Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche
Convivir con virusBoleteríaCerrado
Abierto

Ediciones anteriores

 Fmérides
Truchas  


Jueves 11 de Enero de 2001

tapa
tapa del No

RED HOT CHILI PEPPERS 22.00 DEFTONES 20.30

CATUPECU MACHU 19.15
SANTOS INOCENTES 18.30

MIERCOLES 24 / VELEZ

Contagiándose la energía del otro

De estrellas será la última noche de la serie, entre la electricidad porteña de Catupecu (estrellas emergentes de acá), el rugido de Deftones (estrellas emergentes, de allá) y el fuego inolvidable de los Peppers (estrellas, acá y allá). Una combinación explosiva, si las hay. Hablan Moreno, Frusciante y Ruiz Díaz.

Ese muchacho Moreno
Cuando White Pony convirtió a Deftones en el purasangre más sensible del establo nü metal, un cronista inglés escribió (no sin cierto orgulloso sarcasmo de madre patria): “Si Marilyn Manson tuviera la mitad de su talento para escribir canciones para las masas, a esta altura sería presidente de Estados Unidos”. Más allá de la exageración, podría invertirse la fórmula y enunciar que, si Chino Moreno tuviera la mitad del olfato mediático y la pulsión escénica de Manson, a esta altura sería una súper estrella planetaria. Pero buena parte del encanto de Deftones reside en su sobria tristeza. El dolor de las canciones de Moreno –un muchacho de clase baja de Sacramento, California, descendiente de latinos, que no habla una palabra en español contradiciendo su apellido– no se relaciona con traumas de infancia, desprecios machistas ni arquetípicas frustraciones pueblerinas, como ocurre a menudo con sus compatriotas contemporáneos. Por eso –y por sus decisiones musicales escurridizas– es que Deftones consiguió desprenderse sucesivamente las etiquetas del grunge, el rock industrial y el rap metal.
“A esta altura, si escucho hablar de Deftones como una banda de rap metal llano, no me importa, pero diría que esa persona es un poco ignorante”, dice Chino Moreno en diálogo telefónico con el No. “Más que nü metal, definiría lo nuestro como new music. Es cierto: nos ha influido el metal, y también el rap, pero nunca esos géneros en sus expresiones puras. Yo no hablo de las joyas que tengo, ni de cuántos autos manejo, y en todo caso los artistas de aquellos estilos inspiraron a forjar la personalidad de Deftones del mismo modo que los Smiths, por ejemplo. El rap metal es gente a la que le gusta Puff Daddy y Metallica y mezcla esas dos cosas. Una mierda.”
–¿Limp Bizkit, Kid Rock...?
–No sé. Ellos son lo que son. Lo que hacen, lo hacen bien. Si aparecen en la radio, no me provocan odio, ni necesariamente me hacen cambiar el dial. Pero Deftones intenta hacer algo completamente distinto, eso sí. Trato de que no me asocien artísticamente con ellos. Quiero a esa gente -algunos son mis amigos–, pero intento hacer algo más personal.
–¿Es cierto que Radiohead es tu banda favorita, como les gusta decir a los periodistas ingleses?
–Bueno, es una de ellas. No diría que es mi banda favorita, pero en este momento, Kid A probablemente sea mi disco preferido. Es una banda grandiosa, que nunca dejó de progresar. Aprecio su voluntad artística para correrse del camino que habían construido con su disco anterior, tan aclamado por la crítica. Esa es la clase de grupos que más aprecio: Beastie Boys, Nine Inch Nails, Jane’s Addiction, The Cure, los Smiths.
–Hablando de eso: hay un tema de White Pony, “Passenger”, que parece una versión industrial del “There is a light that never goes out” de los Smiths, con el paseo en auto como forma de escape...
–Sí, tiene esa misma vibra. A su vez ésa es una de mis canciones favoritas de los Smiths. Es cierto: viajar arriba de un auto sin saber adónde vamos, ni por qué, resulta excitante. Un momento libre de preocupaciones. Maynard James Keenan (vocalista de Tool y A Perfect Circle) escribió la letra conmigo. El fue el que vino con la idea y la descripción del interior del coche, la atomósfera alrededor, y fuimos sugiriendo un clima sin contar toda la historia. Es la manera en que funciona todo el disco: hay mucha metáfora, alusiones a ciertas imágenes, pero nunca descripciones exactas de lo que está sucediendo. Para mí es divertido escuchar esa clase de discos, porque cada cual puede crear su propia historia.
–¿Cómo es la vida en Sacramento?
–Nací y viví toda mi vida acá. Es una vida bastante tranquila. No es Los Angeles, no es una gran ciudad. No había sueños de fama, ni expectativas de llegar a ser la gran banda de rock. Eso fue bueno. Eramos chicos de clase baja, sin grandes pretensiones. Mi familia no tenía mucho dinero que digamos, así que andábamos todo el día en skate y... hacíamos música. No vivíamos la competencia que viven las bandas en las grandes ciudades. Sacramento es bastante amigable: las personas se brindan aliento y todo el mundo coopera. Hay una conciencia comunitaria muy buena.
–¿De dónde son tus padres?
–Mi padre nació en Los Angeles, pero era hijo de mexicanos. Y mi mamá nació en Sacramento, pero su padre era chino y su madre, mexicana.
–¿En qué momentos de tu vida cotidiana escribís canciones?
–Generalmente de noche. Tengo un estudio en mi casa: al anochecer empiezo a trabajar ahí, y a veces termino a la mañana siguiente. Soy una persona de la noche, definitivamente. Me gusta dormir de día y trabajar tarde.
–Tal vez por eso son tristes...
–Puede ser. Si hay un riff de guitarra heavy, no me dan ganas de gritar encima. El momento de escribir para mí es un momento de paz, así que el contraste de mi melodía de voz con un riff que trae Stephen (Carpenter, el guitarrista), provoca un efecto muy original. A veces me da por rockearme, pero todo depende del estado de ánimo. Nuestro próximo disco tal vez sea más heavy. En el último nos preocupamos por hacer algo que no fuera en absoluto típico, pero creo que el próximo no va a tener ninguna premisa. Saldrá lo que nos salga. Va a ser muy genuino.
–Fuera de Deftones, ¿qué es de tu vida?
–Fumo, ando un poco en skate... Pero la música consume la mayor parte de mi tiempo. Aparte de la banda, ahora estoy trabajando en un disco solista, así que paso muchas horas en el estudio, y cada tanto salgo a caminar un rato por el pueblo. Mi proyecto suena medio Portishead, Massive Attack, pero es más ambient, más orgánico, y no tiene tanto rhythm & blues como el trip hop. Es muy original. PABLO PLOTKIN

Sanos y salvos
Pasó con Nirvana en Vélez y pasó con los Red Hot Chili Peppers en Obras, en enero del ‘93: eso de asistir a un show con más connotaciones históricas que resultados artísticos concretos. Estar en el lugar correcto a la hora señalada, surfear la cresta de la ola más alta y sobrevivir para contarlo. Las dos noches porteñas de los Peppers en medio del torbellino post-Blood Sugar Sex Magik tuvieron ese sabor enciclopédico, pero además fundaron el romance entre la ciudad y el salvajismo de Kiedis, Flea & Co. en plena ebullición. El detalle es que a ese “& Co.” hubo que restarle nada menos que a John Frusciante, el fan que, con sólo 18 años, se había hecho cargo de la guitarra que dejó vacante Hillel Slovack (muerto por sobredosis de heroína) y transformó el sonido del grupo hasta las consecuencias expuestas en Mother’s Milk y Blood Sugar... Los vicios de Frusciante hicieron combustión con la fama: quemado, dejó el grupo para dedicarse a grabar buenos (y raros) discos solistas, así que no se lo pudo ver sobre el escenario de Obras. “Pensaba que podría dedicarme sólo a la música, sin dar entrevistas ni viajar”, recordó en estos días John. “Cuando vi que no era así, me pasé al otro lado: comencé a abusar de las bebidas, las drogas y las mujeres.”
El ruidoso Arik Marshall no estuvo a la altura de su predecesor, pero el hecho es que aquello tuvo poca importancia, y las canciones fueron explotando en un Obras (cuándo no) sofocante. Seis años después, en octubre de 1999, los Peppers volvieron sobriamente revitalizados. Californication estaba convirtiéndose en futuro álbum de música clásica de los ‘90 (entretanto habían pasado cuatro años de silencio, el ex Jane’s Addiction, Dave Navarro, y el distinguido One Hot Minute) y Frusciante había vuelto como un Cristo que sobrevivió a una crucifixión de heroína. La tercera visita de los californianos tiene el inequívoco aspecto de sanidad: Kiedis, Flea y Smith le pisan los talones a los cuarenta y Frusciante –nueve años menor que el resto– se afeitó, se cortó el pelo y ostenta el aplomo de un gran músico que se corrió de las vías justo antes de que pasara el tren. “Ahora sé que las entrevistas y otras actividades que no son directamente artísticas forman parte de la vida del músico de rock”, dice John, a punto de editar su tercer álbum solista (en marzo), To Record Only Water for Ten Days. “Tengo que hacerlo feliz, pues es lo que me permite vivir de mi arte. Soy un rock star, pero soy una persona normal, no soy Gene Simmons.” P.P.

Respeto perdido
Algunas cosas que estimulan a Gabriel Ruiz Díaz, bajista de Catupecu Machu, a tocar el 24 en el José Amalfitani: a) Red Hot Chili Peppers es una de las bandas que más escuchaba cuando empezó a dedicarse seriamente a la música; b) de la camada denominada nü metal, los Deftones son sus favoritos; c) enfrentar a una audiencia masiva y no necesariamente seguidora de Catupecu; d) tocar en el barrio, a un par de cuadras de la casa familiar donde convive con su hermano Fernando, exultante voz líder del trío. “Vamos a salir a prender fuego el escenario”, promete Gabriel. “Serán unos doce temas: la mayoría de Cuentos decapitados, pero también bastantes temas viejos con sorpresas. Desde que empezamos a grabar el último disco, venimos experimentando con diferentes formas de trabajo, así que creo que éste es el momento de que saquemos todo a la cancha.” Además de los temas propios, tocarán su ya tradicional versión de “Héroes anónimos” (de Metrópoli), y probablemente presenten por primera vez en vivo el track fantasma de Cuentos..., “I feel you”, de Depeche Mode. “Sabemos adaptarnos a diferentes escenarios y públicos, así que vamos a aprovechar esa habilidad para hacer un show distinto”, adelantó el bajista. “Antes de tocar con Metallica, les teníamos un respeto excesivo a los escenarios grandes. A la mitad del primer tema, ya se lo habíamos perdido.” P.P.