Viaje
al interior de los últimos potreros: usos, costumbres, sueños y reglas
para entender este pequeño gran mundo
Juego,
juego, juego... Huevo, huevo, huevo
Aquí
no cuenta “el trabajo de la semana”, ni hay minuto cero ni misiones fútbol
antes de cada partido. Pero sí jugadores, referís, goles, expulsados,
caños y piñas. Todos los ingredientes del juego sagrado argentino, lejos
de las luces (y las cámaras de televisión) del centro.
TEXTOS:
CRISTIAN VITALE
FOTOS: TAMARA PINCO
Los
domingos más tristes son los domingos con lluvia. El lugar
común adquiere otra significación puesto en contexto. Quien
lo dice se llama Agustín Jiménez, tiene 22 años y
es volante izquierdo de Extremadura. Que no es ese equipo que hace un
par de temporadas, en la Liga española, tuvo una pequeña
legión argentina. Este Extremadura participa de un campeonato de
fútbol amateur, el de la Liga AEFA de Burzaco. Es increíble
apunta su compañero de equipo, Roberto, en la semana
no hacemos otra cosa que esperar que llegue el domingo para jugar este
campeonato. Por eso, cuando salimos el sábado a la noche y vemos
que el día pinta mal, nos agarra un bajón terrible. ¿Sabés
lo que es para nosotros jugar al fútbol en serio? Es la vida,
dice el hombre. Los campeonatos que organiza AEFA nuclean a unos 400 jugadores,
futboleros por amor a la camiseta que viven en diversos barrios de Adrogué
a Longchamps, en el sur del Gran Buenos Aires. Los partidos son de hacha
y tiza. Se juega fuerte, a veces leal y a veces no. Y las mayores calenturas
se dan en los clásicos. Es muy jodido si perdés con
los de un barrio vecino. Las cargadas suelen durar un mes, te vuelven
loco y encima te cruzás todos los días a los pibes que te
ganaron, sostiene Gastón de 22 años, volante de Parma,
otro de los equipos que animan el torneo todos los domingos en la canchas
de ATE, que están sobre la Avenida Espora, enfrente de un cementerio
privado.
La jornada comienza muy temprano. Hay dos partidos a la mañana
-empiezan cerca de las 11 y tres más a la tarde. Desde las
14 hasta las 18, hay continuado todos los domingos. El paisaje habitual
es de ambiente familiar: madres, padres, hermanos y hasta hijos van a
ver a sus ídolos, los jugadores. En cada equipo, innegable, hay
dos o tres tipos que la mueven y otros, a la inversa, que destruyen todo
lo que encuentran. Por lo general, aquellos que llevan la ventaja en cuestiones
de taquitos y rabonas son los más jóvenes. Nicolás
Obregón, 17 años, es uno de los ejemplos. De lunes a sábados
entrena y juega en la sexta de Quilmes. Y los domingos se engancha al
potrero para tirar caños representando a El Triángulo,
otro de los equipos cuyo nombre, en este caso, tiene que ver con el rioba
de origen de sus jugadores. Si tirás un par de caños,
el rival, sobre todo si es grande, piensa que lo estás bardeando
y te pone de una. Es jodido, porque duele y lastima. Más yo, que
me tengo que cuidar si quiero llegar a la primera de Quilmes, razona
el pibe.
Por él y otros tantos es que hay partidos que son un festival de
lujos. Puro entretenimiento cuando los que se enfrentan se conocen desde
hace mucho tiempo y juegan sólo para divertirse. Pero las patadas,
se sabe, son lo más corriente en los campeonatos de este tipo.
Si bien los que organizan los certámenes amateurs tratan de manejar
el tema de la violencia con distintos métodos, muchas veces la
cosa se les va de las manos. Alberto, el organizador de AEFA, es muy cuidadoso
en este aspecto: Acá tratamos de encaminar la cosa. Los partidos
los dirigen árbitros de ASA Asociación Sureña
de Arbitros y el reglamento es similar al de AFA, pero con la diferencia
de que acá, por agresión mutua, los implicados pueden comerse
de 5 a 6 fechas de suspensión. No queremos líos... Imaginate,
si sos permisivo, tenés que tener cinco patrulleros todos los domingos
alrededor de la cancha. Es más, cada equipo tiene un delegado,
y ese delegado es el responsable del comportamiento de todos. Los
árbitros se hacen fuertes acá, y vos sabés que tenés
que respetar las reglas, si no te quedás sin jugar, aunque no llueva.
Cuando se arma pelea, el árbitro se pone a un costado y mira. Después,
informa y si te peleaste, cagaste, agrega Agustín, volante
de Extremadura. La tarjeta roja es temida. El árbitro, ante cualquier
situación de juego brusco patada de atrás, insulto
o gesto obsceno saca la roja y son tres fechas como mínimo.
Te querés matar... ¿Sabés lo que es para nosotros
estar tres partidos sin jugar...? Por eso sabemos que tenemos que cuidar
bien nuestros impulsos, recomienda Mauricio Ramírez, 23 años,
jugador de Barrio Ester. Los protagonistas hablan de dos niveles de campeonatos
amateur. Muchos de ellos jugaron en Ligas amateur más organizadas
y otras más de potrero, más ortodoxas si se quiere. Entre
las primeras, están AEFA, de Burzaco; Estrada, de Adrogué;
LIFA, de Lanús; Ateneo, de Villa Calzada o Delfín, de Lomas
de Zamora, que garantizan cierta paz entre los participantes.
Y tienen la estructura necesaria para hacerlo. Pero hay otras ligas, más
vinculadas con el potrero clásico, que no pueden contener a los
más fervorosos (por decirlo de alguna manera). No
sabés lo que es la Liga de Glew cuenta Christian Núñez,
la rivalidad entre los barrios es tremenda. Los árbitros siempre
pitan para el local, porque si no no salen. Yo entiendo que hay que tener
picardía para jugar, pero a veces esa picardía se va al
carajo. Y después... ¿cómo lo parás?
Formar parte de la competencia implica una decisión difícil.
La mayoría de los jugadores, obvio, muere por ir a la cancha de
Boca, River o Racing para ver a sus equipos preferidos. Pero casi nunca
pueden ir: el compromiso en el potrero es obligado. En la semana, aquellos
a los que ya se les pasó la edad de intentar suerte en el fútbol
profesional, trabajan y/o estudian siempre pensando en que llegue el domingo
para jugar. Y no para pagarse una general en la Bombonera.
Nosotros estamos pasados por la edad para ir a probarnos a algún
club, pero amamos el fútbol. Por eso, cuando salimos de trabajar
en la semana, hacemos picados de papi, andamos en bicicleta o salimos
a correr por la nuestra para seguir en estado, explica Sergio Díaz
Henriques, de 25 años. Juan José Juárez, su compañero
de equipo ambos juegan en Tenerife, cuenta: Estoy toda
la semana armando radiadores en un taller mecánico y después,
en vez de ir a joder con los vagos a la esquina, cazo la bicicleta y le
doy por las calles del barrio. ¿Sabés qué bien me
hace? Cuando juego, no siento pesadas las piernas. Para jugar en
esta Liga, los equipos deben desembolsar 170 pesos para la inscripción
y después, 70 pesos por partido. Más o menos, 5 o 6 por
cabeza. Los torneos más organizados, por otra parte, tratan de
no dar premios con dinero porque si no se matan, sostiene
uno de los organizadores. Los premios, entonces, son juegos de camisetas,
pantalón y medias, trofeos o pelotas. Está bueno así,
nosotros cuando entramos teníamos que pedir camisetas prestadas
hasta que ganamos un campeonato y nos dieron este hermoso juego,
dice Sergio, mostrando una flamante camiseta de Almagro. Otro de los premios
consuelo en este caso que otorga AEFA es el de fair play.
El juego limpio premia y castiga por igual. Si ves que ya no tenés
posibilidades de luchar por los primeros puestos, te tirás a portarte
bien y por ahí ligás algo. También es una satisfacción,
admite el defensor de Barrio Ester, Claudio Pucharella, uno de los más
veteranos de la Liga, con 38 años.
Otro tema son las hinchadas. Si bien el ambiente afuera de la línea
de cal es, generalmente, familiar y tranquilo, no falta ocasión
en que la chispa se enciende de afuera hacia adentro. Y se pudre todo.
En las ligas más heavies El Ceibo, de Lanús; el Torneo
de la Barrera, de Villa Calzada se cuenta que hay ciertos personajes
que suelen ir calzados para presionar desde afuera: Es
complicado, cuando se pudre mal hay que tener cuidado. Generalmente la
cosa se calma... Pero nunca falta el zarpado que arruina la fiesta,
cuenta otro de los jugadores, con bastante experiencia en los diferentes
potreros del sur. Por lo general, los mayores problemas aparecen cuando
se juega por plata. Hay ligas que prometen entre 2000 y 2500 pesos para
el campeón. Y muchas veces son torneos relámpago que empiezan
y terminan en el día. ¿Sabés qué...?
Ahí te podés ir con la espalda en el hombro. Y yo me tengo
que cuidar porque laburo al otro día. Es muy jodido. Yo prefiero
no jugar por plata sino por el honor. Si bien, acá en AEFA
también se juega a muerte y a veces terminamos a las piñas,
por lo general todo es más tranquilo. Con decirte que nuestros
familiares vienen a tomar mate..., cuenta Mauricio, eldefensor veterano
de Barrio Ester, uno de los equipos más viejos de la Liga. Los
más chicos de las Ligas ratonean con que alguna vez pase un Griffa
por la puerta y se los lleve para Boca. Gastón, compañero
de Nicolás en El Triángulo, sin embargo nunca tuvo esa suerte.
Intentó por las suyas probarse en Racing, pero no le fue bien.
Le pedían plata para entrenar y no llegaba. Por eso decidió
dedicarse al boxeo. Además del fútbol amateur, su otra actividad
es boxear en el Club Atlético Longchamps. Acá, los
pibes del barrio no tenemos en mente llegar a la universidad. Son algunos
nomás, el resto queremos probar suerte con el deporte... Estamos
en esta onda. Ojalá alguien nos venga a ver algún domingo
acá y nos lleve a un club grande. Lo dice aun sabiendo que
eso nunca sucederá.
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