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Jueves 15 de Marzo de 2001

tapa

 

Ya lo dijo Marcelo

El librepensador deportivo Marcelo Araujo suele repetir un latiguillo -simpático, tal vez lo único así que se le sale– después de un tiro libre de “riesgo” desperdiciado. “¿Tanto despelote para esto?”, dispara. En el caso de Gran Hermano, la pregunta cabe perfectamente. Ok, recién empieza y se dice que con el correr de los días la cosa se puede ir poniendo interesante (en algún enfermizo sentido, debe entenderse). Pero no parece ser éste el caso: el casting realizado por el Gran Hermano Telefé se ha cuidado en elegir un tipo de “joven argentino” inocuo y francamente sin–cerebro, bastante pacato y poco afecto a cualquier tipo de transgresión. Ergo, el programa sale como sus protagonistas. Poco y nada del morbo que prometían. Y si sucede algo que realmente interese a ojos de voyeur –el eje del programa, al fin y al cabo–, el Gran Hermano censor lo ocultará: ¡nada de caricias, cuerpos desnudos, coitos, traiciones, bajezas humanas! ¡San Telefé no lo permita!


El regreso de la Sobrecarga en su tierra natal

Oh, Trenque Lauquen

A las tres de la mañana de un miércoles en una ciudad vacía, un tacho de basura anuncia con un afiche que el sábado toca Sobrecarga. Un pibe de remera negra dispara la frase que se escuchó durante varios días en la ciudad: “¿Pero tocarán con la formación original?”. Y la duda se explica en que el grupo de César Dominici, “Rufo” Paleza, Gustavo Collado, Guillermo Robles y Horacio “Gamexane” Villafañe había tocado por última vez hace seis años, en un recital que, se pensaba, había sido su despedida. Pero donde nada pasa todo puede pasar y la banda dark, de momentáneo renombre en los ‘80 de The Cure y los raros peinados nuevos, volvió a pisar un escenario. Sí, con la formación original, con muchos más años y con un siempre vivo espíritu adolescente. “Volver significa estar con la gente que uno quiere, con la gente que ha hecho un camino, una música, y sobre todo es vibrante en el sentido de que nos pusimos a tocar y sale. Es como que el espíritu está con nosotros”, dijo Dominici antes del show del regreso. “Cuando nos reencontramos, empiezan a aparecer las ideas de cada uno: ‘Yo estuve hablando con la Sony, les pedí el contrato’, comentó Gustavo. Y Gamexane propuso grabar algo. En el ‘95 decíamos lo mismo, pero no pasó nada. Ahora me siento íntegro, con más capacidad de haber aprendido un montón de cosas y a todos les pasa más o menos lo mismo. Cuanto más clara la tenés, más posibilidades tenés de hacer cosas. Pienso que va a pintar algo.” Después de las palabras, La Sobrecarga se despachó con un recital intenso, un shock eléctrico que recorrió toda su historia. A la hora de los bises se despidieron con “Condenado” (“en este país estamos todos condenados”, disparó el cantante) y “Viajando hacia el este”. “No se va / la Sobre no se va...”, fue el grito de despedida. Y Dominici les dio el gusto: “No, la Sobre no se va”.

DIEGO TISEIRA


The Lurkers resisten

Un fenómeno

”Después de 25 años de tocar, realmente me sorprende que el punk rock siga siendo un fenómeno, y que esté vivo y bien. Es cierto, nosotros hace años que no tenemos éxito, pero en algún punto está bárbaro mantenerse underground.” El que habla es Arthur Bassick, desde su casa en Londres. Y sigue: “Siempre me preguntan si no me da bronca que Offspring y Green Day y otras bandas punk norteamericanas tengan éxito, y que nadie se fije en nosotros, o en otras bandas inglesas. Y claro que no me molesta ni me amarga. En realidad, creo que el dinero lo arruina todo, el negocio es un asco. Estoy feliz así. Esas bandas, además, tampoco serán exitosas dentro de quince años”. Hace más de quince años (25 exactamente), The Lurkers se formaron en Londres, y desde sus comienzos se identificaban con el punk rock melódico de bandas como Ramones o New York Dolls, el glam de Slade y The Sweet y el beat inglés de los ‘60. Hasta el día de hoy, a Bassick (único miembro original, por cierto) le siguen gustando las bandas más “melódicas”. Y cree que, efectivamente, el punk nació en Estados Unidos. “Los Sex Pistols nunca lo hubieran logrado si Malcolm McLaren no hubiera ido a New York y visto a Richard Hell, que era un genio. O a los Dolls.” Después de unos cuantos éxitos (cinco simples en el Top 40 y varias apariciones en el famoso Top of the Pops), The Lurkers se separaron en 1982. Pero antes de que pasaran a la historia como una leyenda menor del punk inglés, se encontraron en un pub de Düsseldorf con Campino, de Die Toten Hosen. “Estábamos totalmente borrachos y Campino me dijo que nos admiraba, que teníamos que tocar para él en su casa. Al final nos convenció de reformarnos y grabar, y nos produjo, y pagó también.” No es la primera vez que The Lurkers está en Sudamérica, pero Arthur Bassick no es uno de esos músicos que cree que aquí está la mejor audiencia del mundo. Para él, la mejor audiencia del mundo es la punk, más allá de fronteras. “Esto es una forma de vida, más que un estilo de música. Y no necesito ser millonario para disfrutarlo.”

M.E.

The Lurkers toca el domingo en Cemento, compartiendo
cartel con Katarro Vandáliko, Argies, Expulsados,
De Romanticistas Shaolin’s, Doble Fuerza y Garkamuza.


 

 

 

Guerreros

 

”Nosotros, además de guerreros, somos indígenas mexicanos. Vivimos en las montañas del sudeste mexicano, que viene siendo como el último rincón de este país. Vivimos como viven la mayoría de los indígenas en México, es decir, muy mal. Nuestras viviendas tienen piso de tierra, nuestras paredes son de palo o de lodo, y nuestros techos son de lámina, de cartón o de zacate. Un mismo cuarto sirve de cocina, comedor, recámara, sala y gallinero. Nuestros alimentos son, fundamentalmente, el maíz, el frijol, el chile, y las verduras que se den en la milpa. De medicina pues tenemos alguna pequeña farmacia popular, mal surtida. ¿Médicos? Ni soñarlo. La escuela, si no está ocupada por los soldados del gobierno, es un galerón donde conviven al mismo tiempo hasta 4 grupos diferentes de escolares, que no son muy numerosos porque nuestros niños empiezan a trabajar desde muy pequeños, entre los 4 y 5 años; las mujeres, acarreando leña, moliendo maíz, lavando ropa y cuidando a sus hermanos más pequeños, entre los 10 y los 12 los varones, rozando monte, cuidando ganado, acarreando leña, trabajando la milpa, el cafetal o el potrero. Nuestras tierras son pobres en dos sentidos: son pobres porque son nuestras, que somos pobres de por sí; y son pobres porque no dan mucho en la cosecha. Pura loma y pedregales tenemos, las buenas tierras las tienen los finqueros. El ganado y el café que vendemos para hacernos de dinero, lo vendemos con los coyotes, que son una especie de intermediarios, que nos pagan hasta 10 veces menos el precio que tenga nuestro producto en el mercado. Así que nuestro trabajo, además de duro, es mal pagado. Sin embargo, aunque vivimos como la mayoría de la población indígena del país, es decir, en la pobreza, no vivimos igual que la mayoría de la población indígena. Nuestra pobreza es igual a la pobreza de los demás, pero es diferente, es “otra” pobreza. Nosotros somos pobres porque así lo escogimos. Desde el inicio de nuestro alzamiento nos han ofrecido de todo para conseguir que nos vendamos, que nos rindamos. Si lo hubiéramos hecho, si nos hubiéramos rendido, si nos hubiéramos vendido, ya tendríamos buenas casas, buenas escuelas, hospitales, máquinas para trabajar la tierra, mejores precios para nuestros productos, buenos alimentos. Pero escogimos no vendernos, escogimos no rendirnos. Porque resulta que nosotros somos indígenas y también somos guerreros. Y los guerreros son guerreros porque luchan por algo. Y nosotros los zapatistas luchamos por buenas viviendas, buena alimentación, buena salud, buen precio para nuestro trabajo, buenas tierras, buena educación, respeto a la cultura, derecho a la información, libertad, independencia, justicia, democracia y paz. Sí: luchamos por todo esto, pero para todos, no para nosotros nomás.”

Ahora que Marcos ha recobrado su aura de superestrella para el mundo occidental –luego de la marcha que llegó al DF el domingo–, bien vale recordar un fragmento de un discurso suyo, pronunciado en octubre de 1999, en una mesa redonda titulada “De la Cultura Subterránea a la Cultura de la Resistencia”.