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Yo me pregunto

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Señorita, ese talibán se está copiando
La reciente detención de integrantes del Comando Madrid de ETA (con la colaboración de un heroico ciudadano que pasaba por ahí y decidió perseguirlos y orientar a la policía) reveló que entre sus planes para el año pasado (abortados al ser descubiertas dos camionetas con más de 2000 kilos de explosivos en las afueras de la capital) se encontraba la voladura de la Torre Picasso, edificio simbólico y alto de la Nueva España donde tienen sede importantes empresas, entre las que se cuenta la redacción local de la CNN y a la que acuden a trabajar diariamente unas cinco mil personas. Lo inquietante —lo más inquietante todavía— es que el diseñador de la torre en cuestión fue un tal Minoru Yamasaki. Si les parece que el nombre les suena mucho, bueno, no se equivocan: antes de ponerse a trabajar en la Torre Picasso, Yamasaki ya había alzado las torres gemelas del World Trade Center. Así que ya saben, si viven o trabajan en un rascacielo blanco y con líneas verticales entre ventana y ventana lo mejor es averiguar si viene firmado por Minoru porque parece que lo suyo tiene un no sé qué y le gusta mucho a la gente con ganas de tiros, líos y cosa golda...

Un dólar marcado
El artista neoyorquino David Greg Harth tuvo una idea para levantar los ánimos de sus conciudadanos tras los ataques del 11 de septiembre: estampar billetes de un dólar con un sello de su creación que desafía, a modo de manual de autoayuda, con frases como “Yo no tengo miedo” y “No estoy aterrorizado”. Tras estampar cada dólar que cae en sus manos, lo vuelve a poner en circulación: “El objetivo es continuar haciendo lo que hago”, dice Harth. “Crear arte, salir a cenar, ir a un concierto. Los terroristas quieren matarnos destruyendo nuestra economía y nuestro espíritu productivo. Eso no va a ocurrir. Continuaremos siendo libres para jugar, trabajar, ganar y gastar.” Harth, que ya había hecho un experimento similar en 1998 con el sello “I am American” (y sin ningún motivo patriótico a la vista), ha reclutado un ejército de amigos a lo largo y ancho de Estados Unidos con el objetivo de marcar no menos de 100 mil “notas federales”. Pero si bien la iniciativa ha concitado cierto entusiasmo y parece bastante original, lo cierto es que no lo es tanto. Como ya todos sabemos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, ha decidido tomar una gran cantidad de papel moneda y estamparle sellos diversos, tales como el de Dardo Rocha, para después ponerlos en circulación por decenas de miles. Esta claro que vamos ganando, pero ¿para cuándo el sello de “Yo sí tengo miedo”?

La sonrisa de los delfines
Mucho se ha escrito sobre la eterna sonrisa de los delfines. Los más líricos la han llegado a comparar con la de la Gioconda a la hora del misterio y el qué es lo que le causa tanta gracia. El enigma –por fin– ha sido solucionado a partir de las revolucionarias declaraciones de Richard O’Barry, quien trabajó como adiestrador de los bichos en aquel clásico bobo de la caja boba: Flipper. O’Barry –dueño de un sombrío pasado como cazador de delfines y hoy activista estilo Liberen a Willy– reveló que, contrario a lo que se pensaba, Flipper no era macho sino cinco hembras diferentes que se iban turnando durante las diferentes escenas. ¿El motivo para tamaño equívoco sexual? Sencillo: los delfines machos son seres fogozos por naturaleza y tienen un aparato sexual muy desarrollado, que se hace todavía más evidente durante sus notorias y orgullosas erecciones. Los productores de la serie resolvieron entonces que un Flipper al palo no era lo más indicado para las audiencias infantiles y que podía inducir a preguntas un tanto incómodas para los padres. Ahora se entiende mejor esa horrible canción que hablaba de “bailar pegados, igual que baila el mar con los delfines”.

el objeto de la semana
Cómo etamos hoy, eh
Cuando ya parecía que nada más podía hacer la ciencia en su infatigable lucha contra las imperfecciones del busto humano, acaba de lanzarse al mercado la última victoria sobre las indomables fuerzas de la naturaleza: un sistema que dota a los pechos del olor que su dueña prefiera. El producto, ingeniosamente bautizado Perfume Bra y comercializado en el mundo por la marca Etam, consta de lo que en apariencia pasa por un simple corpiño con una discreta perla a manera de detalle especialmente dispuesta para anidar entre las partes. Y sí: es exactamente tal y como usted y cualquier villana de Bond se podría haber imaginado: la perla es, en verdad, un receptáculo que alberga poderosas dosis de perfume perfectamente dosificables mediante una perilla de sencillo uso según la importancia y el desarrollo de la noche, con la capacidad para garantizar hasta dos semanas de sugerente aroma. Esto, por supuesto, para toda mujer que no prefiera tirarse una gota de perfume entre las tetas.

 

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