VIVIDENDA
El “boom” de los
barrios cerrados quedó atras, pero el negocio no estA saturado
Emprendedores
en busca de un mercado potencial
Decayeron
las ventas, pero quienes comercializan propiedades en barrios privados
todavía confían en una reactivación, pensando en una demanda postergada.
Un proceso metropolitano con consecuencias urbanísticas, socioeconómicas,
culturales y ambientales.
Por Liliana Sánchez
Durante la
última década se amplió y diversificó la
oferta inmobiliaria de viviendas y terrenos en barrios cerrados o privados,
por lo cual aquella tendencia de principios de los 90 terminó
consolidándose como un proceso metropolitano con consecuencias
urbanísticas, socioeconómicas, culturales y ambientales.
Y si bien acaba de terminar un año en que las ventas en este
rubro también decayeron, quienes comercializan estos emprendimientos
apuestan a un mercado potencial, que no estaría saturado sino
en estado de demanda postergada, a la espera de mejores condiciones
económicas generales.
Mientras tanto, desde los municipios se instrumentaron las herramientas
jurídicas y administrativas necesarias para que los inversores
privados desarrollaran estos emprendimientos, esperando a cambio, como
respuesta, una mayor recaudación impositiva y la generación
de empleos para los trabajadores locales desocupados. Pero según
lo demuestran algunos relevamientos hechos por investigadores y urbanistas,
no se habría producido ni lo uno ni lo otro; y, además,
les cargan a las municipalidades la responsabilidad de no haber instrumentado
un ordenamiento territorial con sentido de equidad y favoreciendo el
bien común.
El total de
urbanizaciones cerradas, que incluye barrios cerrados, clubes de campo,
náuticos, de chacras y grandes emprendimientos (ciudades o pueblos
privados) consumen una superficie de casi 400 km2 de suelo en el área
metropolitana. La gran mayoría de ellos se ubican en el corredor
norte (Autopista Panamericana) absorbiendo el 72 por ciento del total,
en el oeste (Autopista del Oeste) el 13 por ciento, sobre el corredor
suroeste (Ricchieri-Ezeiza-Cañuelas) el 9,5, y en el sur (Autopista
Bs. As.-La Plata) el 5,5.
El modelo de urbanización en barrios cerrados se distingue de
los countries tradicionales, además, por la composición
social de quienes lo habitan. Durante los 90 el nuevo fenómeno
que observan los sociólogos es una fractura intraclase (dentro
de la misma clase media) y a partir de ahí hay una porción
que se empobrece, y otra que se mantiene o incluso se favorece con los
esquemas de ajuste. Son estos últimos los que, ante una nueva
mudanza, venden su casa en el centro urbano y se dirigen hacia los barrios
cerrados en busca de mayor seguridad y un estilo de vida y consumo acorde
a sus expectativas.
El 70 por ciento de la gente que va a comprar en un barrio cerrado
primero tiene que vender su casa en Capital, en San Isidro o donde sea,
confirma Guillermo Bence Pieres, gerente de la sucursal Pilar de Bullrich
Propiedades. Y advierte que esa característica contribuyó
a que el año 2000 fuera duro, hubo un comportamiento cauteloso
de los compradores por falta de confianza en las condiciones generales
de la economía, incluida la estabilidad laboral.
En contraste con esta situación recesiva, se recuerda el boom
registrado durante los años 1997/98 cuando se incorporaron 163
nuevos complejos urbanísticos cerrados, que significaron un aumento
del 105 por ciento sobre el stock existente hasta mediados de la década.
La evolución de la oferta no se dio sólo en la cantidad,
sino también en la calidad. Las primeras versiones de barrios
cerrados contemplaban un conjunto de casas dentro de un predio amurallado
y con un sistema de seguridad propio. Luego se fueron incorporando otros
servicios de entretenimiento, sociales, deportivos y hasta colegios,
en algunos casos.
La demanda
de la gente es que el predio concentre cada vez más actividades,
y en esto debe incidir el miedo al afuera. Aparece muy fuerte el miedo
a salir del barrio, pero también existe un doble discurso que
se refiere al tema de estar encerrados, de no vivir en una burbuja,
observó la licenciada en Sociología Cecilia Arizaga, becaria
del Conicet, en la investigación sobre urbanizaciones cerradas
que desarrolla en el Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias
Sociales. Otra de las conclusiones preliminares de ese trabajo es que
la opción de encerrarse en un barrio privado es, aunque relativa,
una estrategia de salvación frente al deterioro de la cosa pública,
por lo cual quedarían finalmente exentos de culpabilidad social
quienes practican esta alternativa. El tema es ver cómo
se restablece lo público, que es en última instancia una
decisión política, afirma Arizaga.
Nuevas relaciones
en el espacio
Los municipios tienen a su cargo la aprobación de estos emprendimientos
tanto en su carácter técnico la vinculación
con el entorno inmediato y el impacto urbanístico a nivel local
así como también en cuanto al ordenamiento territorial.
A raíz de las estrategias de marketing urbano
con que cada municipio compite para atraer inversiones, la aprobación
de emprendimientos que implicasen excepciones o cambios de zonificación
han llegado a trascender como cuestión de Estado,
afirma la arq. Daniela Szajnberg, investigadora del Programa Urbanismo
y Ciudad, de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo
de la UBA.
Como consecuencia
de la disposición territorial y física de estas urbanizaciones
en relación con su entorno y al tejido social urbano regional,
se estaría conformando una ciudad carcelaria, resultado
y cuna a la vez de una sociedad fragmentada y segregacionista y probablemente
sustentable sólo a corto plazo, observa Szajnberg.
En el nuevo mapa social urbano se advierte la presencia de islotes de
riqueza, dentro de un todo marginal, pero desconectados de éste,
y a su vez estas islas comunicadas entre sí a través de
autopistas que servirían como puentes, y también como
barreras para separarse del espacio marginal. Tampoco se generaron vínculos
sociales con los vecinos más próximos al barrio cerrado.
Las observaciones desarrolladas durante las investigaciones dan cuenta
de que la tendencia es contratar empresas privadas que hagan los trabajos
de jardinería, domésticos y albañilería,
prescindiendo de los vecinos que habitan en el entorno.