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Teatro e identidad

Por José Pablo Feinmann

Uno no encuentra su verdadera cara cuando se mira al espejo. Encuentra un reflejo. Ha ido al encuentro de lo mismo. No ha salido de sí. La identidad se alimenta de la diferencia. Soy yo porque soy parte del mundo, pero porque soy diferente de todo. Existo para testimoniar que todo lo otro que existe es diferente de mí. Existo, a la vez, arrojado a esa diferencia, que es lo que llamamos “mundo”. El “mundo” no es el espejo de mi baño. Me devuelve otras caras, otras expresiones que expresan lo infinitamente expresable: el odio, el amor, el egoísmo, la mezquindad, el sadismo, lo sublime y las ciénagas del horror. Existir es ser diferente. De aquí que no sea posible existir sino en el modo de la identidad. Sólo puedo ser diferente, abrirme al vértigo inacabable de la diferencia, desde una identidad lúcida, consciente, militante. Militante en este preciso sentido: sé que sólo puedo ser “yo” en la medida en que lo “otro” me constituye, en la medida en que lo “otro” me importa, me otorga espesor, el laborioso espesor del sentido.
Cuando Estela y sus muchachas (si me permiten, con cariño y respeto, decirles así) rescatan un ser de las manos apropiadoras, lo están restituyendo a su verdadera “otredad”, que es el entorno en que surgió a la vida. Decirle al rescatado la identidad de sus padres es entregarle la posibilidad de su propia, intransferible, verdadera identidad. En estos “otros” (que son tus verdaderos “otros” porque son tus padres, que nunca van a ser “vos” porque no son tu espejo ni te trajeron al mundo para que seas el de ellos) reposa la conquista auténtica de tu identidad. Los otros –los apropiadores– no eran “tus” otros, se apropiaron de tu alteridad. Además, el horror fundante de haberse apropiado de vos les impide –para siempre– tolerar tu identidad, trabajar para ella. Siempre vas a ser un “botín de guerra”. Nunca un hijo. Un hijo no es un botín. Sus padres están para empujarlo a la libertad, a la diferencia, a lo nuevo. Para decirle que él no es ellos, no les pertenece, no es su botín.
Nunca los secuestradores van a poder entregar una identidad a sus hijos, porque se los apropiaron, porque son hijos del secuestro, porque el secuestro es el sofocamiento de toda posible identidad. “Sos mío”, le dice a su hijo el secuestrador. O sea, le dice: “Nunca vas a ser vos”. Le cercena la identidad.
No casualmente quienes se unieron a esta lucha de las abuelas son actores y hacen obras de teatro. El actor es un extraño ser que encuentra su identidad a través de miles de rostros. Vive de la diferencia. Vive de poder expresar lo diferente. Vive, así, de la libertad. Está constituido por innumerables significantes y –a la vez– es un feliz, privilegiado transmisor de todos y cada uno de ellos. De este modo, un “teatro de la identidad” es un teatro que nos impulsa a buscar lo que somos en medio del vértigo infinito, del maravilloso alboroto de lo que no somos, pero está ahí, irrebatible, dibujando –por contraste– nuestra cara, entregando, acaso pasionalmente, un sentido a nuestras vidas.


No te quedes con la duda

por Mariana Eva Perez *

Ser un joven desaparecido es no saber que lo sos.
Es creer que la que se hace llamar “mamá” es mamá y que el que se hace llamar “papá” es papá. Es haber nacido entre 1975 y 1980 y festejar tu cumpleaños el día que marca tu partida de nacimiento. Es creer que si no hay fotos de mamá embarazada o fotos tuyas de cuando eras bebé es porque, simplemente, no tomaron esas fotos. Es no parecerte demasiado al resto de la familia.
Hasta acá, ¿no podrías ser un joven desaparecido? ¿No podríamos serlo casi todos?
Un joven desaparecido ignora que cuando era chico fue secuestrado junto con sus padres o que nació en un campo de concentración de la dictadura. Ignora que mientras su familia lo buscaba, alguien eligió para él otros padres, otro nombre, otra vida.
Ser un joven desaparecido es ni siquiera sospechar que lo sos. Permitirte la duda ya es empezar a dejar de serlo.
Ser un joven desaparecido es haber perdido mucho sin saberlo: tu historia, tu identidad, tus viejos. Pero no es haberlo perdido todo. Tu familia todavía te busca y ahora te espera. Quienes conocieron a tus viejos guardan para vos sus recuerdos. Todos ellos pueden habitar tu futuro. Recuperar tu pasado es reconocerte en tu presente. Recobrar tu identidad.
Como lo peor de ser un joven desaparecido es no saberlo, todos los de su generación podemos ser desaparecidos mientras haya una sola persona con su identidad falseada. Por eso, es imposible mirar para otro lado. Podés preguntarte si sos un desaparecido. Podés preguntarte si lo son los que te rodean. No es la duda lo que daña, sino la mentira. Pero la duda es nada más que un camino. Un camino desconocido que da miedo recorrer, pero que conduce a una verdad que no puede ser temible porque es tu verdad, desde siempre y por siempre, aunque trates de no pensar en eso, aunque no te animes, aunque creas que éste no es tu tiempo y te prometas que mañana. No conocer tu verdad es no saber quién sos.
No te quedes a mitad de camino. No te quedes con la duda.

*Hija de desaparecidos y miembro de la comisión de lectura de teatroxlaidentidad ciclo 2001


teatroxlaidentidad ciclo 2001

Si el genocidio y la apropiación sistemática de niños por parte del terrorismo de Estado, configuran un crimen aquí y en cualquier parte del mundo, la reflexión sobre sus consecuencias y el restablecimiento de la justicia son compromisos que competen a la sociedad en su conjunto.
Teatroxlaidentidad, desde su lugar más propio, el escenario, se construye a sí mismo como un puente necesario que une las voces del teatro con el público y con cada chico que duda o que, aún habiendo recuperado su identidad, padece la perversidad de ser partícipe involuntario de una historia demasiado siniestra.
Teatroxlaidentidad nos confronta con nuestra propia identidad, porque mientras exista un solo pibe con su identidad robada o falseada está en duda la identidad de todos.
Teatroxlaidentidad nos devuelve nuestra condición de juglares de nuestra gente, de testigos de la memoria de nuestro pueblo, de nuestra memoria.
Nos dignifica.
Nos reúne, nos encuentra y nos pone al servicio de la causa de Abuelas de Plaza de Mayo, que es nuestra causa, la causa de nuestra identidad. De la identidad cultural, social y política de por lo menos tres generaciones de argentinos.
Estamos aquí, actores, dramaturgos, directores, mimos, vestuaristas, técnicos y teatristas junto a las Abuelas y con cada hijo y cada hermano y por cada nieto y por cada uno de los treinta mil, que fueron sus padres y con nosotros todos para que este Movimiento por la identidad se multiplique y se fortalezca, hasta que no quede un solo pibe que no sepa quiénes fueron sus padres.
Pongámonos las máscaras del teatro, compañeros, para sacarle la careta a la mentira.
Por la verdad y la memoria y por la justicia.

Comisión de dirección:
Valentina Bassi, Flor Bendersky,
Marta Betoldi, Eduardo Blanco,
Joaquín Bonet, Susana Cart,
Norberto Díaz, Daniel Dibiase,
Camila Fanego, Daniel Fanego,
Marcela Ferradás, Cristina Fridman,
Claudio Gallardou, Clarisa Gantos,
Diana Lamas, Eugenia Levin, Coni
Marino, Martín Orecchio, Luis
Rivera López

Comisión de lectura:
Valentina Bassi, Daniel Veronese,
Joaquín Bonet, Daniel Dibiase,
Norberto Díaz, Jorge Goldemberg,
Diana Lamas, Coni Marino,
Ingrid Pellicori, Luis Rivera López,
Ricardo Talento, Susana Torres Molina, Arturo Bonín.
En representación de Abuelas de Plaza
de Mayo: César Núñez, Mariana
Pérez y Natalia Fontana.
Y la colaboración de Mauricio Kartún.

Página web:
Valeria Bafaro
Director escenotécnico:
Alberto Bellatti

Coordinador de escenarios:
Orlando Santos

Coordinación de iluminación:
Roberto Traferri

Realización de Video:
Hernán Invernizzi, S.I.C. y sus alumnos
Alumnos de diseño, imagen y sonido de la UBA

Diseño gráfico:
Raúl Belluccia

Colaboradores de producción:
Silvia Aira, Marcela Akman, Carolina Anchelerguez, Mariano Kracoff, Eduardo Lafranchi, Ricardo Faurix, Diego Goethe, Norberto Gonzalo, Dolores Ortiz de Rosas, Graciela Ramírez, Mara Said, Karina Vega, Alejandro Velazco, Osias Yanov, Celina Andalo, Adriana Bello, Paula Giménez, Lili Credenti, Fernando Martínez, Julio de Negri, Roberto Sobrado, Victoria Egea, Adrián Suarez, Georgina Perez, Aída Grazui, Ivana Duarte, Marigela Ginard, Mariana Pinamonti , Veronica Maniscalco, Andrés Sahade, Fernando Martínez, Carolina Gallo, Gonzalo San Martín, María Abramovsky de Fridman

Responsables de sala:
Silvia Aira, Celina Andalo, Cristina Fridman, Norberto Gonzalo, Paula Giménez, Lili Credenti, Saúl Cherro, Camila Fanego, Victoria Lazzarini, Eugenia Levin, Eduardo Lafranchi, Marcela Akman, Flor Bendersky.

Colaboradores de escenografía y vestuario:
Luciana Rizzi, Lucía Santarone, Verónica Segal, Mariana Hrtt, Celeste Hortt, Mariana Franco, Natalia Feresin, Fabián Nonino, Julio Linguido, Lucía Iglesias, Claudia Mendoza, Melania Toia, Mara G. Soraide, Roberto Bardoneschi, Sergio García, Romina Charles, Silvana Pitronave, Andrea Genovese, María Oswald, Fernando Díaz.

Actuaciones especiales:
Enrique Pinti, Adriana Varela, Marcelo Macri, Cuatro Vientos, Cipe Lincovsky, Miguel Bonasso, José Pablo Feinmann, Alicia Zanca, Hugo Arana, Roque Narvaja, Cristina Banegas, Rolly Serrano, Marzenka Novak, Pablo Bronzini, Edda Díaz, Claudia Levy, Edgardo Cardozo, Patricio Contreras.

[email protected]

www.teatroxlaidentidad.net

Agradecemos especialmente a Marcos Adandía, Alejandra López, Martín Zabala, Fernando Marticorena así como a los alumnos de 2º año de FOTOPERIODISMO T.E.A. que cubrieron fotográficamente este ciclo. Algunas de sus fotos ilustran este suplemento.

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