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Sólo quizás

Por Ernesto Tiffenberg

Llegamos. Nadie puede suponer que haya algún mérito en ello, pero llegamos. Por fin nos encontró el 2000. Ni unidos ni dominados. Apenas unos años o meses más viejos, sobrevivientes de la caída de un muro que arrastró las convicciones mientras liberaba la imaginación. Cuatro quintas partes del siglo que pasó, los hombres y mujeres se creyeron dueños de su destino. Enfrentaron la muerte seguros de que el paisaje después de la batalla sería el inicio de la nueva era. Quizás la historia compare esas epopeyas con las de aquellas sectas heréticas que ni siquiera dejaron su marca en la Edad Media. Quizás, sólo quizás, las recuerde como los primeros balbuceos de una humanidad decidida a convivir en paz consigo misma. El fin de siglo disolvió las antiguas voces de combate en inconexos gritos de desesperación. El dominio de los mercados �y el pensamiento único que segregan� convirtió en irrisorio cualquier intento de proyección sobre el futuro. La política perdió el don de la esperanza transformadora; su único deber es perpetuar el presente, impedir cualquier interferencia en el turbulento camino de la economía. Quizás, sólo quizás, no sea tan sencillo. Algunos poetas, como Juan Gelman, todavía incitan a que nadie se olvide de olvidar el olvido. Otros, como Eduardo Galeano, todavía reivindican el derecho de soñar. Como queda claro en las rotundas imágenes de este suplemento, entre los escombros del Muro quedaron atrapadas las fotos de un siglo que murió una década atrás sin reconocerlo. Hace ya diez largos años comenzó la filmación de un vertiginoso videoclip que busca desesperadamente el argumento que le dé sentido. Quizás, sólo quizás, lo encuentre en este siglo. Y los hombres y mujeres vuelvan a tener proyectos, a creerse dueños de un destino y quizás, sólo quizás, ya no tengan que matarse para conseguirlo. Por fin entonces nos encontrará el 2100. Ni unidos ni dominados. Apenas dueños de un presente, un pasado y un futuro, con menos desigualdades e injusticias. Y quizás, sólo quizás, tengamos algún mérito en ello.

Las imágenes y las palabras

Con el desarrollo de la fotografía, la invención del cine, la TV y el video, el ojo que todo lo ve es hoy una realidad innegable. Las cámaras lo registran todo, desde el espacio privado al espacio público (incluso desde el espacio exterior, a través de satélites). Para bien o para mal, todos los eventos de este siglo han sido testimoniados por una imagen. Legítima o manipulada, espontánea o planificada, sirviendo su cometido inicial o convirtiéndose en evidencia contra quien la obtuvo, redefiniendo su elocuencia según pasan los años. Es por eso que, en este número especial sobre el siglo pasado, 37 periodistas y escritores �esto es: 37 personas cuyas herramientas de trabajo son la observación y la palabra� eligen una foto de los últimos cien años y la comentan. Cada imagen es, así, doblemente elocuente para la reflexión, en forma panorámica y coral, los sucesos que marcaron el siglo. Agradecemos a cada uno de los que aceptaron escribir en estas páginas y también al sello Phaidon �a través de su distribuidor argentino, Asunto Impreso� por permitirnos usar, como banco de imágenes para este suplemento, las fotografías del libro Century, un monumental compendio fotográfico de las imágenes del siglo (1120 páginas, más de mil fotos), que desde su reciente aparición se ha convertido en un verdadero fenómeno editorial. En cuanto a nuestro deseo para los tiempos que vienen, salta a la vista recorriendo estas páginas: que aprendamos a oír lo que dicen las imágenes, que aprendamos a ver lo que dicen las palabras, en este mundo en el que la proliferación de imágenes y palabras es cada día más ensordecedora y enceguecedora. Continúa

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