1975,
EL AÑO EN QUE DAVID BOWIE SE RECHIFLO
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PANICO
Y LOCURA EN LOS ANGELES
Hubo un
tiempo en que Ziggy Stardust se convirtió en el Delgado Duque
Blanco. Aquel suceso está narrado en la biografía David Bowie,
una extraña fascinación, que será editada en septiembre en
la Argentina: allí el periodista inglés David Buckley echa
luz sobre los días en que el camaleón se mimetizó con su papel
de extraterrestre en una película, mientras aspiraba toneladas
de cocaína, almacenaba los flujos que desechaba su cuerpo
y declaraba cierta fascinación por la iconografía nazi.
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POR
DAVID BUCKLEY
El Delgado
Duque Blanco fue la imagen pop más desagradable de Bowie:
un personaje cruel, amoral y sin sentimientos que adoptó
durante la segunda mitad de su estancia en América. El propio
Bowie dijo que esa creación formaba parte del deseo de regresar
a Europa. Su criatura encarnaba lo que los alemanes llaman kalte
pracht (esplendor frío), al tiempo que imitaba
a los grandes del cine mudo de los años 20 como Keaton.
Hay mucho de Buster Keaton en todo lo que hago, admitió
Bowie años más tarde en una entrevista para Rolling
Stone. Así como Keaton fue la gran cara de piedra, o como
el mimo, el payaso o el artista del kabuki cuyas facciones se han
vuelto tan fijas que se han agarrotado en una sonrisa o mueca permanente,
también Bowie sugería todo y nada a la vez. Dio a
sus fans una imagen tan desprovista de emoción en aquellos
rasgos inmutables que podían interpretar cualquier cosa.
Dónde terminaba el Delgado Duque Blanco y dónde empezaba
Bowie es una cuestión dudosa. Si se acepta la mitificación
de Bowie, esas personalidades inventadas dominaban la vida real
de David Jones y le hacían actuar de acuerdo con su carácter.
Pero, ¿hasta qué punto eso no es más que una
cortina de humo para ocultar, o justificar, enormes lapsos de experimentación,
intelectualización disparatada y locura inducida por la cocaína?
Bowie exhibió todas esas características durante los
dieciocho meses siguientes, paradójicamente uno de los períodos
más creativos de su vida.
Fue durante la representación de su primer papel protagonista
en el cine, como el extraterrestre Thomas Newton en el clásico
de la ciencia ficción The man who fell to Earth, de Nicholas
Roeg, cuando su infelicidad fuera de la pantalla se fundió
con la morfología alienígena del personaje que encarnaba.
Bowie se convirtió en un adicto paralizado, mitad invención
mediática, mitad ser humano. Durante el período del
Delgado Duque Blanco, Bowie estuvo sumido en un estado de terror
psíquico.
A mediados de 1975, el consumo de cocaína por parte de Bowie
era espectacular. Aún estaba casado con Angie, pero ella
pasaba la mayor parte del tiempo en el Reino Unido mientras David
permanecía en Estados Unidos. Bowie iba de una aventura a
otra al tiempo que seguía saliendo con Ava Cherry. Divorciado
de Tony DeFriers, contrató como manager al abogado Michael
Lippman, pese a que Tony Zanetta, de MainMan y Angie Bowie habían
aspirado al puesto. Bowie se había mudado de Nueva York a
Los Angeles, en una casa de alquiler relativamente pequeña,
de forma cúbica, con una piscina cubierta, dos esfinges blancas
en el jardín (símbolos de las ciencias ocultas y la
bisexualidad) y una colección de obras de arte egipcias.
Pasaba largas horas encerrado en su habitación, con las cortinas
corridas para cerrar el paso al sol abrasador. A la luz de unas
velas negras, la estrella del pop dibujaba pentagramas en grandes
hojas de papel o en las paredes. La paranoia de Bowie entraba en
una fase nueva y aún más siniestra. En ese estado
de inconciencia no era capaz de editar discos: su última
visita a un estudio había tenido lugar meses antes con John
Lennon para grabar Fame, y tardaría otros seis
meses en volver. No obstante, Bowie se repuso lo suficiente para
desempeñar su primer papel importante en el cine.
La colonización del séptimo arte por parte de Bowie
fue un paso lógico y nada sorprendente. A fin de cuentas,
sus actuaciones en el escenario y sus temas poseían una cualidad
cinematográfica. También era muy fotogénico,
y ya en los años 60, como hemos visto, había
hecho alguna incursión en el cine. Además, Bowie estaba
sumamente interesado en el cine como medio, poseía una extensa
biblioteca, sobre todo de películas expresionistas anteriores
a los años 30 y quería conocer los mecanismos
de dirección y producción. También había
empezado a trabajar en dos proyectos de posibles films que más
tarde abandonó. El primero era un musical sobre Ziggy Stardust,
y el segundo, una adaptación de Diamond dogs. (...) En un
principio, el papel de The man who fell to Earth iba a ser para
Peter OToole, mientras que el actor y novelista Michael Crichton,
con sus dos metros de estatura, constituía una segunda opción.
El extraterrestre de la novela de William Trevis era un simulacro
de ser humano, pero muy alto y Nicholas Roeg necesitaba un actor
que cumpliera ese requisito. Bowie, que afirmaba medir 1,79, partía
con desventaja para conseguir el papel. Sin embargo, poseía
algo que OToole y Crichton no tenían: rareza en la
vida real. Así pues, parecía que Bowie no tendría
que esforzarse mucho por actuar, a juzgar por lo extraterrestre
que resultaba su comportamiento terrestre. Roeg se sentía
atraído también por David por su sentido de
la mímica y el movimiento en el escenario. (...)
En Nueva York, Roeg fue a ver a Bowie. Estaban citados a las siete
de la tarde, pero Bowie no se acordó hasta las ocho y, creyendo
que Roeg ya se habría marchado, decidió seguir ocupándose
de otros asuntos. Sin embargo, Roeg esperó pacientemente
durante ocho horas, sentado en la cocina de Bowie hasta el regreso
de éste. Por fin se pusieron a charlar, y Roeg se dio cuenta
enseguida de que había dado con su extraterrestre. Más
tarde declararía al periodista Tony Parsons: Normalmente
un actor se presenta para un papel, pero a veces parece que el papel
se dirige hacia un actor. Ese fue el caso con David Bowie y The
man who fell to Earth.
El film planteaba la visión de Roeg sobre temas como sexo
raro, alienación y escisión espaciotiempo en
lugar de versar sobre la temática estándar del entretenimiento
fantástico y de ciencia ficción. Durante la mayor
parte de la película, el extraterrestre de Roeg iba a ser
Bowie tal como era, no disfrazado con un traje grotesco y recubierto
de lodo verde. El extraterrestre de Bowie, Thomas Jerome Newton,
viaja a la Tierra en busca de recursos para su planeta moribundo
y es corrompido por la humanidad. (...)
El productor Nicholas Roeg dijo a la estrella del rock que muy probablemente
seguiría representando el papel durante una larga temporada
después del rodaje. Y así sucedió. Bowie no
sólo conservó la actitud fría y la rigidez
ultramundana de Thomas Newton sino que también lució
los trajes y el peinado que había concebido para el personaje.
Acababa de nacer el Delgado Duque Blanco, el último y más
insensibilizado alter ego de Bowie. Así como Newton era un
intruso corrompido por las costumbres contemporáneas y absolutamente
desarraigado, con una percepción de sí mismo degradada,
para su siguiente proyecto de grabación, Bowie, un hombre
espiritualmente alterado y encerrado en sí mismo, explotó
esas emociones de ficción y creó un trabajo asombroso.
(...)
A principios del otoño de 1975, Bowie no había grabado
ningún material nuevo con el sello David Bowie desde hacía
casi un año. Tuvo cierta actividad, pero nada de lo que produjo
durante ese período se ha editado oficialmente. Grabó
dos temas con Iggy Pop, Drink to me y Moving on,
si bien son desconocidos incluso para los seguidores más
incondicionales de Bowie. En cualquier caso, éste había
aborrecido la música rock por completo. Es más, según
algunas fuentes se había hartado también de la música
disco/soul que le había dado fama tiempo antes. En un momento
profético en 1975, mucho antes de que los analistas culturales
hicieran fortuna con titulares similares, Bowie declaró que
el rock había muerto. Es una vieja desdentada,
aseguró. Pese a haberse revolcado en todos los adornos del
superestrellato del rock, Bowie jamás se consideró
un rockero. Ahora renunciaba al rock, y lo sustituía primero
por su idiosincrásica adopción de los estilos negros
americanos y, más tarde, por las ricas perspectivas del experimentalismo
europeo.
Parece ser que el motivo principal del retraso temporal de Bowie
en su producción musical fue que se había sumido en
un estado próximo a la paranoia. RCA lo sometía a
una presión constante para conseguir éxitos comerciales.
Estaba rodeado de un séquito de cuidadores y protectores
que lo aislaban del mundo. Roeg comentó a Tony Parsons en
1993: La principal dificultad que tuve fue la de acceder a
él, no emocionalmente sino a unnivel puramente físico.
Por supuesto que todas las estrellas están rodeadas de barreras,
de un filtro, pero en el caso de Bowie parecían especialmente
sólidas.
Bowie quería salir, pero por el momento no encontraba el
camino. Lo peor era el peso de las expectativas de un público
que le consideraba sinónimo de conmoción y escándalo.
¿Cómo podía Bowie echarse atrás cuando
su razón de ser consistía en extender los límites
de lo anormal? El hecho de proceder de una familia con un historial
de enfermedades mentales, junto al hecho de sentir atracción
por personalidades excéntricas, volubles y, para algunos,
psicopáticas (Iggy Pop era un buen ejemplo de ello en aquella
época), implicaba que Bowie veía locura, real e imaginaria,
a su alrededor.
Bajo el peso de la presión emocional, su mente comenzaba
a agrietarse. Estaba muy por debajo de los 45 kilos y sobrevivía
con una dieta de pimientos rojos y verdes que tragaba con leche
que tomaba directamente del envase. Tenía la nevera
repleta de esos alimentos recordaba Bowie en 1998 y
cuando no alucinaba, estaba sentado en el suelo a oscuras, alumbrado
por la luz que se colaba por la rendija de la puerta, cortando pimientos
con un cuchillo y metiéndomelos en la boca (...). Las horas
de las comidas eran las cuatro de la mañana y las cinco de
la tarde (...). Tenía siempre las cortinas cerradas. No quería
que el sol de Los Angeles estropeara vibraciones del instante eterno.
Coco, aterrorizada, trataba de hacerle comer de manera decente y
lo ayudaba durante sus peores crisis causadas por la cocaína,
pero poco se podía hacer por él. Era un caso de completa
abyección. Lo que sí recuerdo es que, según
Coco me contó dice el productor Hugh Padgham, que trabajó
con un Bowie más sano mucho tiempo después,
ella llegaba por la mañana, encontraba a David desplomado
en alguna parte y utilizaba el espejo sobre el que tenía
la coca, colocándolo delante de su cara para comprobar si
respiraba o no. Le ponía el espejo delante de la nariz para
ver si se empañaba con la respiración.
Por lo visto, Bowie, fascinado por el ocultismo y la numerología,
empezó a guardar su orina en el frigorífico para que
ningún otro hechicero pudiera utilizar sus líquidos
corporales para encantarlo. Bowie se interesó asimismo por
la fotografía Kirlian, una técnica desarrollada por
los soviéticos que pretendía medir el flujo de magnetismo
animal en el cuerpo humano. Esa técnica era una respuesta
a los ocultistas hindúes y a los yoguis tibetanos, que se
sabían controlar los flujos de energía desde hacía
siglos. Un especial de Arena sobre Bowie, publicado en 1993, reproducía
una fotografía Kirlian del campo magnético que rodeaba
la punta de sus dedos y su crucifijo antes y después de consumir
cocaína. La fotografía, o una muy parecida, fechada
en abril de 1975, se utilizaría más de dos décadas
después para la funda interior de Earthling.
En aquel entonces era capaz de estar levantado indefinidamente.
Mi química debía de ser sobrehumana. Permanecía
despierto durante siete u ocho días seguidos explica
Bowie en los 90. Desde luego, con el paso de los días,
el cansancio y la fatiga inminentes producían un estado alucinógeno
de modo natural (...), bueno, seminatural. Hacia el final de la
semana toda mi vida se transformaba en ese extraño mundo
fantástico y nihilista de perdición venidera, personajes
mitológicos y totalitarismo inminente. Con mucho, lo peor.
Y agregó: Vivía en Los Angeles en un decorado
egipcio. Era una casa de alquiler, pero me atraía porque
yo tenía un interés más que pasajero por el
misticismo egipcio, la cábala y todas esas historias que
son intrínsecamente engañosas; una mezcolanza cuya
esencia he olvidado. Pero, al mismo tiempo, parecía diáfanamente
evidente cuál era la respuesta a la existencia. Así
pues, la casa ocupaba un puesto ritualista en mi vida.
Bowie estaba rodeado de ocultismo posthippy. El Sunset Boulevard
de mediados de los 70 rebosaba de tiendas ocultistas. Bowie,
en busca de la unidad espiritual (fue hacia esa época cuando
empezó a llevar un crucifijocomo una especie de talismán
protector contra las fuerzas del mal), lo absorbía todo como
una esponja.
En cierta ocasión, Bowie llamó a Angie a Londres y
le aseguró que estaba retenido en algún lugar de Los
Angeles contra su voluntad por brujas que querían su semen
para quedar preñadas en el aquelarre del 30 de abril. Se
supo que simplemente pasaba el rato con algunas fans, pero estaba
tan drogado que empezó a tener ataques de ansiedad paranoicos
y semialucinógenos. La situación llegó a un
punto crítico cuando hizo exorcizar su domicilio en Doheney
Drive por un profesional. Según Angie, al final de la sesión
quemaron la imagen del diablo en el fondo de la piscina cubierta.
Bowie necesitaba ayuda. n
Del capítulo 6, Manchas blancas indelebles (1975-1976)
Hogar, dulce hogar
PABLO
KRANTZ
Tenía 14
años cuando, en la disquería de un aeropuerto
que debía ser el de Amsterdam, en una escapada me alejé
de mis padres y me compré Ziggy Stardust, sin saber
demasiado bien qué era, sin tener idea de que ése
sería uno de los tres o cuatro discos que más
escucharía en mi vida futura. No sé si será
por ese encuentro fantasmagórico, o por culpa y mérito
del propio artista, pero la música de Bowie siempre
me pareció algo definitivo y a la vez misterioso, fugitivo,
como un fragmento de un viejo sueño que alguien hubiera
rescatado de un rincón perdido de mi propio cerebro.
Al escuchar sus grabaciones, me parece inverosímil
que alguien haya compuesto alguna vez esos temas en la soledad
de un cuarto, y les haya inventado los arreglos y los haya
grabado; no, me parece que existen desde siempre, tal como
están, sin una nota de más ni un gritito de
menos. A pesar de que debería poder ponerme a pensar
y de alguna manera desentrañar a qué estilo
pertenece cada tema o cada disco, no puedo hacerlo: cada vez
que pongo Hunky Dory, Low o Scary Monsters, vuelve a suceder,
sólo escucho perfección perfección
incomprensible, y no me importan sus personajes, ni
sus cambios de vestuario, ni sus cambios de estilo, ni siquiera
lo que los años 80 hayan hecho de él.
El hombre que construyó Ziggy Stardust construyó
también uno de los pocos hogares confiables que tengo
en esta Tierra.
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Aquella
foto en Victoria Station, el saludo nazi...
¿Lo
hizo o no lo hizo?
Al mismo tiempo
de la cocaína, la paranoia y los arranques esotéricos,
Bowie se metió en un buen lío a partir de cierta
fascinación por los símbolos y la teatralidad
intrínseca del nazismo. Según reseña
Buckley en la página 242 del libro, el Duque declaró
a Cameron Crowe de Playboy, en 1974: Adolf Hitler fue
una de las primeras estrellas de rock. Fijate en algunas de
sus películas y en cómo se movía. Creo
que era tan bueno como Jagger... No fue un político.
Fue un artista mediático. Usó la política
y el teatro y creó esa cosa que gobernó, y controló
el espectáculo durante esos doce años. El mundo
no volverá a ver a nadie como él. Puso a un
país en escena.
Dos años después, el desliz pasó de castaño
oscuro a partir de un confuso episodio público. Fue
el 2 de mayo de 1976, el día de su regreso
a Londres: Bowie llegó a Victoria Station, donde lo
esperaba una multitud. Según el libro, existe una filmación
de aquel momento en donde se ve un vago gesto que podría
parecerse al saludo nazi del brazo derecho extendido. Es curioso
que ninguno de los diarios sensacionalistas de la ciudad se
hayan percatado y sólo una fotografía publicada
por el New Musical Express la que ilustra esta nota
refleja el momento, pero sin hacer mención alguna al
gesto. Gary Numan, presente aquel día como un simple
fan, tampoco vio nada extraño aunque... En realidad,
no llegué a verle porque había demasiada gente.
Pero Bowie acababa de llegar de Alemania y estoy seguro de
que la prensa buscaba algo. Uno está de pie en la parte
trasera del coche y saluda a la enorme muchedumbre, que se
encuentra a cierta distancia. Imaginate. Si un fotógrafo
toma una serie de instantáneas de alguien que saluda,
al final de la secuencia obtendrá un saludo nazi con
el brazo extendido... Me habría asombrado que hubiera
hecho un saludo nazi. Cuando estuve allí, no vi a nadie
ni había miles de personas que fueron por ahí
diciendo: ¡Qué boludo! ¡Hizo el saludo
nazi! Nadie. La gente sólo pensó que saludaba,
y estoy seguro de que eso fue lo que hizo.
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Moby
Me resulta
realmente difícil pensar qué disco de cualquier
artista me haya afectado tanto como los discos de Bowie grabados
en Berlín. Todavía los escucho y todavía
me siguen pareciendo increíbles, inolvidables. La verdad
es que no percibo mucha influencia de esos discos en la música
de hoy, pero desearía que así fuera. También
es cierto que quienes lo intenten podrían hacerlo mucho
peor que Low o Station to station. Ese es mi disco favorito
de Bowie, por Héroes.
Bono
David Bowie
dominó el estrellato antes que nadie. Lo hizo, y su
figura se hizo tan famosa que se volvió casi religiosa,
porque la fama es todo lo que el siglo XX deja en ese departamento.
Sé algo de eso, pero no todo lo que necesito saber.
David Bowie sabe mucho de eso. Flirteó con ello, bailó
con sus demonios en Broadway, con comerciales, en compañía
de corporaciones... pero siempre fue tinta, nunca sangre.
Una de las reglas no escritas del rock and roll es que podés
ser una estrella y no una celebridad... Esto no se aplica
a Bowie: queremos que sea una estrella-estrella, queremos
verlo por ahí con Elizabeth Taylor, queremos ver cuán
lejos puede ir.
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CARAS
- CARAS
1963. David Jones
se inicia con los King Bees, una banda de rhythm & blues
formada en una peluquería de Bromley. Raya al costado,
jefe.
1967. En plena
explosión del flower power, se edita David Bowie, el
debut. Soy un hippie, siempre fui así...
1971. El extraño
de pelo largo llega a Manhattan. Aparece The man who sold
the world y más tarde Hunky Dory, dos discazos.
1973. La primera
de sus encarnaciones en señora sofisticada. Inventa
el efímero personaje Aladdin Sane y graba un disco
en su honor.
1976. Los 45 kilos
del Duque Blanco. Sale Station to Station, buena merca.
1980. Bowie publica
Scary Monsters y, a diez años de la Odisea, resucita
al Mayor Tom en pleno desencanto de la carrera espacial.
1984. Ay, los ochenta...
David se corta el pelo a lo Brian Setzer y se acomoda en el
emporio de las estrellas de rock maduras.
1990. Retratado
durante su primera visita a la Argentina, poco después
de los trajes negros de Tin Machine.
1996. David lo
vuelve a hacer: el sonido de moda al servicio de su genio
compositivo. El mundo baila la aparición de Earthling.
2000. Bowie retoma
la senda del clasicismo con ...hours. ¿Es Dorian Gray?
¿Es Peter Pan? ¡No! Es...
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