos.
Reflejar algo verdadero, no algo pochoclero.
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