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Jueves 16 de Noviembre de 2000

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VIVE LATINO: UN FESTIVAL DE LOS QUE NO SE CONSIGUEN EN ARGENTINA

Todos juntos ahora

Con una asistencia total de ¡85 mil personas!, se concretó el fin de semana un festival para todos los gustos y de todos los colores del rock latino. Hubo fuerte presencia argentina: Los Fabulosos Cadillacs (casi locales), Divididos, Los Pericos, Los Auténticos Decadentes, las tres bandas que ganaron el concurso La Resistencia y... El No, que estuvo ahí para contarlo.

TEXTOS ROQUE CASCIERO
desde MEXICO DF

Vicentico, con ese habitual look de homeless elegantemente porteño que tiene, se mueve por el gigantesco escenario. Canta esas que saben todos: “Carnaval toda la vida”, “Matador”, “Mal bicho”, “La vida”. Desde un costado, sentado sobre los caños que sostienen los parlantes, Angelo Moore, de Fishbone, mira cómo su amigo argentino logra encender a 52 mil jóvenes mexicanos, que antes vibraron con Molotov y que agredieron a la cantante de Dover. Así, Los Fabulosos Cadillacs cerraron la primera noche del Festival Vive Latino y todo fue una fiesta. Por si fuera poco, Moore saltó a escena para una skalofriante versión de “Monkey man” y el Foro Sol (antes conocido como Autódromo Hermanos Rodríguez) estalló. Una confirmación: lo de los Cadillacs en tierras mexicanas es cosa seria.
Domingo, cinco de la tarde. En el escenario principal, los Pericos –que aquí no son tan conocidos como LFC– logran despertar al público de una larga siesta con una catarata de hits: “Jamaica reggae”, “Keep on moving” y “Waiting” enfervorizan a la raza. Cuando el clima ya está caldeado, comienzan a sonar los acordes de “Mejor no hablar de ciertas cosas” y, por primera vez en sus carreras, Ricardo Mollo emerge como invitado de los Pericos. El guitarrista de Divididos termina su solo con los dientes y el público arde. Después sube Cucho, de Los Auténticos Decadentes, para una festiva (y argentinísima) versión de “Home sweet home”. La banda se va con “No me pares”, pero la gente pide más. Los organizadores, que hasta ahí se habían mostrado mezquinos para soltar un minuto extra, deciden conceder ¡diez! a los argentinos, que vuelven con todo y dejan al público a punto de ebullición. Otra victoria.

Los shows de Cadillacs y Pericos fueron los puntos máximos del Festival, algo reconocido incluso por la prensa mexicana. Según algunos cronistas, el show de los reggae boys argentinos logró opacar a los números de cierre, el español Enrique Bunbury (toda una estrella por aquí) y los locales Jaguares –liderados por el prócer local Saúl Hernández–, “los favoritos de la raza de bronce”, según el diario Milenio. Hubo más argentinos en el Vive Latino: Los Auténticos Decadentes y Divididos tocaron, uno por día, en el escenario B, a un costado de las tribunas del Autódromo. Los Decadentes ya son bastante conocidos por aquí y el público no paró de bailar; Divididos, en cambio, tocó por primera vez en el DF, pero voló varias cabezas con su habitual potencia. Muchos mexicanos se iban lejos del escenario para ver en acción a Mollo, Arnedo y Araujo, algo asustados por el volumen de la aplanadora. Aunque no supieran muy bien de qué trataba esa serie de fragmentos de canciones (el popurrí de Sumo), los mexicanos armaron un pogo bastante considerable. Y hasta hubo lugar para otras bandas que viajaron desde Buenos Aires: La Zurda, Cinerama y Cottet, ganadores del concurso La Resistencia (ver Cerrado, pág. 8), que se dieron el gusto de abrir las dos jornadas ante un público bastante numeroso y bien receptivo.
Pero no sólo de rock argentino vivió este Festival. Hubo artistas de buena parte de Iberoamérica y un par de “colados”: los Fishbone, influencia clave para el rock latino, y los Wailers con tres de sus miembros originales, que interpretaron cada noche los éxitos que tocaban junto a Bob Marley. Entre los mexicanos, Molotov tuvo su polenta y descaro habitual, con Ricky Martin y Saúl Hernández como blanco favorito de su más bonita página, “Puto” (“Puto Ricky Martin, puto su papá/ puto Ricky Martin, puta su mamá/ Puto Saúl Hernández, puto su papá/ Puto Saúl Hernández, puta su mamá”, gritaron). El héroe rockero local, por su parte, respondió con diplomacia a la dedicatoria: según publicó el diario Reforma, dijo: “A fin de cuentas, lo importante es la música, independientemente de los gustos... Si hace algún cuestionamiento, es como quedarse en la primaria; nosotros abogamos por la libertad de expresión”. Asunto ¿concluido? El Gran Silencio se ganó al publico con su música sencilla, pero contagiante, y Julieta Venegas aportó un poco de delicadeza entre tanta adrenalina. La gente recibió bien a los venezolanos Los Amigos Invisibles y Desorden Público, a los chilenos Los Tetas y a los españoles Ska-P.
Dover, en cambio, debió retirarse el sábado después de una agresión a su cantante. Fue así: para proteger el piso del Foro (que se usa como cancha de béisbol) se había puesto una cubierta de “tejas” plásticas, pero el público –disconforme y de pocas pulgas con aquello que no le gustaba– las arrancó y las arrojó al escenario. Ese fue el único momento de tensión del fin de semana. El resto fue relax, baile y música, como si el lema del Festival (“Celebra tu identidad”) hubiera sido para los asistentes algo más que una frase promocional.
La comunión también se notaba entre los músicos, que compartieron anécdotas, consejos y otras yerbas en los camarines. Así que Ruben Albarrán, cantante de Café Tacuba (que lamentablemente no tocaron) fue a charlar con sus colegas y, de modo espontáneo, organizó una fiesta en su casa del barrio Satélite, en las afueras del DF. Hasta ahí llegaron, a la noche, Divididos, Cucho Parisi y Nito Montecchia de los Decadentes, Marcelo y Diego Blanco de Pericos y la banda de Bunbury en pleno. Aunque Albarrán (alias Cosme, Anónimo o Nrü, según se prefiera) apenas conocía a algunos de ellos, enseguida congeniaron: especialmente con el histriónico Cucho, animador nato de cualquier fiesta que se precie de tal. Hubo varias chelas (cervezas), algo de tequila y mucha música, elegida por el dueño de casa: desde vallenatos colombianos y ska mexicano del año 1959 hasta Aphex Twin, Underworld y Kraftwerk. La reunión, que duró hasta las cuatro de la madrugada, fue el cierre perfecto para el espíritu de camaradería del Vive Latino 2000. Y todos se fueron a dormir contentos.