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OPINION

Elecciones en Jauja

Por James Neilson

Puesto que no hay plata, lo lógico sería que todos los partidos estarían tratando de seducir a los votantes ofreciéndoles distintas formas de hacer frente a la extrema escasez, con algunos en favor de una transferencia masiva de recursos desde los relativamente acomodados hacia los innegablemente paupérrimos y otros una estrategia más desarrollista que supusiera dejar el asunto en manos del “mercado”. Después de todo, aunque la Argentina estuviera en vísperas de un milagro que incluso el Vaticano encontraría increíble la torta seguirá siendo magra en los próximos meses.
Sin embargo, no hay señal alguna de que los contrincantes se permitirán impresionar por algo tan despreciable como una bancarrota nacional. Por el contrario, todo hace prever que la mayoría, fiel a sus tradiciones, se las arreglará para pasar por alto este detalle molesto y tratar de vender sus servicios dando a entender que el “ajuste”, además de ser imperdonable, puede ser anulado ya por la resistencia callejera, ya por la voluntad de los gobernadores provinciales de obligar a Fernando de la Rúa a respetar promesas que fueron formuladas en tiempos más felices que los actuales.
Es habitual atribuir el odio que tantos sienten por el “posibilismo” a que los políticos –para no hablar de quienes les suministran ideas– son personas que no sólo están dotadas de una imaginación superior sino que también aman a la gente con una pasión que otros no estarán en condiciones de comprender, pero, por desgracia, la verdad es un tanto distinta. La negativa a dejarse limitar por la realidad se debe al temor a que el electorado opte por fusilar a los portadores de malas noticias, a que es mucho más fácil hacer propuestas para un país rico que para uno que está en la vía y a que un candidato que reconociera que el dinero se ha agotado y que se mostrara resuelto a actuar en consecuencia sería tratado como un lunático peligroso y expulsado del gremio, destino que ya ha sufrido un excéntrico notorio llamado López Murphy. Es más que probable, pues, que los debates electorales que nos esperan tengan que ver con un país ficticio que sea agradablemente distinto de la Argentina cuyas tribulaciones están agitando al resto del mundo, lo cual no sería ninguna novedad porque siempre ha sido así. Lamentarlo sería mezquino: tal y como están las cosas, las elecciones de octubre serán las últimas que se celebren en Jauja porque antes de que las próximas asomen en el horizonte la clase dirigente habrá chocado contra la realidad con tanta violencia que por injusto que le parezca tendrá que prestarle atención.


 

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