El
extraño caso de Carlos Alonso, artista en los márgenes
El
YO y las circunstancias
Su
nombre y el de su proyecto grupal Uno x Uno figuran consecuentemente en
las agendas de recitales, cada fin de semana, desde hace años. Pero, ¿quién
es realmente Alonso? Con décadas de trayectoria y varios ensayos y errores
de búsqueda, el hombre reniega de la “escena electrónica” porteña y sigue
en su bunker del Gran Buenos Aires.
TEXTOS:
MARIANA ENRIQUEZ
Carlos
Alonso siempre estuvo ubicado en lugares extraños, o por lo menos
diferentes. En 1962, cuando empezó a tocar (antes de que
existiera el rock nacional, como le gusta subrayar), tenía
sólo 13 años y entró en la banda de su hermano, Los
Brujos. En ese momento estudiaba guitarra clásica, y vivía,
como todos los integrantes de ese grupo, en un barrio a tres kilómetros
de San Miguel. Tenían como manager a la madre de Niki Jones (sí,
el del Club del Clan) y tocaron durante mucho tiempo. Pero, y siempre
habrá un pero en la historia de Alonso, por lo menos a nivel de
popularidad, no pasó nada. Hacíamos música
instrumental. Escuchábamos The Shadows, The Ventures, esas bandas.
Cuando empiezó lo del rock nacional apareció la revista
Pin Up, que organizaba festivales, pero no nos permitían tocar
porque éramos instrumentales y ellos reivindicaban el hecho de
cantar en castellano. Así que éramos marginales.
A pesar de que hoy, a los 50 años, se lo reconoce como un pionero
de la música electrónica, gracias a su grupo/proyecto Uno
X Uno, o una leyenda olvidada y demás calificativos
con los que seguramente se siente incómodo, prefiere definirse
como un artista o como músico 24 horas. Desde que me levanto
hasta que me acuesto, y a veces a pesar mío, aclara. Pocos
saben que Alonso hizo rock de todos los estilos y formatos. Incluso Uno
X Uno, que es visto como un proyecto electrónico, es bastante más
que eso. Tiene elementos electrónicos, es cierto, pero también
acústicos, se utilizan instrumentos, hay momentos de experimentación,
momentos de calma, momentos furiosos, algo industrial, algo de ambient.
No estamos hablando de música dance.
El misterio de Alonso también es buscado. Poco se sabe de él
en general: prefiere estar en su bunker/estudio de San Miguel, tocar todas
las veces que pueda a su manera, y no involucrarse demasiado con la escena
del rock en general. Después de Los Brujos, sigue relatando,
armamos una banda que se llamaba Aquelarre, antes de la Aquelarre
famosa, claro está. Y después pasé a un grupo que
nunca tocó en vivo: estuvimos como dos años encerrados,
ensayando, y quedó ahí. Poco después armamos Otoño,
con gente de Capital, y hacíamos un rock sinfónico bien
setenta, con veinte temas metidos en uno, ensamble de cuerdas, superproducido.
Y ahí vino un quiebre: decidí armar una cosa más
contestataria que se llamó Barrio. Era una suerte de rock nacional
con letras sociales. Tuvimos años muy fuertes de giras en la costa,
pero nunca pasaba nada por el tema de las letras, estábamos en
plena dictadura. En ese momento era muy importante el Festival de La Falda,
pero cuando tocamos ahí, en 1983, la banda estaba separada; me
acuerdo que hicimos el viaje hasta Córdoba sin hablarnos. En el
Festival salimos revelación, pero después, cuando
nos ofrecieron un contrato, optamos por la compañía equivocada,
nos tuvo un año en espera, no editamos disco, y yo me harté.
Lo próximo fue Los Peores del Barrio, una cosa muy cruda donde
mezclábamos tango, punk, psicodelia y new wave. Tocábamos
en fiestas medio raras. Después me cansé de los músicos,
de la droga de los músicos, de toda esa cuestión. Justo
me casé en el 85, y entonces me encerré en mi casa.
Me preguntaba cómo podía hacer para tocar solo, y armé
Uno X Uno cuando accedí a una computadora, que en ese momento era
complicado tener. Era muy chica, pero a mí me permitía expresarme.
Después tuve una caja de ritmos, y como yo soy ingeniero electrónico
todo resultó bastante natural. Entonces me encerré a componer.
¿Escuchabas música electrónica en esa época?
Lo llamativo es que no. Yo nunca fui de escuchar mucha música.
Escuché el principio del rock, cuando descubrí a Los Beatles,
Stones, The Who y demás. Pero después no, y tampoco en ese
momento. En el 85 tenía una portaestudio, una Yamaha chica,
y hacía rudio con plástico y hacía experimentos,
pero a partir de una necesidad mía, no por haber escuchado nada.
Cuando salimos a tocar, se produjo como un impacto: estaban surgiendo
la Sobrecarga, Los Fabulosos, que eran nuestro público y nos dijeron
que teníamos que ir al Parakultural. Ahí nos hicimos un
lugar y tocamos mucho. Los punks nos gritaban porque no teníamos
batería, pasaban esas cosas. Y ahí la gente me empezó
a traer discos, me invitaban a casas a escuchar Residents, Einsturzende
Neubauten, Cabaret Voltaire, This Mortal Coil, todas esas bandas que yo
desconocía. Fue una coincidencia: yo estaba haciendo ese estilo
de música, pero nunca había escuchado a mis contemporáneos.
Fue muy loco que muchos años después, en el 95, vino
Blixa Bargeld a la Argentina. El es el guitarrista, cantante y todo de
Einsturzende Neubauten, una banda con la que siempre se comparó
a Uno X Uno. Yo había hecho cosas para el Goethe, así que
cuando el Instituto lo trajo, me invitó a conocerlo.
¿Y qué sucedió?
Se vino para San Miguel con su novia de ese momento. Pasamos el
día, comimos, y nos encerramos tres horas tocando, zapando sin
hablar, tres guitarras y una batería, sin decir una palabra. Está
filmado. Fue algo interesante: hay un material que quiero usar de esas
grabaciones. Blixa está muy loco, ha tenido una vida alocada, y
para mí ahora no sabe qué vida está teniendo. Pero
no tiene ninguna postura: nada estrella, muy humilde, nada divo. Tiene
una locura muy distinta a la nuestra. Lo loco es que hay divos locales
que ni vienen acá, porque les parece que San Miguel es el fin del
mundo. El no tuvo problema. No resiste la comparación con algunos
bobos de acá.
¿Te parece que existe una escena electrónica en Argentina?
Yo tengo una edad para decir lo que pienso, y creo que en Argentina
de la escena del rock, e incluyo a la electrónica, es muy difícil
rescatar cosas, cosas que sobrevivan al tiempo. Me quedo con la primera
época del rock argentino: nunca más apareció un Almendra
ni un Pescado ni un Manal. Esta nueva camada del rock argentino me parece
que no va a quedar. Se pueden encontrar excepciones, pero en cuanto a
los músicos electrónicos específicamente, se preocupan
más por una cuestión de imagen o por hacerse amigo de tal
periodista para que les promocione tal cosa, que por ponerse a tocar.
Hay una gran confusión. Además, los músicos electrónicos
argentinos son muy quisquillosos y si ven una batería se molestan.
Yo descreo de todo eso, soy el raro de los electrónicos. En Uno
X Uno estoy tocando guitarra, a veces tocamos acústico, a veces,
electrónico. Cuando estoy solo toco todo electrónico, pero
no creo mucho en el purismo o en la mirada innovadora de la música
electrónica. Para mí, hacer música electrónica
es una opción más; es sólo otra posibilidad, lo mismo
que meter una guitarra. De lo demás, esa pose, de la cual muchos
se agarran o se esconden, yo paso. La aparición de la escena electrónica
argentina sirvió para que muchos que de otra forma no hubieran
tenido oportunidad se colaran por ese espacio y que tuvieran sus
15 minutos de gloria. Y hay un juego de poder, una lucha por un lugar
que no existe. No lo entiendo y nunca voy a poder entenderlo. Soy músico
porque me tocó y es pesar mío, y no estoy en esos manejos.
A veces me pongo en un lugar donde no quiero negociar, no me interesa,
no puedo hacerlo y prefiero quedarme en casa. Los 60 km que nos separan
de la Capital están buenos porque somos un grupo atemporal, han
pasado diez mil modas, y nosotros quedamos.
¿Por qué te parece que nunca pudiste tener cierta
respuesta más o menos masiva?
Tenemos un éxito silencioso. En este momento, con Horacio
Contursi (percusionista y baterista que supo estar en el Di Tella) y Héctor,
el bajista, estamos en un momento artístico y creativo impresionante.
Los shows salen bárbaro, a la gente le encantan y pasan cosas,
pero no sale de ahí. A veces me siento culpable de eso, porque
algo estaré haciendo mal para que no trascienda esto que logramos.
Estaría bueno que llegue a la gente, que sea algo más popular;
por ahí es un error mío, pero no lo descubro todavía...
(risas) No sé si soy yo o las circunstancias. Queríamos
probar suerte afuera, ir a Barcelona a intentar unos meses, pero no sé...
También los medios están agarrados a pautas y es complicado
para un grupo independiente. Nunca tuvimos apoyo de nada, el sello (La
Sonrisa de Luz/Ediciones Efímeras) lo manejo yo. Tenemos más
de una docena de discos grabados, han salido comentados en revistas internacionales
súper importantes como Keyboard, donde nos definieron como new
tango y música experimental. Y llevamos el material a sellos,
pero para los puristas del jazz no hacemos jazz, y lo mismo para los puristas
rockeros o electrónicos. Estamos en el medio de todo.
|