Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus
BoleteríaCerrado
Abierto

Fmérides Truchas 

 Bonjour x Liniers

Ediciones anteriores


Jueves 29 de Noviembre de 2001

tapa
tapa del no

convivir con virus

El calendario cumple, implacable, con sus ritos. El sábado es primero de diciembre y las convenciones internacionales dicen que es el Día Mundial del Sida. Hay días para todo, no hay por qué asombrarse de que haya uno consagrado a este virus moderno, casi todos los males tienen sus veinticuatro horas de concientización internacional y si la fórmula se repite es porque de alguna manera tiene sentido hacer visible un tema, aun espasmódicamente. Desde mañana, según lo anunciado por el Ministerio de Salud, los edificios públicos estarán engalanados con cintas rojas, aunque la mitad más uno no entienda por qué. Desde mañana las radios buscarán testimonios estremecedores y vitales de pacientes que “luchen” contra el sida, como si estuviéramos envueltos en algún tipo de juego de guerra. No es un día feliz, de eso estoy segura. No al menos en estas coordenadas estrechas de ajuste, recesión, incertidumbre, falta de entrega de medicamentos vitales, entrega fraccionada o de dudosa calidad. No cuando en el Senado nacional se planea obligar a las embarazadas a hacerse el test de vih compulsivamente en lugar de apelar a la conciencia, a la prevención y a la educación de las mujeres. Mujeres que en muchos casos apenas pueden decidir cuándo y cuántos hijos quieren tener y encima son tratadas como incubadoras ambulantes de niños por nacer. Y no cuando la actividad más importante que se plantea desde las personas que viven con vih es una marcha de barbijos. Está bien, es el consenso al que se llegó entre las distintas organizaciones y quienes se agrupan en la red de personas viviendo con vih, hasta puede ser mejor que decenas de pequeños actos diferentes, como suele suceder. Pero ¿barbijos? ¿nadie pensó en cómo se imprime ese símbolo en el imaginario? ¿de qué se supone que nos protege ese barbijo? ¿o acaso estamos protegiendo a alguien más de nosotros mismos? “Habrá barbijos para todos”, dice un mail como quien asegura vasos de cerveza para todos, forros para todos, entradas para todos, qué sé yo, algo que queremos todos. Y no se me ocurre a quién le puede interesar un barbijo. Convengamos que si se trata de proteger la identidad de los que se manifestarán desde las once de la mañana frente al Ministerio de Salud, el barbijo no es lo más efectivo. Además, que te vean en esa manifestación no tiene por qué querer decir que tenés sida o vih, podrías ser una persona que ejerce su ciudadanía y que entendió, como se viene repitiendo desde hace rato, que el sida es un problema de todos. Puede ser que aun eso esté mal visto, pero optar por ocultarse es, al menos, poner barreras tangibles entre unos y otros –los que lo tienen y los que no–, contribuir desde lo simbólico a ser considerados enfermos y de paso expulsar a los que pasaban por allí y a lo mejor querían sumarse a un reclamo justo por el derecho a la vida, que es en definitiva lo que se reclama. Quienes no hayan recibido el mail no tienen por qué saber que hay barbijos para todos. “La comunidad afectada por el sida...”, dicen los convocantes, echando por tierra que la comunidad afectada es el mundo entero ¿O hay alguien que pueda zafar de la necesidad del forro más tarde o más temprano? ¿Alguien que no haya temblado de pánico por algún descuido o accidente? ¿Alguien exento de enamorarse de otro que sí tenga el virus? No es un día feliz, no hay nada que festejar, y aunque adhiero al reclamo por nuestros derechos y seguramente esté en esa marcha, del barbijo, ni hablar.

marta dillon
[email protected]