Loquero
Jaime Sin Tierra, para combatir la mediocridad del rock argentino 2000
Dos
recetas magistrales
Tan
deliberadamente lejanos del showbizz de las estrellas Grammy como del
rocanrol de las masas (y por suerte, también del concepto ensalada Mega)
he aquí dos buenas bandas, con sonido, canciones y letras... Lo que no
es poco: es bueno entonces, echar una mirada a partir de estos muy buenos
discos.
TEXTOS
PABLO PLOTKIN
FOTOS TAMARA PINCO
En una
entrevista publicada en un fanzine de Trelew (María Puede Ver),
el reportero le pregunta a Chary: ¿Qué planes tienen
para el futuro? La voz de Loquero responde: Futuro... Al menos
yo, conseguir un lugar para dormir hoy. La respuesta no fue sarcástica.
Basta con repasar los últimos años en la vida de Chary.
A principios de los 90, en la fría Mar del Plata, los Pixies le
parten el alma lo suficiente como para querer formar una banda de
rock y parecerse todo lo posible a Frank Black. En 1992 nace Loquero y
al cabo de una serie de shows empiezan a editar casetes con títulos
del tipo El que no se consuela es porque no quiere o Todo lo que hay que
saber para ser un éxito. En 1997, mientras Chary trabaja como enfermero
en el área de infectología del Hospital Interzonal de Agudos
de Mar del Plata, Loquero edita su primer álbum: Temor morboso
a la exposición pública. Fue una cosa muy enroscada:
cargaba con muchos años de frustración, no sólo a
nivel humano, sino también musicalmente, relata. Entonces
trabajaba con pacientes infecto-contagiosos terminales. Estaba bien, pero
el sistema de salud es muy jerárquico y para mi gusto había
demasiado control sobre el personal. Los supervisores me tenían
repodrido y yo soy medio alocado. Cuando trabajaba en Psiquiatría,
agarraba mi ambo, se lo ponía a un paciente y yo me sentaba a comer.
Imaginate cómo le caía a la supervisora ver a un chabón
corriendo por los pasillos con mi uniforme. Después renuncié
por la banda: me vine a vivir acá. Pero era bueno. La salud y la
música se llevan bien: las dos curan.
La agorafobia
de comadreja expuesta en Temor morboso... le sirvió a la banda
para exorcizar algunos complejos y entonces vino Club de Solos, un giro
hacia un power pop con malformaciones genéticas. En alguna
crítica se dijo que era un producto punk, como Flema pero
afinado o algo por el estilo. No creo que sea así. Creo que
es pop, pero siempre exponiéndonos de cuerpo entero, describe.
Chary ya se había mudado a Buenos Aires, donde siempre durmió
y vivió como pudo. Las necesidades te llevan a hacer cualquier
cosa, dice a primera hora de la tarde, con un vaso de licuado de
banana en la mano (éste es mi desayuno, almuerzo y cena).
Desde afanarte cositas de los supermercados a ser taxi boy, ocasionalmente.
Tuve que hacerlo por dinero y no me dolió mucho. Hice de todo y
no me arrepiento de nada: vendí todo lo que había que vender
y compré todo lo que había que comprar. Ahora vivo en una
casa semitomada, con unos cuantos peruanos, paraguayos, taxi boys, travestis
que hacen sus favores en las noches de soledad. Después de las
doce salgo a la calle por Rivadavia, revuelvo la basura... La gente tira
cosas interesantes: todos mis muebles están sacados de ahí.
También encontré muchos vinilos de la década del
60, de zamba y demás. Pero yo no tengo ni grabador, así
que se los regalé a una chica de Mar del Plata. En síntesis:
Económicamente, la música para mí es un fracaso;
espiritualmente soy millonario.
Loquero
ya tiene listas las canciones para un nuevo disco, Fantasy, que seguramente
se convertirá en lo mejor del grupo de aquí hasta el final.
Mientras tanto, saldrán de tour por Europa a mediados del 2001:
recorrerán el circuito squatter nórdico y girarán
durante un mes por España. Aquí está Chary dando
una pista sobre los temas que le quitan el sueño (o sobre los que
ya no se lo quitan): Nuestras canciones tienden más al universo
personal que al social. La policía ya no me da ni asco: no existen
para mí. No podemos hacer más las canciones que hacíamos
a los 20 años. Hablamos de lo mismo que hablan Shakira, Ricky Martin,
Ricky Espinosa o Cristian (Aldana): amor, odio, broncas. ¿Qué
más?
En
vivo: 21 de octubre en La Fuente de Hurlingham; 22 en Cemento.
La primera
imagen que Jaime Sin Tierra le mostró al mundo fueron dos pies
recortados sobre un cielo de estrellas, una ilustración que parecía
coloreada a lápiz por un escolar sensible y aplicado. Era la tapa
de El avión ya se estrelló y yo sigo volando, el primer
relato de un náufrago de una dramática sucesión que
hasta hoy arrastró tres discos y unos cuantos corazones rotos.
De aquel debut un puñado algo caótico de buenas canciones
marcadas por una instrucción progresiva y una adolescencia grunge
hasta el reciente Autochocador pasaron dos años y medio, y algunas
cosas más. Entretanto, dieron a conocer Caja Negra, canciones,
remixes y demos encontrados en la caja negra de un avión estrellado.
ATENCION: ESTO NO ES UN DISCO, advertían, adelantándose
al concepto de la Bruja Blair y (de un modo inconsciente, quizás)
aclarando que no se les habían acabado las ideas.
La confirmación
de la sospecha (léase: Jaime Sin Tierra es un muy buen grupo de
rock) llegó entonces con Autochocador, el primer álbum fuera
de Ultrapop (que editaba a la banda cuando el sello todavía era
El Club). En un principio, la recurrencia catastrófica parecía
inoportuna, pero después de escuchar el disco cualquiera entiende
que eso de los accidentes no responde a una oxidada obsesión sado
tipo Crash (la novela de Ballard llevada al cine por Cronenberg): son
pequeñas, sencillas alegorías para contar grandes tragedias
de amor. Y aunque Nicolás Kramer, cantante, guitarrista y letrista
del cuarteto, no sea un poeta deslumbrante, tiene talento para producir
vibraciones con pocas palabras. Pensaré en ella cuando me
falte el aire y esté lejos del suelo. Las mariposas que vuelan
dentro del agua se quedarán en silencio, canta en Tifón,
una de las doce veces que Kramer muere espantosamente de amor en un solo
disco. Lo que hago es comparar las emociones con cosas muy cotidianas,
cuenta quien abandonó su empleo de publicista para dedicarse a
la grabación, y cuyo discurso, afortunadamente, es mucho menos
interesante que sus canciones (el rock argentino, por lo general, depara
casos a la inversa). Son canciones muy personales: no hablan más
que de uno. El hecho de compararlas con los accidentes es simplemente
una manera de sacarlas para afuera, que no suene todo tan fatal como parece.
A diferencia
de El avión ya se estrelló..., donde las guitarras distorsionadas
y los cambios de clima repentinos lo dominaban todo, los explosiones (implosiones)
de Autochocador son tan delicadas que a un oído incondicionalmente
rocker le sonarán anoréxicas. Hemos bajado los decibeles
mucho, aunque no sé a qué se debe, observa Nicolás.
Las cosas fueron sucediendo sin pensarlas demasiado. Tal vez estemos
encontrando un sonido personal. En el primer disco volcamos todas las
cosas que habíamos tocado durante los primeros dos años.
Esta vez dejamos de tocar para dedicarnos exclusivamente a terminar de
componer y grabar. Así que creo que el cambio pasa por eso de ponernos
a experimentar y a tomarnos con calma la composición: fuimos componiendo
todo en función del disco.
El alcance
que tuvo el primer álbum en la nebulosa indie porteña superó
las expectativas de los autores. Pero Nicolás asegura no estar
a la espera del juicio popular. No esperamos demasiado, resume.
Somos cuatro amigos que disfrutan de esto. Nos alcanza con que el
disco esté afuera; todo lo que venga después, será
bienvenido, pero no nos vamos a sentir defraudados si no aparece una respuesta
del público. Ya tenemos un buen motivo para estar contentos: el
disco está en la calle.
En
vivo: mañana a las 22 en El Dorado; jueves 28 en La Cigale.
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Temor
morboso a la exposición pública (1997). Punk rock enfermizo.
Un disco difícil, que parece haber sido concebido con los dientes
apretadosdesde el fondo de una madriguera. Recomendados: “El Soldado”,
“Cucaracha” y “Sin apuro” (personas impresionables, abstenerse).
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Club
de Solos (1999). Producido por Nekro. Aquí Loquero se pone melódicamente
más amable y transforma esa revulsión malsana en energía power pop.
Recomendados: “Ghost in the F.O.R.A.”, “Esculturas”, “Generación”,
“Event Time” y “Mariposas”.
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Golpe
Bajo (2000).
Un Ep que rescata los desechos de su predecesor. Desprolijo
por definición. Recomendado: la excelente versión acústica de “Golpe
bajo”. Desconcertante (o no tanto) la cita gráfica al campeón marplatense
Uby Sacco (sacado).
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El
avión ya se estrelló y yo sigo volando (1997). Grabado en ocho
canales. Una colección distorsionada de relatos claustrofóbicos
y de sumisión romántica. Recomendados: “Anocheciendo”, “Perrito”
y “Cero de amor”.
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Caja
Negra (1999).
Una consecuencia experimental del primogénito, con remixes a cargo
de Spleen, el Satánico Dr. W (de Simio), algunos inéditos y versiones
en vivo. Recomendados: “(22)” y “Ella es más bonita que mi novia”.
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Autochocador
(2000).
Un delicado manual para condenados del corazón, representado en
una serie de desgracias automovilísticas, aéreas y acuáticas. Recomendados:
“Auto”, “24 centavos”, “Tifón”, “Azafata”, “Rinoceronte”.
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