Los focos están en otra parte. Gustavo Fernández, el número uno del mundo de tenis adaptado, obnubila a decenas de chicos que cumplen el sueño de conocerlo. Mientras el cordobés brinda una clínica y pelotea con ellos en las canchas de cemento del hotel Posta Natural de Tandil, con el paisaje de las sierras de fondo, un hombre con perfil bajo pero muy conocido en el mundo de las raquetas se dispone a dialogar entre mates y lejos de las luces.
“Me considero más un maestro que un entrenador. La idea de moldear a un chico, agarrarlo de cero y ponerlo en profesionales, lleva diez años de trabajo y es lo que más me gusta”, sentencia Marcelo Gómez, la eminencia del tenis de Tandil que forjó nada menos que a Juan Martín Del Potro. El Negro viajó con el ex número tres del mundo hasta 2007, cuando llegó a meterse entre los 50 mejores con 18 años. En otras palabras, lo desarrolló como jugador desde el origen, y lo acompañó en sus primeros años como profesional.
Marcelo Gómez, en definitiva, es un formador de talentos. Heredero del método de trabajo implementado en los años '80 por Raúl Pérez Roldán y perfeccionado hasta erigir a Tandil como capital del tenis, de su academia Tandil Tenis -antes en el club Independiente y ahora en el Uncas- surgieron varios jugadores de elite como Mariano Zabaleta y Juan Mónaco. “Ser un formador es agarrar a un chico que quiere jugar al tenis y darle una identidad. Cuando viene un chico con condiciones empiezo a imaginar cómo será dentro de diez años: cómo me gustaría que juegue, cuáles son sus características naturales, de qué manera me gustaría que se plante en la cancha. Todo eso lo proyecté con Juan Martín”, explica el Negro en una extensa entrevista con Líbero.
-¿Cómo se maneja el exitismo con los chicos?
-Para los chicos perder es la muerte. Nosotros le quitamos importancia al triunfo y a la derrota: si ganás no sos el mejor y si perdés tampoco sos el peor. Trabajamos para que los chicos ganen mañana y el proceso es lo que vale, no el resultado. Hoy es difícil transmitir eso porque hay mucho exitismo. La época de la comunicación nos dio muchos beneficios pero también nos perjudicó. Hoy cualquiera ve en YouTube cómo se mueve un jugador y cree que sabe de tenis. Los chicos cambiaron, tienen poca sensibilidad y resistencia ante la frustración, necesitan todo de inmediato, porque agarran el teléfono y saben inmediatamente qué hace un flaco a diez millones de kilómetros. El tenis es un proceso y es difícil de asimilar.
-¿De qué forma luchás contra eso?
-Hablo mucho con los chicos. Siempre digo que no va a llegar el que mejor juega, sino el que más crea en sí mismo. Hubo fenómenos como Nalbandian, Coria, Gaudio, Zabaleta y el propio Juan Martín que estuvieron entre los 100 con 18 años. Eso no pasa más. Los chicos cambiaron en todo el mundo. Hoy todos quieren saltar etapas sin esforzarse. Antes era el chico el que empujaba. Juan Martín me llamaba los domingos a la mañana para hacer drives y nos íbamos al club a laburar. No había celulares, me llamaba al teléfono fijo. Ahora los chicos pierden, lo ponen en las redes y ya pasó. Estoy en contra de eso: el jugador necesita un tiempo para procesar la derrota.
-¿Qué fue lo primero que le viste a Del Potro?
-Cuando tenía ocho años sabíamos que iba a medir un metro noventa. Era un desafío: había que lograr que un tipo de 1,90 se moviera como un jugador normal. Desde que era muy chico trabajamos para que se moviera como los dioses y hoy es el jugador alto con mejor movilidad del mundo. Hay jugadores como Opelka o Isner que son buenos pero ni se acercan. Juan Martín es un jugador de 1,98 que se mueve como uno de 1,80 y recupera jugadas, te contragolpea y te caga a palos. Es un tipo completo y eso fue lo que yo soñé con él.
-Y es un jugador de cancha rápida…
-Y antes era una utopía en Argentina. En ese momento no había canchas duras, en Tandil había sólo dos. Trabajamos la identidad de Juan Martín para que fuera un jugador ofensivo. Cuando era chico jugaba con una empuñadura distinta del argentino promedio; el resto de los jugadores enroscaba y Juan Martín tenía una derecha más plana, atípica. En ese momento no funcionaba porque en los Futures le rotaban la pelota por derecha y él no tenía fuerza. Hubo que cambiar la empuñadura para que pudiera rotar la pelota. Es un proceso largo; la gente no tiene dimensión de lo que significa armar un jugador de tenis.
-¿En ese proceso también se forma la personalidad?
-Totalmente. La resiliencia de Juan Martín, que lo lleva a levantarse y seguir jugando, es algo que trabajamos desde que era chico. La decisión fue hacerlo jugar siempre en una categoría superior: con 12 estaba en Sub 14 y hasta llegó a jugar en Sub 16. Hasta los 14 años no había ganado torneos, siempre perdía, pero con eso le dimos un gran aprendizaje, porque siempre luchó contra los más grandes y vino de abajo. Por eso es un distinto. Habría sido fácil que jugara en su categoría, ganara y nos lleváramos el trofeo a casa, pero siempre perdía.
-¿El roce era más importante que ganar?
-Era mejor que se exigiera al máximo y perdiera en un nivel más alto. Y eso le sirvió para toda la vida: Juan Martín es un caballo que siempre viene de atrás y saca lo mejor cuando la cosa se complica. Le gusta la heroica de volver de la muerte. Eso lo formó de chico.
-¿Esa capacidad de superación explica su cercanía con la gente?
-Yo creo que sí. El tipo siempre se supera ante la adversidad. Parte de su carisma es por lo que era de chico. Una vez estábamos en Campinas, cuando tenía 17 años, y jugaba la final de un Challenger contra André Sá. Una final, contra un brasileño, en Brasil y con estadio lleno. La gente lo jodía y él empezó a jugar bien, a darlo vuelta, y cuando nos quisimos dar cuenta lo aplaudían. Después ganó el torneo y lo ovacionaban. Hay muy pocas personas que pueden dar vuelta un estadio. Y lo hace en todos lados. Juega contra Federer en el US Open, donde a Federer lo aman, y el tipo logra que hagan fuerza por él. Con un gesto, con una palmada a un chico; una vez cortó una flor y se la dio a una chica. Por esas cosas que se le ocurren la gente lo ama en el mundo. Siempre fue un tocado.
-¿Cómo evaluás lo que hiciste con Del Potro?
-Juan Martín es un reflejo de lo que yo quise que fuera. Compite como yo hubiera querido. Lo único que me gustaría que hiciera más es ir para adelante y cerrar los puntos en la red, porque lo puede hacer. Confía mucho en su tiro de atrás, porque sabe que no va a volver, y no sube a cerrar los puntos. En el resto se superó. Cuando perdió la mano izquierda mejoró la derecha invertida y el slice, dos golpes que no tenía. Antes de la lesión su revés era impecable, de junior y de grande; y hoy la derecha invertida es su mejor arma.
-¿Cómo viste su decisión de bajarse de Estocolmo y Viena?
-Juan siempre quiere jugar, por eso estaba anotado en los torneos. Es una persona que siempre quiere competir, incluso en inferioridad de condiciones. Por suerte escuchó los consejos médicos de su gente. No había necesidad de arriesgar en esta etapa del año. Es una gran decisión darle más tiempo a la rodilla y hacer una buena preparación para el próximo año. Está trabajando en Buenos Aires para llegar bien a la exhibición con Federer. Ojalá pueda estar sano y arrancar el próximo año como cualquier tenista: hacer una pretemporada y empezar en Australia.