Ya
lo dijo Marcelo
El
librepensador deportivo Marcelo Araujo suele repetir un latiguillo
-simpático, tal vez lo único así que se
le sale después de un tiro libre de riesgo
desperdiciado. ¿Tanto despelote para esto?,
dispara. En el caso de Gran Hermano, la pregunta cabe perfectamente.
Ok, recién empieza y se dice que con el correr de los
días la cosa se puede ir poniendo interesante (en algún
enfermizo sentido, debe entenderse). Pero no parece ser éste
el caso: el casting realizado por el Gran Hermano Telefé
se ha cuidado en elegir un tipo de joven argentino
inocuo y francamente sincerebro, bastante pacato y poco
afecto a cualquier tipo de transgresión. Ergo, el programa
sale como sus protagonistas. Poco y nada del morbo que prometían.
Y si sucede algo que realmente interese a ojos de voyeur el
eje del programa, al fin y al cabo, el Gran Hermano censor
lo ocultará: ¡nada de caricias, cuerpos desnudos,
coitos, traiciones, bajezas humanas! ¡San Telefé
no lo permita!
El
regreso de la Sobrecarga en su tierra natal
Oh,
Trenque Lauquen
A
las tres de la mañana de un miércoles en una ciudad
vacía, un tacho de basura anuncia con un afiche que el
sábado toca Sobrecarga. Un pibe de remera negra dispara
la frase que se escuchó durante varios días en
la ciudad: ¿Pero tocarán con la formación
original?. Y la duda se explica en que el grupo de César
Dominici, Rufo Paleza, Gustavo Collado, Guillermo
Robles y Horacio Gamexane Villafañe había
tocado por última vez hace seis años, en un recital
que, se pensaba, había sido su despedida. Pero donde
nada pasa todo puede pasar y la banda dark, de momentáneo
renombre en los 80 de The Cure y los raros peinados nuevos,
volvió a pisar un escenario. Sí, con la formación
original, con muchos más años y con un siempre
vivo espíritu adolescente. Volver significa estar
con la gente que uno quiere, con la gente que ha hecho un camino,
una música, y sobre todo es vibrante en el sentido de
que nos pusimos a tocar y sale. Es como que el espíritu
está con nosotros, dijo Dominici antes del show
del regreso. Cuando nos reencontramos, empiezan a aparecer
las ideas de cada uno: Yo estuve hablando con la Sony,
les pedí el contrato, comentó Gustavo. Y
Gamexane propuso grabar algo. En el 95 decíamos
lo mismo, pero no pasó nada. Ahora me siento íntegro,
con más capacidad de haber aprendido un montón
de cosas y a todos les pasa más o menos lo mismo. Cuanto
más clara la tenés, más posibilidades tenés
de hacer cosas. Pienso que va a pintar algo. Después
de las palabras, La Sobrecarga se despachó con un recital
intenso, un shock eléctrico que recorrió toda
su historia. A la hora de los bises se despidieron con Condenado
(en este país estamos todos condenados, disparó
el cantante) y Viajando hacia el este. No
se va / la Sobre no se va..., fue el grito de despedida.
Y Dominici les dio el gusto: No, la Sobre no se va.
DIEGO
TISEIRA
The
Lurkers resisten
Un
fenómeno
Después
de 25 años de tocar, realmente me sorprende que el punk
rock siga siendo un fenómeno, y que esté vivo
y bien. Es cierto, nosotros hace años que no tenemos
éxito, pero en algún punto está bárbaro
mantenerse underground. El que habla es Arthur Bassick,
desde su casa en Londres. Y sigue: Siempre me preguntan
si no me da bronca que Offspring y Green Day y otras bandas
punk norteamericanas tengan éxito, y que nadie se fije
en nosotros, o en otras bandas inglesas. Y claro que no me molesta
ni me amarga. En realidad, creo que el dinero lo arruina todo,
el negocio es un asco. Estoy feliz así. Esas bandas,
además, tampoco serán exitosas dentro de quince
años. Hace más de quince años (25
exactamente), The Lurkers se formaron en Londres, y desde sus
comienzos se identificaban con el punk rock melódico
de bandas como Ramones o New York Dolls, el glam de Slade y
The Sweet y el beat inglés de los 60. Hasta el
día de hoy, a Bassick (único miembro original,
por cierto) le siguen gustando las bandas más melódicas.
Y cree que, efectivamente, el punk nació en Estados Unidos.
Los Sex Pistols nunca lo hubieran logrado si Malcolm McLaren
no hubiera ido a New York y visto a Richard Hell, que era un
genio. O a los Dolls. Después de unos cuantos éxitos
(cinco simples en el Top 40 y varias apariciones en el famoso
Top of the Pops), The Lurkers se separaron en 1982. Pero antes
de que pasaran a la historia como una leyenda menor del punk
inglés, se encontraron en un pub de Düsseldorf con
Campino, de Die Toten Hosen. Estábamos totalmente
borrachos y Campino me dijo que nos admiraba, que teníamos
que tocar para él en su casa. Al final nos convenció
de reformarnos y grabar, y nos produjo, y pagó también.
No es la primera vez que The Lurkers está en Sudamérica,
pero Arthur Bassick no es uno de esos músicos que cree
que aquí está la mejor audiencia del mundo. Para
él, la mejor audiencia del mundo es la punk, más
allá de fronteras. Esto es una forma de vida, más
que un estilo de música. Y no necesito ser millonario
para disfrutarlo.
M.E.
The Lurkers toca el domingo en Cemento, compartiendo
cartel con Katarro Vandáliko, Argies, Expulsados,
De Romanticistas Shaolins, Doble Fuerza y Garkamuza.
Guerreros
Nosotros,
además de guerreros, somos indígenas mexicanos.
Vivimos en las montañas del sudeste mexicano, que viene
siendo como el último rincón de este país.
Vivimos como viven la mayoría de los indígenas
en México, es decir, muy mal. Nuestras viviendas tienen
piso de tierra, nuestras paredes son de palo o de lodo, y nuestros
techos son de lámina, de cartón o de zacate. Un
mismo cuarto sirve de cocina, comedor, recámara, sala
y gallinero. Nuestros alimentos son, fundamentalmente, el maíz,
el frijol, el chile, y las verduras que se den en la milpa.
De medicina pues tenemos alguna pequeña farmacia popular,
mal surtida. ¿Médicos? Ni soñarlo. La escuela,
si no está ocupada por los soldados del gobierno, es
un galerón donde conviven al mismo tiempo hasta 4 grupos
diferentes de escolares, que no son muy numerosos porque nuestros
niños empiezan a trabajar desde muy pequeños,
entre los 4 y 5 años; las mujeres, acarreando leña,
moliendo maíz, lavando ropa y cuidando a sus hermanos
más pequeños, entre los 10 y los 12 los varones,
rozando monte, cuidando ganado, acarreando leña, trabajando
la milpa, el cafetal o el potrero. Nuestras tierras son pobres
en dos sentidos: son pobres porque son nuestras, que somos pobres
de por sí; y son pobres porque no dan mucho en la cosecha.
Pura loma y pedregales tenemos, las buenas tierras las tienen
los finqueros. El ganado y el café que vendemos para
hacernos de dinero, lo vendemos con los coyotes, que son una
especie de intermediarios, que nos pagan hasta 10 veces menos
el precio que tenga nuestro producto en el mercado. Así
que nuestro trabajo, además de duro, es mal pagado. Sin
embargo, aunque vivimos como la mayoría de la población
indígena del país, es decir, en la pobreza, no
vivimos igual que la mayoría de la población indígena.
Nuestra pobreza es igual a la pobreza de los demás, pero
es diferente, es otra pobreza. Nosotros somos pobres
porque así lo escogimos. Desde el inicio de nuestro alzamiento
nos han ofrecido de todo para conseguir que nos vendamos, que
nos rindamos. Si lo hubiéramos hecho, si nos hubiéramos
rendido, si nos hubiéramos vendido, ya tendríamos
buenas casas, buenas escuelas, hospitales, máquinas para
trabajar la tierra, mejores precios para nuestros productos,
buenos alimentos. Pero escogimos no vendernos, escogimos no
rendirnos. Porque resulta que nosotros somos indígenas
y también somos guerreros. Y los guerreros son guerreros
porque luchan por algo. Y nosotros los zapatistas luchamos por
buenas viviendas, buena alimentación, buena salud, buen
precio para nuestro trabajo, buenas tierras, buena educación,
respeto a la cultura, derecho a la información, libertad,
independencia, justicia, democracia y paz. Sí: luchamos
por todo esto, pero para todos, no para nosotros nomás.
Ahora
que Marcos ha recobrado su aura de superestrella para el mundo
occidental luego de la marcha que llegó al DF el
domingo, bien vale recordar un fragmento de un discurso
suyo, pronunciado en octubre de 1999, en una mesa redonda titulada
De la Cultura Subterránea a la Cultura de la Resistencia.