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Jueves 12 de Octubre de 2000

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Andrés Giménez y la ¿reconstrucción? de A.N.I.M.A.L.

“Que no vuelva a pasar, por que si no...”

En gira mediática para aclarar algunos tantos, el único sobreviviente de la diáspora metálica más comentada del año dice que quiere hacerse de nuevos amigos. Y que dejó “muchas cosas” (¡chicas!, inclusive) por la banda que lleva adelante desde hace ocho años.

TEXTOS PABLO PLOTKIN
FOTOS TANARA PINCO

Lunes feriado. Reclinado en el asiento del acompañante del pequeño auto deportivo que maneja su manager Alejandro Taranto, Andrés Giménez vuelve del programa de radio de Mario Pergolini, donde intentó explicar su versión acerca del reciente divorcio de Marcelo Corvalán. Aparentemente, en algún momento sugirió que la última gira por Estados Unidos de A.N.-I.M.A.L. –un viaje de habitaciones baratas, shows masivos, Warped y Watcha, baños públicos y poco afecto– había sido demasiado para algunos. Minutos después de que Giménez abandonara los estudios de Rock & Pop, Corvalán mandó un e-mail aclarando que su decisión no tenía nada que ver con “incomodidades ruteras ni con que extrañara a su familia”. A Giménez no se lo ve del todo bien mientras revisa los últimos meses de su vida frente a un vacío bien cocido, en una fonda de San Telmo.

Desde la conversación con Corvata arriba del avión que los trajo de vuelta luego del Watcha Tour, el guitarrista pasó noches espantosas, dice. Pasó una semana entera acostándose a la una de la mañana para dormirse a las ocho. “De alguna manera fuimos los Benvenuto”, acota Taranto, refiriéndose a la comunión familiar que existía en la banda. Y, a juzgar por la naturaleza apacible de los alejamientos de Martín Carrizo (en un arco de actividades que incluyó su participación en la banda de Cerati, la grabación de canciones para su hermana Caramelito y la producción de nuevas bandas), Corvalán y Andrés “El Niño” Vilanova, A.N.I.M.A.L. se parece bastante a una casa paternal y segura, lo suficientemente próspera como para que sus hijos adolescentes no tengan que salir a trabajar para comer. Pero también lo bastante proteccionista y desprovista de riesgo como para que sus vástagos más inquietos se aburran y decidan abandonarla en busca de nuevos rumbos.

–¿Qué va a ser de A.N.I.M.A.L. ahora?
–La diferencia va a ser más bien física, pero no va a haber grandes cambios en la música. Yo siempre me encargué de la parte musical; Marcelo se dedicaba más a escribir. Aunque de hecho yo hice muchas letras, también. Creo que va a ser más pesado. El baterista nuevo, Marcelo Castro, tiene 30 años y viene de Ritual. Es hiperpesado. Y el bajista, Titi Lapolla, tiene 28 y es muy amplio, toca cualquier cosa. Creo que va a ser bueno. Nos juntamos una vez como para empezar a conocernos, y me reí muchísimo, la pasé muy bien. Me dieron ganas de seguir. Porque realmente me sentía para el orto, y ellos me devolvieron las ganas.

–¿Qué te convenció de seguir con el nombre?
–A.N.I.M.A.L. para mí es todo: mi vida, mi sueño, las 24 horas de los días de mi vida, no me puedo ver fuera de esto. Sería un hipócrita si empezara con otra cosa llamada Andrés Giménez, porque no lo sentiría. Me siento parte de esto, aunque haya quedado solo. Qué le voy a hacer... Con esto empecé solo: A.N.I.M.A.L. fue la banda que armé yo, y así como me hice de amigos como Martín, Marcelo o Andresito, creo que ahora puedo hacerme nuevos amigos y transmitir esa energía. No va a ser lo mismo, porque va a haber otra gente. Es muy difícil, loco. Te juro que siento que estoy llevando una piedra, que me tengo que hacer cargo de muchas cosas. Siento que puedo llegar a ser la lechuza cascoteada, pero también sé que si pongo los huevos que puse toda la vida, voy a estar feliz. Yo he dejado la vida por A.N.I.M.A.L. Para dar un ejemplo, he dejado de cogerme a una mina para estar repuesto al día siguiente en una gira.

–Marcelo Corvalán se fue porque creía que había desaparecido la “magia”. ¿Qué fue lo que pasó con “El Niño”?
–Para Andresito fue muy difícil, porque con 18 años entró a una banda hecha. Se tuvo que hacer cargo de una historia muy difícil: reemplazar a un asesino de la batería como es Martín. Se tomó el trabajo de reemplazar al más difícil y comerse presiones tremendas para un chico de esa edad. Toda esa vorágine lo lleva a tomar esta resolución. No se sentía cómodo, y la diferencia de edad entre nosotros llevó a que yo nunca tuviera una relación fuera de lo profesional tan fluida como la que tuve con Marcelo o Martín. Andresito ganó mucho en experiencia, pero también perdió buenaparte de su juventud. A los 18 años yo estaba en un sauna, en el “París I” de Flores; Andresito estaba en un tour por Latinoamérica delante de seis mil personas por show. Es entendible que el quía la haya flipado.

–¿Te costó entender las razones de “Corvata”?
–La verdad que sí, pero no podía obligarlo a seguir. Lo voy a lamentar toda mi vida, pero no puedo atar a nadie. Yo soy un tipo que sufre mucho por los afectos de la gente. Demasiado. Y me duelen en el alma estas cosas. Espero que no nos vuelva a pasar esto, porque si vuelve a pasar... No sé.


Todo o nada

El primer Animal (todavía no eran siglas, conversión forzada por un conflicto de patente) lo integraban Andrés Giménez, Aníbal Alo y el Polaco Zelazek. La primera deserción del grupo se produjo el día en que tenían que firmar el contrato con Tommy Gun Records para grabar su primer disco: una pelea al aire en un programa de radio terminó con el alejamiento de Zelazek. Alejandro Taranto, ex manager de los Cadillacs y ambicioso productor ejecutivo, había aceptado manejar a la banda. Taranto recuerda ese día: “Vinieron a la oficina, tenían que firmar contrato y me dijeron: ‘Vas a pensar que somos cualquiera, loco, pero el Polaco no toca más con nosotros’. Inmediatamente les respondí: ‘Bueno, es lo mejor que les podía pasar: búsquense a un bajista rubio de pelo largo’. Andrés me dijo: ‘Ya lo tengo’. En realidad no tenía nada, pero fue a la Unión de las Tribus y le ofreció a Marcelo la oportunidad de, en un mes, grabar un disco. Ahí empezó todo, en un estudio ignoto que me llamaba El Zoológico. Andrés venía de conocer el fracaso con una banda, de grabar dos discos y conocer toda la mugre del rock argentino. Y lo que nos propusimos en primera instancia fue exportar al grupo y convertirlo en algo tan grande como Pantera o Sepultura, o más. A costa de todo”.

 


Años

1992. Andrés Giménez (guitarra y voz), Aníbal Alo (batería) y el ex bajista de Violadores, El Polaco Zelazek, fundan Animal.
1993. Zelazek se va del grupo, lo reemplaza Marcelo Corvalán (ver aparte), y A.N.I.M.A.L. –así rebautizado, y con un toque “comprometido”– graba Acosados Nuestros Indios Murieron Al Luchar, el debut.

1994. Echan a Alo, ingresa Martín Carrizo, y graban Fin de un Mundo Enfermo. Comienza el mejor momento del trío.
1995. Telonean a Pantera en Ferro. Tocan en Cemento a beneficio de los indios wichis. Crece su convocatoria.
1996. Empiezan a llevar unas 1500 personas por show. Se van de gira por el México profundo. Aparece El Nuevo Camino del Hombre, definitorio en el sonido clásico de la banda. Tocan con Sepultura en Obras.

1997. Salen de gira por Estados Unidos. Ganan por segunda vez un premio MTV por “video de hard rock”. Martín Carrizo deja la banda: “se me fue el amor”, dice. Lo reemplaza Andrés “El Niño” Vilanova, 18 años, fan del grupo e hijo de Botafogo.

1998. Con la producción artística de Max Cavalera, graban Poder Latino. Crece la expansión continental de la banda.

1999. Aparece Usa toda tu fuerza, con participación estelar de Lemmy Kilmister. El trío pasa más tiempo fuera que dentro del país. Evalúan la posibilidad de “instalarse” en México.

2000. Participan del Warped y del Watcha Tour. De regreso, Corvalán y Vilanova dejan la banda. Giménez se queda con el nombre. Planean grabar un nuevo álbum en enero del 2001, en Los Angeles.