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LOS OBISPOS EMITIERON UN DURO DOCUMENTO SOBRE LA SITUACION SOCIAL
“¿Qué hacer para generar esperanza?”

Reivindicaron a la política pero criticaron duramente a los políticos que sólo piensan en su interés. Llamaron a crear una �amistad social� y avisaron que la crisis es tal que �trasciende lo económico� y amenaza la misma identidad del país.

El documento fue anunciado después
de una semana de deliberaciones de
los obispos en San Miguel.

Por W. U.

Para los obispos católicos argentinos “hoy la Patria requiere algo inédito” para salir “de esta crisis tan profunda que trasciende lo económico y envuelve al orden político y hasta el mismo estilo de vida de la Nación”. Porque dada “su extensión en el tiempo y por su intensidad, la crisis de la escala de valores que padece la dirigencia y su resonancia en las instituciones hace peligrar la identidad e integridad de la Nación”. Estas son las afirmaciones medulares hechas por la jerarquía católica tras una semana de deliberaciones y análisis que, en gran parte, estuvo dedicada a pensar los problemas del país y de los argentinos desde la perspectiva de la Iglesia.
La posición del Episcopado está expresada en un documento de apenas tres carillas dado a conocer ayer en San Miguel, provincia de Buenos Aires, al término de la asamblea plenaria, y que el arzobispo de Rosario, Eduardo Mirás, sintetizó diciendo que se trata de “un llamado a recrear vínculos para que la política realmente cumpla su cometido tan noble y para que podamos recuperar los valores que nos dieron existencia”. En otro documento los obispos recordaron al obispo riojano Enrique Angelelli, asesinado en 1976 (ver aparte).
Los obispos, que se preocuparon por destacar la acción política “como uno de los más nobles servicios al hombre y a la sociedad”, apuntaron directamente a la dirigencia al decir que tal acción política “parece esterilizarse por la afanosa búsqueda personal y sectorial del poder y riquezas, y pervertirse cuando grupos económicos o financieros la hacen instrumentos de sus intereses”. Fue el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, quien sintetizó uno de los aspectos más contundentes del diagnóstico de la jerarquía eclesiástica hablando sin eufemismos del “creciente divorcio entre la dirigencia y el pueblo”.
Sin lugar a dudas este último aspecto es el que más preocupa a los obispos, el que más se dialogó a lo largo de los cinco días de sesiones en la Casa de Ejercicios María Auxiliadora en San Miguel y, en consecuencia, el que de mejor manera se refleja en el texto de la declaración final leída por el presidente de la Conferencia Episcopal el arzobispo Estanislao Karlic, acompañado por los vicepresidentes Mirás y Bergoglio, y por el secretario general, el obispo Guillermo Rodríguez Melgarejo.
En el documento se señala que “la democracia restablecida hace más de 17 años olvidó su misión de recrear la sociedad argentina que había sido enfrentada y herida por desencuentros y luchas fratricidas”. Para el Episcopado “estos años debieron ser el momento de la política que, como necesaria mediación al servicio del bien común, propusiera a todo el pueblo y ejecutara esperanzas razonables. ¡Cuántos interrogantes sin respuesta! ¡Cuántas ilusiones frustradas!”
Para los miembros de la asamblea episcopal “los partidos políticos se están desdibujando. No se percibe en ellos –dicen– una adecuada y clara escala de valores que los rijan. Han dejado de ser escuela de civismo para sus adherentes e instrumento de selección de los mejores y los más aptos para la consecución de los cargos públicos. No debemos olvidar que la autoridad concebida como servicio, purifica y dá sentido al poder”.
La crisis, cuyo eje central está puesto en la dirigencia, según los obispos “también fluye hacia el resto de la sociedad, a lo cual colabora el empobrecimiento de la educación y la poderosa invasión de la cultura comunicacional. Esta, más allá de determinados servicios en la tarea informativa, se ha transformado en una propuesta frívola, transmitiendo la caricatura del hombre y no su dignidad, o la grandeza de su vocación, la belleza del amor, el sentido del sacrificio y la alegría de sus logros”.
El análisis episcopal señala que “los problemas económicos son graves y realmente nos deben preocupar” pero tomando en cuenta que “más que los indicadores económicos, lo que nos hace percibir la gravedad del problema es la persistencia y extensión de la pobreza del pueblo y el desconcierto de los dirigentes. La sociedad reclama un orden justo que logre desligar a la República de las imposiciones de los grupos de poder, internos y externos al país, y que impida el avasallamiento de la dignidad propia de todo ser humano”.
Dialogando con los periodistas, el arzobispo Karlic subrayó que no se trata de hablar de la política “como una función más, sino de hablar de la virtud política” porque la política “es una de las acciones más nobles del hombre, porque el dirigente político tiene que servir, tiene que querer a sus hermanos, a todos sus hermanos de comunidad”.
Casi con la misma preocupación y hasta angustia que varios de los obispos expresaron en la sala de sesiones durante la semana, el documento episcopal incluye una serie de críticos interrogantes: “¿Quién piensa el futuro de la Argentina? ¿Cuál es el proyecto de país que oriente nuestra acción? ¿Qué hacer para generar esperanza?”. La respuesta ensayada por los jerarcas católicos dice que “es necesario que todos nos convirtamos, especialmente los dirigentes, evitando el creciente divorcio con el pueblo y dejando de lado, para siempre, la búsqueda de privilegios personales o sectoriales. Es necesario recrear la política –agregan– como principal instrumento de gestión del bien común, de modo tal que sea ella la que la dirija y encauce también a la economía en el marco de las instituciones republicanas vigentes”. Esta última alusión no fue incorporada al azar. Bergoglio sostuvo en conferencia de prensa que la mención a la “nobleza” de la actividad política tiene por finalidad evitar “la confusión de que aquello que puede ser crítica a ciertas actividades, decisiones y actitudes dentro del campo de la política se deslice en críticas al hecho político”. En otras palabras: que las críticas a la dirigencia política no puedan ser usadas por alguien como argumentos contra el sistema institucional o la democracia.
El propio cardenal de Buenos Aires reivindicó que “toda acción nuestra, por ser social, tiene connotaciones políticas” y sostuvo que “todo hombre y mujer de buena voluntad, desde su lugar, tiene que hacer política”. Bergoglio se refirió “a tantos hombres y mujeres que están trabajando por el bien común desde su puesto de trabajo, desde su lugarcito, poniendo su granito de arena en organizaciones espontáneas, barriales. Es lo que hoy se engloba bajo el nombre de Tercer Sector, pero que en el fondo es el primero porque la política empieza ahí”, concluyó.
En la misma línea el documento reconoce que “son muchos los ciudadanos que ante la crisis vencen el desánimo, no bajan los brazos e intentan convertir sus vidas en signos de esperanza”, señala que “en la conciencia colectiva de los argentinos se advierte un fuerte deseo de privilegiar la ética y la idoneidad, y de alentar a los honestos” y que a ello se agrega que también “son muchos los que están trabajando de modo perseverante por el bien común, generando una corriente de solidaridad que enfrente la inequidad social”.
¿Qué creen ustedes que se puede hacer? se le preguntó a los obispos. “Deberíamos comenzar por ofrecer una amistad social” dijo Karlic. “Sentirnos nosotros, y quiera Dios toda la dirigencia, muy cerca del pueblo para servirlo, no como un miembro más, sino como un miembro que tiene la responsabilidad de pensar en la comunidad como tal.” En el documento se afirma que “dado que la crisis afecta a los vínculos sociales, se hace necesario que, con imaginación y creatividad, todos participemos en recomponerlos”. Los obispos “nos comprometemos a intensificar nuestro trabajo en la reconstrucción de esos vínculos (...) tan deteriorados ahora, en medio de un clima de violenta inseguridad y temor”. Mirás agregó que es necesario “recrear vínculos y hacer que la democracia, republicana y federal, funcione como democracia republicana y federal. Ydemocracia es participación”, remató el arzobispo rosarino para que no quedaran dudas.

 


 

“La intensidad de la vida” del obispo Angelelli

Veinticinco años después de
su muerte en un sospechado accidente, la figura del obispo riojano fue reivindicada por la asamblea episcopal como la de un �mártir�.

Tarea: �Monseñor Angelelli llevó a la vida del pueblo de La Rioja las enseñanzas del Concilio Vaticano II, de Medellín y del documento de San Miguel�.

Monseñor Angelelli fue asesinado
en La Rioja el 4 de agosto de 1976.


Por W. U.

En forma imprevista, la asamblea del Episcopado argentino sumó ayer un segundo documento a su pronunciamiento social. En este caso, fue para dar cuenta del testimonio de Enrique Angelelli, obispo asesinado en La Rioja el 4 de agosto de 1976, y hoy reconocido como “mártir” por gran parte de las comunidades cristianas y fieles católicos del país y de América latina. El documento del plenario episcopal, titulado “Monseñor Enrique Angelelli: vivió y murió como Pastor” llegó 25 años después de la muerte del obispo riojano y cuando ya muchos actores de la sociedad civil y política habían tomado la iniciativa para celebrar la memoria del acontecimiento.
“Los obispos argentinos queremos unirnos a la acción de gracias por la intensidad de la vida y la fidelidad a la misión de Monseñor Enrique Angelelli al cumplirse los 25 años de su muerte” dice sobriamente el comunicado en el que se cuidó muy especialmente no utilizar la palabra “asesinato” o el vocablo cristiano “martirio”, asignado en este caso a quienes mueren dando testimonio de su fe.
Durante todos estos años la figura de Angelelli fue “signo de contradicción” entre los obispos conservadores que llegaron a señalarlo como “subversivo” y aquellos, los menos, que lo reivindicaban como “mártir”. Simultáneamente la figura de Angelelli como “santo popular” fue creciendo desde los sectores de base. En el episcopado siempre se afirmó que “no existen pruebas” respecto de su asesinato, aunque una investigación judicial llevada a cabo en La Rioja arrojó serios indicios respecto de que la muerte fue el resultado de un accidente provocado.
Un primer reconocimiento formal de los obispos argentinos hacia Angelelli se produjo el año pasado en Córdoba, durante el Encuentro Eucarístico Nacional, oportunidad en la cual la imagen de “El Pelado”, como se lo mencionaba popularmente, fue incluida en el video de uno de los actos. “Muchos de nosotros conocimos a Monseñor Angelelli personalmente”, dicen ahora los obispos. “Otros, sobre todo los más jóvenes, oímos hablar mucho de él. Sabemos que la vida de los Obispos es difícil. Como hombres tenemos virtudes y defectos. Es el Espíritu quien, valiéndose incluso de nuestras debilidades, inspira las grandes orientaciones que dan sentido a la vida”.
Se señala en el texto que “Monseñor Angelelli llevó a la vida del pueblo de La Rioja las enseñanzas del Concilio Vaticano II, de Medellín y del documento de San Miguel del Episcopado argentino. Su acción pastoral, inspirada por estos documentos, fue objeto de duras polémicas. Fue un hombre que se dejó tomar por el Espíritu y apasionar por el Evangelio. Más allá de su fortaleza y limitaciones humanas, se abrió a la acción del Espíritu que motivó, en él, fuertes deseos de santidad y una gran entrega en el servicio social de los pobres. La muerte lo encontró cumpliendo una dificilísima misión. Acompañaba a las comunidades heridas por el asesinato de sus pastores. Vivió como pastor y murió como pastor”.
El Episcopado finaliza su declaración “pidiendo al Señor poder continuar su testimonio (de Angelelli) de entrega y servicio a los más pobres y de renovar nuestro compromiso para construir una Patria más fraterna, solidaria y reconciliada”.

 

OPINION
Por Washington Uranga

El contenido y la forma

El pronunciamiento de los obispos católicos argentinos reafirma, en sus contenidos y en su estilo, la orientación crítica con fuerte preocupación social que se viene poniendo en evidencia dentro del cuerpo episcopal desde que el actual equipo directivo, encabezado por Estanislao Karlic, asumió la conducción de la Conferencia en noviembre de 1999. El texto actual, que apunta claramente hacia la dirigencia y sus responsabilidades en la crisis, utiliza además un lenguaje llano y directo similar al usado en el pronunciamiento de noviembre pasado. En esto también se constata que los actuales redactores de los documentos de los obispos son hombres que, aunque siempre dotados de muchos conocimientos teológicos, tienen a su vez cercanía con el lenguaje y las preocupaciones de la gente. Si en el documento de noviembre del año anterior quedó plasmado el estilo propio del presidente de Cáritas, Jorge Casaretto, en la actual declaración la impronta la puso el obispo de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone, aunque el titular de San Isidro también participó de la comisión redactora. Ambos son pastores fuertemente comprometidos con la acción y con las implicaciones sociales de la tarea de la Iglesia.
Si en otro momento se optó por las consideraciones generales, ahora el señalamiento a la responsabilidad de la dirigencia fue directo y central, tanto en el documento como en las declaraciones en torno al mismo. Pero junto con ello los obispos hicieron un llamado a la responsabilidad de todos los ciudadanos y un reconocimiento de los valores, las reservas y las capacidades que anidan en el pueblo. Es una manera de reafirmar la esperanza en medio de la crisis, sin dejar de reclamar justicia y equidad. Los obispos católicos, que participan del desconcierto general respecto de los caminos técnicos que deben abordarse para encontrar una salida a la situación, reivindican como misión propia el estar con la gente, el acompañamiento y la “amistad social”. Solidaridad con el pobre y con el que sufre.
El texto sobre Angelelli, en cambio, casi puede entenderse como un texto de circunstancia. Frente a la posibilidad cierta de que otros sectores sociales, políticos y eclesiales reivindicaran a Angelelli al recordar los 25 años de su muerte, el Episcopado se vio prácticamente obligado a tomar la iniciativa. Pero es evidente, y la poca solidez y falta de compromiso de la declaración así lo refleja, que Angelelli sigue siendo un capítulo no resuelto que genera posiciones encontradas dentro de la jerarquía católica.


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