MARTA
DILLON
Un sol
de otoño me toca la cara. Tengo un abrigo nuevo, regalo de cumpleaños.
Dos palomas hacen un nido sobre la chimenea de la parrilla. Es un lugar
calentito que se enciende cuando vienen los amigos. Hay unas pocas cosas
a mi alrededor, cosas que nombro para apropiármelas. Es lo que
tengo ahora, dos o tres cosas, no puedo con más. Mientras vea
la luz sobre el césped siempre voy a poder caminar. Y es lo que
hago. Invento el camino de nuevo, no es la primera vez; no será
la última. Un pensamiento circular sobre el valor del tiempo
me confunde. A veces me parece que todas son la última oportunidad.
Después me doy cuenta que mis planes son a largo plazo, que he
vivido toda la vida en un día y que no se pierde eso que habita
en mi corazón. Por ahora la belleza tiene un filo oculto, es
como si hubiera vidrios en el pasto que piso descalza. Me estoy recuperando
y me duele lo perdido como miembros fantasmas a los que no puedo aliviar.
Ya sé que si pongo mi dolor en perspectiva sólo puedo
callar, pero el amor no entiende de esas cosas. Hay que explicarle despacio,
hay que volverlo a su cauce, hay que devolverle los ojos que quemó
la pasión. Amor, el amor es otra cosa. Es, creo, atravesar las
grandes aguas y aun así no soltarnos las manos. Los manotazos
de ahogado no ayudan a sobrevivir y ya no tengo voluntad de echar botellas
al mar. Ahora nombro unas pocas cosas: mi hija, mis amigas, mis amigos.
Alguien que llama porque cree que puedo ayudarlo. No sé si puedo,
pero ese llamado me rescata, me ayuda, me recuerda que al fin y al cabo
sólo se puede transitar esta vida si nos podemos dar una mano
unos a otros. Si no, qué.
Sólo tengo que seguir adelante. Quitarme de encima lo que me
hace daño, espantar su recuerdo (la sed de su boca) como a moscas
en verano. La primavera sigue al invierno, qué duda cabe. Y voy
a florecer otra vez cuando sea el momento, a pesar de los años,
los golpes, la lipodistrofia y el virus. Lo que soy no tiene que ver
con esas anécdotas: late con su propia música y es capaz
de acunar a sus amores. Hay demasiadas razones para seguir peleando
como para detenerme ahora, puedo ver a través de mis lágrimas,
puedo hablar aun cuando esté llorando. Sobre todo porque estoy
entera y todavía puedo recoger la carpa de mis ilusiones y cargarla
en la espalda como buena caminante. Cuido mi luz porque todavía
tiene mucho que alumbrar y ya sé que a este invierno también
le seguirá la primavera.
[email protected]