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SUPLEMENTO DE HUMOR DE PAGINA/12

 

¿Si prefiere la merluza?

Por el Prof. Sócrates Mosqueto

“¡El turco nos cagó!” Esta expresión, que hace ya varios años resonaba desde diversos grupos peronistas y entonces parecía incomprensible, hoy por fin puede entenderse: se refería por anticipado a la actual crisis de Turquía, que tanto daño nos está haciendo.
Justo cuando todo parecía tan bien encaminado con el blindaje, a los turcos se les ocurrió devaluar la lira. Es lógico que los turcos no sepan qué hacer con la lira, que siempre fue de los italianos, pero ¿por qué no pensaron en nosotros? Ya nos hicieron lo mismo los coreanos, los mexicanos, los rusos. ¿Por qué todos nos tratan así?
Parece que el mundo desestima el hecho de que la Argentina, como su nombre lo indica, es femenina y, como tal, débil y sujeta a los maltraeres de los sucesivos países con que tropieza en su camino. Pero, afortunadamente, hemos encontrado un hombre bueno y maduro que, aunque no parezca interesarse por nosotros –él es así, hosco y reservado–, en realidad vela por nuestra felicidad. Se trata de Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos. Hace pocas semanas él, para ayudarnos, bajó las tasas de interés norteamericanas, lo cual significa que muchos señores ricos van a venir a ofrecernos su dinero. Lástima, después, lo de los turcos.
La crisis turca hace necesaria una respuesta vigorosa para concretar nuestro proyecto nacional: que el señor Greenspan vuelva a bajar las tasas a fin de contrarrestar la crisis.
El problema es cómo lograr que Greenspan actúe en función de nuestros intereses. La respuesta de fondo es que todo hombre tiene su precio, pero, ¿cuál es el precio del señor Greenspan? Nosotros estaríamos dispuestos a enviarle a la más hermosa de nuestras doncellas, pero, ¿si prefiere los muchachitos? ¿Si le mandamos caviar pero le gusta más el salmón o aun –caprichos de rico– prefiere la simple merluza? No serviría preguntarle porque tal vez, como la mayoría de la gente, él mismo ignora lo que desea.
Pero la solución está a nuestro alcance: el psicoanálisis. Un cuerpo de élite de psicoanalistas argentinos descenderá en paracaídas sobre la Reserva Federal, aprovechando las sombras de la noche, y procederá a psicoanalizar exhaustivamente a mister Greenspan: establecido su más recóndito deseo, la Argentina procederá a satisfacérselo pero sólo a cambio de que baje las tasas de interés norteamericanas, no sólo medio punto –no debemos retroceder ante nada–, sino un punto y medio y hasta dos.
Así reestablecido el flujo de inversiones, la Argentina conocerá una prosperidad generalizada y definitiva. El único problema es cuánto van a tardar los psicoanalistas en determinar el deseo de mister Greenspan. Esto no puede saberse de antemano, pero no van a ser veinte años: serán diez, quince. Nosotros estamos acostumbrados a esperar. El problema son los turcos.

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