RED
HOT CHILI PEPPERS 22.00 DEFTONES 20.30
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CATUPECU
MACHU 19.15
SANTOS INOCENTES 18.30
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MIERCOLES
24 / VELEZ
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Contagiándose
la energía del otro
De
estrellas será la última noche de la serie, entre la electricidad
porteña de Catupecu (estrellas emergentes de acá), el rugido
de Deftones (estrellas emergentes, de allá) y el fuego inolvidable
de los Peppers (estrellas, acá y allá). Una combinación
explosiva, si las hay. Hablan Moreno, Frusciante y Ruiz Díaz.
Ese
muchacho Moreno
Cuando
White Pony convirtió a Deftones en el purasangre más sensible
del establo nü metal, un cronista inglés escribió (no
sin cierto orgulloso sarcasmo de madre patria): Si Marilyn Manson
tuviera la mitad de su talento para escribir canciones para las masas,
a esta altura sería presidente de Estados Unidos. Más
allá de la exageración, podría invertirse la fórmula
y enunciar que, si Chino Moreno tuviera la mitad del olfato mediático
y la pulsión escénica de Manson, a esta altura sería
una súper estrella planetaria. Pero buena parte del encanto de
Deftones reside en su sobria tristeza. El dolor de las canciones de Moreno
un muchacho de clase baja de Sacramento, California, descendiente
de latinos, que no habla una palabra en español contradiciendo
su apellido no se relaciona con traumas de infancia, desprecios
machistas ni arquetípicas frustraciones pueblerinas, como ocurre
a menudo con sus compatriotas contemporáneos. Por eso y por
sus decisiones musicales escurridizas es que Deftones consiguió
desprenderse sucesivamente las etiquetas del grunge, el rock industrial
y el rap metal.
A esta altura, si escucho hablar de Deftones como una banda de rap
metal llano, no me importa, pero diría que esa persona es un poco
ignorante, dice Chino Moreno en diálogo telefónico
con el No. Más que nü metal, definiría lo nuestro
como new music. Es cierto: nos ha influido el metal, y también
el rap, pero nunca esos géneros en sus expresiones puras. Yo no
hablo de las joyas que tengo, ni de cuántos autos manejo, y en
todo caso los artistas de aquellos estilos inspiraron a forjar la personalidad
de Deftones del mismo modo que los Smiths, por ejemplo. El rap metal es
gente a la que le gusta Puff Daddy y Metallica y mezcla esas dos cosas.
Una mierda.
¿Limp Bizkit, Kid Rock...?
No sé. Ellos son lo que son. Lo que hacen, lo hacen bien.
Si aparecen en la radio, no me provocan odio, ni necesariamente me hacen
cambiar el dial. Pero Deftones intenta hacer algo completamente distinto,
eso sí. Trato de que no me asocien artísticamente con ellos.
Quiero a esa gente -algunos son mis amigos, pero intento hacer algo
más personal.
¿Es cierto que Radiohead es tu banda favorita, como les gusta
decir a los periodistas ingleses?
Bueno, es una de ellas. No diría que es mi banda favorita,
pero en este momento, Kid A probablemente sea mi disco preferido. Es una
banda grandiosa, que nunca dejó de progresar. Aprecio su voluntad
artística para correrse del camino que habían construido
con su disco anterior, tan aclamado por la crítica. Esa es la clase
de grupos que más aprecio: Beastie Boys, Nine Inch Nails, Janes
Addiction, The Cure, los Smiths.
Hablando de eso: hay un tema de White Pony, Passenger,
que parece una versión industrial del There is a light that
never goes out de los Smiths, con el paseo en auto como forma de
escape...
Sí, tiene esa misma vibra. A su vez ésa es una de
mis canciones favoritas de los Smiths. Es cierto: viajar arriba de un
auto sin saber adónde vamos, ni por qué, resulta excitante.
Un momento libre de preocupaciones. Maynard James Keenan (vocalista de
Tool y A Perfect Circle) escribió la letra conmigo. El fue el que
vino con la idea y la descripción del interior del coche, la atomósfera
alrededor, y fuimos sugiriendo un clima sin contar toda la historia. Es
la manera en que funciona todo el disco: hay mucha metáfora, alusiones
a ciertas imágenes, pero nunca descripciones exactas de lo que
está sucediendo. Para mí es divertido escuchar esa clase
de discos, porque cada cual puede crear su propia historia.
¿Cómo es la vida en Sacramento?
Nací y viví toda mi vida acá. Es una vida bastante
tranquila. No es Los Angeles, no es una gran ciudad. No había sueños
de fama, ni expectativas de llegar a ser la gran banda de rock. Eso fue
bueno. Eramos chicos de clase baja, sin grandes pretensiones. Mi familia
no tenía mucho dinero que digamos, así que andábamos
todo el día en skate y... hacíamos música. No vivíamos
la competencia que viven las bandas en las grandes ciudades. Sacramento
es bastante amigable: las personas se brindan aliento y todo el mundo
coopera. Hay una conciencia comunitaria muy buena.
¿De dónde son tus padres?
Mi padre nació en Los Angeles, pero era hijo de mexicanos.
Y mi mamá nació en Sacramento, pero su padre era chino y
su madre, mexicana.
¿En qué momentos de tu vida cotidiana escribís
canciones?
Generalmente de noche. Tengo un estudio en mi casa: al anochecer
empiezo a trabajar ahí, y a veces termino a la mañana siguiente.
Soy una persona de la noche, definitivamente. Me gusta dormir de día
y trabajar tarde.
Tal vez por eso son tristes...
Puede ser. Si hay un riff de guitarra heavy, no me dan ganas de
gritar encima. El momento de escribir para mí es un momento de
paz, así que el contraste de mi melodía de voz con un riff
que trae Stephen (Carpenter, el guitarrista), provoca un efecto muy original.
A veces me da por rockearme, pero todo depende del estado de ánimo.
Nuestro próximo disco tal vez sea más heavy. En el último
nos preocupamos por hacer algo que no fuera en absoluto típico,
pero creo que el próximo no va a tener ninguna premisa. Saldrá
lo que nos salga. Va a ser muy genuino.
Fuera de Deftones, ¿qué es de tu vida?
Fumo, ando un poco en skate... Pero la música consume la
mayor parte de mi tiempo. Aparte de la banda, ahora estoy trabajando en
un disco solista, así que paso muchas horas en el estudio, y cada
tanto salgo a caminar un rato por el pueblo. Mi proyecto suena medio Portishead,
Massive Attack, pero es más ambient, más orgánico,
y no tiene tanto rhythm & blues como el trip hop. Es muy original.
PABLO PLOTKIN
Sanos
y salvos
Pasó
con Nirvana en Vélez y pasó con los Red Hot Chili Peppers
en Obras, en enero del 93: eso de asistir a un show con más
connotaciones históricas que resultados artísticos concretos.
Estar en el lugar correcto a la hora señalada, surfear la cresta
de la ola más alta y sobrevivir para contarlo. Las dos noches porteñas
de los Peppers en medio del torbellino post-Blood Sugar Sex Magik tuvieron
ese sabor enciclopédico, pero además fundaron el romance
entre la ciudad y el salvajismo de Kiedis, Flea & Co. en plena ebullición.
El detalle es que a ese & Co. hubo que restarle nada menos
que a John Frusciante, el fan que, con sólo 18 años, se
había hecho cargo de la guitarra que dejó vacante Hillel
Slovack (muerto por sobredosis de heroína) y transformó
el sonido del grupo hasta las consecuencias expuestas en Mothers
Milk y Blood Sugar... Los vicios de Frusciante hicieron combustión
con la fama: quemado, dejó el grupo para dedicarse a grabar buenos
(y raros) discos solistas, así que no se lo pudo ver sobre el escenario
de Obras. Pensaba que podría dedicarme sólo a la música,
sin dar entrevistas ni viajar, recordó en estos días
John. Cuando vi que no era así, me pasé al otro lado:
comencé a abusar de las bebidas, las drogas y las mujeres.
El ruidoso Arik Marshall no estuvo a la altura de su predecesor, pero
el hecho es que aquello tuvo poca importancia, y las canciones fueron
explotando en un Obras (cuándo no) sofocante. Seis años
después, en octubre de 1999, los Peppers volvieron sobriamente
revitalizados. Californication estaba convirtiéndose en futuro
álbum de música clásica de los 90 (entretanto
habían pasado cuatro años de silencio, el ex Janes
Addiction, Dave Navarro, y el distinguido One Hot Minute) y Frusciante
había vuelto como un Cristo que sobrevivió a una crucifixión
de heroína. La tercera visita de los californianos tiene el inequívoco
aspecto de sanidad: Kiedis, Flea y Smith le pisan los talones a los cuarenta
y Frusciante nueve años menor que el resto se afeitó,
se cortó el pelo y ostenta el aplomo de un gran músico que
se corrió de las vías justo antes de que pasara el tren.
Ahora sé que las entrevistas y otras actividades que no son
directamente artísticas forman parte de la vida del músico
de rock, dice John, a punto de editar su tercer álbum solista
(en marzo), To Record Only Water for Ten Days. Tengo que hacerlo
feliz, pues es lo que me permite vivir de mi arte. Soy un rock star, pero
soy una persona normal, no soy Gene Simmons. P.P.
Respeto
perdido
Algunas cosas
que estimulan a Gabriel Ruiz Díaz, bajista de Catupecu Machu, a tocar
el 24 en el José Amalfitani: a) Red Hot Chili Peppers es una de las bandas
que más escuchaba cuando empezó a dedicarse seriamente a la música; b)
de la camada denominada nü metal, los Deftones son sus favoritos; c) enfrentar
a una audiencia masiva y no necesariamente seguidora de Catupecu; d) tocar
en el barrio, a un par de cuadras de la casa familiar donde convive con
su hermano Fernando, exultante voz líder del trío. “Vamos a salir a prender
fuego el escenario”, promete Gabriel. “Serán unos doce temas: la mayoría
de Cuentos decapitados, pero también bastantes temas viejos con sorpresas.
Desde que empezamos a grabar el último disco, venimos experimentando con
diferentes formas de trabajo, así que creo que éste es el momento de que
saquemos todo a la cancha.” Además de los temas propios, tocarán su ya
tradicional versión de “Héroes anónimos” (de Metrópoli), y probablemente
presenten por primera vez en vivo el track fantasma de Cuentos..., “I
feel you”, de Depeche Mode. “Sabemos adaptarnos a diferentes escenarios
y públicos, así que vamos a aprovechar esa habilidad para hacer un show
distinto”, adelantó el bajista. “Antes de tocar con Metallica, les teníamos
un respeto excesivo a los escenarios grandes. A la mitad del primer tema,
ya se lo habíamos perdido.” P.P.
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