EL
CINEASTA PUNK LLEGA CON LOS GITANOS NO FUMADORES
La
pasion según Kusturica
Si no
las viste, deberías. Puede ser Sueños de Arizona, Papá salió en
viaje de negocios o las rocambolescas Underground y Gato negro,
Gato blanco. El responsable de todas ellas es un yugoslavo loco
y talentoso, que ahora llega a la Argentina al frente de una banda
de folklore balcánico y actitud punk, convenientemente embebidos
en alcohol. La ocasión es una buena excusa para acercarse al personaje,
su obra, el futuro, la guerra y la importancia de maradona en su
vida.
POR
PABLO PLOTKIN
Un chancho
devora un auto abandonado al borde de la ruta, un pibe esquimal
suelta un globo rojo desde la ventana de su iglú y un surtidor
de nafta corroído se desliza como un robot frente a una basílica
de Milán. La historia se hace con sueños,
le hizo decir Emir Kusturica a Johnny Depp en Sueño de Arizona,
y habría que creerle. La vida de este director bosnio-yugoslavo
de 46 años es una historia de sueños realizados y
pesadillas convertidas en arte, una aventura de amor y de guerra
a través de un país roto. Pero aunque se trate de
uno de los cineastas europeos más originales de la última
década y media, Kusta llega a Buenos Aires como el guitarrista
rítmico de la No Smoking Orchestra. Pandilla de espíritu
gitano, actitud punk y folklore balcánico. Amantes de la
aceleración, los excesos y el desequilibrio escénico.
Formada en Sarajevo en 1980, emergente del movimiento de resistencia
cultural denominado Nuevo Primitivismo (surgido luego de la muerte
del Mariscal Tito, líder-patriarca de la Yugoslavia de posguerra),
la No Smoking es una especie de compresor de la tradición
regional, procesadora de la influencia que ejerció en Yugoslavia
la música árabe, hindú, rusa, griega, italiana.
Comandado por su cantante Dr. Nele Karajilic, el grupo
pasó por humo, surrealismo y sarcasmo todos esos sonidos,
los reforzó con una armadura tecno rock y definió
su esqueleto de criatura de los Balcanes de entreguerra: quilombera,
gritona, inspirada. Al igual que los personajes filmográficos
de su guitarrista, la NS no conoce el silencio, ni los términos
medios. Ampulosa, pasional, siempre parece al borde de los precipicios
musicales.
Kusturica se unió al grupo por primera vez en 1986, como
bajista, poco después de adjudicarse la Palma de Oro en Cannes
por su largometraje Papá salió en viaje de negocios.
La banda grabaría dos discos antes de la separación
(Greetings from safari land y A little story of a great love), pero
entretanto Kusta se consagraría con Tiempo de gitanos (1989),
una historia de amor y (des)lealtades en torno de un clan de zíngaros
mafiosos que resume lo mejor de su estilo, poderosamente sensible
y original. Luego vendrían Sueño de Arizona (su incursión
a la liga de las estrellas de Hollywood), Underground (su toma de
posición más explícita, y polémica por
cierto, respecto de la tragedia yugoslava) y Gato negro, Gato blanco,
cuya banda de sonido corre por cuenta de la No Smoking, que venía
de rearmarse en 1994 con la incorporación del baterista Stribor
Kusturica, hijo de Emir. Puede decirse que Gato negro... incluye
el primer hit internacional del grupo: ahí se ve a ese repugnante
gitano mafioso, cocainómano y traidor, colocarse cada vez
que estalla el estribillo de Pitbull Terrier, una explosión
de sobrecarga anabólica de eso que sus autores bautizaron
el sonido Unza Unza, el que le da título a su
más reciente álbum Unza Unza Time y el
que va a ametrallar la habitualmente plácida estructura de
La Trastienda el sábado 20 y domingo 21, con entradas desde
¡aaggghh! 35 pesos.
Kusturica está shockeado y estresado cuando atiende
su celular en París, rumbo a algún lugar que no alcanza
a precisar a pesar de un nítido pero trabajoso inglés.
Los últimos meses se asentó en Belgrado para filmar
su nueva película (ver aparte), pero ahora está en
la capital francesa, otra de sus ciudades de residencia, a punto
de presentar Super 8 Story, un documental que retrata a la No Smoking
de gira, incluyendo una aparición en escena del gran Joe
Strummer. Pero acaba de empezar el bombardeo anglonorteamericano
sobre Afganistán, las pantallas del mundo reproducen indescifrables
escenas verdes luminosas y Kusta se pronuncia al respecto: Estoy
muy shockeado y estresado desde el principio del conflicto,
admite, desde que esos dos símbolos gigantes de la
civilización occidental fueron destruidos. Me sentí
muy apenado por la gente que murió, especialmente después
de ver a ese hombre agitando su camisa desde unaventana. Para mí,
el drama empieza cuando cobra formas individuales. La destrucción
en masa es algo que se comprende mucho tiempo después.
Como habitante de una tierra masacrada por las guerras civiles,
los dictadores y los bombardeos en nombre de la libertad duradera
o slogans por el estilo, Kusturica sabe que este mundo está
creado a través del conflicto. El desarrollo
humano está ligado a actos criminales, asegura. Ya
sea Napoleón invadiendo y destruyendo la mitad del mundo
o lo que ocurre hoy: cientos de pequeñas guerras controladas
sucediendo en todo el planeta. Lejos de racionalizarse, la humanidad
observa, generación tras generación, la llegada de
nuevas formas de destrucción. Así es que los esfuerzos
personales de paz colapsan contra una guerra masiva, y entonces
la gente se convierte en una especie de enjambre detrás de
una abeja reina alocada.
¿Hay algo que pueda hacer el arte en todo esto?
No mucho, creo. El arte puede funcionar como una terapia,
en todo caso, como una manera de volver la vida más relajada
de cuando en cuando. Puede ocupar, mínimamente, algo del
lugar que ocupaba la religión cuando representaba una forma
de unión espiritual. El arte podría salvar al mundo,
pero lamentablemente vivimos un período de hundimiento económico
que no le permite al arte impactar en una cantidad de gente considerable.
Se convirtió en una herramienta de la industria, ya no es
lo que era.
¿Qué clase de banda es la No Smoking en la ruta?
Somos más que salvajes. Te lo voy a definir en una
frase: somos gente constructivamente destructiva.
Ya es célebre la cantidad de hectolitros de alcohol
que ordenan para antes de cada presentación. ¿Es cierta
la leyenda?
Sí, porque los músicos de la banda no se drogan,
lo cual es muy importante para la gente joven, pero necesitan algo
de combustible antes del concierto.
O sea que salen al escenario completamente borrachos.
Bueno, yo no, pero algunos en la banda sí. Los que
lo necesitan.
¿Qué grado de anarquía hay en el grupo,
si es que la hay?
Mirá, solíamos ser anarquistas, pero el anarquismo
tiene un problema, una parte destructiva que nos aleja. Todavía
vemos el mundo como una sola cosa, eso sí. La respuesta correcta
sería: si nos remitimos a la visión del mundo, la
No Smoking es una banda anarquista. Pero después, cuando
llegan las baladas, las canciones tiernas y profundamente humanas,
te encontrás con algo más que anarquía.
Pero es una banda de espíritu punk, ¿no?
Sí, muy. Es una banda que se para frente al público
en posición de ataque, con los dientes apretados. Agresiva.
Y puedo decirte, después de 220 conciertos, que nuestra estrategia
escénica es muy exitosa. Si tomás el punk como un
movimiento social creado en Inglaterra contra las doctrinas, una
reacción individual contra la masificación de todas
las cosas, entonces nosotros somos punks. Más allá
del lado nihilista del asunto.
También tienen influencia de la música electrónica
fuerte. Tal vez ya no tanto en el uso de máquinas, pero sí
en las estructuras de ciertas canciones.
Sí. Personalmente detesto la música tecno, aunque
llegamos a la conclusión de que tiene el poder hipnótico
que ejercían ciertas músicas de tribus africanas.
Esa parte me interesa. Pero creo que el tecno está muy lejos
de representar la emoción humana. Esa es una cosa mucho más
compleja que la simple repetición metálica de unos
pocos tonos.
Tanto en tus películas como en la música de
la No Smoking, se nota tu pasión por los spaghetti western.
¿En qué medida te definieron como artista?
Fueron mi primera influencia como director, las veo como una
forma de cultura popular asombrosa. Si hoy volvés sobre esas
películas, te sorprende lo excitantes que todavía
pueden ser.
Hablando del lejano oeste, ¿es cierto que retaste a
duelo a Vojislav Seselj (activista serbio de ultraderecha)?
Sí, lo hice. Al principio de la guerra en Yugoslavia,
él propuso a la corte serbia expulsar a los croatas del Parlamento.
Lo vi a través de la televisión por cable, desde París,
y no pude soportarlo. Así es que lo reté a duelo,
pero dijo que no aceptaba, y dio una explicación que pretendió
ser graciosa: dijo que no quería que yo terminara como Alexander
Pushkin (poeta ruso muerto en duelo en el siglo XIX). Le dije muy
gracioso, le insistí en que podía elegir el
arma a utilizar, pero así y todo no quiso enfrentarme.
Estabas dispuesto a morir por eso.
Sí. No tengo ideología, pero tengo mi propio
sistema de valores, el cual me empuja a actuar de acuerdo con una
visión completamente emocional de la vida y según
mi perspectiva de la justicia.
¿Cómo creés que lograste esa estética
tan personal en tus películas?
Estoy muy influido por lo que podrían llamarse las
corrientes estéticas clásicas del cine. Mi estética
se desprende del neorrealismo italiano, el realismo poético
francés, directores de Hollywood como Frank Capra y otros
tantos. Siempre me dediqué a explorar el costado más
poético del relato, las emociones más puras, lo que
contrasta con el cine moderno, lleno de rudeza y agresividad de
buen vestir. Pertenezco a una casta de cineastas de la que casi
ya no queda nadie.
¿Eso tiene que ver con la corriente del Nuevo Primitivismo
que nació en Yugoslavia un par de décadas atrás?
Sí, la idea del Nuevo Primitivismo era ironizar a los
viejos primitivistas, usando algunas de sus herramientas más
interesantes, en especial la ironía. Y es muy impresionante
ver a la gente en Bosnia enfrentando su propia caricatura en el
cine, la televisión y la música. Creo que lo mejor
de esa corriente fue conseguir enfocar una mirada divertida, irónica
sobre nuestra propia tradición.
En Gato negro, Gato blanco, uno de los personajes grita ¡Maradona!
cada vez que le sale algo bien. ¿El es una obsesión
tuya o en verdad representa algo para todo tu pueblo?
Maradona es un símbolo para todos nosotros, tenés
que entenderlo. En la zona balcánica, en especial en Serbia,
mucha gente cree que vive bajo los preceptos cristianos, o monoteístas,
pero en realidad tiene hábitos más bien paganos. Por
lo que sé de tu país y de América latina a
través de la literatura, están viviendo un momento
de transición en cuanto a organización social. Igual
que nosotros. Es por eso que tenemos héroes muy parecidos.
Tal vez nunca expliqué por qué ese personaje grita
¡Maradona! en lugar de mencionar a algún
jugador nuestro, pero creo que se debe a la adoración que
siento por él. Porque era valiente, porque era un jugador
fantástico. Así que cuando el tipo grita ¡Maradona!,
es como si gritara ¡Lotería!. Un nombre
propio que define un estado de ánimo.
¿Seguís fascinado con el modo de vida de los
gitanos?
Los gitanos son mi decisión estética. Porque...
Cómo explicarlo... ¿Sabés qué? Estamos
entrando en un gran embotellamiento. Vamos a tener que cortar. Lo
lamento, pero estoy llegando tarde a una reunión... Escribí
lo que quieras. Cualquier cosa que pongas que dije va a estar bien,
¿ok?
Ok.
Bye bye. ¡Chau! n
El jueves que viene
se estrenará Super 8 Story, el largometraje de la No Smoking
Orchestra en la ruta. El sábado 20 y domingo 21 se presentarán
en La Trastienda. El lunes 22, Kusturica dará el Seminario
Estética y Cine(inscripción al 4773-6448), el 23 harán
un show en Córdoba y el 23 en La Subasta de Mar del Plata.
LA
NUEVA PELICULA
Amor y guerra
Dos meses atrás,
Kusturica volvió a instalarse en Belgrado para rodar
su nueva película, titulada The Hungry Hearts (Los
corazones hambrientos). En la entrevista con el No, el autor
dio algunos detalles sobre la trama, que vuelve a tener
un amor conflictivo en el centro de la escena y la guerra
como desarmador de todo. Habla sobre el drama de un
hombre serbio de cincuenta años que es abandonado
por su mujer durante la guerra en Bosnia, cuenta Emir.
A su hijo lo reclutan para luchar por Serbia y es
apresado por los musulmanes. Al padre le entregan una mujer
musulmana, a la que podrá cambiar por su hijo cuando
lo encuentren. El tipo se enamora de ella, y se enfrenta
a una gran drama cuando llega el momento de cambiar a la
mujer de su vida por el hijo reaparecido. Es una historia
de guerra, de cualquier guerra. Como dije: este planeta,
desafortunadamente, se ha desarrollado a partir de las guerras.
VINCENT
GALLO Y BILLY BOB THORNTON TAMBIEN LO HACEN
No es el
único
Mezcla
de música griega y música judía.
Así define el ex Clash Joe Strummer a la música
de la No Smoking Orchestra. Protagonista del mejor momento
musical del film -.una enérgica versión de la
NSO de Police on my back, Strummer funciona
también como el mejor eslabón entre la banda
de Kusturica y la música de Mano Negra. Claro que si
para esta extraña legión extranjera musical
francesa su destino terminó apuntando a Latinoamérica,
Kusturica y sus muchachos no necesitaron buscar en otro lado
para sentirse vivos musicalmente. Les bastó con mirarse
el ombligo y recobrar lo mejor de su tradición gitana.
A la hora de hablar del cine más joven e irreverente
trasvasándose casi por derecho propio a las bateas
de las disquerías, Kusturica no es el único
que se siente lo suficientemente libre como para intentarlo.
El y su orquesta, claro está, han logrado triunfar
en lo suyo. Pero no están solos en el intento. Dos
lanzamientos dos ocupan a la prensa cinéfila y rockera
de ambos lados del Atlántico. Se trata de los flamantes
álbumes de dos actores/directores: Vincent Gallo y
Billy Bob Thornton. El galancete tóxico, responsable
de Buffallo 66, acaba de editar un álbum con muy a-loJohn
Frusciante titulado When (Warp); mientras que el marido de
Angelina Lara Croft Jolie editó su propia
colección de canciones country bajo el título
de Private Radio (Lost Highway). Maltratados en Estados Unidos
(Spin mandó a marzo los dos discos: 3 y 2 sobre 10,
respectivamente), los lanzamientos han sido respetuosamente
reseñados en Inglaterra. M.P.
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TODAS
SUS PELICULAS TIENEN ALGO
Un
largo y sinuoso camino
El sueño
del pibe. Eso es Super 8 Stories (2001), el último
opus de Emir Kusturica. Presentado este año en el Festival
de Berlín, el film funciona como una suerte de revisión
de todos los clichés del documental de rock, pero protagonizado
y dirigido por su propio protagonista, un cineasta devenido
músico, que como un niño con el mejor
de los juguetes juega a estar tan en el centro de su
documental musical como podría estarlo Joe Strummer.
Es el gran Joe quien justamente aparece al final
del documental bendiciendo y legitimando la música
del grupo. Conocido en todo el mundo al ganar la Palma de
Oro en el Festival de Cannes con la maravillosa Papá
salió en viaje de negocios (1985), Kusturica repitió
el codiciado premio una década más tarde con
la discutida Underground (1995), acusada en su momento de
ser un film pro-serbio. Entre una y otra Palma de Oro, Kusturica
estrenó el que tal vez sea su mejor film, Tiempo de
gitanos (1989), y Sueños de Arizona (1993), con Johnny
Depp, Jerry Lewis y Faye Dunaway, lo más cercano en
su carrera a la clásica experiencia hollywoodense de
todo cineasta europeo que se precie de tal. Su última
película antes del esperado estreno de la flamante
Super 8 Stories -anunciado para la semana que viene
fue Gato negro, gato blanco (1998), donde comenzó la
relación con los músicos de su No Smoking Band.
M.P.
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