Por
Oscar Ranzani
El Marqués de Sade es uno de los pocos hombres que se atrevió
a concretar todas sus fantasías sexuales y tuvo, después,
el ingenio suficiente para materializarlas en el papel. Dejó entonces,
como legado en sus escritos, la vivencia de su propia intimidad y la etimología
de la palabra sadismo. Todo tipo de objetos como látigos,
limas, sogas, jeringas y crucifijos lo ayudaron tanto para concretarlas
como para cobrar fama de perverso o libertino, según las diferentes
miradas. La ficción se encargó de retratar sus últimos
años en el film Letras prohibidas, de Philip Kaufman, y hoy a las
17 (repite a las 21) Canal á exhibirá, dentro del ciclo
Testamentos, un documental que repasa pasajes de la vida de
aquel conde que se hacía llamar Marqués y que firmaba con
nombres falsos la mayoría de sus obras.
A los 23 años, según el especial, Sade se había convertido
en el único heredero de una gran fortuna; comenzó su carrera
militar y se casó con la joven Reneé Pélagie. Pero,
con el correr del tiempo, intentó introducir a su mujer en las
prácticas amatorias que practicaba. La salida con prostitutas era
uno de sus manjares sexuales y la sodomía una de las travesuras
que más le gustaban. Pero esta última estaba penada con
la muerte en el siglo XVIII. En 1778 fue acusado de sodomía y envenenamiento
en una causa bautizada por la Corte como ausencia espiritual.
Pero, antes de esperar el fallo, huyó con la hermana de su esposa.
Poco tiempo después lo encontraron y dio comienzo la leyenda de
un marqués violador y asesino.
Días antes de la Revolución Francesa, lo sacaron de la Bastilla
por agitar a las masas populares desde su ventana y lo enviaron a otra
prisión. Desde allí le escribió a su esposa pidiéndole
que recuperara los once volúmenes que había escrito y su
biblioteca de casi seiscientos ejemplares que habían quedado en
la otra cárcel. Pero ella no fue a buscarlos; luego el pueblo quemó
todo el 14 de Julio y sus manuscritos se perdieron para siempre. El Marqués,
enfurecido, pidió la separación de su mujer con la que había
tenido dos hijos. Al poco tiempo fue liberado y su fama de perverso cobró
mayor dimensión por las nuevas obras que escribió, entre
ellas Justine ou les malheurs de la vertu. Fue apresado nuevamente, por
escribir un libro que resultaba un insulto a la burguesía
francesa, porque parodiaba las costumbres de Josefina y de otros
amigos de Napoleón. El Marqués fue acusado de escritor perverso
y enviado al manicomio de Charenton, donde moriría veinticinco
años más tarde.
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