RADICADO
EN HOLLYWOOD, RICHARD COLEMAN RELANZA A LOS 7 DELFINES
Un dark, pero no tan tortuoso
La
reconversión glam de su banda de diez años, la vida en Los
Angeles, lo que quedó de su generación, los tiempos en que
se creía una estrella y terminó estrellado. Con un nuevo
disco entre manos, el príncipe oscuro del rock de los 80
y 90 revela algunos misterios alrededor de su figura.
POR
PABLO PLOTKIN
Es lunes a mediodía
y las torres gemelas siguen en pie. Richard Coleman, amo y señor
de sus emociones, bebe cerveza tirada en una zona de Palermo Viejo donde
hasta el carnicero de la cuadra podría ser diseñador de
indumentaria. Coleman parece descontracturado en una especie de camperita
deportiva, pantalones de aviador y las puntas del pelo azabache teñidas
de fucsia. Por ahí estoy más tranquilo, menos estresado.
Tal vez por eso se me ve mejor, o distinto, comenta el líder
de Los 7 Delfines, afincado desde el año pasado en Hollywood.
Está por aparecer
Aventura, el nuevo álbum de una banda que zigzagueó los
noventa como una embarcación bien diseñada, pero de tripulación
dispersa. Siempre cambiante, siempre a punto de desaparecer, siempre a
flote. Con una formación consolidada, el grupo se propuso empezar
el nuevo siglo con un disco que sintetizara su sonido y espíritu,
echando mano a ciertos recursos de alta tecnología y con una premisa
en mente: Cuando hablamos con Tweety (González, el productor),
le pedimos que pensara que éramos una banda nueva que grababa su
primer disco. Teníamos 36 canciones, trabajadas durante dos o tres
años. Sin tener un disco de estudio en el medio, era una posición
bastante lógica: somos una banda nueva que está por sacar
su primer disco y le quiere romper el culo a todo el mundo. Por
eso Coleman detesta que le mencionen la palabra adultez. Es un disco
de espíritu adolescente, más que de madurez, asegura.
Es travieso: tiene zonas de densidad muy épicas y a la vez
es desfachatado.
Velvet Coleman
No es
que Richard haya torcido drásticamente el rumbo de L7D, pero el
factor glam cobró mayor protagonismo en el proceso creativo. Inmediatamente
después de Dark, empezamos a orientarnos hacia el glam. Lo había
probado con la otra formación de la banda y no había salido.
Faltaba esa caradurez, una histeria que no tenía la formación
previa. Y con una loca sola adelante no alcanzaba. Los nuevos compañeros
de Coleman lo comprendieron bien. Repasaron los discos decisivos de la
época T. Rex, el primer Bowie, Roxy Music y se dispusieron
a elegir una versión. Una era Mujeres de Atenas, un
tema de Chico Buarque que cantaba Ney Matogrosso (ella es el glam
tropical, define). La otra era Street Life, de Roxy
Music, que finalmente cierra el disco. En vivo se convierte en un
momento casi punk, asegura Richard, que hace un tiempo cantó
esa canción en el Teatro de la Ribera bajo una lluvia de papel
picado metalizado. Con el dark está todo bien, pero mezclarlo
con un poquito de glam es todavía mejor. Si hay un fondo de oscuridad,
los brillitos se notan más, explica. Por eso, el avance del
glamour en la estética delfina no supone la abolición de
su imagen vampírica. Se trata de potenciar todo eso hacia
un lado humorístico: un dark, pero no tan tortuoso. Hasta mis letras
más dramáticas tienen siempre un guiño, un chiste
en el medio. No te vas a ahorcar porque te dejó tu novia. Eso ya
lo hizo el cantante de Joy Division, y ahí fue que empezó
toda esta historia.
En efecto, las canciones más melodramáticas de Aventura
un disco de guitarras aplastantes, por momentos casi heavy metal
tienen su relectura paródica. Garden husmea en el pensamiento
de un asesino serial para revelar un secreto vergonzante; Vendado
y frío (compuesto especialmente para el largometraje homónimo
de Alexis Puig) cuenta en primera persona el despecho de una momia codiciada
por su féretro; Sentimiento Storni se entretiene con
los impulsos suicidas. Me influyeron mucho los libros de William
Burroughs, cuenta Coleman. Antes de los veinte años,
cuando todos leían Castaneda, yo leía a Burroughs. Siempre
me interesó esa cosa medio densa, medio sci-fi, y la manera de
manipular el discurso. Radicado en Los Angeles, Coleman se dedicó
a producir el primer disco de Karina & Shine Junkies, el proyecto
solista de su mujer (para el que trabajó con John Chamberlin, ingeniero
de sonido de Tori Amos), y a revisar el panorama de rock en castellano
en la costa oeste. Están como nosotros hace quince años,
apunta. Trabajan con presupuesto cero, no tienen apoyo de las compañías,
excepto los números grandes que no son rock. Para ellos Shakira
es rock en español. Escuchan una guitarra eléctrica y una
cantante con carácter y creen que es rock.
Mi generación
Como personalidad
fundamental de la escena rockera de los ochenta, Coleman conserva los
buenos recuerdos de entonces, pero es consciente de todo lo que quedó
en el camino. De los más importantes de mi generación,
la mitad se murieron. Federico Moura y Luca, junto con Gustavo (Cerati),
fueron lo más importante. Los ochenta están empezando a
ser una década mítica. Eso siempre pasa, cada veinte años.
En los noventa se empezó a renegar de la década anterior,
como ocurre siempre, pero todavía no pasó en el 2000.
En ese sentido, Coleman considera que la década pasada todavía
está en una zona de sombras. Las cosas buenas
fueron cercenadas. La muerte de Cobain fue un desastre en cuanto a una
posibilidad artística y masiva. En el último fragmento de
los noventa, la música se estandarizó mucho, y eso es peligrosísimo.
Creo que la maldita globalización tiene mucho que ver: se pierde
el carácter genuino de las expresiones de cada lugar.
Coleman, un guitarrista al que Charly García, Andrés Calamaro
y Cerati llamaron alguna vez para que se uniera a sus bandas, supone que
nunca tendrá una carrera solista, pues no le interesa eso de andar
contratando músicos para que obedezcan órdenes. No
soy un frontman escandaloso. Lo fui, pero creo que en la época
de Fricción me vacuné contra eso. Mi trabajo de histeria
y performance se limita al show, y creo que me gané un lugar en
los escenarios que me permite hacerlo bien. ¿Cómo
es eso de que se curó contra la histeria estelar en tiempos de
Fricción? Sentí que se nos había sobrevalorado,
confiesa. Había tan pocas cosas, que parecía que lo
que yo hacía era buenísimo, que era un capo. Me la empecé
a creer, totalmente. Y en un momento me di un buen porrazo, porque me
costaba sostener la identidad de la banda, me peleaba con los chicos porque
salía siempre yo en las fotos... Era un quilombo. Me rodeaba de
un grupo de estrellas de rock y nos creíamos el olimpo. Y de golpe
me encontré con que en el momento en que salía Para terminar,
que era un discazo, la discográfica quebró y no hubo ningún
tipo de apoyo. Era una pesadilla, porque no era un error de la banda.
Pero después me di cuenta de que yo estaba tan... tan estrellado,
que no tenía tiempo de estar en contacto con la realidad. Después
de eso casi me mato con el auto, y entonces bajé de verdad. Cuando
se desarmó Fricción estuve un año y medio sin hacer
nada de rock, casi sin salir de mi casa. No quería empezar una
banda nueva, no quería hacer nada. Quería ver si podía
cambiar, una vez más, la dirección de mi vida. Al final
me encontré que para el final de ese año ya había
compuesto diez canciones con la guitarra acústica. Lo conocí
a Gamexane, que se había ido de Todos Tus Muertos y también
tenía un puñado de canciones. Nos propusimos empezar algo
juntos. Eramos el día y la noche, así que algo bueno tenía
que salir. Armamos Los 7 Delfines, pero entonces ya estaba vacunado. Nunca
perdí el contacto con la realidad.
Desde entonces, Coleman no volvería a sentirse molesto dentro del
rock. No me meto donde no me interesa, no soy cholulo de nadie y
nadie es cholulo de mí. Estoy en un lugar de tranquilidad que me
lo he laburado. No hice tanto bardo, tampoco. Me pasaron cosas que le
pueden pasar a cualquiera que vive la vida de manera un poco excesiva.
La famosa máxima de William Blake: El camino de los excesos
conduce al palacio de lasabiduría. El tema es no ir hasta
el final, se ríe. En ese plan, la ciudad de Los Angeles,
con sus autopistas, sus célebres colinas y sus setos de 20 metros
tras los que se ocultan mansiones inalcanzables, parece ser un lugar perfecto
para pasar inadvertido. Allá el anonimato es total,
confirma Richard, aplastando un cigarrillo. El glam está
tan arriba en Hollywood... Yo apenas vivo al pie de las colinas, a dos
cuadras del Teatro Chino, con mi señora y mis dos gatos.
Los 7 Delfines
tocarán este sábado a las 22 en Niceto Club (Niceto Vega
5510), con Tweety González, Gillespi, Roli Ureta y Karina Coleman
como músicos invitados. Aventura se venderá a 15 pesos en
el show.
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