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1914 /1918


Prisioneros rusos y sus captores aguardan en la estación de Tilsit

La era de las matanzas

POR JOSÉ MARIA PASQUINI DURAN

En las guerras, las imágenes humanas se parecen, no importa cuál sea la fecha del retrato. �Hileras de rostros grisáceos que murmuran, teñidos de temor, / abandonan sus trincheras, y salen a la superficie, / mientras el reloj marca indiferente y sin cesar el tiempo en las muñecas, / y la esperanza, con ojos furtivos y puños cerrados, se sumerge en el fango�, cita Eric Hobsbawm en el epígrafe del primer capítulo (�La época de la guerra total�) de su Historia del siglo XX. Esta fotografía muestra a soldados alemanes y rusos, captores y prisioneros, todos sorprendidos en 1914 mientras esperaban en una desolada estación ferroviaria. A lo mejor, entre ellos, o en alguna trinchera, estaba el Frontsoldat Adolf Hitler incubando el huevo de la serpiente. Tal presunción es lógica, porque la Primera Guerra Mundial inició la era de las matanzas. Sólo en la batalla de Verdún (febrero-julio de 1916) murió la mitad de los dos millones de combatientes. Perdió sentido la vida humana y así, sin valor, se pasó de los cálculos militares a los de la política y la economía. La brutalidad suprimió, de ahí en adelante, cualquier límite a las ambiciones de dominio mundial. Veinte años después, el Tercer Reich, liderado por Hitler, sería la apelación desorbitada de esa insaciable ambición, nunca colmada en el siglo que está terminando aunque sus portadores cambien de identidad y de sede. En los combates de la Primera Guerra, donde debutaron los tanques y los gases tóxicos, los soldados mataban y morían mirando al enemigo, lo mismo que ocurrió, sesenta y ocho años más tarde, en las islas Malvinas. Cerca de esas mismas islas, en 1914, tuvo lugar la primera batalla naval de esa guerra que muchos creían que sería la última. En realidad, antes de aquel 28 de julio de 1914 en que Austria levantó armas contra Serbia, nunca hubo una guerra mundial. Ésa fue la primera en la que participaron todas las potencias. Y, aunque el Tratado de Versailles puso fin a las hostilidades en 1918, el conflicto mundial se prolongó durante tres décadas, hasta la rendición incondicional de Japón en agosto de 1945, pocos días después de la explosión nuclear en Hiroshima. Mirando los �rostros grisáceos� de los prisioneros rusos que aparecen en la foto, es casi imposible presentir lo que sucedería tres años después en su amada Madre Rusia. Una minoría de agitadores bolcheviques, en 1917, organizaría soviets de soldados, obreros y campesinos para realizar la Revolución de Octubre. Si la Primera Guerra Mundial acabó con el mundo del siglo XIX, de sus escombros levantaría vuelo la Revolución Rusa que delimitó al siglo XX. La sobreviven sus tres demandas iniciales ��paz, pan y trabajo�� y el enigma del futuro, el mismo y eterno enigma que desvelaba a estos hombres de la foto, evocados aquí por un destello de la memoria, esa casquivana cualidad de la condición humana. Continúa

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