BRUCE
KULICK, EL EX KISS QUE SE QUEDO EN BANDA
Sin
resentimientos
Bruce
Kulick recuerda la primera vez que pisó la Argentina: era
el guitarrista de Kiss en aquel primer show del cuarteto en River,
cuando murieron dos fans. Uno siempre escucha que esas cosas
pasan, pero hasta que no las vive no se da cuenta de lo terrible
que es, dice el violero. Después, Gene Simmons y
Paul Stanley decidieron juntarse con sus viejos compañeros
Ace Frehley y Peter Criss, volver a las pinturitas y salir a facturar
millones. Y Kulick se quedó en banda. O, mejor dicho, sin
banda. Pero por poco tiempo, porque se juntó con el cantante
John Corabi (ex reemplazante de Vince Neil en Motley Crüe)
para formar Union. Ese cuarteto, que visitó Buenos Aires
en 1999, regresa para tocar mañana en El Teatro y el sábado
en The Roxy. Y promete canciones de sus dos discos de estudio
(Union y The Blue Room), más incursiones en el pasado de
sus dos miembros más famosos. Llevamos casi un año
y medio sin tocar juntos, porque cada uno estuvo ocupado con sus
cosas (Kulick publicó el solista Audio dog), pero todo
está bien: hicimos un par de shows en Los Angeles, como
para calentar motores, y todo resultó muy bien, estoy muy
orgulloso de los muchachos. Cuando recibimos una oferta para hacer
shows en la Argentina, no pudimos negarnos: es uno de los mejores
lugares donde hemos tocado, afirma Kulick.
A todos le dirás lo mismo...
Para nada. Los argentinos son muy apasionados y aman el
rocanrol, eso puedo asegurarlo. La reacción en los shows
es impresionante.
¿Cómo quedaron tus relaciones con Gene y Paul
después de tu salida de Kiss?
Todavía mantengo buena relación con los muchachos.
De hecho, la semana pasada Gene vino a ver el show de Union en
Los Angeles. Siempre supe que una reunión de los miembros
originales de Kiss era posible, así que cuando finalmente
la hicieron no sentí que tuviera una intención maliciosa.
Fue pura cuestión de negocios: la gente quería volver
a ver a Kiss con maquillaje. De hecho, fue una movida muy exitosa.
Estoy muy orgulloso de haber sido parte de Kiss durante casi doce
años. Es una de las bandas de rock más grandes de
todos los tiempos y fue una gran oportunidad haber estado ahí,
así que no hay razón para que le vuelva la espalda.
R. C.
PELICULAS
EN LA TELE, ANTES DEL CABLE Y EL SATELITE
Hubo
un tiempo...
La primera película
que recuerdo es Lili, el musical de Leslie Caron. Era muy chico
y me marcó por dos motivos: fue la primera melodía
que aprendí a tocar y los muñecos de la película
me asustaron tanto que tuve pesadillas durante días. También
me identifico mucho con Freaks, una película de terror
realmente fuerte, diferente de todas las demás porque los
monstruos son reales. Los actores son auténticos fenómenos
de feria que crean un código propio para defenderse del
resto de las personas. En los seriales de estudio como Republic,
tipo Radar Men from the Moon, yo veía unas naves espaciales
que parecían planchas que volaban. Y estaba todo bien,
¡eran planchas voladoras! Para mí, el futuro era
eso. Creo que la imagen en blanco y negro daba un realismo extra.
Una película genial era Candy (la dirigió Christian
Marquand sobre un libro de Terry
Southern), con una chica con la que todos querían acostarse,
y aparecía Marlon Brando haciendo de gurú: en un
momento, la chica aparecía espiando al gurú y lo
veía concentrado en hacerse un sandwich de mortadela. Una
película que me impactó ya por el título
fue La mancha voraz (The Blob, Irvin S. Yeaworth, Jr., 1958).
Mis primos la habían visto en el cine y me contaban de
esa mancha voraz, y yo vivía preguntándome qué
era eso. Después la vi en la tele y lo que vi estaba a
la altura de lo que había imaginado. El Rey de Londres
(Aníbal Uset, 1965) me dejó asombrado. El Palo Ortega
presentaba a los Beatles, se hacía el George Harrison.
Me reí como nunca cuando en la aduana inglesa le agarraban
la yerba, y él les explicaba que era para el mate. El western
nunca me interesó mucho. John Wayne siempre me chocó
un poco. No me gusta la gente que anda sucia, llena de tierra.
El único western que me gusta mucho es una parodia, Locura
en el Oeste (Blazing Saddles, Mel Brooks, 1973). (...)
Una película que tuvo una influencia negativa en mí
fue El coloso de Rodas (The Colossus of Rhodes, Sergio Leone,
Italia, 1960) con Rory Calhoun. Con mi Mecano y plastilina hice
un Coloso en la bañera, y hacía unos barquitos de
papel que se incendiaban al pasar debajo de la estatua. Cuando
se quemó la cortina del baño empezaron los problemas
con mis padres. ¡Qué verde era mi valle! (How Green
Was my Valley!, John Ford, 1941) era la película favorita
de mi viejo. El también me habló de El día
que paralizaron la Tierra (The Day the Earth Stood Still, Robert
Wise, 1952). No sé si es la primera, o una de las primeras
películas en la que los marcianos son buenos, y no vomitan
encima del primer tipo con el que se encuentran. Para que se terminen
las guerras, ellos hacen que se detenga todo tipo de energía.
Es un warning increíble, que no hace nada malo pero sirve.
Me encantaría tener ese tipo de poder. Es raro, porque
eran temas que en realidad no tenían mucho que ver con
mi padre. Supongo que igual que la gente de Teleonce él
también tendría algo de jesuita. De hecho, mi tío
era Joaquín Aduriz, el jesuita del programa El abogado
del Diablo. No sé, habría que confirmar el dato,
pero yo creo que era mi tío, y que cuando renunció
a todo para unirse a los jesuitas fue como un gran escándalo
familiar. CHARLY GARCIA
Fragmento del testimonio
aportado por Mr. Say No More para el libro Cine de Súper
Acción - Cine clásico y de culto en la TV argentina
1961-1993 (Ed. Norma), una investigación de Diego Curubeto
y Fernando Martín Peña recientemente editada sobre
uno de los grandes clásicos de la historia de la televisión
argentina que, exactamente ayer, cumplió 50 años
de vida.
Alta
Infidelidad
FALSOS PROFETAS
Vimos pasar el verano
Hipótesis rara: si para Enemigos íntimos Joaquín
Sabina hubiese elegido de socio a Palo Pandolfo en lugar de Fito
Páez, el resultado habría sido muy parecido a este
debut de Falsos Profetas; que, digámoslo, es una delicia.
Sobre sencillas melodías pop, el cantante Martín
De Elizalde que parece siempre a un trago de la borrachera
absoluta saca pecho y entusiasma con malicia tanguera, emoción
rocanrolera y fraseo chapado a la Moura. Las letras estan repletas
de frases e ideas, pero no en plan verborragia pesada sino más
bien filosa y semi-retorcida, como en Argentina salud
(La otra tarde logré comprender/ que las cartas estaban
marcadas por ella/ y que al irse/ la mala fortuna también
me abandonó), buen comienzo; después convalidado
por algunas canciones delicadas como Ya no brindes por mí
y otras energéticas como Hija del viento. Palabras
más, palabras menos, falsedad 100% creíble. J.A.
NEW ORDER Get ready
He aquí la resolución a problemas existenciales
ya esbozados por otros (Depeche
Mode) y por cierto no del todo resueltos. Ocho años corrieron
bajo el puente y ahí están los sobrevivientes de
la trágica historia de Joy Division, ahora sobreviviendo
al tiempo, las modas y el huracán electrónico que
todo lo derriba. Muchas veces en el maravilloso mundo pop se recurre
al adjetivo clásico y la mención no
tiene más sustento que los años de carrera del artista
en cuestión. Debería aceptarse que clásico
es otra cosa: una contundente demostración de calidad de
composición e interpretación en base a un estilo
propio, patentado en exclusividad. Ahí está el single
Crystal para confirmarlo. Pero también el exquisito
aporte de Billy Corgan en Turn my way. Si hasta se
pueden perdonar los arrebatos vocales de Bobby Gillespie en la
ruidosa Rock the shack. Diez canciones, no hace falta
más. E.P.
PCS
EN LINEA PARA JUGAR Y GANAR..
Cyber
Sacoa
En los orígenes
del universo, los locales de videojuegos (también conocidos
por la horrible palabra fichines) eran patrimonio
exclusivo de los lugares de veraneo, con unas exclusivas fichas
acanaladas para cada negocio. Después otro logro
del menemismo llegó a Buenos Aires un nuevo sistema:
tarjetas magnéticas recargables, que no sólo te
permitían jugar por jugar sino acumular puntaje
y ganar notables premios tales como ositos de peluche, linternas
y toda clase de porquerías hijas del mundo industrial.
Bueno, desde hace unos meses la ciudad ha visto nacer a la nueva
generación de locales de videojuegos, que ya no son esos
gigantescos aparatos monedo-dependientes sino... simples PCs hogareñas.
Sí, computadoras comunes, instaladas en línea, con
lo que se puede jugar entre varios al mismo tiempo.
Jorge Alonso, propietario de uno de los locales pioneros del rubro
(Santa Fe y Coronel Díaz, aunque ya los hay por todos lados,
en lo que podría ser una verdadera epidemia lúdico-electrónica),
cuenta que el objetivo inicial era repetir la idea del juego
en las casas de familia, cuando varios chicos se juntan con una
o dos PCs. Hasta el momento, algunos de los juegos en stock
en estos locales son el contundente Age of Empires II, el FIFA
2001 (en la red te podés bajar las ligas argentinas de
Primera y Nacional B), el Diablo II, Starcraft, Quake III y Half
Life entre otros. La forma de cobro es por tiempo, a precios similares
a los del uso de Internet en locutorios. Y en algunos locales,
además, las máquinas están on line, con lo
que se puede jugar a través de Internet. Tal vez, para
avanzar en el concepto de juego en casa de familia,
el próximo paso sea incorporar mozos que sirvan mate, cerveza
o café con leche. O servicio de pantuflas a medida. J.A.
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