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Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

Giulio Girardi

�Para el protagonismo en la construcción de una alternativa de civilización y la iglesia�

Evolución en la concepción del sujeto histórico
En la búsqueda de los caminos para la construcción de la alternativa al neoliberalismo, una de las principales tareas es la identificación y la formación de los protagonistas, es decir de los sujetos antagónicos al modelo vigente. Es ésta la respuesta más contundente a la crítica que la derecha le opone constantemente a la izquierda, y particularmente al llamado “pueblo de Seattle”, denunciando el contenido puramente negativo, protestatario de su movilización y su falta de proyectos auténticamente alternativos. La respuesta consiste en descubrir los múltiples lugares de búsqueda y de creatividad, orientados en el sentido de la alternativa; lugares que corresponden justamente al compromiso de cada uno de los sujetos antagónicos.
La versión del marxismo que por una cierta época orientó la izquierda inculcaba una visión objetivista y monolítica del sujeto alternativo. En su perspectiva, el sujeto designado “por la historia” a liderar la lucha contra el capitalismo y la construcción de la sociedad socialista era la clase obrera; la afirmación de su papel protagónico surgiría de la contradicción objetiva entre el estado de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. La revolución mundial sería obra de la unión de los “proletarios de todo el mundo”. Por supuesto, otros sujetos podrían colaborar en esta histórica empresa, pero a condición que se “proletarizaran”, es decir que se acercaran lo más posible al sujeto paradigmático, que era la clase obrera. El internacionalismo llamado a protagonizar el cambio de sociedad a nivel mundial se denominaba “proletario”.
En la búsqueda actual de la alternativa, la concepción del sujeto ha cambiado profundamente respecto al obrerismo de otrora. Primero, porque se ha diversificado ampliamente: ya no hablamos “del” sujeto de la alternativa, sino de una muchedumbre de sujetos, que es necesario identificar en cada contexto político, económico y cultural, ninguno de los cuales tiene un papel hegemónico determinado por su posición objetiva. La hegemonía de un sector surge, cuando surge, en un contexto determinado, de su capacidad de elaborar, en el fervor de la lucha, propuestas movilizadoras y unificantes. Segundo, la calidad de sujeto de la alternativa no se funda únicamente en la ubicación objetiva de este grupo social, sino sobre todo en el nivel de conciencia que él ha alcanzado: sujeto de la alternativa por tanto no es el grupo en su conjunto, por ejemplo, de indígenas o de mujeres, sino el sector concientizado y movilizado de ellos, que suele ser minoritario.
Sobre este trasfondo hay que ubicar nuestro intento de reflexión sobre el protagonismo de las mujeres: en la construcción de la alternativa y particularmente en la educación popular liberadora.
Me he sentido particularmente feliz y honrado de poder presentar y discutir estas hipótesis por primera vez en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, en Buenos Aires: ellas pues son uno de los símbolos más expresivos de las mujeres que emergen como sujetos en la lucha liberadora. Son, en particular, un grupo de educadoras populares extraordinariamentesignificativo para ese país y para toda la humanidad. Ellas contribuyen a la educación liberadora con su testimonio beligerante de fidelidad. Fidelidad a las víctimas de la barbarie, de las cuales alimentan incesantemente la memoria inquietante; para las cuales siguen invocando justicia y denunciando la impunidad de los victimarios. Fidelidad a las ideas y a los ideales por los cuales las víctimas lucharon y murieron, prolongando su combate y proclamando la vigencia de sus sueños. Fidelidad a las ideas y a los ideales de una generación que creyó en la posibilidad de cambiar el mundo, proclamando con los rebeldes de Porto Alegre que Otro mundo es posible.
Queremos ahora proponer algunas reflexiones sobre la opresión y la liberación de las mujeres, por un lado en el sistema económico y político de dominación neoliberal, por el otro en el sistema de dominación eclesiástico católico.

I-APORTE METODOLOGICO DEL MOVIMIENTO DE MUJERES
Abro esta exposición con una reflexión metodológica, porque pienso que éste es un terreno importante del aporte de las mujeres a la educación popular y particularmente a la investigación participativa. Se inspiran en la propuesta metodológica de las feministas.
El análisis en la metodología de la educación popular
La metodología investigativa promovida por la educación popular prevé tres etapas: ver, juzgar y actuar. El “ver” es el momento del análisis de la situación, en el cual la educación popular liberadora le atribuye particular importancia a la dimensión social y política. Este análisis se desarrolla con la conciencia de que no puede ser neutral, sino que supone una toma de partido. Por eso se llama también análisis de clase. Más precisamente, el de la educación popular, es
-un análisis participativo, en el cual el grupo popular investiga colectivamente y en el cual cada persona tiene la disposición a escuchar y aprender de las otras;
-un análisis elaborado desde el punto de vista de los oprimidos y las oprimidas como sujetos: así la no-neutralidad se define como una toma de partido intelectual, reflejo de una toma de partido ético-política, que consiste esencialmente en la afirmación beligerante del derecho de los oprimidos a la autodeterminación. Es entonces una opción intelectual, que afirma la validez cultural del punto de vista de los oprimidos como sujetos, en contraposición al punto de vista de los grupos y pueblos dominantes.
El punto de vista de los oprimidos y las oprimidas representa un signo de contradicción en el terreno cultural: por un lado, pues, inspira una crítica radical de la cultura occidental cristiana y, al mismo tiempo, del pensamiento único liberaldemócrata; por el otro, contribuye a orientar la elaboración de una cultura alternativa.
Asumir el punto de vista de los oprimidos y las oprimidas representa para un occidental un viraje cultural. Su primera implicación es la toma de conciencia de la dependencia intelectual y moral que hasta ese momento había marcado (inconscientemente) nuestra propia cultura y que sigue marcando la cultura de las grandes mayorías.
Un sistema tan antipopular como el neoliberalismo logra conseguir el consenso de grandes masas, inclusive de los sectores populares, y logra por tanto imponer su hegemonía a nivel mundial. Ahora, lo que posibilita un consenso tan paradójico es la dominación intelectual y moral que ejercen, a través de su aparato ideológico, los grupos sociales y pueblos dominantes, y, por el otro lado, la dependencia intelectual y moral de las grandes masas y su incapacidad de pensar con su propia

cabeza. Esta dependencia intelectual y moral es, a mi juicio, la forma más grave de expropiación de las personas y los pueblos, y es el fundamento de las otras dependencias: política, económica, social, religiosa, etc. Es particularmente grave la dependencia a nivel filosófico y religioso: es decir en los sectores culturales donde las personas y los pueblos definen el sentido de su vida. Por tanto, sólo rompiendo esa dependencia, conquistando la autonomía a este nivel, será posible desatar un proceso de liberación integral. Esta toma de conciencia puede suscitar un modo de rebeldía y de reivindicación del derecho a la autonomía intelectual y moral, como componente esencial del derecho a la identidad. Así entendida, la rebelión es una forma de nacimiento intelectual y moral: me rebelo, entonces soy.
Por tanto, asumir el punto de vista de los oprimidos y las oprimidas implica una capacidad, por cierto muy rara, de autonomía intelectual y moral frente a las ideas y los valores dominantes; implica entonces la capacidad de navegar contra la corriente y de asumir las consecuencias de esta situación, como la soledad y la marginación. Esta liberación intelectual y moral es el necesario punto de partida y el fundamento del proceso de construcción de la alternativa.
Este punto de vista lo consideramos no sólo culturalmente válido sino también superior al punto de vista de la burguesía transnacional. Porque los opresores tienden a producir un conocimiento que legitime su dominación y que, por tanto, esconda la violencia del sistema: encuentran una aliada esencial en la mentira. En cambio, los oprimidos y las oprimidas, que se inspiran en el amor liberador, tienen interés en la afirmación de la verdad, en el triunfo de la luz.

El aporte metodológico de las feministas: el punto de vista de género
El aporte metodológico de las feministas es doble. En primer lugar ellas valoran la especificidad del punto de vista de “las oprimidas” respecto al punto de vista de “los oprimidos”. Para ellas entonces la no-neutralidad del análisis y, por supuesto, de la evaluación tiene aquí un nuevo aspecto respecto al análisis de clase, que es el “punto de vista de género”.
Para favorecer la emergencia del punto de vista de género, las mujeres valoran investigaciones participativas sólo de mujeres y, en el análisis, el momento del autoanálisis o de la autoconciencia. Tanto que a veces colectivos de mujeres en búsqueda se definen “grupos de autoconciencia”. Este es el segundo aporte que quiero señalar.
Pero, ¿qué es, más precisamente, el “género”? No es una categoría puramente biológica, fundada sobre los aspectos sexuales, sino una categoría social, política y cultural. Ella refleja la relación entre hombre y mujer como es vivida y pensada en una determinada sociedad. Forman parte de la definición del género las relaciones de dominación que en la sociedad patriarcal caracterizan la relación hombre-mujer, en sus aspectos sociales, políticos y religiosos y con su justificación ideológica y teológica.
Ahora, asumiendo específicamente el punto de vista de las oprimidas, en nuestra búsqueda tenemos que contraponerlo no sólo al punto de vista de la burguesía transnacional, sino también al punto de vista de los varones oprimidos, por cuanto, en las relaciones de género, ellos son a menudo opresores: no necesariamente como personas individuales, sino como miembros de este género. Por su condición de opresores, los varones tienden a ocultar y a ocultarse a sí mismos la violencia de sus relaciones con las mujeres. Entonces, el punto de vista de las oprimidas representa una integración y una corrección del punto de vista de los oprimidos. Concretamente, por ejemplo, el punto de vista de las indígenas o de las negras representa una integración y una corrección del punto de vista de los indígenas o negros. Se impone, sin embargo, una precisión. Cuando hablamos del punto de vista de las oprimidas y afirmamos su superioridad no nos referimos al conjunto de las mujeres: muchas de ellas pues, quizá la mayoría, siguen siendo intelectualmente dependientes, y por tanto, no expresan un punto de vista antagónico respecto al machismo de la cultura dominante. Nos referimos, en cambio, a las mujeres concientizadas y rebeldes, que viven un proceso de liberación intelectual y política, inspirado en valores alternativos: nos referimos entonces a grupos minoritarios, considerándolos intérpretes auténticos de la situación y de las aspiraciones de las grandes mayorías.
Quiero ahora completar este aporte con una experiencia personal. En los años ‘70 tuve la oportunidad, que me ofreció en Turín el Sindicato del Metal, de coordinar una investigación participativa de obreros sobre el tema “la conciencia obrera hoy”. En la elaboración de la metodología nos inspiramos en los grupos feministas de autoconciencia y propusimos como método el autoanálisis de clase. Ahora, yo pienso que estos dos puntos de vista, de clase y de género, no son opuestos, sino complementarios, es decir que se completan mutuamente.
En la última década, mi reflexión se ha concentrado sobre la problemática indígena y negra. Aquí también estuve descubriendo la necesidad de integrar el punto de vista étnico con el punto de vista de “género”. Si, por ejemplo, los indígenas y negros consideran el patriarcado como un producto de la lógica capitalista, las mujeres señalan su presencia también en las culturas indígenas y negras precapitalistas.

II-OPRESION Y LIBERACION DE LA MUJER EN EL SISTEMA DE DOMINACION NEOLIBERAL
La opción por las oprimidas como sujetos puede ser, a mi juicio, el eje de una filosofía liberadora de la mujer. Será de todos modos nuestra brújula en la reflexión sobre el sistema de dominación neoliberal, donde ella interviene por un lado en el análisis y la evaluación de la sociedad, y por el otro en la elaboración de alternativas.

Especificidad y radicalidad de la opresión femenina
La provocación de las feministas impone explicitar, en el análisis y la evaluación de la sociedad, el punto de vista de las oprimidas. Esta explicitación pretende, en primer lugar, señalar los aspectos específicos de la opresión de las mujeres y de la violencia de la que son víctimas. Pretende analizar el impacto específico de la globalización neoliberal sobre la mujer, que lleva a los analistas a hablar de una creciente feminización de la pobreza, la miseria, el desempleo.
Uno de los aspectos específicos de la opresión femenina es su radicalidad. De lo que se trata, es de una opresión que se añade a las otras formas de opresión y las agudiza. La mujer comparte con los hombres la opresión política, económica, cultural, educativa, religiosa; pero sufre más profundamente cada una de estas opresiones por ser víctima, además, de la opresión de género. Ella comparte con los hombres su lucha liberadora, pero tiene que enfrentarse a ellos en la familia, la sociedad, la iglesia, cuando opta por su liberación como mujer tiene que enfrentarse a los hombres.
La opresión femenina es una de las raíces de la violencia que caracteriza la sociedad capitalista. Es cierto que esta violencia es connatural al modelo económico y político, particularmente en su fase neoliberal. Pero sería un error pensar que este modelo se ha impuesto y se va radicalizando por razones puramente objetivas. En su afirmación tienen una responsabilidad decisiva los países más poderosos y sus dirigentes políticos. Tienen por eso mismo un peso determinante los varones, que son la inmensa mayoría de los dirigentes políticos; y también la inmensamayoría de los científicos y técnicos que orientan el “progreso” al servicio de una minoría privilegiada de la humanidad; son la inmensa mayoría de los militares que realizaron con las armas las conquistas y colonizaciones y que defienden hoy el sistema de dominación, reprimiendo violentamente las protestas populares; son la inmensa mayoría de los conquistadores que perpetraron el genocidio físico de los pueblos indígenas y más tarde la esclavización y deportación de los negros; son la inmensa mayoría de las autoridades eclesiásticas que justificaron las conquistas y colonizaciones como presupuesto de la evangelización y salvación de los pueblos; son la inmensa mayoría de las autoridades eclesiásticas que perpetraron el genocidio cultural y religioso de los pueblos indígenas.
Las feministas no se limitan a denunciar la marginación de las mujeres en nuestra civilización; ellas constatan que esta marginación tiene, entre sus consecuencias, la particular crueldad de la violencia contra las mujeres. Para ellas la caza de brujas no es un episodio aislado, sino que es el símbolo de una orientación profunda del sistema.
Se puede legítimamente pensar que nuestra civilización hubiera sido muy distinta si las mujeres no hubieran sido excluidas de la construcción en sus orígenes y en todas sus etapas.

Derecho de autodeterminación de las mujeres
La opción por las oprimidas que nos guía, no tiene carácter asistencial sino liberador: concierne pues las oprimidas no sólo como víctimas, sino también como sujetos de su liberación. Esta opción conlleva en primer lugar el reconocimiento del derecho de autodeterminación de las oprimidas. Derecho que ellas, por supuesto, comparten con todos los oprimidos, y que se convierte en instancia crítica radical de la globalización neoliberal, en la cual este derecho es sistemáticamente pisoteado. Pero el derecho de autodeterminación de las mujeres tiene su alcance específico como cuestionamiento radical de la sociedad patriarcal, marcada justamente por la represión de este derecho. Autodeterminación significa para la mujer derecho de escoger su compañero, de decidir si quiere tener hijos y cuántos hijos quiere tener, de decidir si va a seguir en la vida matrimonial o si va a separarse o divorciarse, de decidir si va a dedicarse totalmente al hogar o si va a buscar trabajo, si va a asumir un compromiso político, sindical u otro, de decidir si va a guardar el hijo o la hija o si va a abortar, etcétera.
Pero el derecho de autodeterminación de las mujeres tiene otra especificidad: es que se articula esencialmente con la solidaridad. Si los varones consideran que su derecho de autodeterminación es compatible con el derecho de dominación, las mujeres cuestionan decididamente esta compatibilidad. Si para los varones el derecho de autodeterminación es masculino, para las mujeres es universal: en este sentido, lo caracterizamos como “solidario”.
Otro aspecto propio del derecho de autodeterminación de la mujer es que él se caracteriza como solidario con la naturaleza. En la interpretación de los varones, el derecho de autodeterminación los legitima de manera ilimitada a dominar la tierra, legitimación que brotaría también de un mandamiento divino, atestiguado por la Biblia. En la perspectiva de la mujer, que desde este punto de vista se acerca a la indígena, la relación de la persona humana con la naturaleza no es de dominación, sino de convivencia y de cariño. Esta intuición está en el origen del ecofeminismo.
La opción por las oprimidas como sujetos no implica sólo el reconocimiento de su derecho de autodeterminación personal, sino también de su derecho a participar activamente en la autodeterminación de su pueblo, compartiendo con los varones el poder político y económico. A este propósito, las mujeres van descubriendo que sería un error remitir la lucha por su autodeterminación específica a la sociedad futura, para concentrarse hoy en la tarea, supuestamente más urgente, de afirmar la autodeterminación del pueblo. Porque la autodeterminación de la mujer no es sólo un componente esencial de la autodeterminación del pueblo, es, en un cierto sentido, la condición de su afirmación. La reivindicación y la conquista de la autodeterminación de parte del pueblo supone pues su concientización, que sólo puede ser fruto de una educación liberadora masiva. Ahora un proceso masivo de educación liberadora lo pueden desatar sólo las mujeres, principales responsables de la educación en la familia y en la sociedad. Sólo una mujer liberada puede ser liberadora.
Esta intuición contribuyó a motivar, me parece, el levantamiento de las mujeres zapatistas, el 8 de marzo de 1993, con el cual ellas impusieron la carta revolucionaria de sus derechos y con el cual prepararon el levantamiento del ejército, realizado algunos meses más tarde, el 1º de enero de 1994.

Reconocimiento de los recursos específicos de la mujer
Optar por las oprimidas como sujetos no significa sólo reconocer la especificidad y radicalidad de su opresión, sino también los recursos específicos con los cuales ella puede contribuir a la construcción de una nueva sociedad y de una nueva civilización. Las mujeres reivindican pues, por un lado, su derecho a la igualdad con los varones, y por el otro su derecho a la diversidad. Sus reivindicaciones entonces no se limitan a restablecer la justicia, sino que pretenden enriquecer la sociedad con sus aportes específicos y fortalecer, en esta fase histórica, la búsqueda de una alternativa de civilización.
Sobre la fuente de este aporte específico, yo formularía la hipótesis siguiente (sobre la cual me interesa conocer el punto de vista de las mujeres). Hay que buscarla en una capacidad especial de amor, entendido como identificación con el otro o la otra. Capacidad plasmada en la experiencia biopsicológica de la maternidad y particularmente en los nueve meses de simbiosis con el hijo o la hija. Esta experiencia de identificación dispone a la mujer a extender el abrazo a las otras personas. La dispone también a sentirse parte de la naturaleza, estableciendo con ella una relación cariñosa. La dispone por fin, si es creyente, a entender el sentido de la identificación con Dios, de la cual hablan los pueblos indígenas; y de la cual habla Jesús de Nazareth.
Las Madres de Plaza de Mayo evidencian nuevas dimensiones de la maternidad cuando dicen: somos las madres no sólo de nuestros hijos, sino de todos los hijos. La maternidad se manifiesta así como una experiencia comunitaria y universalista, que rescata también un aporte de la cultura indígena.
Las mujeres que no han vivido la experiencia de la maternidad pueden, sin embargo, valorar su capacidad de identificación y sublimarla en otras formas de amor, siempre que su renuncia a la maternidad no sea expresión de egoísmo.
Esta capacidad especial de amor, de amistad, de entrega, de solidaridad es el aporte fundamental de las mujeres a la convivencia humana y a la convivencia cósmica, es decir a la convivencia con todos los seres de la naturaleza.
Esta capacidad de amor y de solidaridad es particularmente un aporte de las mujeres a la concepción de la política y del poder, y permite transformar la lucha por la toma del poder en una lucha por la eficacia histórica y el triunfo del amor.
Sin embargo, para que el amor represente realmente un aporte a la convivencia humana y a la convivencia cósmica, es esencial que se caracterice como liberador y no como asistencial. Existe pues y es quizáprevalente una forma de amor, asistencial o protector, que quiere el bien del otro o de la otra, pero que pretende imponerle su propia concepción del bien, y no crear las condiciones para que él o ella escoja autónomamente su camino, defina su identidad, intento que caracteriza en cambio el amor liberador.

La mujer en el sistema de dominación familiar
Mi hipótesis es que la experiencia de la “simbiosis” representa un potencial liberador, pero que ella no es suficiente para determinar la función liberadora de la mujer. Porque la relación de la mujer con la hija o el hijo no es un fenómeno aislado, sino que forma parte de todo un sistema político y económico, fundado en relaciones de dominación; sistema político y económico que es también un sistema educativo. Ahora este sistema se caracteriza por plasmar personalidades dependientes, especialmente a nivel intelectual y moral, lo que es la más radical de las dependencias y expropiaciones, porque reprime en la persona el derecho y la capacidad de pensar con su propia cabeza, de construir su identidad, de afirmar su diversidad; en otras palabras, reprime la capacidad de amarse a sí mismo de manera liberadora.
Ahora esta formación a la dependencia se ejerce en forma específica respecto a la mujer, en dos sentidos. La mujer, pues, es la víctima principal del sistema de dominación intelectual y moral porque, además de la dependencia económica, política y cultural, sufre la dependencia específica de género; llega entonces, si no se rebela, a considerar normal a todos estos niveles y particularmente a nivel de género, su condición de dependencia. Ella se convierte por eso mismo en una protagonista del sistema, es decir en la principal educadora a la dependencia, sobre todo a nivel familiar.
La interpretación del sentido de la vida y la conciencia ética, estrechamente vinculada con ella, se forman en los primeros años de vida, bajo el influjo decisivo de los padres y del ambiente familiar (cuando existe). La interpretación que se plasma en esos años marcará profundamente la evolución de la persona.
Freud ha caracterizado esta relación con los padres como un proceso de “identificación”, categoría de la cual quiero señalar la importancia para una filosofía de la liberación. Según su hipótesis, la identidad y la conciencia del niño y de la niña (que él denomina “superego”) se forman a través de esta identificación con la conciencia de los padres. Para él, se trata propiamente de una identificación pasiva, es decir de una asimilación por parte del niño y la niña de los valores dominantes en la familia; asimilación que no es activa, consciente, crítica, sino puramente receptiva e inconsciente. La educación de los niños sería necesariamente autoritaria e integradora.
En lo personal, yo creo como Freud que es así de ordinario, pero añado que no es así necesariamente. Por lo general la educación familiar sí es autoritaria. Le impone al niño comportamientos y valores sin justificarlos. En el origen de la identidad de la persona hay una intervención violenta: esta violencia puede llegar a ser física, pero es, más frecuentemente, moral y afectiva. El niño o la niña entiende que si quiere ser querido, mimado, aprobado, protegido tiene que hacer lo que se le dice y, más profundamente, tiene que pensar lo que piensan sus padres. Tiene que ubicarse al lado de los más fuertes. Así es que su conciencia ética se construye como reproducción de la conciencia de sus padres.
Esta dependencia intelectual se refiere en particular a las opciones fundamentales, éticas, filosóficas y religiosas, con las cuales las personas van definiendo el sentido de su vida: sus padres las expropian cariñosamente de este derecho fundamental, constitutivo de su identidad, que es el derecho de orientar su propia vida. El símbolo más expresivo deesta dependencia es quizás el bautizo de los niños y niñas, con el cual los padres asumen en el nombre de los hijos opciones fundamentales. Digo que los expropian “cariñosamente”, que ejercen una violencia “dulce”, porque los padres, por lo general, y especialmente las madres, actúan “por amor”. Su arma es el chantaje afectivo. Pero muy a menudo su concepción del amor no es liberadora, sino protectora, asistencial y autoritaria. Ellos no suelen expresar su amor promoviendo la libertad del hijo o la hija y creando las condiciones para que ellos puedan escoger su bien; parten del presupuesto que ellos saben cuál es el bien de los hijos y procuran condicionarlos para que orienten su vida en aquella dirección.
Entonces, la educación familiar suele ser una educación a no pensar autónomamente, a pensar dócilmente, a identificarse con las ideas dominantes.
Es bastante chocante descubrir que el amor es una fuente importante de violencia, pero un análisis objetivo nos impone esta conclusión. Este mismo análisis nos impone una profundización de lo que es auténticamente el amor: ¿cuál es en el autoritarismo la parte del amor y la del egoísmo, es decir del deseo de prolongarse en el otro o la otra?
Así la familia, lugar privilegiado de amor y ternura, es al mismo tiempo un lugar de violencia. Ella refleja la violencia y las relaciones de dominación que caracterizan la sociedad, pero al mismo tiempo contribuye a mantenerlas y a reproducirlas. El problema es que se trata aquí de una violencia inconsciente e invisible; que, por ser considerada legítima y normal, deja de ser percibida como violencia.
Uno de los aspectos de la educación autoritaria es, por lo general, su dualismo a nivel de género. Dualismo que conlleva una cierta discriminación de la mujer. Partiendo del presupuesto que en la sociedad los varones tendrán responsabilidades de dirección mientras que las mujeres estarán llamadas a ocuparse del hogar, la educación se propone preparar cada género a cumplir con su tarea. Entonces, para los varones se considera necesaria una educación superior, para las mujeres es suficiente una educación elemental. A los dos géneros se les imparte también una doble moral, con distintas obligaciones y distintos criterios de evaluación. Las vestimentas, los juegos y los juguetes contribuyen a construir estas distintas imágenes.
Una de las consecuencias más graves de la educación autoritaria es la represión del protagonismo de los jóvenes. Pero reprimiendo el protagonismo juvenil se priva el país y la humanidad de uno de sus recursos más ricos en la construcción de un nuevo futuro.

Tareas liberadoras de la mujer liberada en la sociedad
Este análisis (y autoanálisis) muestra que espontáneamente la mujer no es ni libre ni liberadora sino dependiente y educadora de la dependencia. Pero muestra también el extraordinario potencial liberador que se esconde en su condición de mujer y de madre, y que la educación liberadora tiene la tarea de activar.
El punto de partida del compromiso liberador de la mujer es la toma de conciencia de su condición de dependencia, especialmente a nivel intelectual y moral: de la dependencia que ella comparte con los varones, pero también de su dependencia específica como mujer, de su dependencia de género. Pero la toma de conciencia llega a ser liberadora cuando percibe que esta dependencia no es “normal”, sino que es el fruto de una múltiple represión del derecho de autodeterminación intelectual y moral de la persona, y más específicamente de la mujer como tal. Represión del derecho, pero también de la capacidad de autodeterminación que las mujeres tienen como personas y como mujeres. Represión de los recursos específicos, que ella podría poner al servicio de la sociedad, y que se convierte por tanto en un empobrecimiento de la humanidad. En otraspalabras, la toma de conciencia es liberadora cuando provoca una rebelión, al mismo tiempo, contra la ideología machista y contra el neoliberalismo que la impone hoy.
Es la mujer así liberada que se convierte en protagonista de la educación liberadora en la familia y en la sociedad, que por tanto le puede imprimir al sistema educativo autoritario, en el cual se funda el modelo neoliberal, una inversión de tendencia. Es la mujer así liberada que se convierte en protagonista de la transformación social y de la Iglesia.
Quiero señalar algunos de los aportes específicos de la mujer a la construcción de la alternativa.
1) Como protagonista de la educación liberadora, la mujer liberada contribuye específicamente a la construcción de una nueva sociedad:
–Promoviendo una nueva relación entre hombre y mujer, fundada en la igualdad, la diversidad y la fecundación mutua (en el sentido cultural y político). Quebrando las relaciones de dominación a nivel de género, que tienen en la sociedad un papel radical, ellas contribuyen a quebrar en su conjunto el sistema de dominación;
–Promoviendo en la familia y en la sociedad la educación liberadora, ellas contribuyen a la liberación de los jóvenes y a la valorización de su protagonismo;
–Contribuyendo a la concientización del pueblo, lo preparan a rebelarse y a movilizarse por su liberación.
2) El coprotagonismo de la mujer en la vida política y económica enriquece la misma concepción del poder y su representatividad. La enriquece con el aporte de un punto de vista específico y de una sensibilidad particularmente abierta a considerar el poder como expresión solidaria de la comunidad, de su voluntad y de sus intereses, en una palabra, como un auténtico poder popular; a valorar la tarea educativa, en el sentido liberador, del poder popular, a prestarle particular atención al desarrollo y al poder local alternativo.
3) El coprotagonismo de la mujer es particularmente fecundo en la elaboración de proyectos alternativos de desarrollo local y en la instauración de poderes locales alternativos.
4) El aporte de las mujeres es fundamental en la elaboración de una ética liberadora. Su sensibilidad impone el abandono de una ética fundada en la obediencia, y la formación de una ética inspirada por la centralidad del amor liberador. Además, su punto de vista es esencial para enriquecer y corregir algunos problemas más candentes, como el del aborto.
5) El aporte de las mujeres es fundamental en la elaboración de una estrategia no-violenta contra el neoliberalismo. La cultura liberadora y la cultura no-violenta históricamente se han contrapuesto y descalificado entre sí: lo que, a mi juicio, ha reducido la eficacia de ambas. Ha llegado quizás el momento de elaborar, con el papel determinante de las mujeres, una nueva síntesis entre las dos tradiciones: la educación popular liberadora sería un terreno privilegiado de esta elaboración.
En conclusión, nos ha sacudido profundamente tener que reconocer el papel determinante de la opresión femenina en el sistema económico y político neoliberal de dominación y en el sistema eclesiástico católico. Ella no es sólo una de las formas de opresión, sino una de las raíces de la opresión a estos distintos niveles: porque la exclusión de las mujeres del protagonismo en la sociedad y el protagonismo exclusivo de los varones determinan el sistema autoritario y violento de los sistemas de dominación neoliberal y católico.
Entonces, la lucha de las mujeres por su liberación no es sólo la reivindicación de un derecho pisoteado, es también una responsabilidad histórica. Porque sólo las mujeres liberadas podrán ser liberadoras. Sólo las mujeres liberadas serán protagonistas de una nueva civilización.

* Es teólogo de la Liberación. Nacido en Egipto, reside en Roma. Es miembro del Tribunal de los Pueblos contra la Deuda Externa, participa de la solidaridad con los movimientos populares de América latina y es docente invitado en la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo.

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