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Jueves 22 de Noviembre de 2001

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convivir con virus

Por estos días la incertidumbre podría ser coronada reina de la popularidad y nadie se atrevería a discutir su mandato. Quienes habitamos dentro de los límites de este territorio llamado Argentina –decir país casi suena a nostalgia– asistimos con cara de vacas mirando pasar el tren –ni los dichos populares que alguna vez usamos tienen sentido cuando las vacas se ahogan y del tren no quedan ni los rieles– a la tómbola del riesgo país y el déficit cero sin entender o traduciéndola a un más doméstico y lacónico qué será de nuestras vidas en adelante. No saben los desocupados si tendrán planes de empleo, los empleados si lo seguirán siendo, los que reciben ayuda alimentaria si la seguirán teniendo y así sigue la lista de las incertidumbres que es mejor dejar así porque la certeza cierra puertas cuyas llaves habrá que buscar en el fondo del río. Para quienes viven con VIH, las dudas agitan los peores fantasmas. Los sucesivos ajustes, el próximo presupuesto, las variables de la economía se traducen siempre en lo mismo: ¿tendremos la medicación vital el mes próximo? ¿Volverá a haber reactivos alguna vez para hacer esos análisis tan vitales como la medicación? ¿Se incluirá en el Programa Nacional de Sida a quienes acaban de recibir su diagnóstico? ¿Seguirá existiendo ese programa? Esas dudas sobrevolaron como pájaros negros en el último Congreso Nacional de Sida que se hizo en Mendoza el último fin de semana y que empezó, nada más ni nada menos, que con la renuncia de Mabel Bianco -directora del PNS– justamente porque, según dijo, no encuentra en el Gobierno nacional ni la voluntad política ni el presupuesto necesario para seguir asistiendo a quienes viven con el virus. Las noticias sobre nuevas drogas, nuevos tratamientos, medicamentos menos agresivos, más efectivos, más tolerables para los niños, las novedades científicas en general quedaron opacadas frente a la distancia que las separa de la cotidianidad de quienes serían los beneficiarios de esos adelantos. Tal vez la postal más gráfica se vio la noche del sábado, poco antes de la clausura del congreso. Los profesionales, que llegaban de gala a la cena que se ofrecía para ellos en el elegantísimo hotel Hyatt, estuvieron obligados a sortear a un grupo que, instalado en la misma vereda del hotel, comía sandwiches de mortadela. Fueron varios los que decidieron quedarse a compartir el fiambre con las personas viviendo con VIH que se agrupan en distintas organizaciones sociales. les y que eligieron ese modo de manifestar. De uno y otro lado de los consultorios, en cualquier hospital, la incertidumbre no es patrimonio de los pacientes, es el denominador común de esta fracción de sí mismo en que se convirtió el país.

Marta Dillon
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