Cuando George
Soros, uno de los especuladores más grandes y rapaces del mundo,
publicó un libro poniendo en cuestión algunos de los aspectos
más destructivos del capital especulativo, los intelectuales de
izquierda comenzaron rápidamente a reproducir sus citas como evidencia
de que efectivamente la globalización del capital era
una amenaza para la humanidad. La parte curiosa de este asunto es que
Soros obtuvo una publicidad gratuita, aumentó sus ganancias y elevó
su estatura política e intelectual, mientras continuaba beneficiándose
de la gestión de sus especulativos fondos de inversión.
Pero éste no es un caso aislado: muy a menudo los intelectuales
de izquierda, para reforzar sus argumentos, buscan fuera fuentes de respetabilidad
citándolas como impecables o como nada sospechosas
de simpatías izquierdistas, como si la investigación
y erudición de izquierdas fuese menos digna de confianza o menos
verosímil. La búsqueda de la respetabilidad burguesa por
parte de la izquierda tiene profundas implicaciones cuando se pretende
analizar el problema de la hegemonía burguesa sobre las clases
populares y el desarrollo de una cultura política e intelectual
alternativa.
Uno de los aspectos más llamativos de la política contemporánea
es la brecha o diferencia entre las cada vez más débiles
condiciones objetivas de las clases obrera y campesina y las respuestas
subjetivas a éstas que se encuentran fragmentadas, difusas y frecuentemente
bajo la tutela de los partidos neoliberales. Este contraste se pone más
claramente de manifiesto en el Tercer Mundo, pero está también
presente en los países capitalistas avanzados.
Mientras las desigualdades entre las clases, razas, género y regiones
han aumentado y los servicios sociales para la clase obrera se han visto
reducidos drásticamente para conceder impuestos más bajos
y subsidios más altos a los ricos, la respuesta subjetiva es de
bajo tono: las huelgas y protestas tienden a ser reacciones defensivas;
a los movimientos campesinos les faltan aliados urbanos y la mayoría
de los intelectuales están separados de las luchas populares o
han aceptado las premisas básicas de la ideología neoliberal,
es decir, que la globalización es inevitable e irreversible.
En una palabra, la hegemonía burguesa desempeña
un papel vital para asegurar la estabilidad de un sistema social explotador
y altamente desigual.
La hegemonía burguesa es producto de numerosos factores, entre
los que hay que incluir a los medios de comunicación y las instituciones
culturales del Estado. Sin embargo, la hegemonía burguesa es también
el resultado del comportamiento y métodos de trabajo de los intelectuales
de izquierda que buscan fuera, en el mundo burgués, la legitimidad
de su producción intelectual.
Actualmente, para analizar el mundo contemporáneo, muchos intelectuales
de izquierda han tomado prestado y asimilado los conceptos clave y el
lenguaje de los teóricos y propagandistas burgueses. El lenguaje
y conceptos tomados prestados de la burguesía incluye términos
como globalización, capital desnacionalizado,
revolución de lainformación, ajustes estructurales,
flexibilidad laboral, etc. Estos conceptos son parte integrante
del sistema imperial y de la ideología neoliberal (son comprensibles
en el contexto de un sistema de poder que busca ocultar y legitimar su
dominación). Los intelectuales de izquierda se abstienen, incluso,
de usar conceptos más precisos y que son más útiles
para identificar la configuración del poder actual, tales como
imperialismo en lugar de globalización, Estado imperial en lugar
de corporaciones transnacionales; ascensión del poder financiero
en lugar de revolución de la información; explotación
intensiva y extensiva en lugar de flexibilización laboral; retroceso
económico en lugar de reformas económicas; reconcentración
y monopolización de la riqueza en lugar de ajuste estructural...
El hecho de esta imitación, por la que conceptos y lenguajes intelectualmente
amorfos y falaces son adoptados por los intelectuales de izquierda contemporáneos
en lugar de un lenguaje y conceptos más precisos y rigurosos, da
lugar a una importante cuestión: por qué la izquierda cae
víctima o, mejor aún, sigue los pasos de la burguesía
al analizar el paradigma de la globalización.
El problema
general
El argumento de este artículo es que el hecho de que los intelectuales
de izquierda sean, respecto del paradigma de la globalización,
el final del rabo de la burguesía es parte de un problema mayor
enclavado en la subordinación a la cultura burguesa; es decir,
en buscar en la cultura dominante las fuentes de la verdad, la objetividad,
el prestigio y el reconocimiento. La subordinación de los intelectuales
de izquierda a la cultura burguesa coexiste con el desarrollo de una paralela,
pero parcial crítica de las instituciones y cultura burguesas.
Los intelectuales de izquierda que trabajan desde el paradigma burgués
de la globalización están buscando la respetabilidad y el
reconocimiento que no alcanzarán si ellos operan desde el paradigma
propio.
Los intelectuales de izquierda que buscan el prestigio, reconocimiento,
afiliaciones y certificaciones institucionales burguesas abrazan de hecho
los valores asociados a las mismas. El aparente abrazo a estos valores
y prácticas desempeña un papel importante a la hora de perpetuar
la hegemonía burguesa, a pesar de las protestas y retórica
antihegemónica de dichos intelectuales. El hecho es que los estudiantes,
trabajadores y clases populares en general siguen lo que los intelectuales
de izquierda hacen y no lo que dicen y la identificación institucional
y los premios simbólicos que ellos persiguen en sus carreras y
en la vida diaria hablan elocuentemente de lo que realmente valoran.
Un aspecto importante en la promoción y el reconocimiento profesional,
así como para asegurarse una posición en instituciones burguesas
de prestigio es que al dedicarse al trabajo intelectual hay que jugar
con sus reglas de juego. Al seguir estas reglas de juego,
los intelectuales de izquierda dan legitimidad a la pretensión
burguesa de legitimidad y fortalecen su posición hegemónica:
legitiman la hegemonía burguesa.
Una de las reglas practicada por los intelectuales de izquierda al llevar
a cabo investigaciones es citar fuentes burguesas, incluso cuando hay
disponibles fuentes de izquierda que suministran una perspectiva crítica.
El pseudoargumento utilizado es que al citar fuentes burguesas en vez
de fuentes de izquierda es que son más convincentes para la audiencia
general o el mundo académico. En un sentido muy directo los intelectuales
de izquierda logran varias cosas al proceder de esa manera. En primer
lugar, fortalecen la autoridad de los escritores burgueses como fuente
de la verdad objetiva. En segundo lugar, refuerzan y perpetúan
la invisibilidad de los investigadores de izquierda y su trabajo, impidiendo
conocer sus contribuciones. En tercer lugar, adquieren respetabilidad
yaceptabilidad al compartir con sus colegas burgueses una literatura y
una comprensión común de qué y quiénes es
importante leer. En cuarto lugar, al citar determinadas críticas
del capitalismo de notorias y específicas personalidades procapitalistas,
restauran su imagen y les suministran una plataforma desde la que, en
el futuro, denunciar a la izquierda.
La respuesta de estos intelectuales al libro de Soros es sólo un
caso al respecto. Soros tiene una bien ganada reputación como especulador
que ha conseguido billones mediante el pillaje de economías y la
ruina de países enteros, antes, durante y después de la
publicación de su libro. El jugó y continúa jugando
un papel de primer orden en la financiación de instituciones culturales
y particularmente en la cooptación de intelectuales en los países
ex comunistas, que a continuación implementan políticas
económicas de libre mercado que están devastando
dichos países. A pesar de estos antecedentes, los intelectuales
de izquierda caen por sí mismos citando sus críticas de
las actividades especulativas y de los excesos del capitalismo como si
fueran una autoridad especial en las trampas del capitalismo. Los intelectuales
de izquierda, en su desesperada búsqueda reivindicativa, citan
a Soros para respaldar sus críticas al neoliberalismo pasando por
alto, incluso, el hecho de que cuando el libro salió estaba defraudando
billones a las economías de Asia. El aislamiento de los intelectuales
de los movimientos de masas y su humillante postración ante el
poder burgués los lleva a buscar personalidades de derecha para
obtener el agrado de audiencias básicamente burguesas.
La relación de los intelectuales de izquierda con el Banco Mundial
(BM) es también otra ilustración de esta búsqueda
de respetabilidad. El BM publica anualmente un apéndice estadístico
que incluye datos sobre la pobreza en el mundo. Muy a menudo, los intelectuales
de izquierda citan las cifras del BM para hacer o dar sus argumentos,
sin examinar críticamente la manera en que la pobreza es medida
y la forma en que es subestimada. Los intelectuales de izquierda citan
al BM como una autoridad indiscutible sobre la pobreza, precisamente a
causa de su sesgo derechista y sus credenciales neoliberales. El hecho
es que las cifras del BM son poco fiables y sus medidas de la pobreza,
totalmente inadecuadas. Su línea de la pobreza es un
dólar por día, lo cual no es admisible en ningún
lugar del mundo. Si un índice de pobreza más adecuado fuese
construido por investigadores de izquierda, se doblaría o triplicaría
el número de pobres que hay en el mundo.
Pero al citar las cifras del BM, los intelectuales de izquierda se muestran
atractivos para sus colegas conservadores y demuestran que
comparten o participan de fuentes comunes. Al citar la autoridad del BM
fortalecen la imagen de éste, al menos como una fuente útil
de datos. Sin embargo, las mediciones de la pobreza del BM en el
Tercer Mundo alcanzan tal colmo de absurdo que los porcentajes de población
que viven en la pobreza en el Sudeste asiático tienen casi el mismo
nivel que en EE.UU. o Canadá. En lugar de reconocer que la ideología
neoliberal del BM moldea y condiciona los indicadores y medidas de la
pobreza, los brillantes intelectuales de izquierda piensan que ellos pueden
separar una cosa de la otra y guardar para sí mismos la ardua tarea
de construir sus propias mediciones de la pobreza y llevar la investigación
a su terreno o incluso peor, citar los hechos y cifras sobre la pobreza
comprobados por investigadores de izquierda y militantes activos.
La Comisión
Económica para América Latina (Cepal) es otra fuente de
datos y punto de referencia de los intelectuales de izquierda. Estos presentan
una vez más a la Cepal como una fuente impecable, sin ninguna mancha
o tinte izquierdista (como si ser izquierdista contaminase los datos).
Por ejemplo, los intelectuales de izquierda frecuentemente utilizan los
datos de privatizaciones de empresas públicas de la Cepal (privatizaciones
que son una parte clave de la agenda política de laCepal). Pero
una mirada más cercana a los documentos de la Cepal revela que
ellos difícilmente o casi nunca discuten la corrupción y
dejan fuera de sus estudios a los implicados en las privatizaciones. La
Cepal siempre describe las privatizaciones como si fueran un proceso económico
puro y declara que no está implicada en los aspectos políticos
y en cómo los políticos las organizan, y todavía
menos en sus consecuencias negativas a corto y largo plazo. En términos
generales, la Cepal afirma que las transacciones estatales deberían
ser transparentes. Pero la Cepal no se enfrenta al hecho de que las privatizaciones
no son transparentes. La cuestión es por qué
la Cepal continúa promocionando la receta de las privatizaciones
cuando sabe de primera mano que el proceso de privatizaciones es corrupto
y supone regalar recursos valiosos a precios de ganga. Conociendo el sesgo
de la Cepal, ¿por qué los intelectuales de izquierda citan
sus datos sobre privatizaciones cuando prominentes periodistas y escritores
de izquierda han publicado análisis más completos y críticos?
Al juguetear son Soros, el Banco Mundial y la Cepal, los intelectuales
de izquierda prolongan la hegemonía burguesa cuando usan datos,
dan autoridad a sus fuentes y toman prestado su lenguaje.
Exhibir personalidades
burguesas prominentes
Los intelectuales de izquierda, en su constante búsqueda de
la respetabilidad, no sólo miran hacia las instituciones burguesas
para respaldar sus argumentos, sino que además buscan a prominentes
personalidades de ese mundo, con reconocido renombre y prestigio, para
promover las causas populares. Frecuentemente, al organizar un evento
público, los intelectuales de izquierda ignoran a los escritores,
militantes activistas o líderes más consecuentes en favor
de un actor, escritor, juez o personalidad tildado de progresista
que no tiene ni conocimiento ni práctica en la lucha que se trae
entre manos, pero que ofrecerá relumbrantes perogrulladas que no
educan a nadie y quedan mal cuando resuenan en la gente de acción.
Los intelectuales de izquierda, al promocionar a individuos con el status
de celebridad en los medios de comunicación como forma
de atraer la publicidad de los medios y a un público curioso, sacrifican
el contenido de los mitines. El costo político puede ser importante:
el mitin se convierte en un espectáculo, en un entretenimiento
que despolitiza a la gente más educada en las causas y consecuencias
de la lucha. Además, los intelectuales de izquierda frecuentemente
tienen que justificar hábilmente los lapsus de la prestigiosa celebridad
burguesa que a menudo iguala la violencia popular en defensa de su vida,
tierra y sustento, con la violencia de los depredadores poderes imperiales.
Por supuesto que los intelectuales de izquierda replicarán de una
manera apologética él o ella no es uno de los nuestros,
pero mira cuánta gente viene, mira cuánto espacio ocupamos
en la prensa burguesa, cuántos segundos en la televisión,
etc. En el nombre de la más amplia unidad, la izquierda crea una
plataforma para la disertación de la celebridad burguesa que no
inusualmente desvía la crítica desde el sistema a una política,
desde una política a una personalidad oscureciendo así el
propósito de la masiva reunión. Incluso a veces resulta
peor, la prestigiosa celebridad burguesa importunada por los intelectuales
de izquierda que la han calificado de progresista en un acontecimiento
público pueden cambiar al día siguiente y celebrar festividades
y onomásticos con altos dignatario de un régimen reaccionario...
lo que desacredita a la izquierda y a quienes son sus líderes adecuados,
y a la gente con la que hay que contar.
Dado que los intelectuales de izquierda están obsesionados con
la aceptación de los massmedia y la respetabilidad burguesa, ellos
prefierenbuscar notables burgueses que echarán una mano cuando
convenga a sus intereses, en lugar de construir el edificio a través
del apoyo de las organizaciones de base.
La búsqueda
de imagen del prestigio burgués
Los intelectuales izquierdistas desean ardientemente el reconocimiento
de sus colegas burgueses y se abstendrán de la acción pública,
denunciarán a los colegas activistas y adoptarán posturas
serviles para satisfacer a sus superiores y a los críticos conservadores,
con la esperanza de obtener esa imagen del prestigio burgués. A
los ojos de los ascendentemente móviles intelectuales izquierdistas,
el prestigio de los premios burgueses son un pasaporte para la promoción
y legitimidad. Los intelectuales comprometidos en la práctica con
la lucha popular no reciben premios de prestigio. Para los intelectuales
de izquierda ganar un Premio Nobel, una beca Guggenheim o de la Fundación
Ford es visto como la culminación de una carrera exitosa. Suministra
la certificación de la elite del poder académico de que
el intelectual de izquierda puede ser laureado por abstenerse de cualquier
lucha antiimperialista o anticapitalista. Eso que se da a entender fue
lo que llevó a Jean Paul Sartre a rechazar el Premio Nobel. La
consecución de prestigiosos premios y recompensas burguesas está
reñida con ciertos compromisos activos y esto es comprendido tanto
por las fundaciones euroamericanas como por los intelectuales que los
piden.
Para los intelectuales de izquierda, sin embargo, al presentar o esponsorizar
acontecimientos políticos, son estos títulos y recompensas
los que son citados al introducir a un conferenciante de prestigio.
La izquierda adula y es zalamera con los premios burgueses como evidencia
o prueba de su propia integridad y conocimiento. Al dar prominencia a
los títulos y recompensas, pretenden convencer a la audiencia de
que la izquierda de algún modo ha conseguido el estatus intelectual.
De hecho lo que la izquierda hace es legitimar los procedimientos de selección
y los estándares burgueses y las condiciones subyacentes que determinan
la concesión de los premios. En una palabra, adulando los premios
burgueses la izquierda fortalece la hegemonía burguesa.
El deseo ardiente de respetabilidad burguesa de la izquierda se encuentra
también en la prominencia que da a las filiaciones institucionales:
los intelectuales izquierdistas se jactan de estar graduados en Harvard,
Yale, Princeton, Oxford, Cambridge, La Sorbona, como si éstos no
fueran centros para adoctrinar estudiantes con teorías neoliberales
y proimperialistas, donde uno aprende a decir alguna cosa significativa
y crítica sobre el imperio, a pesar de los profesores y seminarios.
Incluso la filiación institucional es alabada por los intelectuales
zurdos cuando presentan a un conferenciante o a un escritor.
Lo mismo ocurre con los principales funcionarios gubernamentales a los
que los intelectuales de izquierda dan preminencia. Mientras nadie puede
objetar a ex funcionarios gubernamentales que cambien de pensamiento y
se conviertan en críticos del Estado, el punto de convergencia
con la izquierda debería ser el hecho de que ellos son ex funcionarios
y no los más importantes detentadores o titulares de las posiciones
de prestigio en un régimen burgués.
La hegemonía burguesa es constantemente renovada al reclutar individuos
con talento de las clases populares como Karl Marx señaló
hace tiempo. Frecuentemente esto se hace ofreciendo becas a brillantes
estudiantes pobres para que asistan a universidades de prestigio
que los reeducan y adiestran para servir a las clases dominantes.
La izquierda debería oír, leer y valorar lo que los intelectuales
dicen y escriben a despecho de sus prestigiosas credenciales institucionales
no como consecuencia de ellas. Además de premios prestigiosos y
filiaciones institucionales, los intelectuales izquierdistas permanentemente
están buscando prominentes patrocinadores burgueses para sus encuentros:
personalidades, instituciones, agencias gubernamentales. La idea es que
cuanto más burgués sea un sponsor, mayor es su respetabilidad,
mayor la legitimidad y más amplio el público. De hecho,
esto lleva a una mayor visibilidad y legitimidad de las instituciones
del poder burgués, mientras que las instituciones radicales son
marginadas y convertidas en invisibles.
Cómo los intelectuales de izquierda
se aseguran una
Carrera profesional
próspera
Ser un izquierdista activo y crítico tiene costos políticos,
no de los menores es alcanzar una carrera académica. Muchos intelectuales
siguen, todavía, una serie de pautas para lograr una carrera próspera
en las instituciones burguesas manteniendo en unos niveles elementales
sus credenciales.
Podemos identificar al menos cuatro estrategias profesionales por las
que los intelectuales de izquierda consiguen la respetabilidad y promoción.
La primera estrategia puede ser descrita como el enfoque de la cámara
frigorífica, mediante la cual los intelectuales izquierdistas
mantienen un bajo perfil o currículo durante muchos años,
haciendo más o menos investigación convencional, hasta que
se aseguran una posición en una universidad de prestigio y consolidan
su carrera y luego se vuelven radicales. El problema es, por
supuesto, que la mayoría de los criptoizquierdistas, en el curso
de su adaptación a las exigencias de éxito en la carrera
profesional, eventualmente, acaban creyendo en lo que están haciendo
y nunca regresan: se convierten en lo que hacen, llegan a
ser lo que hacen. La minoría que se convierte tiene
su pastel y lo come también: tiene su filiación de prestigio
en el mundo burgués y el aplauso de la izquierda, particularmente
cuando añade a su retórica el mérito, a los ojos
de los intelectuales de izquierda, de un título de prestigio.
La segunda estrategia para asegurarse una carrera profesional próspera
en una universidad prestigiosa es combinar la investigación y enseñanza
convencional durante el tiempo y sitio de trabajo con charlas radicales
after-hours. El izquierdismo como pasatiempo es particularmente
atractivo a los guardianes de la academia burguesa, porque no incide en
la investigación científica ni cuestiona el sistema educativo
en su papel reproductor de elites dirigentes o de conformistas trabajadores
cualificados. Esto puede ser descrito como la izquierda de cocktail,
donde en discretos ámbitos privados los izquierdistas de prestigiosas
instituciones pueden desfogar sus inconsecuentes visiones radicales del
mundo, mientras en el tiempo de trabajo recorren los peldaños de
la escalera académica.
La tercera estrategia para el éxito del izquierdismo en la academia
se encuentra en el tiempo y esfuerzo desproporcionado que se dedica al
trabajo académico convencional en comparación con los exiguos
esfuerzos intelectuales dedicados a los movimientos populares. En esta
estrategia, el intelectual de izquierda dedica meses y años a preparar
lecciones y publicaciones para el consumo académico, mientras improvisa
una lección con material anecdótico en las audiencias popular/radicales,
frecuentemente reciclando o repitiendo el mismo discurso que dio el año
anterior. En algunos casos, los intelectuales izquierdistas obtienen una
sustancial remuneración, simplemente contando recuerdos de un lejano
pasado radical; la nostalgia se convierte en el sustituto de un análisis
serio. Estos recuerdos no requieren ningún análisis de comparación
entre las luchas del pasado y el presente, son simplemente anécdotas
superficiales basadas en impresiones. Finalmente, existen académicos
de izquierda que investigan y dirigen becarios como estudiosos desinteresados,
separados de las luchas, movimientos y compromisos políticos. Escriben
sobre la clase trabajadora sin ninguna perspectiva política. Pueden
suministrar una información útil si alguien más elabora
una estructura político-intelectual que la ligue con los acontecimientos
políticos contemporáneos. Esta estrategia para el éxito
académico tiene algún mérito y utilidad si algunos
otros intelectuales o activistas han estado haciendo el trabajo político
arriesgado (career wise, carrera sabia) de construir un movimiento; de
otra manera, meramente servirá para aumentar el curriculum vitae.
Este tipo concreto de académico izquierdista se da particularmente
en Estados Unidos, donde hay conferencias anuales que parodian las reuniones
profesionales convencionales en las que los académicos se relacionan
y hablan unos con otros (en otras palabras, separados de los movimientos
populares). El divorcio entre la izquierda académica y las luchas
populares ha llevado a algunos izquierdistas a asegurarse distinguidas
cátedras altamente remuneradas en prestigiosas universidades.
Las consecuencias de estas prácticas de los intelectuales de izquierda
es reforzar el prestigio y legitimidad de las instituciones, ideas y personalidades
burguesas mientras las posiciones públicas y análisis de
los activistas izquierdistas se hacen invisibles, perpetuando la marginalidad
y una especie de complejo de inferioridad de la izquierda.
En segundo lugar, dado que los académicos de izquierda adoptan
el papel de modelos para las generaciones escolares más jóvenes,
su comportamiento promociona el corporativismo y el arribismo. La práctica
del arribismo académico de izquierda perpetúa el mito, especialmente
en el Tercer Mundo, de que el conocimiento verdadero se obtiene
en el extranjero en prestigiosas escuelas con nombre reconocido y que
los intelectuales izquierdistas nacionales son inferiores y ciertamente
no juegan el papel de modelos a seguir.
En tercer lugar, los intelectuales de izquierda de instituciones prestigiosas,
por razón de su propio cargo y estatus, omiten o quitan importancia
a las distorsiones y mistificaciones ideológicas y a las estructuras
conceptuales y teorías inadecuadas que son explicadas en los prestigiosos
centros de enseñanza superior. El duro sesgo ideológico
que se introduce en la educación en esas prestigiosas instituciones
es oscurecido por la presencia de intelectuales de izquierda que raramente
cuestionan el trabajo de sus colegas, aun menos el currículo, porque
saben que serían castigados. En cualquier caso, aunque los izquierdistas
de prestigiosas instituciones expresen ocasionalmente su desacuerdo, es
su presencia en dichas instituciones y el proceso de entrada lo que alimenta
las ambiciones de las nuevas generaciones de escritores.
Lo que resulta espectacular de los intelectuales izquierdistas de las
universidades prestigiosas y de aquellos que pretenden acceder a las mismas
es cómo evitan la crítica de las personalidades, fundaciones
y patrocinadores burgueses que financian las grandes agendas investigadoras
para perpetuar y extender el poder imperial. Los intelectuales de izquierda,
al suspender la crítica, mejoran sus oportunidades de entrar en
revistas prestigiosas, conferencias internacionales y posiciones lucrativas
de preminencia académica. Asegurarse el reconocimiento académico
y la promoción a puestos honoríficos requiere buenas relaciones
de trabajo con los académicos perros guardianes burgueses. Los
intelectuales de izquierda tienen un gran compañerismo, incluso
con aquellos colegas que apoyan guerras imperialistas y diseñan
los programas neoliberales que devastan el Tercer Mundo.
Los intelectuales
contemporáneos
Frente al poder y riqueza del imperio euroamericano existe una variedad
de estilos de vida para ser un intelectual de
izquierda hoy.
Intelectuales de alquiler
Hay una clase de intelectuales hoy día que corretean de un
lado a otro del espectro político, ofreciendo sus servicios a distintos
patrones. Un bien conocido intelectual francés denunciaba la huelga
de empleados públicos en el invierno de 1995, acudía a una
reunión internacional zapatista en el verano de 1996 y luego volaba
para reunirse y enaltecer al derechista presidente del Uruguay. Estos
son intelectuales para todos los sitios y precios. Su postura pública
está motivada más por la necesidad de reconocimiento y publicidad
desde cualquier lado, tal como ocurre, que por firmes principios intelectuales.
Ellos no se venden a la derecha, se alquilan, incluso están disponibles
para la izquierda en determinadas circunstancias.
Intelectuales de salón
Los intelectuales de salón son aquellos cuyo universo son
otros intelectuales o incluso su propia reflexión interna.
Estos intercambios incestuosos son particularmente prominentes entre los
posmodernistas que discuten cuántas identidades pueden caber en
la punta de un alfiler. Tienen su propio lenguaje exótico, sólo
comprensible para los iniciados, y su trabajo está en gran medida
circunscripto a descifrar textos y lenguajes que están separados
del mundo objetivo.
Intelectuales en angustia
permanente
Hay intelectuales que están en perpetua angustia, a quienes
los agobian demasiado los problemas sociales y económicos (neoliberalismo
y globalización) y nunca van más allá
de lugares comunes como debemos encontrar una alternativa.
Ignoran las luchas de cada día mientras intentan crear alternativas.
Ellos temen el problema (imperialismo), pero también temen la solución
(una transformación social).
Los pesimistas
Otra postura intelectual familiar es la de los izquierdistas que
se sumergen en las derrotas históricas, encontrando en ellas un
pretexto por el que regresar a un nuevo positivismo o acomodación
pragmática con el statu quo. Mientras sobredramatizan las pérdidas
políticas como profundas e irreversibles derrotas históricas,
no aciertan a reconocer las nuevas luchas revolucionarias que están
emergiendo en el Tercer Mundo y en Occidente, los nuevos movimientos que
se oponen a la Organización Mundial del Comercio, los movimientos
de granjeros y transportistas, el rechazo masivo de consumidores y productores
de las empresas patrocinadoras de alimentos y semillas genéticamente
alteradas, etc. El sentimiento pesimista se convierte en una coartada
para la inacción y ruptura de compromisos o en un billete de una
sola dirección hacia las políticas liberales en la medida
que se perciben como las únicas que muestran el camino a seguir
al pueblo.
Intelectuales irreverentes
En tajante contraste con las posturas intelectuales anteriormente
mencionadas, existen los intelectuales irreverentes, irreverentes hacia
los protocolos académicos y poco impresionados por el prestigio
de los títulos y premios. Aunque por otra parte son respetuosos
o reverentes de los militantes que están en primera línea
de las luchas anticapitalistas y antiimperialistas. Ellos son constantes
y fecundos en su trabajo intelectual que está en gran parte motivado
por las grandes cuestiones a las que se enfrentan los movimientos en lucha.
Son irónicos consigo mismos(autocríticos) y antihéroes
cuyo trabajo es respetado por la gente que está activamente trabajando
por una transformación social básica. Son objetivamente
partidistas y partidistamente objetivos.
Los intelectuales irreverentes debaten y escuchan a los pesimistas y demás
intelectuales, a pesar de sus títulos e ínfulas, para ver
si tienen alguna cosa que merezca la pena (digna de) decir.
Para el intelectual irreverente y comprometido, el prestigio y reconocimiento
viene de los activistas y de los movimientos e intelectuales que están
implicados en las luchas populares. Intelectuales y activistas con los
que trabaja. Los intelectuales irreverentes investigan, buscando fuentes
de datos originales. Crean sus propios indicadores y conceptos, por ejemplo,
identificar la gravedad actual de la pobreza, explotación y exclusión.
Reconocen que los premios y galardones de prestigio son parte del sistema
que sostiene la hegemonía burguesa. Reconocen que hay intelectuales
que reciben premios en instituciones de prestigio que están claramente
comprometidos con las luchas populares, y aceptan o confiesan que estas
excepciones deben ser destacadas, aunque también reconocen que
hay muchos que al subir en la escala sucumben a los halagos de la certificación
burguesa. Los intelectuales irreverentes admiran a Jean Paul Sartre, que
rechazó el Premio Nobel en mitad de la Guerra de Vietnam. Sobre
todo, luchan contra la hegemonía burguesa dentro de la izquierda,
integrando sus escritos y enseñanzas con la práctica, rehuyendo
las dobles lealtades. En una palabra, los intelectuales irreverentes están
trabajando por la creación de una cultura contrahegemónica.
Conclusión
Mientras que se ha elaborado un buen conjunto de investigaciones
y escritos sobre el tema de la hegemonía burguesa a través
del examen de las instituciones, medios de comunicación, centros
educativos, propaganda estatal..., poca atención se ha prestado
a cómo dentro de la izquierda los signos y símbolos de la
hegemonía burguesa son transmitidos putativamente por intelectuales
de izquierda. Los intelectuales son un grupo importante, particularmente
en la medida que forman la subjetividad de los estudiantes y, en algunos
contextos, también de las clases populares. De hecho, en tanto
que sean visibles y tengan acceso a los medios de comunicación,
ellos representan otro canal a través del cual se forma la subjetividad
o conciencia política. Sus valores, carreras profesionales y opciones
educativas, sus esfuerzos y ambiciones juegan un papel al configurarse
como ejemplos a seguir y transmitir mensajes que tienen un impacto importante
en grupos estratégicos específicos que pueden llegar a ser
líderes de opinión. En la medida en que los intelectuales
han asumido los objetivos burgueses e internalizan sus premios y sistemas
de prestigio, se convierten de camino en un mecanismo específico
para prolongar y hacer más profunda la hegemonía burguesa,
particularmente en la izquierda.
El problema de la subjetividad es una cuestión clave hoy día.
La desafección popular se propaga o extiende de forma creciente
por el Tercer Mundo e incluso en los países imperiales. El reto
clave consiste en ligar este descontento con los movimientos sociales
transformadores. Esto requiere una teoría revolucionaria, conceptos
críticos e intelectuales comprometidos, lo que de camino implica
un doble frente de lucha, uno contra los poderes burgueses y el segundo
contra el doble discurso de los intelectuales de izquierda.
* Sociólogo norteamericano,
escritor y docente universitario; presidente del Consejo Académico
Internacional de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo.
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Rectora: Hebe de Bonafini
Director Académico: Vicente Zito Lema |
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