MARTA
DILLON
Soy
de las que creen que la bronca es sana. No se puede aceptar mansamente
las cosas aberrantes con las que tenemos que convivir y seguir dibujando
sonrisas para ver si algo cambia por buena voluntad. Claro que después
hay que saber qué cuernos hacer con la bronca, pero por lo menos
empecemos por ahí, por la bronca. ¿Cómo puede ser
que en Argentina se produzcan más contagios de vih por año
que en Brasil, Perú o Paraguay? Incluso más que en los
Estados Unidos dice el editorial del gran diario argentino del sábado
pasado. Puede ser porque asistimos al mismo silencio de siempre, porque
ya vimos lo que pasa recordar los quilombos frente a la Legislatura
cuando se quiso hablar de anticonceptivos cada vez que se intenta
hablar de sexualidad responsable, desde un Estado que sigue sosteniendo
un absurdo matrimonio con la Iglesia católica. Me muero de bronca
y de impotencia cuando veo esos datos. Me muero de bronca porque todos
los días veo cómo la gente silba bajito cuando se habla
de usar preservativos, como si todo les pasara a los otros, otros desconocidos
que viven en otro lado. Hasta los pocos que hablan de forros por la
tele como Antonio Gasalla necesitan actualizar su información:
los forros no se usan si te acostás con alguien que no conocés
demasiado, como dice él. Los forros se usan siempre. Por supuesto
que hay parejas que deciden hacerse el análisis y después
dejar de usarlos. Bárbaro, pero eso no tiene un carajo que ver
con cuanto se conozcan sino con el resultado de los putos análisis.
Ya aprendimos que el silencio mata, ya sabemos a dónde lleva
hacerse el boludo frente a lo que le pasa a una parte muy importante
de la sociedad. Hacerse los boludos es discriminatorio en lo privado
eso que hace que te miren con desconfianza si exigís el
uso del forro y criminal de parte del Estado. Pero no les importa,
cómo les va a importar si la mayor parte de los que se infectan
son pobres, presos, jóvenes, hombres y mujeres que no tienen
acceso a la educación la mayor parte de los que hoy estamos
infectados no terminaron su ciclo secundario y el 30 por ciento no terminó
la primaria ni al sistema de salud y que por sobre todas las cosas
no tienen oportunidades. ¿Entonces para qué se van a cuidar?
Si al fin y al cabo más de un tercio de la población está
muerto desde que nace, qué importa cuál es la causa, da
igual que se mueran de sida, por el gatillo fácil o hacinados
en una cárcel. Me da bronca e impotencia pensar que tantos amigos
muertos, tantos muertos amigos de alguien más, no han servido
para que tomemos conciencia que cuidarse es fácil sólo
hay que decir cómo, ponerse un forro no es ninguna tragedia.
Al contrario, te asegura que podés hacer lo que quieras con quien
quieras y no tener pesadillas al otro día.