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1980


Deudos anónimos lloran a Lennon durante su entierro

Un día en la muerte

POR RODRIGO FRESAN

Oír esa voz una y otra vez, todas las veces que sea necesario: �Well I just had to laugh-ah-augh... I saw the photograph-ahaph�, canta la voz de John Lennon casi al principio de una canción titulada �A Day in the Life�, al final de un milagro redondo llamado Sgt. Pepper�s Lonely Hearts Club Band. Lo cierto es que, seguro, John Lennon se hubiera reído �o se rió, se ríe, quién sabe� al ver esta foto y tantas otras mostrando el merecido dolor universal por su muerte absurda a manos y revólver de un iluminado que se creyó aquello de que Los Beatles eran más grandes que Cristo. Era la noche de un último día en la vida y Lennon cayó con cinco balas adentro, rodeado por casetes de su nueva música frente a la puerta de su casa, en el edificio Dakota de Nueva York, el 8 de diciembre de 1980. Así es la muerte. La muerte es una pistola caliente y la felicidad no. La muerte como final de sueño y prueba concluyente de que todo lo que necesitas es amor, pero el dinero no puede comprarlo y de que la guerra nunca termina. Desde entonces, otra de las preguntas que han pasado a formar parte del interrogante inconsciente colectivo �después de la guerra, del hombre en la luna� bien puede ser: ¿Papá, dónde estabas tú cuándo mataron a John Lennon? A lo que yo, algún día, contestaré: recuerdo que iba caminando por la calle y leí el titular en la primera plana de un diario (�JOHN LENNON BALEADO�, anunciaba Crónica) y lo primero que pensé fue que el Beatle John había entrado a robar un banco y que las cosas salieron mal. En serio. No se me ocurrió otra posibilidad que lo absurdo �el último gag de una película dirigida por Richard Lester� a la hora de compaginar a un pacifista cum laude con una muerte violenta. Hoy, las fotos de la muerte de Lennon (la que aparece aquí, las que siguen y seguirán apareciendo en todas partes con puntualidad fúnebre) producen un curioso efecto de novedad constante, de terrible ironía en la trama de una biografía, de inverosímil pero real paradoja del destino. Las fotos de la muerte de Lennon (las que les sacaron firmándole un autógrafo en la cubierta de Double Fantasy a quien horas más tarde se convertiría en su asesino, la foto que le robaron al perfil horizontal de su cadáver en una mesa de morgue, las fotos de gente llorando en el Central Park sobreimprimiéndose sobre aquellas fotos de gente aullando en el centro de la Beatlemanía, todas esas fotos, todos esos disparos de flash) tienen la curiosa y acaso necesaria propiedad de negarse a envejecer y ocupar el sitio que les corresponde en la marea de la historia. Así como la música de Los Beatles no pasa de moda, la muerte de Lennon �a diferencia de, por ejemplo, las muertes de Lady Di y John-John K� sigue siendo noticia. Ayer, ahora y mañana, como en una de esas relativistas imperfecciones en el disco rayado del espacio tiempo. La púa salta y cae y ahí volvemos. It was twenty years ago today... No podemos seguir avanzando porque, tal vez, la muerte de John Lennon haya sido y sea la única muerte del siglo XX que nos involucra a todos, porque de una manera u otra todos estuvimos y seguimos estando allí. Deudos para siempre, familiares cada vez más cercanos adentro de esa fotografía de las que John Lennon se ríe cada vez que la ve. Continúa

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