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Historia de
un hombrecito

Esta semana se proyectará, en el Festival de Cine Independiente, el largometraje documental Un especialista, un increíble trabajo de reconstrucción de las imágenes grabadas en distintos soportes durante el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961. Los autores de la película, Rony Brauman y Eyal Sivan, acompañaron su film con un extraordinario libro titulado Elogio de la desobediencia, que publica Fondo de Cultura Económica en estos días. Allí cuentan con rigurosa agudeza el contexto histórico y jurídico en que tuvo lugar el juicio a Eichmann, el peregrinaje que realizaron hasta recuperar el material en distintas partes del mundo y los dilemas éticos y estéticos que se les plantearon al manipular esas imágenes. Radar anticipa en exclusiva un escalofriante fragmento del juicio y la historia de la película.

(Una sala de teatro, con asientos en graderías. En el escenario, sobreelevada, la larga mesa donde sesionarán los jueces. Por encima del sillón del presidente del tribunal pende un escudo, sobre el cual se ha colgado un candelabro de siete brazos. La defensa y la fiscalía se ubicarán de frente a la Corte y de espaldas al público. A la izquierda de ellos, se encuentra la jaula del reo. A la derecha, la tribuna reservada para los testigos, de manera que acusado y testigos dan su perfil al público de la sala y quedan enfrentados, a algunos metros de distancia entre sí. Los primeros planos del film muestran la sala aún vacía, y se escuchan los cargos -.crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad-. enunciados en hebreo, inglés y francés.)
Fiscal Hausner: Señoras, señores, honorable Corte, ante ustedes se encuentra el destructor de un pueblo, un enemigo del género humano. Nació como hombre, pero vivió como una fiera en la jungla. Cometió actos abominables. Actos tales que quien los comete no merece ya ser llamado hombre. Solicito a la Corte que considere que actuó por propia voluntad, con entusiasmo, ardor y pasión, hasta el final. Y por eso les pido que condenen a este hombre a la muerte.
(En su jaula de vidrio, Eichmann sacude el polvo de su mesa con un pañuelo. Gritos en el público. Un hombre vocifera en dirección a Eichmann. Intervienen algunos policías para obligarlo a salir. Fundido a negro.)

Fiscal Hausner: Usted declaró que su trabajo en Austria fue el que le dio las mayores satisfacciones y le hizo saborear las alegrías de la creación.
Eichmann: Sí, es cierto.
Fiscal Hausner: Usted me confirma que, en la práctica, lo que hacía en Austria en esa época consistía en la expulsión forzada de los judíos.
Eichmann: Se trataba de una emigración controlada y metódica. Lamento que ese principio no pudiera mantenerse durante la guerra y hasta su fin.
Fiscal Hausner: ¿Es exacto que declaró usted que se trataba de una “emigración forzada”?
Eichmann: La emigración forzada significaba la emigración acelerada, sí.
Fiscal Hausner: Y en el curso de tal emigración los judíos perdían sus bienes, ya que no podían llevar nada consigo. ¿Es realmente así?
Eichmann: Es exacto, pero no es culpa mía.
Fiscal Hausner: Sea como fuere, los judíos jamás recuperaron un céntimo. ¿No es cierto?
Eichmann: Es enojoso, pero no es culpa mía.
Fiscal Hausner: Para todo cuanto tiene que ver con la organización de la emigración forzada, ¿usted era considerado por sus superiores como un especialista confirmado?
Eichmann: La emigración es un campo extremadamente complejo, y hay que conocer el tema si se quieren obtener resultados, pues los judíos...
Fiscal Hausner: Y por eso lo apodaban “El Especialista”.
Eichmann: Las capacidades las adquirí poco a poco en la organización de la emigración, que es un sector muy complejo. Para entonces conocía de memoria todos los reglamentos de los países de inmigración, las sumas de dinero que debían declararse, los diferentes detalles técnicos relativos a los pasaportes y a otros problemas. Por eso podía ser considerado como un especialista en la materia. Pero, en mi opinión, era una cualidad beneficiosa para ambas partes. Yo prestaba oídos a las quejas y a las demandas incesantes de ayuda y sostén hechas por los funcionarios judíos, que la legislación había excluido de la vida social y que se hallaban en muchos aprietos. Yo traté de ayudar a esos funcionarios judíos.
Fiscal Hausner: ¿Sólo para ayudar a esos representantes judíos hizo usted lo que hizo?
Eichmann: No, ya lo he dicho: era beneficioso para cada una de las partes. Y constantemente me amoldé a los deseos de los mismos judíos de tener supropia tierra, un país propio bajo sus pies. Yo adherí totalmente a esa idea, sobre la cual basé mi cooperación, mi alegre cooperación para encontrar una solución a ese problema. Mi deseo y mi idea eran participar en la creación de un territorio donde los judíos pudieran vivir. Quiero insistir en esto. Me sentí muy decepcionado de que esta tentativa fracasara. Entonces me dije: “¿Para qué elaborar mis propios proyectos? Soy demasiado débil y sin poder. En adelante no haré más que lo que me ordenen que haga”. Yo llevaba el uniforme, nada podía contra eso. Traté de librarme de eso, como fue comprobado, pero tuve que obedecer. Por mi parte, reconocí espontáneamente mi impotencia para hacer aceptar mis proposiciones y mis ideas, porque fueron aplastadas por el poder superior.
Fiscal Hausner: ¡Ah, pobre de usted! ¡Nada funcionaba como lo quería!
Presidente Landau: ¿Podemos detenernos, señor fiscal? Eso es todo por hoy.
(Fundido a negro.)

Presidente Landau: El acusado proseguirá su testimonio en el marco del contrainterrogatorio. Se le recuerda que sigue bajo juramento. Por favor, señor Hausner.
Fiscal Hausner: Esos trenes hacia el Este, en las deportaciones de las que usted era responsable, estaban destinados al exterminio, ¿no es así?
Eichmann: No, falso. “Al exterminio”, eso no puedo juzgarlo, porque no se determinaba de antemano si iban al exterminio o no. La sección encargada de establecer los horarios de transporte no sabía nada de eso.
(El público reacciona ruidosamente.)
Fiscal Hausner: ¿Es consciente de que esos deportados debieron padecer sufrimientos terribles?
Eichmann: Soy consciente de que, hasta que yo asumí la dirección de la sección (y ya lo dije, y los informes dicen lo mismo, hay documentos) reinaba una confusión y un desorden extremos. Según el informe, la gente a menudo permanecía ocho días encerrada en los vagones. Que yo sepa, ese tipo de cosas luego no volvió a ocurrir. Es posible que imperfecciones locales hayan acarreado ocasionalmente sinsabores. Pero nosotros hacíamos lo mejor que podíamos para detener y evitar estas cosas. Una vez tomadas las disposiciones de deportación y el destino, había que enviar un télex para determinar la capacidad de recepción. Entonces se fijaba la cantidad de deportados. En consecuencia, la hora y los horarios eran establecidos por la sección IVB4. Por otra parte, eso está en los documentos.
Fiscal Hausner: Por una vez, ¿es posible hablar sin la ayuda de los documentos, y apelar a su memoria? ¿Es imposible?
Eichmann: Pero yo querría explicarlo, porque....
(El presidente del tribunal se dirige al acusado.)
Presidente Landau: Escúcheme, usted sigue sin comprender la razón de ser de este interrogatorio. Usted debe responder a las preguntas, sin argumentación, a menos que sea indispensable para comprender la respuesta.
Eichmann: Yo solamente pensaba... era para evitar un malentendido que quería dar explicaciones. Pero si no está autorizado, entonces de acuerdo.
Presidente Landau: No creo que se preste a malentendidos. Prosiga.
(Fundido a negro.)

Fiscal Bach: Ahora, honorable Corte, pasemos a nuestro siguiente documento, donde dice: “Eichmann convocó al Consejo Judío, en el hotel Majestic de Budapest, para exponer el plan. Luego comenzó su discurso. Primero habló de la estrella amarilla de los judíos. Dijo que el Consejo Judío debería suministrarlas. Eran alrededor de tres millones. Y que, en caso de cambio de dirección, debe estar en conocimiento y dar su acuerdo. Si los judíos se portan convenientemente, nada les pasará”. Más adelante en el informe dice: “Eichmann recuerda el gran interés que tiene por los trabajos artísticos judíos y las bibliotecas judías. Él se ocupa de losasuntos judíos desde 1934 y habla hebreo mejor que nosotros. Nosotros le dijimos que teníamos un museo judío en el que se conservaban antigüedades y libros antiguos. Él dijo que vendría a visitarlo. La comunidad judía debe comprender que no se exige de ella nada más que orden y disciplina”. Señor Freudiger, ¿se encontró usted con Adolf Eichmann en Budapest?
Testigo: Sí.
Fiscal Bach: ¿Cuánto tiempo duró ese encuentro?
Testigo: Como máximo media hora.
Fiscal Bach: Según lo que usted dice, comprendo que el tono general era tranquilizador.
Testigo: Absolutamente. Ya no me acuerdo si fue durante la primera o la segunda reunión cuando nos dijeron que había que disolver todas las instituciones de la comunidad, porque todo debía estar centralizado en un solo sitio. Dijeron que debía tener cuatro o cinco personas, no demasiado. No lo llamaron un Judenrat (consejo judío). Querían tranquilizarnos, porque se sabía muy bien lo que significaba Judenrat. Lo llamaron Zentralenrat, comité central de la comunidad judía. Y yo era una de las siete personas responsables.
(El juez Halevi interviene para interrogar al testigo, en hebreo.)
Juez Halevi: En el curso de esta reunión se discutió, el acusado propuso, o estuvo de acuerdo, en liberar a los parientes de la radicación en el ghetto. Se trataba de los parientes ¿de quién?
Testigo: De los miembros de ese consejo central.
Juez Halevi: ¿Ustedes habían hecho una demanda para eso?
Testigo: No. No lo habíamos pedido.
Juez Halevi: ¿Y en qué medida informaron ustedes de la situación a las diversas comunidades de las ciudades de provincia, antes y durante las deportaciones?
Testigo: Cuando supimos, cuando comprendimos lo que era Auschwitz, los judíos del este y del nordeste de Hungría, o sea, trescientas mil personas, ya habían sido deportadas. Nosotros les habíamos informado. Ya sabían lo que les esperaba. Pero ¿qué podíamos hacer?
(Un hombre grita y el público reacciona ruidosamente.)
Presidente Landau: ¡No, no! ¡Silencio! Si no se restablece la calma, interrumpiré la sesión.
Testigo: Le pido perdón, señor presidente... Acerca de lo que dije hace un momento, antes del incidente, ahora la gente dice que no les habían dicho que huyeran. Pero la mitad de la gente que huía era atrapada y, por supuesto, ejecutada. Hoy nos reprochan: “¿Por qué habernos dicho que escapáramos?” Los agarraban simplemente porque no había por dónde escapar.
Presidente Landau: No estoy seguro de que eso responda a la pregunta que se le formuló.
(Otro hombre grita en la sala. Estrépito general.)
Hombre en el público: ¡Nos tranquilizaban para que no nos escapáramos, para que ustedes y sus familias pudieran salvarse!
Presidente Landau: ¡Hagan salir a ese hombre! Se suspende la sesión.
(Fundido a negro.)

Juez Halevi: Me permitiré faltar al procedimiento habitual renunciando un instante al hebreo para interrogar al acusado en su lengua. ¿Nunca le ocurrió tener un conflicto, lo que se llama un conflicto de conciencia, entre su deber y su conciencia?
Eichmann: Yo más bien llamaría a eso un estado desdoblado, una especie de desdoblamiento vivido conscientemente, que lo hace pasar a uno indiferentemente de un lado al otro.
Juez Halevi: Entonces, ¿había que renunciar a su conciencia personal?
Eichmann: Sí, de alguna manera. Porque no era posible regularla, ni organizarla uno mismo.
Juez Halevi: A menos que uno mismo asumiera sus consecuencias.
Eichmann: Era posible decir simplemente: “No juego más”, pero no sé qué hubiera ocurrido.
Juez Halevi: Si uno hubiera tenido más coraje civil, todo habría ocurrido de otra manera, ¿no le parece?
Eichmann: Por supuesto, si el coraje civil hubiera estado estructurado jerárquicamente.
Juez Halevi: Entonces, ¿no era un destino ineludible?
Eichmann: Es una cuestión de comportamiento humano. Así es como las cosas ocurrían, era la guerra, las cosas estaban agitadas, todos pensaban: “Es inútil luchar contra eso, sería como una gota de agua en el océano, ¿para qué? No tiene sentido, no hará ni bien ni mal”. Por supuesto, también está ligado a la época, pienso. La época, la educación... Es decir, la educación ideológica, la formación autoritaria y todas esas cosas.
Juez Halevi: En esa época era muy difícil para alguien aceptar las consecuencias de rehusarse a obedecer a las autoridades.
Eichmann: Se vivía en una época en la que el crimen estaba legalizado por el Estado. Era la responsabilidad de los que daban las órdenes.
Juez Halevi: Las grandes líneas estratégicas y tácticas del exterminio de los judíos fueron concebidas como una campaña planificada utilizando la guerra psicológica y ese tipo de cosas...
Eichmann: En mi opinión, eso se cristalizó progresivamente, a medida que ocurrían las cosas. Y, en caso de necesidad, Himmler daba directamente sus órdenes. No creo que desde el comienzo haya sido una... cómo diré, una discusión sobre las acciones que debían desarrollarse, donde tuvieran en cuenta los menores detalles de...
Juez Halevi: Usted dice que eso se desarrolló, digamos orgánicamente, con el correr del tiempo.
Eichmann: Así es como lo diría.
Juez Halevi: Por ejemplo, primero las comunidades judías de Viena y Praga, luego la de Berlín, fueron puestas bajo el control de la Gestapo. Los funcionarios judíos recibieron como misión registrar a los miembros de las comunidades, con miras a la emigración: arreglar la cuestión de sus bienes y proceder a un control relativamente estricto, que facilitó enormemente la emigración.
Eichmann: Sí.
Juez Halevi: ¿Y entonces vino la idea de los consejos judíos?
Eichmann: Sí.
Juez Halevi: Esos consejos judíos, como instrumentos de la política alemana para con los judíos, cómo decirlo... ¿facilitaron la ejecución de medidas contra los judíos?
Eichmann: Sí.
Juez Halevi: ¿Y permitieron una economía importante de mano de obra y de personal?
Eichmann: Sí.
Juez Halevi: ¿Tanto de policías como de funcionarios civiles?
Eichmann: Sí.
Juez Halevi: Al engañar a las víctimas, ¿permitieron facilitar el trabajo y también aplicar judíos a la tarea de su propio exterminio?
Eichmann: Sí.
(Fundido a negro.)

Eichmann: Recibí la orden de presentarme ante Heydrich y él me dijo: “El Führer ordenó la destrucción física de los judíos”. Me dio la orden de ir a Lublin. Cuando llegué, la instalación todavía no estaba en servicio. Volví a Berlín, donde hice mi informe e informé a mi superior, el general Müller, así como al jefe de la policía de seguridad, lo que había visto.Mi segundo viaje no lo ordenó Heydrich sino Müller, quien me informó que los judíos eran gaseados en Kulm, o Kulmhof. Él quería un informe sobre la manera en que las cosas ocurrían. En Kulmhof observé el proceso, de acuerdo con las órdenes, tomé notas y volví a Berlín, donde hice un informe a Müller sobre lo que había visto. Luego le pedí por primera vez que me destinara a otra función, porque no me sentía en mi lugar en este asunto. Müller me respondió que un soldado en el frente no podía escoger su sitio sino que debía cumplir su deber, cualquiera fuese su puesto. Y volví a ser enviado en misión por Müller, esta vez a Minsk. Llegué cuando estaba a punto de terminarse una operación de exterminio. Vi a soldados disparando sobre una multitud de gente de pie en un foso. Fue en esta ocasión, como ya lo dije, cuando vi cómo mataban a un niño en los brazos de su madre. Sólo fue tras mis visitas a esos lugares, de acuerdo con las órdenes, y tras haber informado lo que había visto, cuando recibí la orden de ir a Auschwitz para informar sobre esta cuestión a Müller. Luego volví a recibir la orden de ir a Lublin. Debía entregar al general Globocnik una carta que le encargaba... que lo autorizaba a matar a ciento cincuenta mil o a doscientos cincuenta mil judíos. La razón es que todavía recuerdo haber oído que Globocnik había tenido la curiosa ocurrencia de recibir esa autorización por escrito. Aparentemente es lo que había pedido. También recuerdo haber pasado en auto por Lemberg, en los suburbios, y haber visto algo que jamás había visto antes: una fuente de sangre. Era un lugar donde habían sido fusilados judíos poco tiempo antes y (probablemente como resultado de la presión de los gases) la sangre surgía de la tierra como un chorro de agua. Ésos fueron los cuatro viajes oficiales que hice en servicio bajo órdenes y en cuyo transcurso estuve en contacto directo con el exterminio de los judíos. Eso lo viví contra mi voluntad. Debía obedecer, debía hacerlo. No tengo otro testimonio al respecto.
Fiscal Hausner: A su manera de ver, ¿alguien que se ocupaba del exterminio de los judíos era un criminal?
Eichmann: Era un hombre desdichado.
Fiscal Hausner: ¿Era un criminal?
Eichmann: No quiero aventurarme a responder esa pregunta, porque nunca estuve en tal situación.
Fiscal Hausner: Usted vio que Hess hacía eso en Auschwitz. ¿Lo consideró un criminal, un asesino?
Eichmann: Tenía piedad de él, estaba desolado por él.
Fiscal Hausner: ¿Lo consideraba como un criminal, sí o no?
Eichmann: No revelaré mis sentimientos íntimos.

El montaje como cuestión moral

POR SIGMUND FREUD

Según sus autores, el punto de partida de Elogio de la desobediencia es el largometraje documental Un especialista, escrito por ellos y realizado tomando como fuente los archivos de video del proceso Eichmann. Se trata del primer film que toma a un burócrata criminal como el personaje principal, y se propone como un ensayo político sobre la responsabilidad: “La reflexión que plantea el film se propone ilustrar los estragos de la obediencia”. Si el caso Eichmann continúa suscitando fuertes controversias hasta hoy, no es porque existan dudas acerca de su culpabilidad. Este hombre que “adormeció su conciencia, rehusó confrontar sus actos con la cuestión de su propio sentido, que no vio a su alrededor más que problemas y soluciones técnicas”, sólo se expresaba a través de estereotipos. En otras palabras, dice Brauman y Sivan, Eichmann no pensaba: era “un instrumento en manos de fuerzas superiores”. Al poner en escena los archivos de video del proceso, Sivan yBrauman no hicieron otra cosa que exponer la posición defensiva de Eichmann en la forma de una acusación. “Quisimos mostrar los desafíos de una elección, de una alternativa: sumisión a la autoridad o afirmación del juicio personal; renunciamiento a la responsabilidad o autonomía de la persona”.
El juicio a Eichmann se puso en marcha el 11 de abril de 1961 (si bien el acusado sólo habló a partir del 20 de junio, luego de que el conjunto de los testigos de la acusación hubieran sido citados). La lengua oficial del tribunal era el hebreo, por lo cual todos los demás idiomas hablados en la Corte eran traducidos a dicha lengua al final de cada intervención. Para los periodistas extranjeros, se dispuso una traducción simultánea en inglés, francés y alemán. La radio israelí fue la encargada de grabar los debates. Pero, preocupado por conservar la memoria visual de este acontecimiento, el gobierno decidió filmarlo íntegramente (en Nuremberg, el gran antecedente, sólo se habían filmado momentos escogidos). Así, el proceso Eichmann dio lugar a la primera filmación del mundo realizada en formato video fuera de un estudio. En esa época, Israel no disponía de una red de televisión, razón por la cual se apeló a una empresa norteamericana, la CCBC. Cuatro cámaras de video, disimuladas tras falsos tabiques para no perturbar el desarrollo de los debates, fueron instaladas en el tribunal. Los operadores eran dirigidos desde la consola de video, que transmitía las imágenes de las cámaras sobre cuatro monitores, permitiendo la elección de los cuadros y de los ángulos en tiempo real. El realizador norteamericano Leo Hurwitz seleccionaba cuál de los cuatro ejes sería grabado. El 11 de diciembre de 1961, una productora de origen israelí tomó a su cargo el rodaje y filmó las sesiones del veredicto y el juicio de apelación (recordemos que Eichmann fue condenado a muerte el 30 de mayo de 1962, ahorcado al día siguiente y sus cenizas dispersas en el Mediterráneo, fuera de las aguas territoriales).
Pese a que se rodaron quinientas horas de imágenes, gran parte de ese material no fue utilizado y la mayor parte de lo grabado fue durante mucho tiempo inutilizable: debido a una incertidumbre jurídica con respecto a los derechos de explotación, la tonelada y media de cintas de video fue enviada a Nueva York. Cuentan Brauman y Sivan que durante quince años nadie se interesó por el destino de esas imágenes hasta que, en 1977, las bobinas volvieron a los archivos del Estado de Israel, por intercesión de una donación. Poco después se fundó el Steven Spielberg Jewish Film Archives, cuyo objetivo era reunir todo el material audiovisual referente al judaísmo contemporáneo. “Aquí comienza una zona de sombra que, a despecho de nuestros esfuerzos, jamás hemos podido esclarecer en su totalidad”, dicen los autores de Elogio de la desobediencia.

Rony Brauman (nacido en Jerusalén, presidente de Médicos Sin Fronteras entre 1982 y 1994, profesor
asociado en la Universidad Paris XII) y Eyal Sivan (nacido en Haifa, residente en París desde 1985, donde ha cosechado varios premios por sus documentales) en un descanso durante el montaje de Un especialista.

Las copias de los resúmenes cotidianos que se filmaron durante el proceso estaban guardadas en los Archivos del Estado, pero allí se ignoraba su existencia (sólo se enteraron de ello en 1996, en ocasión de las demandas de Brauman y Sivan y la cascada de conflictos inesperados que trajo aparejada). En cuanto a las cintas originales, fueron halladas en los Archivos Spielberg, resguardadas por la Universidad Hebraica de Jerusalén. Nadie parece saber cómo llegaron allí las voluminosas bobinas. Los Archivos Spielberg habían extraído una selección de setenta horas, “armada según una lógica que hasta el día de hoy se nos escapa”, dicen Brauman y Sivan. El resto del material permaneció desordenado y sin catalogar, hasta que ellos descubrieron su existencia por azar, en 1991, mientras realizaban otro documental sobre la desobediencia civil. De esas setenta horas de imágenes “fijadas sobre un soporte de calidad mediocre, y presentadas no comocopias sino como originales”, se vendían regularmente algunas secuencias, siempre las mismas, extraídas de las pocas cintas cuyo contenido conocían los empleados de los Archivos Spielberg. El resto fue declarado inaccesible o inexistente. Así, una de las más famosas imágenes del proceso sigue siendo la del desvanecimiento, en pleno testimonio, de un testigo sobreviviente de Auschwitz. Espectacular, conmovedora, una escena trágicamente muda se convirtió en el símbolo de ese largo proceso.
Persuadidos de que debía subsistir en alguna parte algo más que esas setenta horas, Brauman y Sivan lograron averiguar que tales originales estaban encerrados con doble llave en un formato de video obsoleto (dos pulgadas NTSC), que requería máquinas especiales que sólo podían hallarse en Estados Unidos. Entonces intervinieron algunos periódicos israelíes, indignados por la situación, y la contienda llevó a Brauman y Sivan hasta la Corte Suprema israelí. En vísperas de la sentencia, los archivos estatales finalmente les propusieron un arreglo y la verdadera salvaguarda de las imágenes del proceso Eichmann pudo comenzar, organizada y financiada por los propios Brauman y Sivan.
“Para avanzar en esa masa de imágenes adoptamos un método de reducciones sucesivas”, explican a continuación los autores. La supresión de los intervalos de traducción constituyó la primera reducción, “que también involucró, por desgracia, las imágenes de muy mala calidad”. De las 350 horas que habían recibido quedaron 70, de las cuales diez fueron reservadas con miras al montaje final, para dar coherencia temporal y fluidez a la narración: “un conjunto de planos y minisecuencias conservadas específicamente por su poder de evocación visual o para los encadenamientos de los distintos momentos de diálogo, o incluso para señalar el paso del tiempo”.
Cuando esta masa fue reducida a 30 horas, decidieron que había llegado el momento de “liberarse” del desarrollo cronológico del proceso, en beneficio del orden histórico de los acontecimientos, narrando episodios con varias voces diferentes. La silueta del “especialista” comenzaba a aparecer. Brauman y Sivan confiesan que, a despecho de la importancia que conceden a la “cuestión judía” y a cómo los nazis habían logrado proscribir hasta el suicidio en el mundo de los campos de concentración, “fracasamos en poner en escena el contraste entre estas dos situaciones por el modo en que se sobreentendieron ambos temas por parte de todos los actores del juicio”.
Las dos últimas reducciones los dejaron con una hora treinta. La última etapa, que debía conducir al film, consistió primero en un trabajo sobre el texto escrito, con el objeto de establecer una continuidad dialogada definitiva. Luego apelaron a una estructura en una docena de cuadros. “Ya habíamos elegido el punto de vista: el de un espectador presente en la sala de audiencias, confrontado con la escena del tribunal, es decir, con la soledad del juzgado. La construcción de un espacio y un tiempo por recorte y zurcido, durante el montaje, nos evocó la fantasía de dominación absoluta, el sueño totalitario por excelencia. ¿Debe verse en esto una de las razones de la fascinación de los tiranos modernos por el cine?”, dicen. En cuanto al sonido, micrófonos asignados a cada uno de los protagonistas del proceso habían permitido realizar grabaciones radiofónicas de buena calidad. Brauman y Sivan las utilizaron para reemplazar el sonido original del video y luego crear “una espacialización sonora de la sala”. Luego restauraron y reiluminaron íntegramente las imágenes y, para dar cuenta del espacio arquitectónico del tribunal y garantizar la continuidad temporal de los diálogos, introdujeron varios movimientos de cámara que no existían en el rodaje original: “Compusimos, a partir de varias imágenes originales, una imagen única que englobara la jaula de vidrio del acusado a la izquierda, el estrado de los jueces en el centro y la barra de los testigos a la derecha. Sobre esta nueva imagen,aplicamos luego un movimiento panorámico”. Por último, planos de la sala de audiencias fueron “incrustados” como reflejos sobre el vidrio de la jaula del acusado, de manera de reintegrar al público.
“Al actuar de este modo sobre la imagen, de una manera imperceptible para el espectador, teníamos conciencia de debilitar su status de última verdad y de encarar, debido a eso, un terreno sensible, más sensible para un film sobre Eichmann que, por ejemplo, para un Forrest Gump”, dicen Brauman y Sivan, para aclarar a continuación: “Para nosotros es esencial decir que las manipulaciones técnicas empleadas en Un especialista son insignificantes respecto de la carnicería necesaria para extraer una hora y media de trescientos cincuenta, y adquieren todo su sentido como elementos de una construcción dramatúrgica cuyo desafío es hacer inteligible el film, convertirlo en un objeto de pensamiento”. Los autores se preocupan por aclarar que cada una de las etapas de esa larga serie de recortes y suturas pueden ser reconstituidas gracias al catálogo detallado que permitió su realización: así, toda escena del film puede ser vinculada con su fuente y sus desarrollos anteriores (aunque, paradójicamente, este film de archivo contenga planos que no existen en el fondo de archivo del que surgió).
“A nuestro juicio, esta transparencia fue el único imperativo ético a partir del cual podíamos realizar nuestra construcción. El texto no es la imagen, y fue a la pantalla adonde llevamos el discurso de Eichmann. Aquí lo tenemos, pues, con rostro y palabra animados, con una conciencia y dudas expresadas por su propia voz. Aquí lo tenemos, además, en posición de debilidad en su jaula, enfrente de los jueces que tienen su destino entre las manos: frágil, vulnerable, en suma, humano”. En ese punto los autores se plantean un interrogante clave: la ubicación en la pantalla de Eichmann como personaje principal, ¿no corre el riesgo de inducir en los espectadores, un sentimiento de identificación y comprensión hacia quien se explica y justifica largamente? La respuesta de Brauman y Sivan: “Precisamente quisimos apoyarnos en ese sentimiento de familiaridad, en este espacio tenue que separa identificación, comprensión e indulgencia, porque nos dirigimos a un público cuya opinión no es virgen, ni mucho menos. En grados por cierto variables, el horror del universo de los campos nazis forma parte de nuestra conciencia colectiva. Nadie puede hoy mirar cómo se expresa Eichmann sin tener inmediatamente presente el terror, uno de cuyos actores principales ha sido él. Este contrapunto es un elemento no escrito esencial del guión de Un especialista. Por lo demás, si dejamos que nuestro personaje describa su trabajo y se escape a través de la abstracción de su vocabulario burocrático, es para situarnos en ese mundo del que Eichmann se sustrajo. Pero allí están los sobrevivientes, para completar el cuadro dando el otro punto de vista sobre la realidad”.
Por último, Brauman y Sivan explican por qué no apelaron a imágenes de las atrocidades cometidas en los campos, aunque durante el juicio se proyectaran varios segmentos de filmaciones realizadas en Auschwitz: “Apostamos a la fuerza del imaginario y contra el machaqueo de las imágenes de los campos. Exponer el sufrimiento, se dice, sería empezar a aliviarlo; mostrar el crimen contra la humanidad sería ya combatirlo. Pero esos estereotipos euforizantes eluden la cuestión de la responsabilidad política, reemplazando la reflexión sobre el mal por el espectáculo de la desdicha. Cuando el acontecimiento político se ve reducido a un suceso patético, la piedad paraliza el pensamiento, la aspiración por la justicia se degrada en consuelo humanitario. Precisamente allí radica la banalización del mal”.

Las proyecciones del film Un especialista se realizarán
el miércoles 12 a las 22, el jueves 13 a las 22 y el viernes 14 a las 16:45, las tres veces en la sala 12 de los cines Hoyts del Abasto (Corrientes 3200, Capital)
dentro de la sección “La banalidad del mal”,
del Festival de Cine Independiente.

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