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1993


James, diagnosticado HIV positivo en 1985, en el hotel de
San Francisco convertido en refugio

El estigma

POR GUILLERMO SACCOMANNO

La cultura de la imagen nos acostumbró a mirar toda clase de horrores sin verlos. Se puede comer sushi mientras se mira por la tele una masacre políticamente correcta en los Balcanes. Total, los Balcanes quedan muy lejos. Además el sufrimiento de los otros, si se lo piensa, tiene su costado benéfico: siempre hay alguien que está más jodido que uno. A toda imagen trágica se le termina encontrando un lado valorable; arte o denuncia, la interpretación nos distrae del dolor. Y así nos permite mirar hacia otra parte. En efecto, hay una zona fuera de foco en la que se entreveran la compasión y el cinismo. Ya hace unos días que doy vueltas en torno de esta foto de uno de las primeras víctimas de sida. Me acerco y me alejo. Me propongo escribir, arranco y al rato me freno. Escribí: �uno� de las primeras �víctimas�. Subrayo: uno porque las víctimas tienen sexo, como tienen identidad. Borrarles el sexo es también borrarles la identidad, convertirlas en número, en estadística. Los nazis, a sus prisioneros en los campos de exterminio, les extirpaban el nombre convirtiéndolos en número. Siempre creí advertir un vínculo de horror entre víctimas de sida y víctimas de campos de concentración. Segundo subrayado: digo víctimas y no enfermos o enfermas. Se me ocurre que el término revela la naturaleza política de una enfermedad demonizada. A diferencia de otras imágenes escalofriantes �como si pudiera medirse el dolor�, las de campos de concentración y de sida suelen resultarme más próximas. En Argentina sabemos de lo uno y lo otro. Una pregunta: ¿por qué no pensar que la medicina, tratándose de sida, se define como una institución represora? La condena no consiste en la enfermedad sino en la forma en que todo un sistema �gobierno, hospitales, laboratorios, etcétera� estigmatiza y discrimina. El estado de un prisionero, como el estado de un enfermo, es provisional. Su vida es provisional. Se trata de una transitoriedad: mi existencia depende de un capricho del verdugo; mi existencia depende de que pueda acceder o no a una medicación. En tanto, vuelvo a mirar una y otra vez esta foto. No se trata ya de lo que yo pueda escribir. Se trata de lo que esa foto me dicta: este hombre está muerto. Continúa

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