La Quiaca � La Habana � La Quiaca
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argentinos en cuba
Cien estudiantes
de la Argentina recibieron becas para realizar la carrera de Medicina
en Cuba. El compromiso es capacitarse y volver a ejercer a sus
lugares de origen.
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Por Luis Bruschtein
A veces las cosas buenas producen
indignación. Por aquello de la mitad vacía del vaso y la
otra mitad llena. Por ejemplo, una cosa buena es que cerca de cien chicos
argentinos están estudiando Medicina en Cuba de manera totalmente
gratuita. Son chicos de La Quiaca, de Tucumán, Santiago del Estero,
de pueblos de la provincia de Buenos Aires y de Córdoba. Es una
carrera con muchas horas de asistencia obligatoria por lo que es muy difícil
cursarla al mismo tiempo que se trabaja. La mayoría de esos chicos
no hubiera podido hacerlo en la Argentina por la situación económica
de sus familias.
En Cuba les dieron todo gratis, desde el alojamiento y la comida hasta
los libros. El gobierno cubano había propuesto la creación
de una Facultad Latinoamericana de Ciencias Médicas con la idea
de que fuera financiada por organismos internacionales. Después
de todo, es el país que más médicos voluntarios lleva
a catástrofes en países hermanos. Pero dijeron que era propaganda
comunista castrista y, además de no poner plata, tampoco se preocuparon
en hacerla por su cuenta. Cuba puso las dos cosas. Tenía un edificio
libre y gran cantidad de docentes. El presupuesto fue para reciclar el
edificio y para la alimentación de los estudiantes. Que comen lo
mismo que los cubanos.
Estas líneas constituyen pura propaganda comunista, evidentemente.
O evidentemente no. Porque si esto lo hubieran hecho en Estados Unidos,
en México o en Haití, sería igual de elogiable. Pero
si alguien escribiera sobre el hermoso proyecto solidario que realizaron
Estados Unidos, Haití o la Argentina, nadie diría que se
trata evidentemente de propaganda. Porque como el régimen cubano
es comunista, queda establecido que no puede haber nada bueno o que lo
bueno es propaganda. En los casos más estúpidos, muchos
pensarán que hablar bien de algo de Cuba es pasado de moda.
Un ejemplo de esta mezcla de prejuicio con estupidez lo dio un funcionario
diplomático menemista cuando todavía el primer grupo de
estudiantes argentinos estaba adaptándose a un país distinto,
con cultura, historia y costumbres distintas. El hombre convocó
a los chicos a la embajada y les dio un curso sobre la dura y terrible
realidad cubana. Uno de los muchachos le respondió entonces que
el problema no lo tenían en Cuba sino en la Argentina, donde no
podían estudiar porque no conseguían trabajo o porque trabajaban
y que por eso estaban en Cuba.
O sea: para ellos, Cuba es parte de la solución, no del problema.
Esa reacción, como si los hubieran ofendido al hablar mal de Cuba,
nacía del agradecimiento y no porque no se dieran cuenta de los
problemas que tienen los cubanos. Por el contrario, ellos tienen que convivir
con esos problemas con el agravante, incluso, de provenir de idiosincrasias
y culturas diferentes. Pero se ofendieron con lo que les decía
este político metido a diplomático porque se dieron cuenta
de que en realidad no le interesaban los problemas de los cubanos sino
que hablaba con mala leche.
Cuba está sobresaturada de médicos y no necesita más.
Tiene la mejor medicina y escuela de medicina de América latina.
Los alumnos becados llegan a estudiar allí sabiendo que no se van
a quedar al finalizar los estudios. Por el contrario, el compromiso moral
de todos ellos es regresar a sus tierras de origen, casi todos de zonas
rurales muy humildes de América latina.
Los muchachos argentinos obtendrán sus títulos de médico
en una de las casas de estudio con más alto nivel académico
y regresarán a La Quiaca, Tucumán o Santiago del Estero,
a zonas donde los médicos son más necesarios que en Cuba.
O sea que se trata de una actitud solidaria con la Argentina.
Que en este mundo haya una actitud solidaria es una buena noticia. Que
cerca de cien chicos argentinos hayan sido becados por el gobierno de
un país hermano no tendría que producir indignación.
Pero a muchos argentinos les producirá la misma sensación
de vergüenza que sintieron los chicos cuando el politiquero menemista
les hablaba en La Habana. Porque, en definitiva, el gobierno argentino
también actuó con mala leche al dar su voto contra Cuba
en la ONU, accediendo a las presiones de otro gobierno al que le interesa
más destruir los beneficios sociales que tienen los cubanos que
resolver sus problemas económicos o de cualquier tipo.
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