¿Si
prefiere la merluza?
Por
el Prof. Sócrates Mosqueto
¡El
turco nos cagó! Esta expresión, que hace ya
varios años resonaba desde diversos grupos peronistas y entonces
parecía incomprensible, hoy por fin puede entenderse: se
refería por anticipado a la actual crisis de Turquía,
que tanto daño nos está haciendo.
Justo cuando todo parecía tan bien encaminado con el blindaje,
a los turcos se les ocurrió devaluar la lira. Es lógico
que los turcos no sepan qué hacer con la lira, que siempre
fue de los italianos, pero ¿por qué no pensaron en
nosotros? Ya nos hicieron lo mismo los coreanos, los mexicanos,
los rusos. ¿Por qué todos nos tratan así?
Parece que el mundo desestima el hecho de que la Argentina, como
su nombre lo indica, es femenina y, como tal, débil y sujeta
a los maltraeres de los sucesivos países con que tropieza
en su camino. Pero, afortunadamente, hemos encontrado un hombre
bueno y maduro que, aunque no parezca interesarse por nosotros él
es así, hosco y reservado, en realidad vela por nuestra
felicidad. Se trata de Alan Greenspan, presidente de la Reserva
Federal de Estados Unidos. Hace pocas semanas él, para ayudarnos,
bajó las tasas de interés norteamericanas, lo cual
significa que muchos señores ricos van a venir a ofrecernos
su dinero. Lástima, después, lo de los turcos.
La crisis turca hace necesaria una respuesta vigorosa para concretar
nuestro proyecto nacional: que el señor Greenspan vuelva
a bajar las tasas a fin de contrarrestar la crisis.
El problema es cómo lograr que Greenspan actúe en
función de nuestros intereses. La respuesta de fondo es que
todo hombre tiene su precio, pero, ¿cuál es el precio
del señor Greenspan? Nosotros estaríamos dispuestos
a enviarle a la más hermosa de nuestras doncellas, pero,
¿si prefiere los muchachitos? ¿Si le mandamos caviar
pero le gusta más el salmón o aun caprichos
de rico prefiere la simple merluza? No serviría preguntarle
porque tal vez, como la mayoría de la gente, él mismo
ignora lo que desea.
Pero la solución está a nuestro alcance: el psicoanálisis.
Un cuerpo de élite de psicoanalistas argentinos descenderá
en paracaídas sobre la Reserva Federal, aprovechando las
sombras de la noche, y procederá a psicoanalizar exhaustivamente
a mister Greenspan: establecido su más recóndito deseo,
la Argentina procederá a satisfacérselo pero sólo
a cambio de que baje las tasas de interés norteamericanas,
no sólo medio punto no debemos retroceder ante nada,
sino un punto y medio y hasta dos.
Así reestablecido el flujo de inversiones, la Argentina conocerá
una prosperidad generalizada y definitiva. El único problema
es cuánto van a tardar los psicoanalistas en determinar el
deseo de mister Greenspan. Esto no puede saberse de antemano, pero
no van a ser veinte años: serán diez, quince. Nosotros
estamos acostumbrados a esperar. El problema son los turcos.
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