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1900/1908


Tomás Alva Edison prueba uno de sus inventos: el dictáfono

Luz, más luz

POR ROBERTO COSSA

Thomas Alva Edison creó la lamparita y el gramófono, revolucionó el telégrafo y la transmisión eléctrica. Sin sus avances técnicos, ni el radar ni la televisión formarían parte de nuestra forma de vida actual. El genial inventor, nacido en el seno de una familia pobre de un pueblito de Ohio, acumuló una fortuna con la comercialización de los 1097 aportes que legó a la humanidad. El fotógrafo lo sorprendió en su despacho, poco antes de morir, mientras repasaba las ventas de la semana y grababa las cifras en un dictáfono, una de sus creaciones más conocidas. Con este invento, Edison se ahorraba medio salario de la secretaria. Esta capacidad para unir técnica con negocios y ambas virtudes con una férrea vocación para el ahorro convirtieron a Edison en el norteamericano más popular de la época, el norteamericano ideal: ingenioso, millonario y ahorrativo. Un clásico referente de los Estados Unidos de comienzos de siglo, el país de los pioneros, de los hombres hechos por sí mismos, de los pobres venidos a millonarios por obra del trabajo y la constancia. Ciudadano de un país con un proyecto hegemónico, Edison, que en su infancia vendía periódicos en los trenes, pasó de canillita a imprimir un semanario que él mismo distribuía por los vagones. Luego se hizo inventor. Todo lo contrario de lo que ocurrió con los Peralta Ramos, los inventores del diario La Razón. Nacieron ricos, tuvieron todas las oportunidades, pero no supieron ahorrar. Crearon un diario que llegó a ser el más vendido de habla hispana y que ahora se reparte gratuitamente entre los usuarios de los trenes. La puta mentalidad argentina. Continúa

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