Por estos días
la incertidumbre podría ser coronada reina de la popularidad
y nadie se atrevería a discutir su mandato. Quienes habitamos
dentro de los límites de este territorio llamado Argentina decir
país casi suena a nostalgia asistimos con cara de vacas
mirando pasar el tren ni los dichos populares que alguna vez usamos
tienen sentido cuando las vacas se ahogan y del tren no quedan ni los
rieles a la tómbola del riesgo país y el déficit
cero sin entender o traduciéndola a un más doméstico
y lacónico qué será de nuestras vidas en adelante.
No saben los desocupados si tendrán planes de empleo, los empleados
si lo seguirán siendo, los que reciben ayuda alimentaria si la
seguirán teniendo y así sigue la lista de las incertidumbres
que es mejor dejar así porque la certeza cierra puertas cuyas
llaves habrá que buscar en el fondo del río. Para quienes
viven con VIH, las dudas agitan los peores fantasmas. Los sucesivos
ajustes, el próximo presupuesto, las variables de la economía
se traducen siempre en lo mismo: ¿tendremos la medicación
vital el mes próximo? ¿Volverá a haber reactivos
alguna vez para hacer esos análisis tan vitales como la medicación?
¿Se incluirá en el Programa Nacional de Sida a quienes
acaban de recibir su diagnóstico? ¿Seguirá existiendo
ese programa? Esas dudas sobrevolaron como pájaros negros en
el último Congreso Nacional de Sida que se hizo en Mendoza el
último fin de semana y que empezó, nada más ni
nada menos, que con la renuncia de Mabel Bianco -directora del PNS
justamente porque, según dijo, no encuentra en el Gobierno nacional
ni la voluntad política ni el presupuesto necesario para seguir
asistiendo a quienes viven con el virus. Las noticias sobre nuevas drogas,
nuevos tratamientos, medicamentos menos agresivos, más efectivos,
más tolerables para los niños, las novedades científicas
en general quedaron opacadas frente a la distancia que las separa de
la cotidianidad de quienes serían los beneficiarios de esos adelantos.
Tal vez la postal más gráfica se vio la noche del sábado,
poco antes de la clausura del congreso. Los profesionales, que llegaban
de gala a la cena que se ofrecía para ellos en el elegantísimo
hotel Hyatt, estuvieron obligados a sortear a un grupo que, instalado
en la misma vereda del hotel, comía sandwiches de mortadela.
Fueron varios los que decidieron quedarse a compartir el fiambre con
las personas viviendo con VIH que se agrupan en distintas organizaciones
sociales. les y que eligieron ese modo de manifestar. De uno y otro
lado de los consultorios, en cualquier hospital, la incertidumbre no
es patrimonio de los pacientes, es el denominador común de esta
fracción de sí mismo en que se convirtió el país.
Marta Dillon
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