VIVE
LATINO: UN FESTIVAL DE LOS QUE NO SE CONSIGUEN EN ARGENTINA
Todos
juntos ahora
Con
una asistencia total de ¡85 mil personas!, se concretó el fin de semana
un festival para todos los gustos y de todos los colores del rock latino.
Hubo fuerte presencia argentina: Los Fabulosos Cadillacs (casi locales),
Divididos, Los Pericos, Los Auténticos Decadentes, las tres bandas que
ganaron el concurso La Resistencia y... El No, que estuvo ahí para contarlo.
TEXTOS
ROQUE CASCIERO
desde MEXICO DF
Vicentico,
con ese habitual look de homeless elegantemente porteño que tiene,
se mueve por el gigantesco escenario. Canta esas que saben todos: Carnaval
toda la vida, Matador, Mal bicho, La
vida. Desde un costado, sentado sobre los caños que sostienen
los parlantes, Angelo Moore, de Fishbone, mira cómo su amigo argentino
logra encender a 52 mil jóvenes mexicanos, que antes vibraron con
Molotov y que agredieron a la cantante de Dover. Así, Los Fabulosos
Cadillacs cerraron la primera noche del Festival Vive Latino y todo fue
una fiesta. Por si fuera poco, Moore saltó a escena para una skalofriante
versión de Monkey man y el Foro Sol (antes conocido
como Autódromo Hermanos Rodríguez) estalló. Una confirmación:
lo de los Cadillacs en tierras mexicanas es cosa seria.
Domingo, cinco de la tarde. En el escenario principal, los Pericos que
aquí no son tan conocidos como LFC logran despertar al público
de una larga siesta con una catarata de hits: Jamaica reggae,
Keep on moving y Waiting enfervorizan a la raza.
Cuando el clima ya está caldeado, comienzan a sonar los acordes
de Mejor no hablar de ciertas cosas y, por primera vez en
sus carreras, Ricardo Mollo emerge como invitado de los Pericos. El guitarrista
de Divididos termina su solo con los dientes y el público arde.
Después sube Cucho, de Los Auténticos Decadentes, para una
festiva (y argentinísima) versión de Home sweet home.
La banda se va con No me pares, pero la gente pide más.
Los organizadores, que hasta ahí se habían mostrado mezquinos
para soltar un minuto extra, deciden conceder ¡diez! a los argentinos,
que vuelven con todo y dejan al público a punto de ebullición.
Otra victoria.
Los shows de Cadillacs y Pericos fueron los puntos máximos del
Festival, algo reconocido incluso por la prensa mexicana. Según
algunos cronistas, el show de los reggae boys argentinos logró
opacar a los números de cierre, el español Enrique Bunbury
(toda una estrella por aquí) y los locales Jaguares liderados
por el prócer local Saúl Hernández, los
favoritos de la raza de bronce, según el diario Milenio.
Hubo más argentinos en el Vive Latino: Los Auténticos Decadentes
y Divididos tocaron, uno por día, en el escenario B, a un costado
de las tribunas del Autódromo. Los Decadentes ya son bastante conocidos
por aquí y el público no paró de bailar; Divididos,
en cambio, tocó por primera vez en el DF, pero voló varias
cabezas con su habitual potencia. Muchos mexicanos se iban lejos del escenario
para ver en acción a Mollo, Arnedo y Araujo, algo asustados por
el volumen de la aplanadora. Aunque no supieran muy bien de qué
trataba esa serie de fragmentos de canciones (el popurrí de Sumo),
los mexicanos armaron un pogo bastante considerable. Y hasta hubo lugar
para otras bandas que viajaron desde Buenos Aires: La Zurda, Cinerama
y Cottet, ganadores del concurso La Resistencia (ver Cerrado, pág.
8), que se dieron el gusto de abrir las dos jornadas ante un público
bastante numeroso y bien receptivo.
Pero no sólo de rock argentino vivió este Festival. Hubo
artistas de buena parte de Iberoamérica y un par de colados:
los Fishbone, influencia clave para el rock latino, y los Wailers con
tres de sus miembros originales, que interpretaron cada noche los éxitos
que tocaban junto a Bob Marley. Entre los mexicanos, Molotov tuvo su polenta
y descaro habitual, con Ricky Martin y Saúl Hernández como
blanco favorito de su más bonita página, Puto
(Puto Ricky Martin, puto su papá/ puto Ricky Martin, puta
su mamá/ Puto Saúl Hernández, puto su papá/
Puto Saúl Hernández, puta su mamá, gritaron).
El héroe rockero local, por su parte, respondió con diplomacia
a la dedicatoria: según publicó el diario Reforma, dijo:
A fin de cuentas, lo importante es la música, independientemente
de los gustos... Si hace algún cuestionamiento, es como quedarse
en la primaria; nosotros abogamos por la libertad de expresión.
Asunto ¿concluido? El Gran Silencio se ganó al publico con
su música sencilla, pero contagiante, y Julieta Venegas aportó
un poco de delicadeza entre tanta adrenalina. La gente recibió
bien a los venezolanos Los Amigos Invisibles y Desorden Público,
a los chilenos Los Tetas y a los españoles Ska-P.
Dover, en cambio, debió retirarse el sábado después
de una agresión a su cantante. Fue así: para proteger el
piso del Foro (que se usa como cancha de béisbol) se había
puesto una cubierta de tejas plásticas, pero el público
disconforme y de pocas pulgas con aquello que no le gustaba
las arrancó y las arrojó al escenario. Ese fue el único
momento de tensión del fin de semana. El resto fue relax, baile
y música, como si el lema del Festival (Celebra tu identidad)
hubiera sido para los asistentes algo más que una frase promocional.
La comunión también se notaba entre los músicos,
que compartieron anécdotas, consejos y otras yerbas en los camarines.
Así que Ruben Albarrán, cantante de Café Tacuba (que
lamentablemente no tocaron) fue a charlar con sus colegas y, de modo espontáneo,
organizó una fiesta en su casa del barrio Satélite, en las
afueras del DF. Hasta ahí llegaron, a la noche, Divididos, Cucho
Parisi y Nito Montecchia de los Decadentes, Marcelo y Diego Blanco de
Pericos y la banda de Bunbury en pleno. Aunque Albarrán (alias
Cosme, Anónimo o Nrü, según se prefiera) apenas conocía
a algunos de ellos, enseguida congeniaron: especialmente con el histriónico
Cucho, animador nato de cualquier fiesta que se precie de tal. Hubo varias
chelas (cervezas), algo de tequila y mucha música, elegida por
el dueño de casa: desde vallenatos colombianos y ska mexicano del
año 1959 hasta Aphex Twin, Underworld y Kraftwerk. La reunión,
que duró hasta las cuatro de la madrugada, fue el cierre perfecto
para el espíritu de camaradería del Vive Latino 2000. Y
todos se fueron a dormir contentos.
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