MARTA DILLON
Pienso
en otra dimensión del tiempo. Pienso en un tiempo sencillo, que
pueda perderse sin nostalgia, caminando lentamente en la madrugada sin
tener que llegar a ningún lado, sin que el miedo apure el paso,
sin buscar la luz como mariposas de la noche porque en la oscuridad
acecha la violencia.
Pienso en esos minutos que tomamos algunas noches, sentados en una esquina
mientras pensamos qué queremos comer, qué bueno es estar
así, en un umbral mirando pasar la vida y la gente y las palabras.
Un tiempo sin amenazas. Lo que no sucede hoy, tal vez suceda mañana
y mientras tanto preparo el terreno, respiro hondo, me detengo y pienso:
qué es lo que tengo que hacer ahora. Si es comer, que sea comer,
si es leer que no sea pensar en escribir, si es viajar, viajar y no
atravesar la ruta sólo porque la ansiedad pide llegar.
Pienso que mientras escribo llueve y que tal vez hoy jueves haya salido
el sol, que son días distintos, que uno se presta para comer
asado al aire libre y otro para tortas fritas y mate. Pienso también
que a lo mejor la lluvia sigue y empiezan a salirnos escamas en la piel
y perdemos toda noción del tiempo porque las días y las
noches son iguales, mojadas.
Pienso en otra dimensión del tiempo. Una en la que no sienta
la urgencia de hacerlo todo ahora porque no sé qué va
a pasar mañana. Una que me permita confiar en mañana,
que me deje transcurrir sin miedo, que me permita mirarme en otros ojos
y perderme de mí. Una dimensión que no necesite del puro
presente para poder gozar sino que se dibuje como una flecha que encadena
emociones parejas, a lo largo de los días, de las mareas, de
las lunas. Un tiempo en espiral que nos reúna en alguna curva
y nos haga subir juntos ahí donde el tiempo no pasa sino que
está.
Pienso en un tiempo que de verdad esté a favor de los pequeños,
de los que luchan, de los que esperan, de los que no tuvieron tiempo.