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1961/1989


El fin del Muro como frontera infranqueable entre Beerlín
Oriental y Occidental

Historia de dos ciudades

POR OSVALDO BAYER

Al cumplirse los diez años de la caída del Muro de Berlín, diez trabajadores se pararon donde antes se erigía la irracional pared de cemento. Uno de ellos portaba un cartel: �Ahora tenemos libertad pero no trabajo�. Frase que tal vez sea la mejor síntesis de veintiocho años con muro y diez años sin él. Un régimen logró trabajo para todos, pero detrás de un muro. El otro régimen logró eliminar ese muro, se quedó con todas sus empresas y fábricas y la divisa: flexibilización y ganancias. Hoy, las estadísticas hablan de miles de desocupados. Tuve la singular suerte (?) de estar en 1961 cuando se edificó el muro. Las autoridades de la Alemania comunista habían invitado a los periodistas de todo el mundo a un congreso extraordinario sobre temas de la profesión: pero la noche en que llegamos nos despertamos con el rugido de mil camiones que rodaban por la Unter den Linden y todas las restantes calles que llevaban hacia el Oeste, a los límites del sector occidental. Esa mañana se nos adelantó lo que ya habían comunicado las agencias de todo el mundo: la ciudad iba a ser dividida en el medio por un muro, que separaría al Berlín comunista de los sectores occidentales. Nos llevaron hasta el lugar donde miles de albañiles trabajaban ya, con lajas y cemento mientras otros bajaban a todo ritmo los materiales de los camiones, que iban y venían. Otros tapiaban hasta las ventanas de las casas que daban a Occidente. Era algo increíble. Me pareció estar ante la filmación de Metrópolis de Fritz Lang, la joya del expresionismo alemán. La explicación fue contundente: sin muro no se podía hacer el socialismo. El capitalismo, con sus cotizaciones de cuatro marcos orientales por cada marco occidental destruía todos los planes económicos de una sociedad solidaria: los habitantes occidentales tomaban el subte, llegaban al lado oriental y se llevaban todos los alimentos, por monedas, además de todas las provocaciones, los agentes y los sabotajes. Y lo peor: los jóvenes estudiaban gratis en la zona comunista y cuando se recibían se iban a Occidente a ganar el triple. Lo mismo los obreros especializados, los médicos, los ingenieros, los dentistas. Así era imposible planificar ningún futuro. Por eso el muro. En 1961 se comenzó a llevar a la realidad el socialismo. Con muro. Tema para una balada de Brecht y Weill. Pero se nos aseguró que el muro apenas iba a durar tres meses porque con él se iba a forzar un convenio con Occidente. Duró 28 años. También tuve la suerte de estar en Berlín en 1989 cuando las radios berlinesas anunciaron algo de ciencia ficción: el gobierno comunista daba permiso para dirigirse a Berlín occidental sin restricciones. El pueblo había vencido al muro. Viví mi exilio en Berlín occidental, con muro: esa isla. En el barrio Kreutzberg se respiraba olor libertario. El �68 parecía que había echado raíces para siempre allí. Artistas, vagabundos, soñadores, emancipadas, conspiradores, comediantes. Hoy he vuelto. Ya estamos en Nueva York: todo va para arriba. Hoy es capital, burócratas, inmobiliarias, eurodólares, coimisionistas, restaurantes de ejecutivos, marginados, cabezas rapadas, botas. Tenemos libertad, que no es poco. También la libertad de poseer carnet de desocupado. Berlín no aprendió nada. Continúa

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