A dos días de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) de este domingo, se sabe que un millón y medio de votantes se incorporó al padrón electoral 2019. No es la primera camada de pibes que se suma al ejercicio del voto joven, que es optativo desde 2012 y tuvo en 2017 la participación en los comicios de más de la mitad de los adolescentes habilitados. Pero la que se agrega ahora es una vertiente que apareció con revuelo, cuando cerca de 400 mil personas de entre 15 y 17 años que iban a estar habilitadas para votar en las generales de octubre no figuraron en el padrón provisorio . El gobierno nacional y la Justicia Electoral confesaron fallas y prometieron solucionarlo, aunque parte de la oposición señaló cierta voluntad de desalentarlos, conociendo el poco feeling que hay entre el macrismo y la gran mayoría de los jóvenes.

La población que se sube a los padrones gana influencia electoral mientras los espacios políticos buscan alternativas para relacionarse con la pibada: desde la doctrina Chocobar y el Servicio Cívico Voluntario en Valores, hasta la intervención voluntaria del embarazo, la diversidad y la educación sexual integral (ESI), pasando por el “emprendedurismo” de las plataformas digitales de delivery. Durante la campaña se le dio prioridad al sujeto de la juventud por sobre el colectivo estudiantil, al entender que hoy ese prisma involucra también la interacción en redes sociales virtuales y el reclamo de políticas públicas por fuera de los claustros.

“El de la juventud es un corte demográfico, una categoría atravesada por múltiples sentidos”, interviene el sociólogo Fernando Rada Schultze, investigador de la UBA y Flacso, y especialista en cuestiones de edad. “En estas elecciones, la juventud aparece como un actor demandante, aunque muchas veces cueste verla como tal, porque al estar atravesada por otras tecnologías y formas de aprender no usa los canales tradicionales de demanda. Y porque además sus integrantes suelen ser consumidores indirectos, es decir, consumen pero a través de los ingresos de sus padres.”

“Hoy se puede denunciar un abuso a través de redes sociales, no pintando el frente de una casa. Los actores clásicos de la política deben atender a estos nuevos modos de manifestarse, pero no a través de trolls o hashtags. Las demandas de los pibes y pibas están cruzadas por la identidad y el género, porque se presenten nuevos canales de participación no verticales. Al no estar encabezada por una figura clara y por tener un formato más comunitario o transversal, la lucha por la ley del aborto es un buen ejemplo”, destaca Rada Schultze.

De los pañuelos verdes al show ultraliberal

De entre la baraja de candidatos, las cartas por izquierda son Nicolás Del Caño (por Unidad, el frente del FIT y el MST) y la única postulante mujer a presidenta, Manuela Castañeira (del MAS). Sus dos espacios pusieron abiertamente a los jóvenes al frente, con una batería específica de demandas. Así fue que ambas fuerzas cerraron sus campañas frente al Congreso, entreveradas en la movilización de pañuelos verdes que conmemoró un año desde el rechazo del Senado a la ley de aborto legal, seguro y gratuito.

Y así como la izquierda pidió ampliar voluntades por fuera de las dos opciones a priori mayoritarias (el oficialismo y el Frente de Todos), denunciando una suerte de juego de suma cero, el espacio liberal que lidera José Luis Espert aplicó esa misma lógica en otra clave, y apostó a mujeres jóvenes para sus spots. El economista ultraliberal y candidato por el Frente Despertar terminó su campaña a través de un encuentro con jóvenes en una cervecería artesanal de Pergamino, bajo el nombre de “Espert Fest”. Ya durante el lanzamiento de campaña, su paladín Javier Milei había aparecido en un evento de cosplay en el que el Partido Libertario había tenido un stand de afiliación.

Entre ambos polos tuvo lugar una virtual disputa por el “voto joven”, aunque con distintos objetivos. La izquierda puso al frente de los reclamos al aborto legal, la correcta aplicación de la ESI y la separación de la Iglesia del Estado, en un marco donde las opciones que se presentan como mayoritarias no hicieron manifestaciones públicas orgánicas sobre el aborto. Y los liberales apostaron por conceptos de “libertad” económica y drástica reducción del gasto público, privilegiando la faz represiva del Estado por sobre la social.

Entre la escuela pública y el colegio privado

En un país que presenta un 35 por ciento de pobres y graves problemas de nutrición y precarización entre sus adolescentes, la búsqueda de vínculo con la juventud no se centró tanto en lo económico sino en sus demandas sectoriales. O simplemente en su estética y hábitos de consumo. La coalición Juntos por el Cambio desarrolló un filtro en Snapchat que permitía “militar” por las candidaturas del espacio a través de las redes, apuntando al contagio individual, al igual que con el uso de hashtags. Uno de los últimos actos de campaña de Mauricio Macri involucró a un grupo de alumnos de una escuela privada de Berazategui, a quienes les reclamó que estuvieran informados: “Son el futuro del país y todo lo que hacemos es para ellos”, declaró. Sobre el cierre definitivo, el presidente habló nuevamente de “no volver al pasado” y de ir “hacia el futuro”.

La expedición del candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, también anotó promesas de “futuro” pero acompañadas de una enfática reivindicación de la educación pública y la centralidad de la ciencia. Durante un encuentro en el Complejo Art Media, del barrio porteño de Chacarita, además de destacar el valor del inconformismo juvenil, Fernández se comprometió a defender la igualdad de derechos para todos los géneros e incrementar el apoyo a distintas manifestaciones culturales.

“Hay un cambio de paradigma en lo que propone el Frente de Todos”, considera Rada Schultze. “Durante la campaña presidencial de 2015, parte del núcleo discursivo parecía ser: ‘En 2001 te sacamos del infierno’, cuando muchos de los más chicos no habían vivido eso. Esta campaña estuvo en un principio centrada en la supervivencia, pero ahora Fernández llama a proyectar un mañana”, señala el sociólogo. De ese acto también participó Ofelia Fernández, candidata a legisladora porteña, y la más joven en estas elecciones .

La naturaleza del voto centennial

Un estudio publicado el año pasado por el Instituto Nacional de Juventud, dirigido por el referente PRO Pedro Robledo, pretendió comprender a los jóvenes como colectivo. “Son abiertos y cero prejuiciosos; no son binarios, no son grieta”, explica el informe titulado Estudio de Juventud Argentina 2018, que destaca una notoria preocupación por el aborto legal (tres veces más que los adultos), el respeto hacia la diversidad y la ratificación de la problemática del bullying. El estudio asegura que los jóvenes intervienen buscando cambios concretos en lugar de soluciones sistemáticas. “La mirada de que la juventud sólo busca pequeños cambios esconde una subestimación”, cruza Rada Schultze. “No hay una imposibilidad de ver el cambio de raíz sino que se buscan nuevos canales, empoderarse en pequeñas situaciones. Decir que sólo se preocupan por el medioambiente o el veganismo es una decisión política. Los pibes y pibas se dan cuenta de que en la casa se come menos o que les cuesta conseguir un empleo formal.”

Un punto de contacto de esta generación con anteriores reside en cierto rechazo por las instituciones. Según un informe de la consultora Ipsos, el sentido común de los centenialls va “del narcisismo selfie al interés por el otro” y está determinado por los ideales de inclusión, respeto y derechos. En este sentido, la “generación Z” pone el foco en lo micropolítico: “Implica entender que el cambio puede producirse desde lo espontáneo, desde cualquier rincón de la realidad y propagarse a velocidad por contagio. La macropolítica, aquello que se gesta desde las instituciones, los partidos políticos o los sindicatos, es cosa del pasado”, concluye el estudio.

 

La política no se mira más desde el prisma partidario, sino en forma horizontal, como un canal por el que deben producirse cambios. “La mayoría de los espacios se dirige a la juventud desde una concepción muy abstracta: algunos los tratan de vagos y despreocupados, otros los idealizan como revoltosos”, observa el sociólogo. “Hoy los jóvenes necesitan sentirse incorporados a los procesos, buscan empoderarse ante la carencia de derechos. Aspiran a poder concretar sus demandas, porque la participación política implica cualquier acción que deviene en cambio concreto; de lo contrario, no es participación política.”