LA
GRAN BRETAÑA SUELTA MARRAS DE TRES DE SUS PODEROSAS EMBARCACIONES
EL
IMPERIO CONTRAATACA
El rock hecho
en el Reino Unido no sólo viene de Londres, Bristol o Manchester.
En este caso, los escoceses mimados del momento Travis y dos
de los tesoros semiocultos de Gales Super Furry Animals y Gorkys
Zygotic Mynci muestran qué tienen para dar los británicos
más allá de los experimentos de Radiohead, el rock chabón
de Oasis y las fantasías animadas de Gorillaz.
POR PABLO PLOTKIN
Fuckin
gente común
Crecen flores
en la ventana de la amada de Fran Healy, el sol resplandece y él
se cuelga la guitarra y canta bajito, con el corazón contento:
Me voy a quedar acá indefinidamente. Y quiero quedarme acá,
así que sólo dejame estar. La casa de la tal Nora
(a quien van dedicadas dos canciones) no es el único lugar en que
el songwriter de Travis se siente cómodo: su trabajo como compositor
de la banda sonora para los amores maduros del Reino Unido también
parece sentarle a la perfección. Crecer rápido y madurar
joven, sería la reformulación del lema, síntomas
previamente registrados en casos como los de Richard Ashcroft y Chris
Martin (Coldplay). Rockeros británicos que de pronto se dan cuenta
de que el amor es más fuerte que todo, dejan las drogas y se ponen
a escribir acerca de lo mucho que quieren a sus mujeres.
Somos una fucking banda fantástica para gente común,
dice Healy sobre Travis, bola de nieve en la Gran Bretaña y extraño
rumor melancólico en casi todo el resto del mundo. Gente que declara
cosas como ésta: Quiero lucir como un tipo común.
La imagen a veces puede ponerse en el camino de lo único que importa,
la música. La manera en que lucimos, mi pasado o cualquier cosa
acerca de nosotros no debería importar. La propuesta de Healy
sería, entonces, la abolición del glamour y la instauración
del rockero anónimo (nuestras canciones son más famosas
que nosotros). Con eso tiene que ver el título de su segundo álbum,
The Invisible Band: la idea de un pueblo entero canturreando Sing
en la cola del supermercado sin que nadie recuerde el nombre ni la cara
de sus autores. (A propósito: el video de Sing es buenísimo,
con ese banquete de smoking inglés que degrada en cámara
lenta a bardo del tipo Los 3 Chiflados.)
Neil Primroses, baterista y fundador del cuarteto surgido de Glasgow y
actualmente asentado en Londres, atiende el teléfono en un hotel
de Atlanta, en medio de la gira norteamericana en que secundan a Dido.
El hombre de apariencia mosquetera está de resaca (una especie
de lugar común en las entrevistas con británicos), así
que mientras espera su desayuno habla sobre Travis con una fisura casi
protocolar. Somos gente muy tranquila. Anoche nos pasamos de copas,
pero en general pasamos la mayor parte del tiempo trabajando para la banda.
Volvemos a casa y llevamos una vida bastante común.
Tres años atrás, cuando aparecieron con el premiado y recontravendido
The Man Who, la volcánica prensa británica los señaló
como la nueva esperanza de la canción postRadiohead. Está
claro que, desde entonces, aunque compartan productor (Nigel Godrich),
los dos grupos siguieron caminos casi opuestos: mientras Thom Yorke se
encargó de deshacer su instinto melódico, los Travis suenan
cada día más clásicos y populistas. Y bastante más
esperanzados que sus colegas de Oxford. Somos gente que está
al límite entre la tristeza y la felicidad, dice Primroses.
Ustedes, los periodistas, son los que tienen que encargarse de describir
la música de un modo racional, contextualizar a los artistas en
la sociedad en que viven. Puedo decirte que nosotros hacemos buenas melodías.
Sí, le gustan a mucha gente. Gente común. Gente de toda
clase. A todo el mundo le gustan las buenas canciones.
No, duendes
no
Desde Carmarthen, uno de los
trece pequeños condados que conforman el país de Gales,
Gorkys Zygotic Mynci (Estúpido Mono Reproductor, en galés)
resumió la obsesión del pop regional por las presiones atmosféricas
más bien bajas y el folk psicodélico a media voz, valiéndose
de la tradición celta sin ponerse demasiado folklóricos.
Provenientes de una burguesía acomodada, artísticamente
activa, los GZM pasaron buena parte de los 90 como el secreto dilecto
del oeste británico, grabando un par de discos lo fi Patio
(93) y Tatay (94) para el sello indie Ankst, de Cardiff (una de
las dos principales ciudades galesas). Se hicieron conocer en el resto
del Imperio con Barafundle, y vivieron una considerable miniexplosión
indie gracias a Gorky 5, un disco de 1998 que merece figurar en cualquier
antología de pop brumoso. Spanish Dance Troupe (singular relectura
de la música country) fue el primero editado en la Argentina. El
siguiente será How I long to feel that summer in your heart (aparecerá
en setiembre), otra obra de espíritu neblinoso y barroco, que vuelve
a revelar lo mucho que les habría gustado conocer a Hank Williams
en persona. El country reaparece tratado con dignidad pueblerina en temas
como Can Megan; bajaron los niveles de psicodelia y escribieron
sencillas baladas de amor como How I long. Todo el disco fluye
con la placidez de una canción de cuna galesa, aunque la cuestión
nacional, para ellos, parece ser sólo un accidente geográfico
inevitablemente entrometido en su arte. Yo soy galés, y estoy
orgulloso de ello. ¿Ustedes?, les preguntó un fan
compatriota en un chat abierto del año pasado. Sí,
somos galeses. Es bueno, contestó en un bostezo el cantante
y tecladista Euros Childs, con tono de no-me-pregunten-por-los-duendes.
Su hermana, la violinista Megan, fue menos complaciente aún: Habría
que separar las dos cosas: somos galeses, y somos orgullosos. A
un par de galaxias del rock inglés compadrito y del pop de las
baladas redondas, GZM siempre será una criaturita extraña
de las afueras del negocio. Que no se les ocurra mudarse al centro.
Fun people
La reputación de Super
Furry Animals (es decir: la banda a la que todo le importa un carajo)
fue astutamente conseguida. El primer acto de terrorismo pop lo cometen
en 1995, cuando editan un Ep titulado Llanfairpwllgwyngllgogery-chwyrndrobwllynyngofod
(In Space). Cinco años más tarde, con la desaparición
del sello Creation y al poco tiempo de haberle mostrado al mundo Guerrilla
(un álbum inagotablemente ecléctico, que los había
consagrado como una de las bandas más imaginativas del Reino Unido),
graban Mwng, en que vuelven a cantar en galés (su idioma natal)
y amenazan con radicarse para siempre en la Nación Indie. Todo
cambia de nuevo en este 2001. Por primera vez firman contrato
con un sello poderoso (Epic) y graban el primer disco a editarse en simultáneo
en formato DVD (el próximo 23 de julio en la Gran Bretaña).
Pero esos son sólo detalles. El asunto es que Rings Around the
World es la obra más amplia y a la vez la más comercial
de los SFA, que parecen haber desempolvado los discos de Marvin Gaye y
los Beach Boys sin encajonar los de Roni Size. La reinvención del
término swing bien podría estar a cargo de estos cinco lunáticos
de Cardiff que están a punto de convertirse en la gran cosa (no
tan) nueva del Reino. A todo esto, Gruff Rhys, el cerebro del grupo, crece
en su rol de irónico escriba pre-apocalíptico (Y mientras
nuestro pelo se pone blanco/ todas las estrellas resplandecen tan brillantes
ahí arriba, canta en Its not the End of the World?).
Ah, y hay un par de invitados: Paul McCartney masticó una zanahoria
para el tema Receptacle for the Respectable (cita a la colaboración
con los Beach Boys, cuando Sir Paul mascó apio para la grabación
de Vegetables, lo que demuestra su perdurable salud dental)
y John Cale tocó el piano en Presidential Suite, una
mención a la mamada histórica de Lewinsky a Clinton y a
la afición etílica del ruso Yeltsin. Dicen ellos: Nos
pareció divertido tener a un Beatle y a un Velvet Underground en
el disco. Claro. Muy divertido. Y ya dejen de creer que a los Super
Furry Animals todo les importa un carajo. Escuchen a Bunf Bunford, el
guitarrista: La gente piensa que estamos todo el día corriendo
en ronda como un puñado de masticadores de hongos alocados. Bueno,
a veces lo hacemos, pero sólo cuando sabemos que no hay decisiones
que tomar.
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