Cerveza,
yo te adoro
Gustavo
luce un traje... ¿tinto? Sí, probablemente sea tinto.
Está sentado en alguna clase de sillón y decide salir
a caminar por la ciudad. Una especie de Paseo inmoral,
pero aún menos inmoral que el anterior. Suena un jingle compuesto
e interpretado por él. De hecho, casi podría ser un
outake de Bocanada, y no hay demasiado tiempo para prestarle atención
a la letra porque lo extraño del asunto es que Cerati salga
a caminar por el distrito de los avisos comerciales en plena ebullición
de la pantalla caliente. La cosa es que Gustavo sigue caminando
y caminando con una semisonrisa algo lánguida, cantando la
canción como si ni a él mismo le importara. De pronto
los edificios empiezan a desaparecer a su paso, y tal vez también
los coches y el resto de los transeúntes. A pesar de que
es pleno día, el tipo se mete en una disco/pub no del todo
interesante, cruza la mirada con una morocha terriblemente bonita
y le propone de modo tácito compartir un par de porrones
de Quilmes. Incluso llegan a entrelazar las botellitas y Gustavo
bebe la espuma en primer plano. Ya no hay dudas: no es un videoclip
ni la publicidad de su próximo e insospechado álbum.
Todo sigue desapareciendo a su alrededor y la estrella de rock y
la morocha quedan solos recortados en la nada, en una pantalla de
televisión blanca, con las cervezas transpiradas y el inoxidable
slogan entrando en escena: el sabor del encuentro. La cámara
se aleja y el espectador, desconcertado, termina preguntándose
cuándo saldrá un remix de esos que Gustavo sabe hacer
para la variedad light de la birra en cuestión. ¿Cuánto
valdrá eso? Berp. P.P.
|